La Vie en Rose. Segunda Parte.
"Le couple heureux qui se reconnaît dans l'amour défie l'univers et le temps, il se suffit, il réalise l'absolu". (La pareja feliz que se reconoce en el amor, define el universo y el tiempo. Es suficiente para conseguir lo absoluto).
París. 8 p.m. En otras ciudades la vida se apaga lentamente conforme las personas salen de sus trabajos. Las oficinas quedan vacías, los negocios se cierran temprano y miles de almas pasean por las calles con los rostros agotados, después de una jornada de trabajo infernal. Pero no en París. En la ciudad del amor, después del trabajo la vida apenas comienza. Los cientos de cafés que decoran cada rincón de la capital francesa ahora comenzaban a abarrotarse nuevamente, y el delicioso aroma del café caliente no tardaba en invadir el olfato. No importaba donde te detuvieras, el aroma del buen café y una charla amena, lo hacían todo perfecto.
Perfecto para que Nim se redimiera, después de meter la pata titánicamente. Luego de quebrar el corazón de su compañero, se había ocupado de quitarse el abrigo para envolver al Creador (pues la temperatura iba bajando y debido a que había derribado a Ithis, el abrigo ajeno se estropeo y mojó al caer al suelo). Ahora caminaban uno junto al otro, ambos en silencio, uno más cabizbajo y el otro con la frente en alto, pero las dudas creciéndole en el pecho. Nim soportaba bien el clima, aun cuando vivía dentro de una piel que no le pertenecía, no dejaba de ser el Destructor, aquel que amaba el frío y el fuego por igual. El oscuro intentó volver al café de la mañana, pero estaban tan perdidos, que se resignó a guiar a Ithis hasta la torre Eiffel. Tenía que levantarle el ánimo de algún modo, pues su periodo de existencia se terminaría a las 6 de la mañana, y no quería volver a su cuerpo sin volver a ver el rostro ajeno lleno de brillo, con una sola sonrisa.
El rubio se limitaba a seguirlo, sin rechistar. Esa actitud también le causaba molestia al azabache (Después de todo, había estado toda la mañana revoloteando alrededor suyo, y ahora apenas si le dedicaba una mirada). Al llegar a la base de la Torre, pudo notar que en los niveles hacia arriba, había un restaurante, por lo que le pareció perfecto para conseguir el perdón del creador. Encontró un ascensor disponible, y al llegar a la parte media de la torre, se encontraron con El Jules Verne, un restaurante que poseía un ventanal excelente a lo largo del complejo, donde se podía ver perfectamente el paisaje parisino en todo su esplendor nocturno. Sin embargo se toparon con un problema inicial: al ser recibidos, se le informó a Nim que el restaurante estaba reservado completo desde hacía meses, y tendrían un lugar disponible hasta la próxima semana.
—Podemos buscar otro, Nim...vámonos...— susurró Ithis, quien le daba pequeños tirones de la camisa, pero el azabache se negó de inmediato. Instintivamente, hurgó en su bolsillo y tomó una cartera, la misma que había estado usando durante todo el recorrido. ¿Qué era lo que buscaba realmente?.
—Por favor, revise si tenemos reservación— espetó el azabache, en francés, entregando una tarjeta de identificación que respondía al nombre de Rusell Williams, el abogado estadounidense en el que estaba "hospedada" su fracción existencial. Cuando el serveur revisó su base de datos, sonrió y asintió de inmediato, para sorpresa de la singular pareja. Nuevamente Nim había atinado a una cosa: los turistas dejaron una reservación previa, por lo que todo en la cartera estaba acomodado para su uso, y se veían atraídos por el plan mismo que la pareja estructuró para goce personal. Era una suerte, pues incluso los platos ya habían sido elegidos y pagados, así que sólo tenían que sentarse a disfrutar.
—Siento pena por estas personas...— susurró Ithis mientras ingresaban a la zona de comensales, pues también revisó su bolsillo, y se topó con la cartera propia. Gerald Leblanc, un joven canadiense que recientemente fue ascendido en el negocio de los bienes raíces por un año muy bueno de ventas, y que recibió como premio ese viaje de ensueño a Europa. Mientras se sentaban, algunos recuerdos del humano se colaron en la mente de Ithis, permitiéndole saber un poco más.
