SOMBRA DE GUERRA
Yoshi Lu-Ellixyll

Ares, el dios de la guerra, ha sido marcado por la derrota más profunda de su existencia: la desaparición de Afrodita, la diosa del amor, su compañera eterna.

Durante siglos, la pareja había sido una amalgama de opuestos. Afrodita, la diosa de la belleza y el deseo, tan delicada como el viento y tan poderosa como el amor mismo. Ares, el dios de la guerra, imponente y feroz, capaz de destruir imperios por su sola voluntad. Juntos, habían formado un vínculo inquebrantable, complementándose y desafiándose mutuamente, fusionando el amor y la lucha en una danza peligrosa.

Pero cuando Afrodita desapareció, sin dejar rastro, Ares se desmoronó.

Durante años, buscó sin descanso, preguntándose si ella lo había abandonado o si algo mucho más siniestro la había arrebatado de su lado. La guerra, que antes era su refugio, ya no tenía sentido sin ella.

Se retiró a su templo, un lugar oscuro y solitario en el monte Olimpo, donde la ira y la tristeza se entrelazaron en su ser, convirtiéndolo en una sombra de lo que había sido. Las guerras que estallaban en los reinos humanos le eran indiferentes. Solo la muerte de su amada había logrado romper al dios inmortal.

Arithæ, una joven mortal, se ve arrastrada a la guerra.

Marcada por una tragedia personal que ha moldeado su vida. Huérfana desde joven, ha luchado por sobrevivir en un mundo lleno de sombras, criada en la pobreza y el dolor, ha conocido la lucha desde que era una niña.

De alguna manera, a pesar de no tener formación en la guerra, es una guerrera excepcional.

Su destreza en el campo de batalla es sobrenatural, como si estuviera guiada por una fuerza mayor. A menudo, cuando combate, sus ojos brillan con una luz dorada, y su presencia parece irradiar una energía divina.

Los soldados que luchan a su lado sienten una fuerza y determinación inexplicables, como si tuvieran a un dios a su lado.

Y, por un inexplicable azar, es la viva imagen de Afrodita, pero con una luz interior que la hace más humana y accesible que cualquier diosa.

Pero lo que la convierte en algo especial no es solo su apariencia, sino su capacidad para amar y sanar a quienes la rodean, cualidad que atrae a Ares de manera inexplicable. Ares debe lidiar con la creciente atracción hacia Arithæ, mientras ella, a su vez, se ve arrastrada por el poder y el carisma de un hombre que parece imposible de comprender.

En un mundo donde el amor se encuentra con la guerra, ¿puede el alma humana mantener su pureza? Arithæ y Ares, como dos fuerzas antagónicas, ¿serán capaces de construir algo más allá del dolor, o están condenados a amarse solo en la ruina que ellos mismos crean?