II
Ser.
Minseok tenía asuntos que atender en la parroquia y dedicaba la mayor parte de su tiempo a recorrer los merenderos y hospitales. Jongdae daba clases en la Universidad y trabaja en su tesis a la vez. Cualquiera pensaría que dos personas así de centradas en sus asuntos no encontrarían ni un hueco en sus días para juntarse, pero no fue así. Las semanas pasaban y se veían cada vez más seguido.
-Es contradictorio que creas en lo que habita dentro de ti, pero no en Dios.- Le dijo esa tarde mientras ojeaban libros en la biblioteca.
Jongdae, en el suelo viendo las estanterías más bajas, asomó su ceja arqueada sobre el borde. -¿Ya estás de nuevo?
-Me gusta escucharte divagar.
Meneó la cabeza y siguió cogiendo libros con una sonrisa. -Tengo mi propio sistema, nada innovador.
Minseok se inclinó sobre la mesa. -Cuéntame.
-Dime, ¿por qué la filosofía es la actividad más importante?
-¿Porque incentiva el saber?
-¿Y por qué el saber es más importante que el "no saber"?
Tuvo que pararse a pensar. -Depende de a quien le preguntes.
-Los orientales dicen que el saber es mundano y que te desconecta de tu verdadera esencia.
Minseok lo captó. -¿Qué sería el saber y qué es nuestra "verdadera esencia"?
Jongdae rio con satisfacción. -¿Lo entiendes? Cuestionarlo todo es divertido e interesante hasta cierto punto, no podemos pasarnos la vida reduciendo las cosas al absurdo.- Le arrojó un libro que cogió al vuelo. -Prefiero progresar a hacer una tormenta en un vaso de agua.
-Y luego el raro soy yo...
Jongdae dio toda la vuelta y se paró a su lado, de vez en cuando le enseñaba ciertos autores y le hablaba sobre teorías locas hasta que en cierto punto se quedó callado. Lo miró de soslayo, parecía concentrado en la sinopsis de un libro, pero estaba seguro de que quería decirle algo. La mayoría del tiempo, Jongdae le daba la sensación de que tenía cosas importantes atascadas en la garganta que, por algún motivo u otro, nunca terminaba de largar.
En el último tiempo había cogido la confianza suficiente como para hacerle preguntas de todo tipo sin tapujos ni miedos, pero seguía habiendo momentos así.
-Minseok ssi.
Ahí estaba. -¿Mm?
-¿Puedes casarte?
Sacó de su sitio un libro mal acomodado y todo el resto encima y a los lados cayó al suelo en una cascada pesada y ruidosa. Se agachó para recogerlos con una pequeña tensión en la garganta, tuvo el vehemente impulso de maldecir por un instante y se contuvo antes de hacerlo, pero al caer en cuenta sólo quiso hacerlo con más ganas.
Jongdae se puso de cuclillas para ayudarlo.
-Sí podría, si quisiera.- Respondió.
Lo único que el otro contestó fue un largo y ambiguo "mmm". Apilaban libro tras libro sin pararse a verificar si eran los que habían caído o no. La tarea les daba una buena excusa para no enfrentarse, tenían las manos y la vista ocupadas, una vía de escape segura.
-Entonces...- Continuó Jongdae. -Si una persona te gusta, puedes salir con ella.
No fue una pregunta, tampoco una suposición.
Ya no había más nada que recoger, así que se puso de pie y, en todo el proceso, procuró aquietar su mente. Realizó una oración rápida y cuando se sintió más seguro, le sonrió como de costumbre.
-No todo el clero cristiano está obligado al celibato, sólo los católicos.
Luego de eso Jongdae dejó de preguntar, lo que los condujo a otro momento de silencio tenso. Camino a la salida iba por delante e incluso así podía sentir los ojos insistentes del otro por detrás, poniéndole los pelos de punta.
-Minseok ssi.
Se quedó congelado en el sitio. -¿Sí?
De repente lo invadió una sensación ominosa. Jongdae jadeó con fuerza y lo cogió del brazo muy fuerte, tan fuerte que fue doloroso. Volteó con exaltación y la expresión de puro terror que ese hombre tenía grabada en su rostro no se le borraría jamás de la cabeza.
-Hay alguien.- Susurró Jongdae.
La piel se le enchinó entera. -¿Alguien? ¿Dónde?
-Es... ¿Qué?- Frunció el ceño como si estuvieran diciéndole algo. -No iré.- Meneó la cabeza con furia. -¡Cállate, no iré!
-¡Jongdae!
Con una última respiración agitada, sus ojos se pusieron en blanco y se desvaneció entre sus brazos. Jongdae le había dicho que odiaba ir al hospital cuando sucedían episodios de este tipo porque no sabía qué decir cuando le pedían explicaciones. La vez que fue honesto con la esperanza de recibir ayuda las cosas no habían salido bien. Aunque lo que realmente quería era llevarlo con un doctor, respetó su deseo. Después de todo, esta no era una situación común y su desmayo no era convencional.
Baekhyun estaba frenético cuando les abrió la puerta. Con su guía, cargó a Jongdae hasta su habitación y lo recostó sobre la cama, fue dolorosa la consciencia de su peso tan ligero. Se agachó para verlo de cerca, a simple vista parecía estar durmiendo plácido como si nada hubiera pasado, ya no podía decir si lo que habían vivido antes era real o no.
-¿Qué se supone que deberíamos hacer ahora?
-Hyung nunca hace nada.- Dijo Baekhyun con abatimiento. -A veces se queda tan débil que se ausenta del trabajo un día, pero de resto... Sólo rezo porque no vuelva a pasar.
Minseok retuvo las ganas de despejar el cabello del rostro de Jongdae. -Haré lo mismo.
-¡Padre!- Baekhyun lo detuvo en la puerta antes de que se fuera. -¿Sabe? Desde que pasa tiempo con él, hyung se ve mejor.