Gerald era el joven que todos quisieran ser. Apuesto, exitoso y trabajador. Un líder nato que solía vender casas con una facilidad impresionante. Tenía una residencia que construyó bajo sus propios diseños y durante su construcción, conoció a Rusell, el abogado, a quien invitó para compartir el resto de su vida con él, apenas un año después de enamorarse. Nuevamente comenzó a sentir ganas de llorar, pero los dedos fríos de Nim le sacaron de esos pensamientos tan hermosos y melancólicos, pues tenía ya un rato hablándole, sin que Ithis reaccionara. Al elevar la mirada, el Creador pudo apreciar mejor el rostro ajeno, y le pareció magnífico. Nim había tomado una rosa roja de un florero cercano, y la usó para colocarla ligeramente en la nariz del rubio, provocando que este respingara un poco por el cosquilleo y la tomara con ambas manos. Ithis se dedicó a disfrutar de ese aroma delicioso y fresco, y por fin sonrió, retirando las escasas lágrimas que se le escaparon.
—No te pierdas en estos recuerdos— dijo de pronto el azabache, puesto que estaba seguro que su compañero estaba sufriendo por eso. Él también era capaz de leer un poco de la vida del abogado. La forma en que se topó con Gerald en un juicio, y como resolvieron la demanda en contra del rubio, con una sesión de sexo duro en la oficina fiscal del pelinegro. ¿Quién podría imaginar que semejante encuentro marcaría la vida de dos almas? ¿Cómo imaginar que a pesar de que había sido la carne y no el corazón en la primera cita, esos dos hombres terminarían deseando estar juntos por siempre? Y aun así, su fragilidad humana y la mala suerte de que pasaran frente al dios Tiempo la noche anterior, terminaría desmoronándolo todo en 24 horas. Era el momento preciso en que alguien debería aparecer diciendo aquella frase que rezaba un "estar en el momento equivocado, a la hora equivocada". Nim respiró profundo. Y el aire aclimatado del restaurante le dio la impresión de que todo estaba más caliente de lo que esperaba ahí dentro. El Destructor durante las últimas horas sentía que realmente no estaba disfrutado tanto, como prometía Ithis desde el inicio de esa locura. Ir a contra reloj era muy estresante, por lo que, tal como era él, parecía que sólo se había "convertido en humano" para experimentar todos aquellos males que el mismo provocaba todos los días a esa "raza inferior". Ahora ya sabía lo que era sentir frío, el sol, la humedad matutina que provocó tos después de beber café helado, el escozor al rasparse la piel con cualquier superficie corrugada, e incluso el leve ardor de la única espina que la rosa ofrecida había conservado para defenderse en el último momento, antes de comenzar el corto camino a marchitarse.
Que complicado era ser un humano. Vestirse, cubrirse el rostro cada vez que el sol se levantaba en lo alto, protegerse los ojos del viento, o como era su caso esa noche, cuidar que Ithis no pasara frío, a costa de la propia integridad. ¿Realmente cada día humano era una lucha por la supervivencia? Era lo que se preguntaba en silencio, mientras observaba a su alrededor, pero veía tantas personas alegres comiendo, que parecía imposible imaginar que todos ellos también tenían que vivir así, sufriendo constantemente pues parecía que todo en el planeta se proponía joder la existencia.
—Voy a pedir un brûlot charentais — dijo Nim, en el momento que un garcon se acercó para preguntarles si deseaban algo de café mientras se les servía la cena. Esta vez, el oscuro se ocuparía de pedir las bebidas, aún si Ithis no sabía que se le serviría. — Y para mi compañero, sirva un café français. También necesitamos dos rebanadas de tarta de queso y zarzamora. — comentó con tranquilidad, y de inmediato el camarero se apresuró a surtir la orden.
—¿Por qué llegaron esas imágenes de pronto a mi cabeza? — comentó Ithis, quien parecía algo descompuesto de un momento a otro. Comenzaba a sentir leves mareos, y entumecimiento en los dedos de los pies, por lo que Nim extendió nuevamente una mano, acariciando la mejilla ajena.
