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Capítulo 1

Capitulo 1
Ahí estaba él, Kashí, a unos cuantos metros de su hogar observaba con melancolía un árbol frente de sí; se acercó al ser vivo, poniéndose su par; no como alguien superior, no como un leñador que decidiría el destino de aquel o como un niño que podía arrancar una hoja o una rama pequeña que no interferiría con la vida de la copa, no.

Se colocó a su par, casi siendo iguales, ambos seres vivos, ambos podían sentir, ambos poseían Sen en su interior. Durante un momento cerró los ojos sintiendo la energía del árbol: Como si dentro de él existiera un universo entero. Se puso de pie y tomó un hacha en sus manos, un hacha bastante grande, su mango de madera de roble era grueso y estaba tallado en él de forma bastante rústica un par de runas que decían «E' rdhra Ba altimore» y «M' rdhreGhinz e» —Padre Baltimore y Madre Ghinze—. Otra vez realizaba ese sencillo ejercicio para relajarse y evitar pensar cosas que no debía.

Tras un par de golpes, el árbol cayó al suelo. Kashí se acercó para tomarlo y al sentir sus trazos naturales en la madera cerró los ojos, bajó hasta donde había hecho el corte y proyectó a sí mismo sus cicatrices, sus heridas, sus propios daños. Durante unos segundos tocó casualmente la corteza ejerciendo una pequeña presión, cerró los ojos, respiró hondo y a su mente llegaron esos recuerdos congelados.

—Encontré esto —dijo Salazar tratando de captar la atención del Kangi.

—Ve a casa, yo te sigo —contestó Kashí a través de su espesa barba de ébano y plata tras levantar el tronco y colocarlo en su hombro. Su cabello negro como la noche se enredaba un poco con la corteza de la madera y más al medio se peina en una larga trenza decorada del blanco de sus canas.

Ambos siguieron por el sendero que dirigía al distrito Newin, caminaron unos minutos en silencio. Salazar no entendía por qué Kashí guardaba tan profundo silencio. Querub le había dicho que él sería su maestro ahora. Salazar decidió referirse a él como tal.

—Maestro —rompió el silencio el niño—, ¿No le pesa ese árbol?

—No

Kashí fue exageradamente seco y cortante para Salazar. Frunció el ceño y los labios. Sus manos se comprimieron en puños inconscientemente.

—Está bien, maestro

Tras unos minutos de viaje llegaron hasta la casa de Kashí. En el salón estaba recubierto el cuerpo de Querub entre telas y mantas, rodeado de velas que el pequeño Adán comenzó a encender una tras otra; recitando versos en un idioma no propio ni de su naturaleza, sino en una lengua antigua, extinta al día de la fecha.

—Réquiem ætérnam dona eis Dómine, et lux perpétualúceateis. Requiéscant in pace. Amen— Susurraba el humano dando la oración que se le enseñó.
Kashí se acercó hasta el cuerpo pidiendo a Salazar que espere afuera, una vez listo lo levantó dirigiéndose hacia una hoguera hecha para poder cremar el cuerpo de su compañero caído. Lo colocó en las brasas y susurró:

—Ya eres libre, compañero, nos reencontraremos en el Elysium, lo prometo.

Pasó un pequeño lapso de tiempo en el que Salazar recitó las debidas oraciones y el veterano se dispuso a despedir a su amigo con los máximos honores de su raza y tras un par de horas, habló.

—Chico, debemos emprender un viaje, enséñame lo que te enseñaron —pidió para tener una idea de lo que tenía hasta ahora el pequeño humano a su lado.

—¿Ahora? —inquirió algo confundido por la situación, recibiendo una rotunda afirmación del contrario.

—Iremos a caminar y me irás dando lo que sabes —tomó sus armas y empezó a caminar con Salazar a su lado. Se dirigieron hacia el bosque.

El bosque era enorme, claro y próspero. Su dosel estaba dominado por robles, espinos y enebros, y los rayos de luz que atravesaban sus copas permitían que los árboles jóvenes consumieran los ricos terrenos de abajo.