En verdad quería creer que no estaba diciéndole eso para hacerlo sentir mejor, la calidad de vida de Jongdae había estado deteriorándose cada vez más y era testigo de ello. Quiso sonreír, pero no pudo y Baekhyun se dio cuenta.
-No, hum, quiero decir, no creo que esto se solucione pronto, pero los días que te ve, luce un poco... Distinto, mejor.- Le regaló media sonrisa. -No es consuelo, quería decírselo porque es algo bueno.
Respiró profundo y asintió. -Gracias, en serio.
-Dentro de poco es el aniversario de la muerte de uno de nuestros amigos.- Baekhyun se cruzó de brazos como si intentara darse algo de calor. -Seguro quiera volver a verlo entonces. Si lo nota más decaído de lo habitual, es por eso.
-Rezaré por todos ustedes, especialmente por ti, Baekhyun ssi.- Hizo una reverencia. -Eres un buen amigo.
Mientras sostuvo el cuerpo frío de Jongdae contra él, al segundo más efímero lo sintió como una eternidad avasallante, cuando salió del departamento, ya era de noche. Bajo la luz de la luna helada, observó la palma de su mano y la acarició, antes de pensar en lo que estaba haciendo, se la llevó a los labios y la besó con devoción, albergando en su interior un sosiego desbordante junto a una pizca de ese "algo más".
******
Minseok estuvo hundido en oración durante un buen rato, cuando terminó y abrió los ojos, su hermana del otro lado seguía cabizbaja y concentrada, apretando su crucifijo entre los dedos.
Miró al hombre postrado sobre la camilla; tenía los párpados bien sellados al igual que ella, la única diferencia es que no los volvería a abrir nunca. Por lo usual sus oraciones eran profundas y concretas, pero ese día se había extendido más de lo usual. Cogió la mano inerte de su padre, la apretó con fuerza y murmuró una disculpa, no debería estar usando ese espacio para volcar sus inquietudes más íntimas.
Había estado sintiéndose desbordado últimamente y no importaba la circunstancia, siempre acababa volcándose a la espiritualidad por completo.
Su hermana sorbió por la nariz. -¿Y ahora qué?
Los doctores acababan de decirles que el cerebro de su padre seguía igual que hace tres meses: sin funcionar al cien por ciento, no había ninguna mejoría, tampoco había empeorado, un limbo de lo más estresante. Su hermana necesitaba respuestas, pero no es como si tuviera alguna que ofrecer, tampoco podían hacer mucho más al respecto y la impotencia como una realidad ineludible era molesta.
Masajeó sus hombros y le ofreció su pañuelo. -Debemos resistir, noona, y dejar que los doctores hagan lo suyo. Su cuerpo está con ellos, su espíritu en manos de Dios.
Ella asintió mientras se secaba las lágrimas. -Tengo miedo, Min. Eres tan joven aún, él debería poder acompañarte hasta el final. ¿Qué pasará si se va justo ahora? No podría verte casado ni disfrutar de sus nietos.
-Pero sí lo hizo, mis sobrinos lo han hecho feliz, ¿o no?
-Estuvo para mí en esos momentos, pero quizás no puedas tener lo mismo, es tan injusto.
-¿Es necesario que seas así de dura contigo misma por nada? Son cosas que pasan. Aunque papá se vaya, siempre te tendré a ti.
-Ya no hablemos de cosas tan trágicas a su lado.- Se puso de pie con un suspiro. -Tengo que recoger a los niños de la escuela de todas formas.- Se sonó la nariz y se apoyó contra él. -Lo siento, Min, no podré protegerte esta vez.
Minseok la abrazó contra su pecho y apoyó la quijada sobre su cabeza. Sólo eso quería hacer para demostrarle que no había nada de qué preocuparse, las palabras serían superficiales en su lugar. Cuando su mamá adicta al juego huyó de la casa con todo el dinero, cuando su padre se deprimió y comenzó a beber de más, cuando él se desvió del camino y cometió puras tonterías, su noona siempre se había puesto delante para resguardarlo.
No iba a pedirle más.
-Ya has hecho suficiente.
De camino a la salida oyeron murmullos vehementes, como si alguien estuviera regañando a otro en voz baja. Su hermana no prestó atención, pero la persona que respondía con tono monótono y cansado captó sus sentidos. Al doblar por el pasillo, frente a la puerta de salida estaba Jongdae junto a una señora mayor que hablaba sin parar; este, en lugar de prestarle atención, estaba de brazos cruzados viendo distraído a través de los ventanales.
Su primer impulso fue ir con él, pero la presencia de su hermana lo detuvo. Jongdae lo vio justo entonces y sí que lo saludó sin miedo y con una amplia sonrisa.
-¡Minseok ssi!
-Jongdae ssi.- Inclinó la cabeza y vio con curiosidad a la ahjumma.
-Ella es mi mamá.- Los presentó. -Eomma, él es el diácono de la iglesia que me ayuda.
-Padre.- Esta habló con afectación. -Qué pena encontrarnos así, tengo las manos vacías. Pasaré por la iglesia más tarde y le agradeceré debidamente.
-Por favor, señora Kim, no es necesario.- Agitó las manos en el aire. -Siempre será recibida, la casa de Dios es la suya también.- Sin poder evitarlo por más tiempo, se giró hacia su hermana. -Ella es, eh, mi noona.
-¿Eres fiel de la iglesia?- Preguntó ella a Jongdae con una sonrisa.
Otra vez tuvo que contener las ganas de proferir y pensar maldiciones. Dijo unas cuantas oraciones por dentro, pero no podía concentrarse. Jongdae le envió un vistazo de reojo.
-No exactamente, sólo disfruto de la guía de su hermano. Es un hombre brillante.
Se frotó la nuca luego de oírlo y pretendió ser indiferente. El pueblo no era tan grande, las probabilidades de que esta interacción se diera eran altas y, en esencia, no había nada de malo ni extraordinario en ello, pero incluso después de repetirse todo eso, no podía quitarse de encima el nerviosismo estúpido y sin sentido.