— Porque pronto moriremos...— confesó con una extraña dulzura, mientras la mejilla del rubio se acunaba entre sus dedos — recuerda que los humanos ven pasar su vida poco antes de que Muerte los convierta en almas mariposa...estos dos probablemente tratan de rechazarnos, de aferrarse a sus vidas insignificantes.. —
—Eres tan cruel...que es casi encantador...— susurró el creador, cerrando un instante los ojos. El tacto del ajeno era una sensación que atesoraría para siempre, pues sabía bien que a la mañana siguiente, no habría más que estrellas conformando la existencia del Destructor, mismas que no podía tocar con la misma suavidad que esa piel blanca. —Vida va a llorar cuando se entere que tomamos estos cuerpos para motivos tan egoístas...—
—Tu hijo llora hasta cuando recuerda que está vivo— bromeó Nim, provocando que ambos comenzaran a reír, de forma moderada. En cuestión de minutos, ya estaban charlando de forma más amena. Para Ithis, el toque de coñac añadido a su café expreso era algo fuerte, mientras que para Nim el licor impregnado con lo caliente del café propio, sabía a gloria. La cena se compuso de salmón marinado con vodka y una guarnición para Nim, mientras que Ithis pudo disfrutar de pollo de corral con cangrejo al fricasé. La explosión de sabores lograron que el destructor lograra alcanzar cierto rubor encantador en las mejillas, y deseaba que alguien a su alrededor lamiera el plato, para tomarlo de pretexto e imitarlo, pues no quería dejar una borona en el propio. Naturalmente, eso no pasó. Ithis estaba encantado con el guiso de verduras y pollo que comió, sintiéndose satisfecho muy pronto, pero tampoco dejó nada. Las lágrimas se habían ido por fin, y Nim supo que por fin lo estaba haciendo jodidamente bien.
La experiencia se extendió más de lo esperado, pues Nim logró convencer a Ithis de continuar con el postre, y a la mesa llegó por fin la tarta de zarzamora. No era un postre espectacular, pero su sabor complemento por fin el cuadro romántico que ambos venían armando desde la mañana. El servicio era muy bueno, el complejo elegante y cálido, y en cuanto terminaron de comer, ambos dedicaron unos minutos a mirar la ciudad. Tantas luces recordaron a Nim que incluso en un espacio tan reducido como lo era el planeta tierra, el universo estaba presente, aun siendo artificial. Podía ver desde lejos el puente donde había discutido con Ithis, ahora iluminado en sus arcos por luces led de diversos colores, y lleno de parejas que felizmente paseaban a pesar de que ya era de noche. Ithis estaba tan lleno que tuvo que abrirse un poco el abrigo, dejando asomar dentro de la camisa una pequeña e hinchada barriga, y necesitó respirar profundo varias veces, porque sentía que iba a estallar.
Ambos permanecieron en el sitio hasta que se dio el aviso de que estaba por cerrar, acariciando ya la media noche. Todos los turistas eran guiados hacia los elevadores, puesto que el acceso de la gran Torre Eiffel también se cerraría, hasta la mañana siguiente. Pero Nim no tenía planes de salir de ahí. Se las ingenió para llevar a Ithis a las escaleras sin ser vistos, y le obligó a subir, aún cuando faltaba muchísimo para llegar a la cima. El señor de luz sentía que se vomitaría en cualquier instante, puesto que la larga caminata en ascenso era abrumadora (y que decir del frío que hacía allá arriba) aun cuando se encontraban dentro de la torre. Aun así, lograron alcanzar por fin el tercer nivel, donde el Bar à Champagne los recibió en silencio. La taberna descansaba dentro de una especie de alojamiento tapizado de mapas, con recuadros decorativos que mostraban algunas piezas de la historia de la construcción de la torre. Era el último punto cálido en el lugar, antes de que Nim se dirigiera a una puerta que, debido a la altura (y a lo supuestamente imposible que era que un ladrón llegara hasta ahí por su propio pie), no tenía candados restrictivos. La última terraza poseía la vista más espectacular, y cuando Ithis salió a mirar, Nim le rodeó por la espalda, a la altura de la cintura, para mantener el poco calor que le quedaba al ajeno, en ese cuerpo delgado y tembloroso.
—Quiero que memorices este universo...Ithis...por que la próxima vez que lo veas, no será con tus ojos mortales...no será tan impresionante, volverá a ser parte de nuestra vieja rutina...ya no nos pertenecerá...no, definitivamente este paisaje no nos ha pertenecido nunca...— confesó al oído ajeno, depositando sus labios detrás de la oreja del rubio, quien estremeció sutilmente. Las manos del Creador se apretaron un poco contra los bordes de la camisa del oscuro, y asintió, observando bien todo lo que Paris podía ofrecerle durante la noche. A pesar de que el viento soplaba con fuerza, ambos permanecieron de pie largo rato, meciéndose un poco y susurrándose palabras de amor, extraídas de las memorias de sus cuerpos, pues para ese punto, habían tomado completamente el control de los mismos. La conexión entre ambos eran más fuerte, y al volver al área del bar, mientras Nim se ocupaba de sintonizar algo en una radio disponible, Ithis no dudó en juntar unos cuantos muebles, para improvisar un lugar de descanso.