Las ramas enrolladas se aferraban a cada árbol, y una variedad de flores, que se encontraban en los lugares más tranquilos, agregaban variedad colorida al suelo del bosque de otro modo verde oscuro.

Una variación de ruidos, predominantemente los de los cantos de los pájaros, añadieron vida al bosque y estaban en armonía con las salpicaduras ocasionales de las ranas que saltaban en el lago cercano.

—Comencemos con lo básico, no eres Kangi, ¿qué sabes de mi raza? —añadió Kashí sentándose en una roca frente a Salazar quien estaba inseguro pues temía dar una respuesta incorrecta.

—Los Kangis, son una raza de un sistema solar ubicado al borde de la galaxia en su planeta Kangi prime —inició tomando un poco de aire—. Los hombres son bastante altos, haciendo ver a cualquiera bastante pequeño

«Un poco básico, pero útil», pensó el veterano

—Prosigue.

—En veces tienen una piel muy blanca, como papel y hasta son bastante rápidos. También son algo feos —rio levemente. Kashí no reaccionó—. Pero las mujeres son bastante bonitas y ellas pueden tener muchos colores.

—¿Sabes como es la sociedad? —preguntó al niño

—¿La...Sociedad? —respondió algo confundido.

—Olvídalo —suspiró Kashí recordando que estaba tratando con un niño—. Dime, ¿qué sabes del Sen?

—Se me explicó que es una energía que está en todos —afirmó con seguridad señalando su pecho.

—El Sen en una persona es todo un universo interno, que viene de la energía primera de todas. El Sen es vida y la base de las fibras de la creación

—Entonces...¿tengo un universo en mi interior? Eso es mucho, seguramente mucho poder —Se emocionó brevemente, aplacando la misma con serenidad fingida. Estaba frente a Kashí, que era más una montaña parlante que un alguien—. ¿Cómo podría ser más poderoso? ¿Alguna armadura o algo?

—Existen armas u objetos que te ayudarían a manipular el Sen, a usarlo mejor e incluso a controlarlo, pero todo dependerá de tu espíritu.

—Mi espíritu...¿o sea qué? —No había entendido bien a lo que se refería Kashí.

—Nosotros nos componemos de cuatro partes fundamentales: El cuerpo, la mente, el alma y el espíritu. Este último es de los más importantes para poder ser un gran guerrero, si tu espíritu no tiene esas ansias de luchar, de vivir, de defender, todos los objetos que deberían ayudar no serán más que un estorbo. Las armaduras, sin importar el tipo, serán pesadas y lentas, tu cuerpo cargaría con ellas más de lo que ayudarían.

—¿Y en caso de tener un espíritu fuerte? —Inquirió Salazar.

—Si tu espíritu cumple con todo lo mencionado y mucho más, podrás manejar tu Sen mucho mejor y más rápido, y si logras hacerlo hervir lo suficiente, tendrás un gran poder. ¿Te han entrenado en combate o algo así?

—Muy poco

—¿Te han enseñado el estilo de lucha de Querub?

―N-No... No lo recuerdo bien ―admitió, dándose por vencido y bajando sus hombros y rostro. El hecho de no encontrar algo tan simple entre sus memorias, lo había hecho abandonar toda la valentía que reunió unos momentos anteriores.

―Deochaju es un arte marcial mixto que se enfoca en derribar a tu oponente manteniendo una defensa impenetrable y obligando así a tu rival a abrir una en la suya cuando ataca ―El niño no sabía que responder, pero sus ansias de saber más lo llevaron a escuchar atentamente las enseñanzas de su maestro―. El enfoque principal radica tanto en las garras como en la velocidad y, a menudo, se basa principalmente en la resistencia y la agilidad de uno mismo, pero también de su oponente.

―Es muy buena, ¿No?¿Qué cosas buenas tiene?

―La mayor fortaleza de Deochaju es la inclusión de técnicas basadas en armas o anti-armas. Al explotar los puntos de presión de ambos luchadores, su oponente a menudo carece del conocimiento para responder lo suficientemente bien, lo que le da a sus fortalezas la ventaja.

―¡Wow!, yo quiero aprenderla para poder ser muy poderoso, como él ―expresaba enérgico lanzando golpes al aire tratando de imitarlo.