Miró a su hermana y esta estaba como de costumbre, lo cual lo hizo sentir el doble de culpable.
-Gracias por haber ayudado a mi hijo el otro día.
-No fue nada, en serio. ¿Te sientes mejor, Jongdae ssi?
Este pareció incómodo y no necesitó responder porque su madre lo hizo en su lugar con pura indignación.
-No ha hecho más que rondar por ahí débil y sin energías. Le he dicho mil veces que visite al médico cuando pasen esas cosas, pero no escucha, él nunca escucha.
-Eomma...
-¿Por qué justo tuviste que ir a la biblioteca cerca del río? Tienes claro desde siempre que no debes rondar cerca.
Jongdae le frunció el ceño. -Basta.
Minseok lo vio de reojo. -¿Por qué? ¿Suele sentirse mal allí?
-Los peores ataques sucedieron en el río, sobre todo después del accidente.
-¡Eomma!- Jongdae ya no pudo tolerarlo más. -¿Papá no quería que fueras a casa antes de la última nevada? Vámonos.
Se disculparon de forma apresurada antes de irse. Minseok los vio atravesar el frente del hospital hasta que cruzaron la calle y desaparecieron. Su hermana chasqueó la lengua un par de veces.
-Pobre chico, no luce nada bien.- Negó. -Sea lo que sea, qué bueno que te tenga a ti, Min.
Para el final del invierno, Minseok tuvo otro de esos inexplicables sueños donde el protagonista principal era un gorrión. Era igual a los anteriores, pero en ese el pájaro había cantado por primera vez y su trino lo embelesó. Algo similar a lo que experimentaba esa tarde al escuchar a Jongdae tararear por lo bajo mientras caminaban por el parque.
Le hubiera gustado albergar emociones tan simples y positivas como las de sus paseos oníricos, pero lejos de estar encantado, sólo dudas cabían dentro. No había podido dejar de darle vueltas a la información que había escuchado en el hospital, pensó que Jongdae lo citaría para hablarle al respecto, pero llevaban juntos un buen par de horas y todavía no había dicho nada.
Se detuvo a mitad de camino y Jongdae lo hizo más adelante, se quedaron viendo un rato considerable en una especie de lucha obstinada por ver quién cedería primero.
Minseok suspiró. -¿De qué se trata ese accidente en el río?
Jongdae metió las manos dentro de los bolsillos de su abrigo y sorbió por la nariz de cara al cielo, el sol le bañó el rostro de repente, un sol frío a pesar de todo. No mucho más allá, un pedazo de nieve derretida cayó de la cabeza de una estatua.
-Te mudaste a este pueblo hace unos cinco años, ¿no conoces los rumores sobre el río? Hubo muchas muertes allí, las leyendas abundan.
-Fue ahí donde todo comenzó, ¿no es así?
-De niños, mis amigos y yo realizamos un juego para llamar espíritus a la orilla. Siempre fui escéptico, ¿sabes?, nunca creí en Dios y, por ende, nunca creí en lo paranormal o en cosas demoníacas. Pensé que sería una tontería para consolar nuestros corazones, pero entonces...- Se frenó de repente y Minseok más o menos temió que hablar al respecto despertara otro ataque.
-¿Entonces?- Incentivó.
Jongdae agitó la cabeza. -La incredulidad se volvió en mi contra, supongo. Algo extraño pasó, el ambiente se tornó pesado y todos salimos muy asustados. Luego de eso, empecé a experimentar la sensación de estar siempre "acompañado".
Contuvo las ganas suspirar pesado. No estaba enojado, pero sí bastante frustrado y decepcionado por cómo habían evolucionado las cosas hasta ese punto.
-Te dije que creía en ti.- No quiso que sonara como un reproche, pero fue difícil contenerse. -Sabías que me preocupaba. Si me hubieras dado esta información, entonces...
-¿Qué? ¿Lo hubieras solucionado por mí?
-Algo se nos hubiera ocurrido.
-¿Algo?
-Cualquier cosa que pudiera ayudarte.
-Minseok.- Jongdae dejó de lado la formalidad y dio un paso hacia él. -¿De verdad quieres saber por qué te oculté todo hasta ahora?
Imaginaba las razones y en verdad no quería escucharlas salir de su boca porque entonces ya no tendría escapatoria. La distancia que Jongdae acortó la recuperó al retroceder. Algún día iba a llegar la ocasión en la cual tuviera que poner límites más firmes, pero a pesar de que sabía lo que tenía que responder a su pregunta, se halló meneando la cabeza e incentivándolo con suavidad.
-¿Por qué?
-Porque creí que mientras más atrasara decirte la verdad, más tiempo podría pasar contigo bajo la excusa de recibir tu ayuda.
Ahora que por fin lo había oído, no sabía qué decir. Jongdae le dio cierto margen de decisión y cuando vio que ya no estaba dispuesto a continuar lo que había comenzado, abandonó toda indulgencia y caminó en su dirección.
-¿Sabes lo que dice el solipsismo?
Meneó la cabeza.
-Cualquier cosa fuera de tu mente es incierta, eso incluye al mundo exterior y lo que piensen los demás. Metafísicamente hablando, sólo existes tú.
-¿No es eso un tanto conveniente?
-¿Tú crees?
-Diría que hasta irresponsable.
-Es lo más conservador que te oído decir hasta ahora, Minseok. ¿Es el verdadero religioso que llevas dentro?
Sus talones chocaron contra la base de una farola y se tambaleó hacia la izquierda, Jongdae ya estaba prácticamente encima de él y logró agarrarlo a tiempo. Con la respiración atorada en la garganta, apoyó la espalda contra el palo y lo miró a los ojos.
Bueno, ya no había a dónde ir.
-Si nada es real, ni los prejuicios, ni las creencias, ni las críticas, ni las convenciones, dime, Minseok, ¿qué piensas que es una buena base de conocimiento?
Hacía rato que había desentrañado su punto y a la vez había perdido facultad sobre gran parte de sí mismo, así que lo complació: -Lo que sientes.