De pronto, una estación predeterminada comenzó a sonar en la radio, una emisora latina que había sido sintonizada durante las últimas horas de labores, y Nim se sintió satisfecho con la elección. Había un maratón de 12 horas de música romántica "del ayer" en español, por lo que ambos sonrieron. Ithis se puso en pie y extendió gentilmente una de sus manos, retirándose el abrigo con la otra, para sentirse más cómodo. Nim deslizó sus dedos debajo de los ajenos, cerrándolos en torno a esa mano pequeña y suave, besándola por el dorso a modo de invitación que por supuesto, Ithis aceptó.
<<< "Bésame....bésame mucho...cómo si fuera esta noche la última vez. Bésame, bésame mucho... que tengo miedo a perderte, perderte después...">>>>
Susurraba Nim, después de haber escuchado el coro una sola vez. Su cuerpo se movía solo, manteniendo al Creador bien pegado a su cuerpo, bailando en pasos suaves, sin ritmo, pero siempre mirando los ojos azules del contrario, ese gesto enamorado que recordaría para siempre.
<<<< "Quiero tenerte muy cerca, mirarme en tus ojos y estar junto a ti...piensa que tal vez mañana estaré muy lejos, muy lejos de aquí...">>>>
Respondió Ithis, sintiendo como las mejillas le ardían, pues el rostro del azabache se fue acercando, hasta que su voz se apagó en un beso con tintes de una pasión que sólo el destructor podía ofrecerle. Aquel que jamás había creado nada para nadie, que sólo pensaba en molestar al joven que se derretía de amor entre sus brazos, "ese" que existía única y exclusivamente para traer el mal al mundo, se rendía por fin a la fragilidad, la debilidad y la locura que sólo un cuerpo humano podía ofrecerle. Y mientras la música corría, sus brazos estrecharon con más fuerza la delicada forma del señor de luz, al grado de hacerlo suspirar mientras se le apagaba el aliento. Poco a poco ambos se encaminaron hasta derrumbarse en la cama improvisada por el ojiazul, sin separarse un instante. Todo estaba en sus memorias, la forma en que dos varones podían poseerse mutuamente era algo que habían visto millones de veces en las almas juzgadas y en esa pareja de americanos. Pero aun así, Nim construiría su versión personal de entrega personal.
<<<<"...Solamente una vez amé en la vida...solamente una vez, y nada más....una vez nada más en mi cuerpo brilló la esperanza, la esperanza que alumbra el camino de mi soledad...">>>>>
Parecía que la emisora sabía exactamente lo que Nim sentía en ese instante. Si, sensaciones, todas nuevas, en un cuerpo experimentado que le daba la oportunidad de saborear el cuerpo ajeno, desnudándolo tan lentamente, que Ithis se puso duro cuando sintió el primer roce de los dedos del pelinegro al abrirle la camisa. Los ojos negros del destructor disfrutaron esa vista tan agradable. Labios húmedos y delicados, manos temblorosas debido a la expectativa, un "¿y ahora que sigue" dibujado en el rostro prestado de Ithis, tan expresivo que su amante sentía que el corazón se saldría del pecho para besarlo también. Definitivamente Tiempo era un hijo de puta. ¿Por qué sólo 24 horas? Nim necesitaba una eternidad completa para poder saborear cada milímetro de esa piel que iba desarropando. Y no era la carne lo que el adoraba, no. Era aquel que dentro de ella se estaba volviendo loco. Era esa pequeña parte de Ithis, que para siempre conservaría el roce de sus dedos mientras delineaba el borde de los pequeños pezones rosados. Era la esencia misma del Creador aquella que recordaría día con día, la forma en que la mano poderosa de su captor se entrelazaba con las propias, para llevarlas sobre su cabeza, en señal de sometimiento. Y aun así, el oscuro sabía que por sobre todas las cosas, quien seguía ganando era Ithis, ganó desde el momento que Nim volteó a mirarlo, haya, lejos, en la inmensidad del Universo. En ese preciso instante en el que Ithis abandonó sus soles, para proponerle algo, el Creador había ganado.
<<<"...Pasarán más de mil años, muchos años, pueda ser que tenga amor la inmensidad, pero haya tal como aquí, en la boca llevarás, sabor a mí...">>>
Y la sesión de besos fue gobernando el calor que crecía entre ambos. Era imposible describir lo bien que se sentía recorrer los labios contrarios, el cosquilleo de los suspiros de Nim, mismos que rozaban la nariz del creador y lo obligaban a mover un poco el rostro pare retomar el camino. Lenguas ansiosas que al encontrarse iniciaron una pequeña batalla hasta que se aceptaron mutuamente. Las manos de Ithis tensándose al sentir una rodilla no esperada entre sus piernas, mismas que oprimía en repetidas ocasiones, obligándolo a gemir entre besos y las sutiles caricias de la mano ajena y libre, misma que no perdió oportunidad de recorrer su cintura y acercarse peligrosamente al ombligo.