―No todo es bueno, la mayor debilidad de Deochaju es la falta de trucos sucios que se usan en la vida real. Por lo tanto, siempre que se enfrente a un oponente fuera de los eventos deportivos, sus debilidades pueden volverse repentinamente muy evidentes para tu enemigo ―Antes de poder seguir, escucharon rugidos y alaridos cerca y siguiéndolos llegaron a un barranco de unos siete metros de alto desde donde observaron una manada de Tigres Igin dando caza a un único Oso Ingru.

―¿Qué es lo que ves? ―inquirió Kashí posando su brazo en el hombro del muchachito. Salazar se estremeció ante el tan repentino toque del Kangi, sobre todo al darse cuenta de lo monstruosa que era su mano comparado a la de él.

―El oso necesita ayuda ―respondió señalando en dirección a la escena que mostraba una brutalidad por parte de ambos bandos, pero se notaba como es que el oso poseía una leve ventaja. Amenazante con sus largas garras atacaba y evadía.

―La vida en estos lugares, en este planeta, la vida en general es bastante difícil ―comentó bajando la mirada hacia la salvaje escena―. Nada le importa, ni de donde vienes, lo que seas, el Dios al que reces. No importa si eres alto o bajo, inteligente o tonto, sobre todos cae la lluvia y sobre todos se pone el Sol . Las vida es cruel y cruda, y debes enfrentarla. ¿Sabes que hace que el oso sea tan temido como para que sus enemigos deban ir en grupos a atacarlo? ― cuestionó una vez más.

―¿Su tamaño? —Dado lo que Querub me había dicho de Kashí, Salazar quiso no sentir esa calidez que percibía en el simple gesto de la mano en el hombro.

―Su voluntad ―Aseguró—. No importa cuantos enemigos haya, él siempre se mantendrá en pie. La voluntad es lo que hace que tú decidas de tu destino, pero debes primero que nada aprender a ser fuerte ―Se puso de rodillas a la altura del pequeño― aquí ―Llevó su mano señalando la cabeza del humano para bajar hasta su pecho― Y aquí. Vamos a casa, hay que preparar las cosas.

Llegaron a la sala, dónde Kashí dejó a Salazar y su fue a los cuarteles militares de Newin. Salazar no había oído a Kashí irse y comenzó a buscarlo. No camino mucho cuando su estómago rugió de hambre. Caminó un poco por la casa y se encontró a Ammaltheia, esposa de Kashí.

—Hola ―dijo Salazar, acercándose un poco a Ammaltheia sin pasar el límite de distancia que él consideraba prudente tras haberse quedado unos segundos en silencio.

—Hola, ¿buscas a Kashí? ― preguntó, con una leve sonrisa por la timidez de Salazar. Se acomodó el cabello grisáceo tras la oreja.

—Si ―Asintió, todavía sin mirar fijamente a la mayor.

—No se encuentra aquí, está en los cuarteles —Añadió la mujer, mirando como la vista del niño se volvía contrariada.

—Pensé que me entrenaría. ―balbuceó, frunciendo levemente su ceño y manteniendo un tono bajo, hablando más para sí mismo que para la mujer, quien también pudo oírlo.

— Me lo comentó ―repuso―, pero dijo que tendrás un entrenamiento diferente ―habló, logrando que el menor alce la mirada y fije sus curiosos e interrogantes ojos en ella.

—¿Es porque soy humano? ―interrogó, apretando inconscientemente sus pequeñas manos.

—Por algo más― puntuó, sonando sincera, sonriendo al ver la determinación que reflejaba su joven vista. ―. Además, eres bastante especial ―agregó, dejando sin palabras a aquel niño que, hacía unos segundos, no paraba de lanzar pregunta tras pregunta.

Una vez más el estómago del niño rugió por el hambre, lo que causó que sus mejillas se coloren en rojo.

—Veo que tienes hambre ―dijo la mujer, tratando de no soltar una pequeña sonrisa que se le quería escapar, para no avergonzarlo aún más. Unas pequeñas arrugas se formaron en sus mejillas y bajo sus ojos al sonreír―. ¿Quieres que te prepare algo para comer?