Jongdae sonrió y ladeó su rostro en un gesto de lo más suave y debía decirlo, así de cerca ya ni parecía un hombre macilento, era muy... Llamativo, por no mencionar lo obvio.
-Entiendes rápido.- Susurró. -¿Qué tengo que hacer, Minseok? Dime, por favor, ¿cómo te alcanzo?
Ni siquiera al hablar de sus problemas lo había oído tan desesperado como ahora. La pena en su interior ascendió hasta agobiarlo, acorralado e incapaz de reconocer qué era lo mejor, no pudo hacer más que negar una y otra vez.
-Basta, Jongdae, detente.- Posó una mano débil sobre su pecho, pero Jongdae lo cogió de la muñeca y lo obligó a enfrentarlo.
-¿Por qué?
-Deja de sobrepasar los límites. Quédate donde está el resto, no vengas aquí.
-¿De qué se trata todo esto? ¿Es debido a tus creencias? ¿Eso te detiene?- Sonaba exasperado, parecido a la primera vez que se encontraron. -Dime que no conozco lo que sientes y termínalo.
Minseok ya no tenía fuerzas. -Lo siento.- Susurró.
No supo qué decir sin exponerse, selló sus labios y rezó porque el otro aceptara ese silencio cobarde sin más. Los segundos pasaron con ellos congelados de esa manera y después de una eternidad, Jongdae lo soltó, chasqueó la lengua y se apartó. Lo vio caminar de un lado a otro como si intentara drenar la poca energía que le quedaba, se quedó quieto y reflexionó en silencio. Minseok sentía perdería el equilibrio y quedaría de cabeza si se alejaba de aquella farola que lo sostenía, así que se quedó muy quieto.
-Lo siento.- Dijo Jongdae de repente. -Creí que sabía lo que estaba pasando aquí, pero al final... Bordeé un extremo, uno de esos que siempre he evitado. Retenerse en contra de la voluntad propia y en pos de principios ajenos es algo que nunca podré entender, pero en la ecuación siempre tuve la certeza de que no podías, jamás consideré que en realidad... no querías.
Su tono de voz, la postura de su cuerpo y sobre todo su cara al decir aquello y mientras se marchaba, luego de un tiempo, incluso entonces Minseok seguía recordándolo con extremo detalle, casi como si quisiera terminar de aplastar su corazón en una papilla irreconocible.
Por obvias razones ya no volvieron a encontrarse, pero su desasosiego persistía. Al margen de lo que pasara entre ellos, era incapaz de abandonar u olvidar el tema de la posesión. Intentó contactarlo en varias ocasiones, pero Jongdae estaba evitándolo y no lo culpaba.
Lo único que hizo desde su inutilidad fue investigar durante horas lo que solía decirse con respecto al río que cruzaba al pueblo. No hacía mucho que vivía allí en comparación a otros y sí había escuchado a la gente comentar alguna que otra cosa, pero la mayoría no consideraba pertinente hablar sobre eso frente a un clérigo. Memorizó un montón de leyendas y leyó con horror la cantidad inverosímil de muertes que había habido. Algunas por suicidio y otras por accidentes, siendo la última y más trágica el ahogamiento de un niño de tan sólo trece años.
Tenían sentido las barreras y carteles de advertencia alrededor del sitio.
Desplomó la cabeza sobre el escritorio. ¿Cuándo fue la última vez que estuvo hecho semejante desastre? Desde que había salido de su pozo negro de rebeldía en la juventud no había hecho más que caminar sin mirar atrás.
O eso había creído.
Esa mañana, en lugar del típico sueño del gorrión, había tenido una especie de recuerdo vívido sobre la vez que su hermana lo encontró "experimentando" con un hombre mayor. Creyó que lo había olvidado, pero la expresión de horror en la otra había sido tan clara que había despertado entre sudores fríos. Había sido joven y arrogante, y había pensado que nada malo le pasaría por vincularse con un depredador. Entonces no sólo se había herido a sí mismo, también había decepcionado a su hermana y la confusión, la culpa y el enojo lo hicieron aceptar que no tenía rumbo.
Había estado tan cansado de pelear y rebelarse que quiso hacer las paces con el mundo de una buena vez. Necesitó seguridad y la única que se la entregó, fue la fe.
A cambio, sin embargo, sacrificó gran parte de lo que era.
Sabía muy bien que los que actuaron en esa ocasión fueron los prejuicios inculcados en su hermana por oradores falsos que obraban en pos del odio y no sobre el amor de Dios, pero aunque no pensaba con la misma intolerancia, le costaba aceptarse a sí mismo.
Se pasaba todos los días en la iglesia pensando al respecto y preguntándose qué debía hacer frente al altar de su dios.
¿Por qué continuó envalentonando a Jongdae en lugar de trazar un límite claro como con los otros fieles? Ese hombre le atrajo y le gustó desde que posó sus ojos sobre él y era la primera vez que sentía algo así de intenso y real. Siempre pensó que ese momento nunca llegaría y creyó que no lo necesitaba para vivir bien, pero el elefante en la habitación ya era imposible de ignorar.
En la capilla, unió las manos sobre su cabeza e imploró. -Debería seguir callando esa voz molesta en mi interior, pero esta vez es diferente, señor mío.
Esa vez, no había querido perder el único refugio que fue su hermana, pero ahora no quería perder a Jongdae.
-¿Qué voy a hacer?- Sollozó de rodillas.
No supo por cuánto tiempo rezó, pero cuando abrió los ojos y levantó la cabeza, ya era de noche y estaba un poco más paz. También había una figura conocida en uno de los bancos.
-Padre.- Saludó Baekhyun.
-¿Cómo estás?- Le devolvió la sonrisa.
-Un poco nostálgico. Hoy es el aniversario de mi amigo, ¿el que le comenté?- Miró al altar. -Vine a pedirle a Dios para que siga descansando en paz.
-Siento mucho la pérdida.