—N-Nim...mnh...Nim...d-duele— susurró entre besos Ithis, pues su pantalón ya era un problema tan gordo como la erección que estaba exigiendo atención desde tres canciones atrás. El oscuro sonrió ampliamente, pues le gustaba descubrir poco a poco, lo intenso que Ithis podía ser en esos instantes. Para aquel que siempre pensó que las relaciones sexuales eran un acto vulgar y promiscuo, el estar liderando la primera (y única) de su vida, suponía un honor y por supuesto, un enorme placer. No dejaría que su pareja sufriera ni un minuto más. Se ocupó de inmediato del asunto, viéndose en la necesidad de soltarle las manos, para ocuparse de bajar de su sitio y acomodarse entre las piernas ajenas. Pero había tanto que aún no había explorado, y nuevamente, al mirar de reojo a una pared, vio un reloj. Por un instante, se imaginó que Tiempo estaba ahí, colgado como un bufón en la pared, acariciando el disco que marcaba las horas a modo de burla para los amantes. Sacudió un poco la cabeza, y aun así continuó. Sus labios recorrieron cada dedo de los pies de Ithis, sin que el aludido entendiera porque, pero descubriendo que era increíble lo sensitiva que podía ser esa zona. Nim retiró el pantalón con sumo cuidado, y nuevamente retomó su delirante camino de besos, dejando uno que otro chupetón en el paso. Al encontrarse en la parte interna de las piernas ajenas, disfrutó tanto de las reacciones de Ithis, que por un instante se detuvo, pues estaba seguro que el contrario amenazaba con correrse, aun cuando su entrepierna seguía atrapada en los interiores.
—Ithis...debes calmarte un poco...tenemos aún mucho que experimentar...—
—¡C-cállate y sigue, que me voy a morir con ganas si no terminas lo que empezaste! — reclamó con gran vergüenza el Creador, llevándose ambos brazos sobre el rostro sudado, para cubrirse un poco. La mirada de Nim parecía clavarse en su piel íntima, aun cuando no lo podía ver, Ithis estaba seguro de que así era. Separó tímidamente las piernas, al mismo tiempo que el azabache retiraba con cuidado el bóxer, dándole una sensación de alivio moderado al tener por fin espacio para extender su entrepierna, bien erecta. Un mechón de vello dorado decoraba la base, como si enmarcara la lujuria que el miembro masculino que temblaba ansioso de caricias, tan descarado como su portador. El Destructor se saboreó los labios, y no tardó en comenzar a lamer. Al principio percibió un sabor un poco incómodo (después de todo, el cuerpo humano era un cúmulo de secreciones durante el día, y ninguno de los dos se había duchado antes de empezar); sin embargo, fue ignorando el breve inconveniente, puesto que aun así, la intimidad ajena tenía un sabor y un aroma demasiado atrayente. "Salvajes" es como Nim llamaba a los humanos desde que fueron creados. Seres que por tener sexo se saltaban cualquier norma sanitaria y encontraban espacio en los sitios más impensables, para darse placer.
Ahora lo entendía todo. Nim tenía por fin la respuesta a millones de dudas que le hacían rechazar al ser humano, y que ahora se apagaban entre sus dedos, mismos que fueron frotando el pene del rubio, mientras sus labios se ocupaban de cerrarse en torno a la erección ajena para devorarla lentamente. Pero el cuerpo invadido sabía que debía ir más lejos. Por lo que Nim reaccionó y comenzó a felar a su compañero a toda prisa, introduciéndose la entrepierna del ojiazul hasta la garganta, saboreándola con desespero, comiendo esa piel de durazno y desnudando una y otra vez el glande, que aún conservaba el prepucio de nacimiento. Era una acción que Ithis no se esperaba, por lo que comenzó a gemir abiertamente, tensando cada dedo de sus pies, mismos que reposaron sobre los hombros de Nim, manteniendo las piernas bien abiertas y retorciéndose de placer entre los cojines. Si, la dulce pareja humana que invadieron, a pesar de tener el amor presente en cada instante de sus breves vidas, también eran muy intensos en el momento del sexo.