—Por favor y gracias ―Aceptó, mirando cómo ella se dirigía a la cocina.

Tras esto, Ammaltheia preparó un gran desayuno a Salazar, quien, lo devoró como si no hubiera comido por días, dejándola asombrada, le recordaba mucho a Kashí.

Querub le habia comentado a Salazar sobre Ammaltheia. Pero Salazar no encontraba muchas concordancias entre la Ammaltheia de la que sabía y la que veía. Él sabía de una guerrera joven, maestra en la búsqueda de misterios y el uso de la espada corta.

—¿Cómo conociste a Kashí? ― soltó, después de un rato en silencio.

— Kashí era un hombre melancólico, misterioso y bastante reservado ―inició a relatar, mirando cómo la curiosidad bañaba aquel par de ojos―. Lo conocí cuando él llegó a este pueblo, estaba bastante malherido, requería agua y comida. Traía las manos muy lastimadas y arrastraba una lanza y un escudo ―cortó, alzando la vista y perdiéndose entre los recuerdos, tomando aire para continuar―. Estuve ayudándole por muchas semanas y nos volvimos muy cercanos ―Sonrió, con un deje de ensoñación
― Se convirtió en el protector del distrito. Yo solía defenderlo, pero era muy difícil hacerlo en una época donde no teníamos milicia, no tenía muchas posibilidades de seguir haciéndolo y salir viva una vez más. Pero aún recuerdo cuando el se interpuso con su escudo entre una lanza de legionario y mi cuerpo. Eran un batallón... no sobrevivieron —recordó un momento de aquella pelea—. Eso terminó en lo que hoy es —finalizó.

— Eres un como un ángel —mencionó de improvisto Salazar, quien no podía dejar de admirar a la Kangi. Dejándola un tanto desconcertada, tanto que antes de siquiera de poder contestar, una voz interrumpió.

—¿Interrumpo algo? —Kashí había vuelto para poder desayunar una última vez antes de emprender su viaje pero antes de poder sentarse alguien tocó violentamente la puerta de su casa.

—¡Vamos, sal y enfréntame! —Escucharon todos desde afuera—. ¡La Santa Orden me pagará bien por ti! —Esto confundió mucho a todos, sobre todo al Kangi Mayor.

—Detrás de la sala —Kashí advirtió rápidamente.

Los golpes del intruso eran exasperantemente insistentes, sacudiendo las vigas de la casa. Kashí pensó que la puerta caería así que con una vista severa instó a su mujer y Salazar a esconderse mientras él sostenía la puerta. Kashí pensó en usar sus armas, pero no. Él debía demostrarse a sí mismo que no resolvía todo a punta de pleitos.

Una vez se escondieron, Kashí suspiró. Apretó los puños y abrió la puerta.

Una figura esperaba al otro lado del pórtico. Un ser alto, con suficiente musculatura sin ser exagerada. Su vestimenta era bastante peculiar ya que lo dotaba de un aire sacerdotal. Una tétrica máscara cubría su rostro, una máscara inspirada en la misma cara de la muerte, ojos huecos y de un profundo negro, daba la impresión de tener una boca cocida. Su apariencia imponente se complementaba con su gabardina de cuero y múltiples broches de bronce.

―¿Y tus alas? ¿Los mitos y leyendas mienten? —El extraño juzgó con la mirada y apretó los dientes bajo la máscara.

―¿Te conozco? ―acató el veterano con sospechas de a lo que se refería quien frente a él no paraba de observar.

―No, pero lo harás ―aseguró sentencioso―¿No crees que estás lejos de tu amado hogar? Hijo de Alenette

―No sé a que te refieres ―Quiso ignorarlo al voltear y acercarse a la puerta para entrar y acabar la conversación ahí.

―Y mírate aquí. Como un cobarde, escondido en el bosque, refugiado en una apariencia Kangi, entre tantos mortales. Como un bastardo sin gloria ―Su tono de voz denotaba desprecio, decepción e indignación. Sentía ira, pero la disimulaba demasiado bien.

La cara firme de Kashí que se había mantenido inmutable cambió ligeramente a otra que inspiraba terror por la ira que dejaba implícita sólo en su mirada. Sus músculos tensos y su cara endurecida.