-Pasó hace mucho ya, pero sigo extrañándolo como si fuera ayer.
-La falta nunca deja de sentirse, pero su memoria está a salvo contigo.- Carraspeó. -Jongdae... ¿Cómo está él?
-Está como puede, no mentiré.- Lo miró de reojo. -Seré entrometido, pero ¿pasó algo, padre?
-¿Por qué lo dices?
-Ah, no, es sólo que hyung ha estado más callado y ensimismado de lo habitual y no le he oído hablar sobre ti, ¡eh, usted!- Tosió. -Hum, no es como si lo hiciera tan seguido, es...
-¿Servidor Kim?
-Sí, padre.- Le sonrió con pena. -Lo siento, debo irme.
-¡No se preocupe, gracias por ponernos en sus oraciones!- Con una reverencia, Baekhyun salió corriendo de la capilla.
Cinco días después, estaba aún más inquieto que antes.
Esa mañana despertó con el cielo nublado que bloqueaba al sol casi por completo y lo volvía todo oscuro. Desde entonces había cargado con una pesada ansiedad sobre su corazón que aguantó como pudo, incapaz de quitársela de encima, ni siquiera la oración lo había ayudado. Era incapaz de explicar esa sensación de malestar abrumadora que no se debía a nada ni a nadie, más bien partía de una premonición.
¿Qué presentía que iba a pasar? No tenía idea, pero eso no lo hacía menos real.
Un trueno apabullante cayó desde el cielo haciendo retumbar los vidrios de su oficina. Vio a través de estos pensando que el día tampoco era propicio para pensamientos positivos.
-¡Hyung!- Apareció Jongin de camino a la salida. -¿Ya te vas?
-Me queda un poco más de papeleo, ¿por qué?
-Ten cuidado de camino a casa, hay alerta meteorológica, ¡viene una gran tormenta!
-Cuídate tú igual, ¿sí?
Dicho y hecho, cuando salió de la parroquia llovía como si Dios estuviera enviando el segundo diluvio universal. Pidió un taxi para llegar a casa y, por lo usual, se sentaría a estudiar o a leer un poco después de la cena, pero seguía tan tenso que sólo pudo recostarse sobre la cama y observar al agua correr como ríos sobre el ventanal de su balcón.
Estaba en el parque otra vez. No era con exactitud el mismo y no sabía en qué era distinto, pero había estado allí tantas veces que podía advertir la diferencia. Cuando encontró al chico y al nido de gorriones un dramático escalofrío lo atravesó: los gorriones ya no estaban. Ni siquiera volaban cerca, no volvieron, se esfumaron. Y no sólo eso, cuando el muchacho al que siempre había querido verle la cara comenzó a darse la vuelta, también desapareció. Así, frente a sus ojos. Fue como un corte de escena fugaz, imperceptible al ojo humano. Si cualquiera le hubiera dicho que originalmente allí no había habido nadie desde el principio, quizás le hubiera creído.
Pero no podían engañarlo.
Despertó agitado justo cuando otro trueno se hacía escuchar. La sensación de terror se había extendido como un virus por cada parte de su cuerpo, contaminando hasta a su espíritu. Tenía que hacer algo al respecto. Sin pararse a pensárselo ni un segundo, cogió su abrigo, se calzó y corrió con la mente en blanco. Antes de darse cuenta estaba frente al departamento de Baekhyun con los pulmones ardiendo debido a la falta de aire, observó pálido la puerta abierta.
Miró alrededor, no había nadie.
Se asomó, dentro no había más que silencio y penumbras. Golpeó la madera con fuerza y llamó a gritos, un minuto después apareció Baekhyun en pijama con rostro somnoliento.
-¿Padre?- Frunció el ceño. -¿Cómo...? ¿Cómo abrió...?
-¿Dónde está Jongdae?
Baekhyun lo miró con los ojos bien grandes al caer en cuenta, sin una palabra corrió por el pasillo hasta su habitación. La puerta estaba abierta también y la cama deshecha, sin rastros de Jongdae por ninguna parte. Mientras Baekhyun iba de un lado a otro preguntándose dónde podría haberse metido a esas horas, Minseok, hasta en su pánico, tuvo el atino de echar un vistazo a las fotos decorativas sobre el recibidor.
Jongdae aparecía en algunas, se veía joven y feliz. En otras, se asemejaba más a su imagen actual, en esas épocas debió haber sido cuando la posesión comenzó. Cogió una que le llamó la atención, en esa no estaba Jongdae, sólo Baekhyun abrazado a otro niño, ambos pequeños, preadolescentes.
Fue entonces cuando una certeza lo alcanzó desde el cielo.
-Baekhyun.- Llamó. -¿Tú estuviste cuando Jongdae hizo ese ritual en el río junto a sus amigos?
-S-sí, ¿por qué?
-¿Solían hacer cosas así o fue sólo esa vez?
-Sólo esa vez. Nuestro amigo había fallecido hacía poco y pensamos que tal vez podíamos volver a hablar con él.- Explicó con los ojos llorosos. -Pensamos que funcionaría, pero...
De repente recordó las palabras de Jongdae: "pensé que sería una tontería más para consolar nuestros corazones".
-Este amigo de ustedes, ¿murió ahogado a los trece años?
Baekhyun asintió. -Un día igual a este...- Sólo al decirlo en voz alta cayó en cuenta por fin, su rostro se volvió blanco. -¡Jongdae hyung!
Corrieron hasta el garaje del complejo, sacaron el auto y se precipitaron hacia el río. La lluvia se había intensificado en la última hora, caía con fuerza y era tan ruidosa que apenas podía oírse algo más. La vista era dificultosa, el agua se derramaba sobre el parabrisas como una cascada, las escobillas apenas lograban mover un poco de ella antes de que cayera otro baldazo.
-Ten cuidado.- Dijo.
Lo último que buscaban era volverse parte de las estadísticas de ese río peligroso.
-¡Hay alguien allí!- Baekhyun aparcó en el barro con un resbalón de las ruedas que hizo que su corazón subiera a su garganta. -¡Hyung!- Salió gritando.