El oscuro recordaba haber visto unos cuadritos de cubierta metálica en el bolsillo de su pantalón, mismo que se retiró en algún momento, pero por supuesto que no perdería el tiempo colocándole un "guante" al pene ajeno. No, el dispositivo de protección sexual no le quitaría el derecho de reclamar la virginidad de Ithis, piel contra piel. Probablemente, en su subconsciente existencial, llevaba millones de eras esperando el momento que ahora estaba experimentando, aún si iba ser relativamente corto. Fue necesario que parara un poco, pues ya se atragantaba, atraído por los temblores que Ithis experimentaba y que lo obligaban a curvar la espalda hasta parecer que fuera a estallar. Esa breve pausa le sirvió para atenderse, pues estaba más excitando que Ithis en ese punto, y necesitaba darse un poco de crédito al respecto. Nim trepó de nuevo sobre el cuerpo ajeno, pero esta vez, llevándose ese par de piernas apiñonadas de por medio, ganchándolas a su cintura mientras se inclinaba lo suficiente para recibir los besos de Ithis nuevamente. Que delicado el roce de las pestañas húmedas del Creador, era como el beso de un pluma nueva, y el aroma que podía percibir en la piel del ojiazul era tan penetrante que Nim sentía que se volvería loco en cualquier instante.
—No me hagas daño....— susurró Ithis, agitado, sonriendo con ternura y elevando ambas manos para sostenerse del cuello ajeno.
—Pero precisamente...es que quiero hacerte mucho daño...— confesó Nim, con una voz gruesa y firme, y una sonrisa coqueta que encendió aún más las ganas de su contraparte, mismo que le fue atrayendo con la presión de sus talones en la cadera del oscuro.
Nim se inclinó un poco más para recargar el rostro contra la cabeza ajena. Su entrepierna no tardó mucho en encontrar el camino, enterrándose en la carne ajena lentamente. Que hermoso el roce de los cabellos rubios entre sus mejillas, la elasticidad que tenían le había encantado desde la primera vez que los sintió tan cerca. Cuan doloroso podía ser para ambos en unirse de esa manera, percibiendo como las uñas de Ithis se enterraban en su espalda, y gimoteaba entre lágrimas pues su estrecha entrada no estaba cooperando.
—Quiero...destruirte...—gruñó el pelinegro, clavando una estocada nuevamente, provocando que Ithis gritara con fuerza. Su voz llenó por completo el bar, pero Nim pudo notar que el llanto en esta ocasión era muy distinto del que presenció debajo del puente, apenas unas horas atrás. El vientre suave del rubio ahora se había tensado tanto, que Nim podía notar que el pene ajeno se clavaba contra su ombligo y más arriba, mientras lo penetraba sin piedad. Pronto se dio cuenta que los ojos ajenos y pasivos le miraban fijamente, como si ya la voluntad se hubiera abandonado a los brazos del placer. Ithis tenía el rostro empapado en llanto, pero con las siguientes estocadas, gemía tan dulcemente, que Nim no pudo evitar acelerar al grado de escuchar la carne crujir. Reclamar ese rincón tan bañado en la humedad contraria, escocerla hasta que ambos ardieran, escuchar al Creador gemir su nombre mientras le destrozaba por dentro. Que cruel podía llegar a ser el amor a veces. Eso no era una unión, era el clímax de una inminente separación, la despedida siniestra que obligaba a Ithis a mover sus caderas tan violentamente, que Nim creía que en cualquier instante su entrepierna se desprendería del cuerpo para siempre. Y de pronto abrazó con fuerza al rubio, pasando sus manos debajo de las axilas perfectas del ajeno, hasta estrecharlo. Su cadera se detuvo un instante, permaneciendo dentro de esas paredes anales que palpitaban con fuerza, anunciando un final próximo. No, no quería que nadie volviera a tocarlo. No quería que absolutamente nadie lo mirara, que ni el viento volviera a disfrutar de la piel de Ithis. No permitiría siquiera que la culpa llegara al corazón ajeno, pues ahora le pertenecía por completo. - ¡Siempre has sido mío!- declaró convencido de sus palabras, pues el Creador en ese instante le parecía tan frágil, que temía fuera a romperse entre sus manos.