―¿Qué excusa tienes para invadir mis aposentos? ―cortó el veterano cerrando lentamente su puño―. Mencionaste algo de la Santa Orden

―Vaya astucia, pero no creas que eso me hará desviarme ―aseguró ante las palabras del guerrero, sus dedos estaban inquietos―. Un comentario ágil y astuto, ¿no crees? Te lo pregunto porque así lo veo yo

―Santo ―Interrumpió―. Déjame responderte con otra pregunta. ¿Es tu excusa tan importante como para no echarte de mi casa ahora mismo?

―La única forma que veo posible de irme, será muerto ―afirmó

―No quieres pelear conmigo ―aseguró Kashí.

―Verás que debo...―Bajó la cabeza y llevo su mano a su mentón imitando una postura de pensamiento, como si buscará entre ellos algo―Ah, y no sabes cuánto ansío hacerlo― Fingió recordar otro motivo de estar ahí.

El extraño llevó su mano hacia atrás para tomar impulso y en menos que un instante, un estruendoso golpe levantó a Kashí del suelo hacia los aires. El Kangi apenas si pudo cubrirse por puro instinto y estando en el aire procesó durante un segundo la situación.

Antes de seguir partiendo más árboles extendió sus brazos a sus laterales y juntó las piernas para dirigir su cuerpo y se posicionó magistralmente sobre la copa de un abedul. Estaba furioso, pero también bastante confundido.

«¡¿Quién es él?!»

Levantó la mirada en búsqueda de su atacante y se estremeció al hacerlo, apenas pudo moverse de un tronco a otro para evitar ser arrasado por el golpe del Inquisidor que cayó de lleno sobre el abedul, reduciéndolo a nada. Con gran ímpetu, el Inquisidor alcanzó a asestar un par de golpes al abdomen del Kangi.

El Santo se abalanzó alarmantemente rápido y atacó al opuesto a una velocidad que apenas le permitía pensar, golpe tras golpe acertó a Kashí, quien tenía dificultades para poder detenerlos y contrarrestarlos, no veía el momento de poder responder.

Ambos se movían con gracia desde la copa de un árbol a otro, ágilmente lanzando golpes en el aire. Sus puños buscaban la carne del otro, pero ninguno cedió ni un ápice de inclemencia en esta danza mortal que parecía llevarse a cabo en el aire como si ambos contendientes pudieran volar.

El Kangi puso algo de distancia entre ambos, al notar esto el opuesto lo ayudó al plantarle una patada sumamente dañina que lo hizo retroceder aún mas, cobrándose varios árboles. El estruendo de la batalla era inmenso.

Usando su poder oscuro, el extraño hizo presente su capacidad telequinética y levantó los abedules desde sus raíces atacando a distancia con estos, piedras y mucho mas. El Kangi finalmente pudo tomar sus armas para defenderse con más inclemencia. Su espada, y su tradicional escudo que no es obra de un simple aficionado, ya que este fue forjado por nobles y antiguos Kangis Sonorianos.

El impacto de uno de los proyectiles finales causó que el escudo se suelte, aprovechando esto mismo el Inquisidor se acercó antes de que Kashí lo notara y a punta de puñetazos manchó su piel de moretones y grandes cantidades de Sangre. Pero está vez Kashí ya estaba listo. Sin muchos problemas logró bloquear gran parte de los golpes y equilibró la balanza.

Bloqueo tras bloqueo respondió a cada ataque recibido. Su ferocidad era de temer y aunado a esto, su tenacidad e inclemencia llegaron a darle un poco de ventaja. Gruñidos y jadeos de ambas partes no se hicieron esperar. Con un grito, Kashí avanzó embistiendo de forma brutal al rival. Ambos forcejearon durante unos segundos hasta que el Sacro cedió un poco de terreno de forma abrupta causando un tropiezo de Kashí que aprovechó y con un gancho lo lanzó en dirección a su casa. El Kangi se detuvo en el suelo a tiempo.

«No puedo usar todo mi poder, podría hacerles daño», pensó refiriéndose a Ammaltheia y Salazar.