Pero ambos se detuvieron al mismo tiempo justo antes de la barrera. No es que quisieran, es que algo los detuvo. Jongdae estaba justo en frente de ellos del otro lado, a orillas de un río cada vez más furioso, su caudal se había acrecentado considerablemente y por el viento no dejaba de fluir con fuerza salvaje.
Minseok siempre había sido obtuso con respecto a lo espiritual. Había tardado un poco en aprender a reconocer y a sentir la presencia de su dios, en aprender a encontrar paz a través de la oración, por consiguiente, tampoco había sido muy capaz de percibir el mal. En ese momento sin embargo, podía sentirlo con claridad. Si le preguntaran no sabría decir qué era exactamente, sólo podría describirlo como una compañía.
Era la certeza de que había algo más junto a ellos.
Toda su piel era de gallina, su corazón latía con fuerza, la adrenalina corría por sus venas dictándole que huyera. No sabía si Byun Baekhyun era perceptivo con estas cosas o no, pero algo era cierto y es que estaba en la misma situación que él.
-¡Jongdae!- Exclamó con fuerza. -¡Jongdae, vuelve aquí!- Y en contra de lo que sus instintos le decían, saltó la barrera y a tropezones fue con él. -¡Jongdae! ¡No avances más, te vas a matar, ven!- Gritó intentando hacerse oír sobre el viento, pero el otro no se movió ni un milímetro.
-¡Hyung!- Escuchó bajar a Baekhyun. -¡Hyung! ¿¡Qué haces!?
-¡Vuelve, es peligroso!
-¡No quiero perder a mi hyung también!- Lloró.
Jongdae no respondió a los gritos, ni siquiera parecía que pudiera oírlos. Peligrosamente cerca de la orilla, no podían verle el rostro mientras enfrentaba al río. La energía se sentía pesada y densa, era difícil respirar y el cielo estaba más negro de lo normal. Minseok observó la espalda de Jongdae y recurrió a lo más seguro que conocía.
Cogió a Baekhyun de la mano y tiró de él. -Reza conmigo.
Este chico estaba tan asustado que temblaba, pero por su hyung lo agarró con fuerza y avanzó primero. Minseok respiró profundo y oró en voz alta como si estuviera dando la liturgia para toda una multitud. Había colaborado antes en misas, pero no podía dirigir una todavía, esta era su primera vez a la cabeza de un rito. Al comienzo de su camino en la religión, había puesto en duda su fe un sinnúmero de veces y siempre había encontrado el camino de regreso.
Ahora mismo, de cara a esta situación, era otro de esos momentos en donde debía que probarse ante Él.
Como de costumbre, la primera oración fue el inicio de la inmersión, aún estaba por completo en el plano real, todavía podía sentir el viento azotando su cuerpo, la lluvia fría contra la piel, la ropa mojada incómoda, hasta la presión de la mano de Baekhyun. La segunda oración lo tranquilizó un poco más, su pulso se estaba desacelerando, pero la imagen de Jongdae grabada en sus pupilas continuaba desesperándolo. Cerró los ojos para la tercera y arrancó el crucifijo de su cuello, sosteniéndolo con fuerza entre sus dedos, dejó que aquel calor familiar lo empapara de arriba abajo y, con un pie en la realidad y otro en su fuente de vida, se trajo de vuelta y encontró su centro.
La cuarta oración reforzó su paz y en la quinta, abrió los ojos y vio que Jongdae por fin respondía. Todo su cuerpo se tensó de forma dolorosa y se desplomó en el suelo entre gemidos de sufrimiento. Baekhyun se asustó más, pero él no se permitió flaquear y siguió adelante imperturbable. El exterior había dejado de importar, ya no sentía el frío ni el miedo, lo único que llevaba consigo era la presencia de Dios.
Por fin había llegado a Él y como siempre, este había estado allí esperándolo.
Su cuerpo irradiaba el calor de su amor y con seguridad, dio unos pasos más cerca con la pequeña cruz en alto. Como no se dejó intimidar, Baekhyun se calmó y lo siguió, pero entonces Jongdae empezó a gritar con una voz rota.
-¡Paren!- Se retorció. -¡Ya basta, déjenme! ¡No puedo irme! ¡No todavía!
-¡Hyung!
Jongdae levantó la cabeza en su dirección y estiró una mano trémula, en medio de la noche sus ojos estaban rojos y llenos de lágrimas, su rostro contorsionado en una mezcla de pesadumbre y terror.
-Baekhyun...- Murmuró.
Por algún motivo, el que estaba allí tirado empapado en el barro no se parecía a Jongdae, no era él. De repente habían dejado de ver a la misma persona, incluso cuando sabía que nadie los había intercambiado, incluso así...
¿Qué estaba pasando?
Esa era la cara de Jongdae, pero a la vez no. Había oído su voz, pero a la vez no. Más confundido que nunca, no cesaron sus palabras de rezo, aunque titubeó cuando el agarre de Baekhyun se aflojó. Lo encontró pasmado a su lado, sus ojos bien abiertos ni siquiera parpadeaban, ¿tendría la misma sensación?
Como en trance, Baekhyun lo apartó y fue con el otro. Minseok interrumpió el rito.
-¡Baekhyun, no! ¡Es peligroso!
-¿Chanyeol?
Ahora fue él quien se quedó helado. ¿Chanyeol? ¿Dónde había oído ese nombre? Impotente, vio cómo el chico acortaba la distancia por completo y se arrojaba al suelo con él. Jongdae estaba fuera de sus cabales y podía atacarlo, pero Minseok tuvo la confianza de que nada malo les pasaría.
"Estoy seguro de que no está aquí para hacerle daño a nadie".
-No puede ser...- Cayó de rodillas junto a ellos.