Pero a contrarie, Ithis sonrió ampliamente. Sus manos con uñas ensangrentadas, bajaron lentamente, delineando el rostro del contrario con la sangre de esa espalda ancha que ahora estaba decorada con heridas de guerra y amor. El creador estaba tan ruborizado, que no había diferencia entre ese tono de piel y la rosa que dejó olvidada en el restaurante, muchos metros bajo sus pies. Y asintió en silencio, retomando una sesión de besos interrumpida. El azabache retomó su labor, pero esta vez, serpenteando con suavidad. Ithis sangraba íntimamente, pero el dolor ya se había quedado atrás. Juntos, y de forma torpe y acelerada, alcanzaron el clímax en pocos minutos. Nim no podía parar de besar a su amante, lo atesoraba como jamás había valorado nada. Ithis no podía dejar de llorar nuevamente, aun cuando jadeaba acalorado, pues el semen que escapaba entre sus piernas le provocaba mucha vergüenza e incomodidad. Ambos se dieron un tiempo juntos en la ducha, e increíblemente fueron capaces de alcanzar un segundo y más breve encuentro, antes de lavarse por completo.
Nim encontró ropa de camarero, así que tomó dos pantalones negros y dos camisas blancas, e incluso un par de corbatas, para vestirse ambos. Ithis se ocupó de trenzar nuevamente el cabello del azabache, mientras que el destructor desarregló la lluvia dorada en la cabeza ajena, pues adoraba la forma en que se alborotaba. De pronto, Ithis se derrumbó sobre los brazos ajenos, augurando lo que más les dolía : sus últimos momentos, estaban llegando. Nim se apresuró, acomodó los sillones en el exterior aún cuando estaba helando, y llevó a Ithis para acurrucarse ambos, envueltos con mantas del bar. Acurrucó al creador sobre su pecho, recargando la mejilla sobre esos rizos de oro; Ithis buscó la mano ajena, entrecerrando los ojos y descubriendo que las manos de Nim se estaban poniendo negras.
—Tengo miedo...— susurró Ithis, pues podía percibir como iba perdiendo la sensibilidad en las piernas, al grado de ser incapaz de cambiar de posición. Nim le besó la mejilla, y rozó un poco su frente con la nariz, para darle algo de calma.
—Pronto acabará...— comentó con tranquilidad, notando que el cabello de Ithis lentamente se iba tornado plateado. El estómago le dolía horrores, y estaba seguro de que algo dentro de sus entrañas había dejado de funcionar.
—Nim....canta para mi...- pidió el creador, aferrando su mano a la contraria, sintiendo como las lágrimas se le escapaban por enésima vez, pero siempre sonriente. La visión se le estaba nublando, y ese dolor extraño que le invadía, ya no se iba, se expandía, desde el pecho y hacia todo su ser. Comenzó a ver entonces la vida de aquel a quien había invadido. Gerald Leblanc había llevado una vida maravillosa, y ahora se le arrebataba sólo porque el gran padre de todo así lo necesitaba.
El oscuro aún escuchaba a lo lejos la estación que había dejado en la radio, y por alguna razón pudo recordar la letra de la canción que iniciaba, abriendo sus labios sutilmente y comenzando a susurrar.
"Reloj, no marques las horas.
porque puedo enloquecer.
Él ya se irá para siempre...
cuando amanezca otra vez.
Nomas nos queda esta noche
Para vivir nuestro amor.
Y tu tic-tac me recuerda
mi irremediable dolor.
Reloj, detén tu camino
porque mi vida se apaga.
Él es la estrella que alumbra mi ser
yo, sin su amor, no soy nada.
Detén el tiempo en tus manos
has de esta noche perpetua.
Para que nunca se vaya de mí
Para que nunca amanezca..."
https://youtu.be/oxlRI-scowk
Para cuando el sol acarició con sus rayos el rostro de aquella pareja, Vida lloraba en la esquina opuesta de la torre, mientras Muerte tomaba entre sus manos cuatro almas mariposa. La noticia recorrió el mundo durante semanas. Una pareja homosexual había muerto de forma extraña mirando el amanecer en la ciudad del amor, tomados de la mano y completamente marchitos, al punto de momificarse. El extraño suceso había costado al bar su reputación, provocando su inminente cierre, y el acceso al público se restringió para siempre.
Cuando Ithis despertó, Tiempo y Muerte permanecían a su lado, como dos centinelas que esperaban ansiosos el regreso del padre. Estaba aturdido, y no tardó en buscarse las manos, pero ahí estaba de nuevo esa apariencia cósmica, el cúmulo de estrellas que se juntaban lo suficiente para parecer dedos, y por supuesto, la ausencia de un rostro.
—El Alto señor Destructor se ha llevado todas las almas, padre, lamento no haberte podido ofrendar y perder tu fracción...— confesó culposo Muerte, quien dobló su rodilla ante el creador, muy avergonzado. Nim era su verdadero padre, pero aún así, no podía serle fiel después de haberlo visto comportarse como lo hizo antes de esfumarse.