Nuevamente, el Inquisidor levantó del suelo todo aquello que pudiera servir para dañar y con sus habilidades telequinéticas lanzó cientos de proyectiles en dirección a su rival. Kashí logró desviar varios e incluso devolverlos, pero no esperaba que aquellos que de los que no pudo encargarse atravesaran las paredes de su hogar.

Ammaltheia estaba reclinada detrás de la sala, tapando los oídos del pequeño Adán y sujetándole fuertemente, estrechado a ella. Estaba dispuesta a anteponer su cuerpo ante todo daño que el niño tuviera el riesgo de recibir. Se contuvo de gritar aterrorizada ante el caos que podía percibir, se encogía del miedo y cerró sus ojos apretando su cabeza sobre la del pequeño, temblando. Casi se desmaya cuando sintió como un trozo se madera atravesó la pared y pasó a sólo centímetros de su cabeza, quedando su cabello expuesto.

El Inquisidor se percató de que, extrañamente, una cabellera grisácea sobresalía desde atrás de una de las paredes, pero no tuvo tiempo de pensar porque Kashí ya se había balanceado sobre él y ambos yacían ya en el suelo, forcejeando nuevamente como dos endiablados perros rabiosos.

El acólito supo que, para ganar el combate, podía utilizar aquello que vio a su favor. Ambos sintieron que el aire se les escapaba de los pulmones y, jadeante de forma leve, el acólito preguntó:

―¿Quién está ahí adentro?

El veterano se percató de que su rival había descubierto a sus seres queridos y, durante un instante, su fuerza flaqueó. Tomó algo de aire mientras el enemigo le incitaba a revelar las identidades de aquellos a quienes protegía y logró ocultar su miedo a que a que los descubriera.

Sin más, perdió la paciencia y lo levantó para seguidamente estamparlo contra el suelo, pero éste no lo haría tan difícil por lo que hizo exactamente lo mismo con él. Entre los dos destrozaron la tierra y todo a sus pies se estremecía ante cada golpe que daban.

―¡Lárgate...― Lo acorraló una vez más y comenzó a tomar el primer escombro, luego el segundo y procedió a reventarlos contra el rostro del osado―...De...mi...maldita casa! ―Ya no se contenía y su voz hacía estremecer a cualquiera. Tomó al opuesto y lanzó violentamente lo mas lejos del lugar que pudo, en donde arrancó un enorme tronco que partió contra su rival, quien tras un segundo volvió a ponerse de pie.

«¡¿Qué es esa cosa?!» Pensó para sí, cuatro siglos habían pasado desde el último combate que lo llevaba al límite y ahora no estaba como en viejos tiempos.

―¿Te saqué de quicio, verdad? ―habló perverso. Inclinó la cabeza hacia atrás con altanería y encorvado― Como Inquisidor tengo el don de que así sea ―Una vez mas atacó con su magia oscura lanzando todo tipos de misiles Veterano, pero esta vez era un poco mas efectivo debido a la pérdida del escudo. Las rocas atravesaban su defensa y se incrustaban escombros en su piel. La tierra levantada por el movimiento le nublaba la vista y se introducía a través de sus heridas. Su cuerpo temblaba ante todo el dolor que recibía y sentía como varios de sus huesos se fracturaban lenta y dolorosamente. Kashí maldijo haber dejado de luchar y entrenar.

Decidido a terminar, evocó a un fragoroso grito y liberó una parte de su energía a modo de onda expansiva. El inquisidor hizo provecho de esto y lo tomó por la cabeza estampándolo contra el suelo. Este impacto causó un leve pero azotante sismo. El cuerpo del Kangi fue levantado por los aires y estrellado con todo lo que podía.

Las habilidades mágicas del enemigo le daban una ventaja y su invulnerabilidad le permitía salir airoso en todas sus batallas y, al caer Kashí derrotado, todo parecía indicar que esta ocasión sería una más de la lista.

El guerrero de la oscura mascara estaba ocupando una fracción de su poder y esto se notaba en su hablar. Su voz retorcida y calmada era escalofriante y el que tras una gran pelea no estuviera cansado era aterrador.

Kashí clamó de dolor en el suelo. Sintió una sensación de ardor en su pecho, apretó el puño y clavó sus uñas en la carne en busca de un alivio a la agonía que lo azotaba. Lo deseaba sin importar en qué forma se presentara. Incluso contempló darse por vencido por completo, no parecía haber un final a la vista cercana. Le tomó un segundo o dos recobrar la compostura, pero los pensamientos conflictivos todavía plagaban su mente. Sentía las corrientes de Sangre correr por su boca y frente. Dejó escapar un gemido, en parte desesperación y en parte determinación. Tenía dos opciones: luchar o rendirse.

―No quieres mostrar tu naturaleza. Te haces el difícil y me complicas el trabajo ―aseguró el acólito―. Bien, supongo que quienes sean los que estén en esa choza harán que de verdad te muestres ―El Inquisidor volteó y se encaminó hacia la casa.

Las últimas palabras que oyó el Kangi detonaron la bomba que explotó en rabia y furia mostrándose por medio de ardientes y rojiza llamas que emanaron de su ser. Con lo que le restaba de energía y toda la potencia de su enojo embistió al Inquisidor hasta acorralarlo contra una enorme roca monolítica que por el impacto comenzó a resquebrajarse.

Lo puso de pie y a punta de golpes atroces comenzó a triturar cada uno de los huesos del inquisidor. Puñetazo tras puñetazo podía oír cada parte de la estructura ósea ser pulverizada por los impactos, acompañados estos del sonido de los líquidos que se filtraban de los órganos ya perforados se unían al incesante, endiablado y frenético vociferar de Kashí.

El Inquisidor se levantó una vez mas pese al fatal daño que recibió y nuevamente ambos chocaron y comenzaron a forcejear notándose una ventaja mínima de Kashí, quien empezó a aumentar de forma repentina su poder, aunque a un paso lento. Finalmente ambos titanes juntaron sus manos ejerciendo su fuerza y presión sobre el otro mientras todo temblaba descontroladamente y en un amplio radio de veinte metros era aplastado por la energía chocante de ambos individuos.

Cuando el veterano comenzó a ejercer bestial presión sobre las manos del Inquisidor, este intentó liberarse sin éxito alguno, pero su oponente lo acercó mas a él y entre jadeos añadió:

—¡Eres un estúpido! —En ese momento el Kangi arrancó de forma atroz los brazos del Inquisidor. El Santo clamó del dolor mientras perdía sangre de a montones.

Sin esperar mas, Kashí le rompió ambas piernas con una bárbara patada dejándolo en el suelo entre gritos, alaridos y clamores agonizantes. Finalmente lo levantó sobre su cabeza y fiero lo aplastó destrozando su columna junto a lo que quedaba de su extensión. La sangre lo bañó completamente.

Lanzó el cadáver desde lo más alto de donde estaba, y tras un jadeo las llamas se apagaron y él se desplomó en el suelo del cansancio. Le costaba respirar dado a lo agitado que se encontraba. Durante unos minutos quedó en el suelo observando al cielo y oyendo los sonidos a su alrededor, al ponerse de pie intentó caminar pero no pudo hacerlo Ni dos metros antes de tropezar y caer.

«¿Sabía mi identidad?» Se preguntaba el guerrero. «¿Conocía mi pasado?» Su cuerpo exhausto no le ayudaba mucho a pensar con claridad. Al ponerse de pie decidió proceder a acercarse a lo que restaba de su hogar mientras iba observando a la vez todo los destrozos. Tardó solo unos minutos en llegar a los remanentes de su hogar y abrió la puerta del salón escondido. Ammaltheia se acercó a él aterrada por lo sucedido revisando sin parar cada una de sus heridas mientras éste solo trataba de apaciguarla de igual modo que al joven humano que estaba histérico pues apenas había oído algo del estruendoso ruido provocado por la batalla.

—¡¿Quién era?! —Cuestionaban ambos a Kashí quien no sabía ni que responder mas que un simple "No lo sé". Tras media hora y poco mas de hablar con su esposa, dedujo que irían tras de ellos y de quedarse ahí mismo pondrían en peligro a todos por lo que lo más sensato sería partir en el viaje en busca de ese objeto que Sombra le había encomendado que consiguiera. La Kangi estuvo de acuerdo si es que eso significaba evitar las muertes de inocentes del lugar.

—Salazar, prepara tus cosas, debemos irnos —indicó

—Pero, no estoy listo aún —alegó dudoso el humano. A lo que su maestro solo se redujo a responder:

—No nos queda opción —Sólo llevaron consigo Las armas justas y necesarias y no mucho más, Kashí iba a enseñarle al joven a sobrevivir a todos los problemas que se les iban a presentar en esta travesía. Al salir de ahí y partir, Salazar observó todo los destrozos y sólo podía preguntarse:

«¿Qué pudo haber causado tantos destrozos?»

De una u otra manera sentía que podía intuirlo, pero prefería negarlo. No estaba tan seguro de que Kashí pudiera haber hecho todo eso, no lo ponía en duda, pero tampoco le parecía muy lógico; aunque esto mismo era porque nunca lo había visto pelear en serio.

—¿Mataste al intruso? —inquirió el pequeño humano rompiendo el silencio mientras iba a paso de trote al lado de su maestro.

—Hice lo que debía —respondió el veterano reservándose la mayor cantidad de detalles posibles.

—¿Qué era lo que quería?

—Respuestas que yo no tenía —Las respuestas del Kangi resultaban de poca ayuda para que el niño estuviera al tanto de la situación. Kashí reajustó todas las partes de su armadura que pudieran haberse aflojado y que pudieran exponer su piel.

Salazar seguía observando todo a su alrededor porque incluso el combate había traído consecuencias más allá del distrito por lo destructivo que había resultado, cientos de metros más allá. Al niño le costaba llevar un ritmo adecuado y esto se volvería peor, pues para seguir con su camino debían escalar la pequeña cadena de cinco montañas de tamaño pequeño-normal. Las Montañas parecían bastante normales, pero todo era una fachada que encubría traicioneros riscos, piedras inestables y caídas mortales hacia el vacío, quienes habían sobrevivido a todo eso las habían bautizado 'Las Cinco Muertes' en honor a todos los decesos que estas habían provocado.

Un lugar poco adecuado para un niño de sólo nueve años. En las escaladas más empinadas Kashí tomo la decisión de cargar a su aprendiz sobre su espalda para subir con seguridad para él. Adán aún podía ver de cerca varias heridas del combate que sostuvo su maestro, también observó cicatrices de viejas batallas. Algunas parecían mordidas, otras cortes, laceraciones y varias heridas de armas punzocortantes. Esto despertó mucha curiosidad en el humano que ahora por alguna razón no sentía prudente preguntar acerca de ellas. Tampoco sentía una misma confianza como la que tenía con Ammaltheia; y muerto Sombra, el único que parecía ser un vínculo entre ambos, era necesario reforzar sus lazos.

Tras varias horas de escaladas y caminata lograron llegar a la cima de la más alta de las Cinco Muertes. Salazar estaba distraído cuando notó a Kashí dar unos pasos hacia adelante para observar lo que les aguardaba. El niño imitó está acción y quedó estupefacto a la vez que fascinado ante la belleza que observaba, una naturaleza que jamás antes presenció.

Escuchó los sonidos de los animales, el cantar de los pájaros, las corrientes de agua y los ríos. Las nubes que se teñían del anaranjado rojizo del cielo se reflejaron en sus pupilas y la luz del Sol iluminó toda su existencia.

Admiró entonces la belleza de un mundo vivo. A su vez un escalofrío recorrió su cuerpo. Se sentía pequeño ante tal inmensidad, tal vez lo era, y esto le trajo mas emoción aún. Se avecinaba una larga travesía y habría tantos peligros como aventuras. Se puso de pie con miedo, si, pero con una determinación que desbordaba en su mirada.

Kashí se acomodó a su lado y por detrás de él. Levantó ligeramente su mano para posicionarla sobre el hombro del pequeño niño aunque retirando esa decisión a último momento pues algo le impedía hacerlo y no sabía el qué.

Finalmente ambos observaron y contemplaron el inicio del camino a través de aquel bello paisaje.

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