Fuera de sí, observó cómo se sostenían como si fuera la primera vez que se veían en mucho, mucho tiempo. "Jongdae" rodeaba el rostro de Baekhyun con devoción y Baekhyun sólo lloraba y se aferraba a él con desconsuelo, gimiendo palabras entrecortadas que, a pesar de la lluvia fuerte y el río tempestuoso, alcanzó a oír con claridad.
-No lo sientas... No digas eso... Yo también... Yo también.
Era curioso, podía escuchar a Baekhyun, pero a nadie más.
-Dios, ayúdanos, por favor.- Unió las manos y cerró los ojos. -Guía a Chanyeol de vuelta contigo y protege a Jongdae. Entrégales paz. Déjalos descansar.
Segundos después, Jongdae colapsó sin reacción.
******
Se pasó los días siguientes rezando sin parar. Supo que Jongdae fue ingresado al hospital y debido a su estado deteriorado fue demorado allí para observación. La única manera que tuvo de calmarse fue a través de la espiritualidad, pidiendo por el bienestar de todos los involucrados en la locura surrealista de aquella noche.
Cuando cogió el valor suficiente, lo visitó.
Temía recibir malas noticias, escuchar que la entidad dentro de él seguía allí o que su enfermedad había avanzado. Temía verlo y que estuviera igual que antes o peor porque no sabía lo que haría entonces.
Mientras se acercaba a la puerta vio desde la lejanía la figura de Baekhyun marchándose. Tuvo el impulso de llamarlo, pero dejó aquella tarea para después, hoy sólo se había mentalizado para enfrentar a Jongdae. Golpeó la puerta de su habitación y entró cuando escuchó su permiso. Jongdae estaba sentado sobre la camilla comiendo algo, se sorprendió de reconocer la mejoría incluso desde allí: su piel seguía algo opaca, pero ya no estaba pálida, se notaba descansado y su postura era más enérgica, plus, estaba comiendo su postre sin intenciones involuntarias de devolverlo.
Sus ojos se iluminaron. -¡Minseok!
Y la sonrisa se expandió por toda su cara. Tal vez había sido demasiado pesimista y en realidad las cosas estaban mejor que nunca.
-¿Cómo estás?
Jongdae comió la última cucharada y abandonó el recipiente a un lado. -¡Bien, más que bien! Auch...
-No te precipites.- Hizo que se recostara de nuevo, viendo de reojo la intravenosa conectada a su brazo. -El daño fue grande, todavía no estás cien por ciento recuperado.
-Pero estoy bien, de verdad. Ya no escucho ni veo cosas, físicamente me siento mejor que nunca.
-Entonces, ¿desapareció?
Jongdae asintió en paz. -Se fue.
-Bien, bien...- Susurró conteniendo toda su emoción, estaba tan aliviado que podría llorar. -Vi a Baekhyun a la salida, ¿cómo está?
Jongdae bajó su mirada. -Él parece estar bien, pero ¿sabes?, le pregunté qué le dijo esa noche, pero no quiso decirme. Que fuera él todo este tiempo, yo, me siento un poco...- Entrecerró los ojos. -Lo siento, no sé si estoy listo para hablar de eso ahora.
Minseok apretó su mano. -No te preocupes, estás a salvo ahora, pensemos en eso.- Sonrió con suavidad. -Estoy muy feliz de que las cosas cambien para mejor.
Jongdae se apartó un poco y comenzó a jugar con su mano: recorrió sus dedos uno por uno, acarició sus uñas recortadas, pellizcó su dorso suavemente. Le gustaba cómo se sentía, así que dejó que hiciera lo que quisiera. Para evitar mirarse a la cara, ambos se centraron en eso.
-Qué bueno que viniste.- Jongdae habló en un tono íntimo que sólo ellos podían oír.
-Siento haberme tardado.
-Es un alivio verte, pensé que ya no querías saber más nada... Baekhyun me contó lo que hiciste y no sé cómo agradecerte, Minseok.
Negó sin muchas palabras. -Sólo quería ayudarte.
-Te debo una disculpa también, por la vez que me pasé en el parque.- Se separó y Minseok quedó insatisfecho. -Fui atrevido y seguro te puse incomodo, lo siento mucho.
Ya no tenía a dónde mirar, así que levantó la cabeza y encaró la sonrisita torpe que tenía mientras rascaba su cabeza. La imagen lo hizo sonreír y no supo si era lo correcto o no, pero tenía ganas de ser sincero después de tanto tiempo dándole vueltas al asunto. Abrió la boca para hablar justo cuando entraban por la puerta.
-¿Padre?- La madre de Jongdae y el que suponía era su padre lo saludaron con sorpresa.
Se puso de pie al instante. -Buenos días, siento la intrusión.- Hizo una reverencia.
-Oh, no, por favor, usted no molesta.
-Tengo que volver al trabajo ya, siento no poder quedarme más tiempo.
-Podría pasar por casa un día de estos.- Dijo el padre de Jongdae. -Lo invitaremos a cenar como agradecimiento.
Sonrió con un asentimiento. -Me encantaría.
-Una cena no será suficiente por esto.- La madre de Jongdae estaba radiante de alegría al lado de su hijo.
La primavera se hizo anunciar esa mañana, el cielo estaba despejado y el sol brillaba alto mientras cargaba su mochila dentro del auto rentado. Cerró la puerta y se apoyó para respirar profundo el aire fresco. Seúl. No había vuelto a su ciudad ni una sola vez desde que se había mudado, su hermana se casó con su cuñado que vivía allí y él había querido realizar su seminario en un lugar pequeño. La comunidad era tranquila y familiar, estaba cómodo y feliz.
Le gustaría poder quedarse más tiempo ahora que la primavera había empezado.
-¡Hyung!
-¿Jongin? Oh.- Parpadeó hacia al amigo desconocido que acompañaba a su dongsaeng.
-¿Te vas hoy? Vinimos a ayudarte.
-Gracias, pequeño, pero no hay mucho por hacer.
-¿Sólo llevarás eso?- Señaló el bolso pequeño en la vereda. -Yo lo cargo.
El niño quería ser de ayuda, así que dejó que se encargara de sus cosas. Sonrió al otro chico bajito y de cabello negro, este pestañeó con nerviosismo, ¿lo había intimidado sin querer?
-¿Eres amigo de Jongin? ¿Cómo te llamas?
Este fue con ellos y miró de uno a otro con curiosidad. -¡Ah! Kyungsoo no es mi amigo, hyung, es mi novio.- Aclaró con naturalidad.
La sonrisa de Minseok se congeló y los miró con nuevos ojos. Obviamente, estaban inclinados cerca del otro de una manera más que amigable, Jongin era como un pequeño sol todo el tiempo, pero hoy estaba más animado de lo normal, y este chico Kyungsoo ahora tenía toda su cara roja con vergüenza.
Sorprendido como estaba, una risa genuina brotó desde el fondo de su corazón.
-¿Hyung?
-Lo siento, lo siento, Jongin, no me hagas caso.- Cubrió su sonrisa con una mano y le revolvió el cabello con fuerza. -Soy diácono en la parroquia en la que colabora Jongin, me llamo Minseok, es un gusto, Kyungsoo ssi.- Podía decir que el chico seguía cohibido porque sólo atinó a hacerle otra reverencia sin palabras. -Gracias por cuidar de él.
-¿Qué dices?- Jongin también intentó cubrir su sonrojo, pero lo olvidó cuando algo más captó su atención. -¿Mm? Hyung, ¿no es ese el hyung de la Universidad?
Vieron a Jongdae doblar la esquina a toda velocidad en dirección a ellos, cuando llegó ignoró por completo al otro par y se aferró a sus brazos con la respiración alborotada, su cabello todo despeinado y un rostro preocupado. Lo primero que se le pasó por la cabeza fue que había pasado algo malo otra vez y lo cogió de vuelta con el ceño fruncido.
-¿Qué...?
-Fui a la iglesia.- Dijo Jongdae como pudo entre pesadas exhalaciones. -Y me dijeron que te ibas.- Miró al auto aparcado con la puerta del maletero abierta. -¿A dónde...? ¿Qué estás haciendo?
-¿Estás bien? ¿Qué pasó?
-¡No estoy bien!
Minseok alzó sus cejas. Sea lo que sea que le pasara, lo había angustiado hasta este punto.
-Seguiré mis estudios en Seúl.- Explicó con calma. -Será...
-¿Estudios? No me digas...- Su rostro palideció. -¿Te harás sacerdote? ¿Ya no podrás casarte?
Minseok no pudo evitar reírse. -¿Qué con esta fijación conmigo y el casamiento?- Ladeó el rostro con intriga. -¿Planeas proponérteme o algo así?
Jongdae lo golpeó en el hombro. -Deja de jugar, Minseok.
Que hablara y reaccionara de esa manera significaba que en serio estaba afligido. Le gustaba el rostro de Jongdae de cualquier forma, pero esa expresión era demasiado lamentable. Al igual que en el hospital, una vez que lo tuvo delante fue difícil seguir fingiendo; aprovechando que lo tenía así de cerca, acunó sus mejillas con suavidad y lo besó en los labios. Al separarse, lucía más pasmado que otra cosa.
Eso estaba mejor.
-Te... ¡Te dije que ya no jugaras!- Chilló con el rostro enrojecido.
Minseok volvió a reírse, no sólo porque sus reacciones eran adorables, sino porque eso se había sentido muy bien y el cielo sobre sus cabezas seguía intacto. El mundo no se había acabado, su amor por Dios era igual de grande y la gente pasó caminando como si nada. Los únicos azorados en el sitio eran Jongin y su novio que al parecer no podían moverse, pero podía lidiar con ellos.
-¿Dónde quedó el Jongdae ssi perspicaz? Me iré a Seúl para un seminario.- Jongdae frunció el ceño y él alzó las cejas ante su expectativa. -Por una semana. Será corto.
Jongdae boqueó como un pez antes de darse la vuelta y alejarse pisando fuerte, ofendido y avergonzado. Podría haberse metido en problemas, pero se sentía especialmente risueño y no podía dejar de reírse con alegría.
-Lo siento, Jongin. La próxima los invitaré a un café, les compraré lo que quieran.
-No te preocupes, hyung, somos nosotros los que están de más.- Respondió este con complicidad.
Sin más, trotó detrás de Jongdae con una sonrisa bobalicona. No iba rápido, podría atraparlo si se apuraba un poco, pero algo en toda esa secuencia era divertido.
-Jongdae ssi, no seas así. Quise decírtelo, pero tú sacaste tus propias conclusiones antes.
-¡Cállate!
-¿Por qué estás enfadado? Dame algo de cara, ¿mm?
Jongdae se volvió como una fiera y lo apuñaló varias veces en el pecho con un dedo. -¡Yo soy el que perdió la cara aquí, no tú!
Minseok cogió esa mano y la apoyó sobre su pecho. -Lo sé, lo siento, sólo quería que te giraras.
Jongdae hizo un montón de muecas distintas. -¿Volverás?
Asintió. -Mm.
-¿Lo prometes?
-Ajá.
-Y...- Cuando se irguió volvieron a quedarse muy cerca, la punta de sus narices se rozaron. -¿Me seguirás viendo?
-Eres adorable, ¿lo sabías?- Comentó con una sonrisa amplia.
Jongdae resopló como un caballo, lo empujó y volvió a alejarse sin mirar atrás, refunfuñando por lo bajo. Fue detrás de él porque hacía tiempo que venía preguntándose sobre el siguiente paso a dar en su vida y estuvo indeciso por un instante, pero no fue complicado concluir que, a pesar de lo incierto del futuro y de los problemas que tendría que enfrentar, definitivamente, este era en dirección a Jongdae.
Por eso lo seguiría encantado.
La próxima vez que soñó, los gorriones dejaron el nido para no volver y el chico que los observaba, por fin se dio la vuelta.
¡Gracias por llegar hasta acá! No olviden chusmear el resto de fics del fest si les interesa~.
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