— "No quiero volver a experimentar esta basura, jamás. Díganle a Ithis que se olvide de mí un tiempo, que puede joderse junto con sus asquerosos humanos" fueron las palabras literales del señor Destructor— confesó Tiempo, sin siquiera inmutarse por la frialdad de esas palabras. Aun así, Ithis entendió bien y asintió, agradeciendo a sus hijos con un leve roce de uno de sus dedos en ambas cabezas, y retirándose lentamente.
—Descansaré una o dos eras...esto ha sido agotador. No sientan rencor en contra de Nim, es natural que reaccione así ahora que está completo. Fue todo maravilloso, gracias por apoyar mi locura —. Y después de lo dicho, desapareció, distribuyendo su estructura en todo el Universo, para descansar como tanto ansiaba. Sus recuerdos se habían ido con las mariposas robadas por Nim, y era una pena, perder esa fracción de sí mismo, le dejaba una sensación de vacío extraña, pero superable.
Treinta años era un suspiro para los dioses, pero para los humanos, suponía la mitad de una vida. A las siete en punto, Dess ya se encontraba bebiendo café con Leo, entre arrumacos y uno que otro beso robado, antes de que el guía turístico se fuera de nuevo a trabajar. Ahora ambos lucían como dos hombres maduros de 60 años, y Leo era dueño de su propia central de turismo. Dess tenía el cabello más corto, pero aún seguía teniendo problemas con la horda de admiradores que día tras día lo acosaban, provocando el enfado de su ahora esposo. Pero el encargado pronto se puso en pie, pidiéndole a su pareja que esperara, pues dos clientes ingresaron tomados de las manos. El encantador joven alto los atendió cálidamente, y tomaría su orden pues los conocía bien y casi sabía lo que iban a pedir.
-—Voy a pedir un brûlot charentais — comentó un caballero de cabello oscuro, largo y trenzado al costado, mirando con sus ojos negros y profundos la carta — Y para Alexandre, sirva un café français.-
-¡Louis! ¡Prometiste que me dejarías escoger esta vez!- reclamó en francés el joven rubio que le acompañaba, dibujando un puchero en el rostro, con las mejillas infladas y los ojos azules llenos de enfado. -¡A-Además es demasiado temprano para pedir algo con licor! – remarcó negando, pero Dess sabía bien que la orden no cambiaría.
-¿Pay de queso y zarzamora para ambos también?- preguntó el serveur, obteniendo una sonrisa afirmativa de parte de sus clientes favoritos, para enseguida ocuparse de surtir la orden. Esos jóvenes llevaban años asistiendo a su café, los recordaba desde que eran chicos de colegio, y siempre se veían tan unidos, que cuando volvía Leo a visitarle, se colgaba de su cuello solo para superar el hermoso cuadro que sus clientes le regalaban, todos los días. Sabía que ahora eran profesionistas, el azabache era un abogado renombrado en París, mientras que el rubio era un arquitecto, el cual ya tenía a su cargo la construcción de la casa de Leo y Dess. Al volver con Leo (quien se encargaría del pay) miró de reojo a la pareja, que parecía acicalarse junto al vidrio que daba vista a las calles principales, muy sonrientes y felices.
—Juraría que esta escena ya la había visto alguna vez...— comentó el guía, para luego encogerse de hombros- ayer nos dejaron la invitación a la boda, ¿quieres que vayamos esta tarde a comprar los trajes? —preguntó animado, pues le encantaba ver desfilar ante sus ojos a su tímida pareja, quien le dio una afirmación con la cabeza y le "lanzó un beso" desde el punto donde preparaba el café.
En lo más profundo del Universo, dentro de su propia burbuja existencial, Nim dormía plácidamente. Ahora sólo conservaba dos mariposas, mismas que dormían sobre su cabeza, una era completamente negra, y la otra, brillaba tanto que parecía una estrella dorada. Ambas almas mariposas siempre permanecían juntas, y el Destructor las conservaría para siempre, pues eran la prueba de que alguna vez, durante sólo 24 horas, había sido inmensamente feliz, y no permitiría que nadie fuera testigo de ese acontecimiento de nuevo, ni siquiera Ithis.
N.A. ¡Muchas gracias por darle seguimiento a Soluciones Desesperadas! Esta vez incluí las letras de algunas canciones famosas muy populares entre los románticos mexicanos (chapados a la antigua por supuesto), espero sean de su agrado y deleite. ¡Saludos!.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro