ENB 3. Un as bajo la manga.
Cinco puntadas, una rodilla astillada y mucho paracetamol, fue lo que me gané esa noche en el hospital, después de caerme como un idiota dentro de mi área de trabajo. Podía escuchar desde mi habitación como mi gerente, Des Aeva, exigía que se me atendiera adecuadamente, a la vez que escapaba al exterior por su intolerancia a la sangre y al olor del hospital en general. Un aspecto cómico de él, a decir verdad. Pero lo realmente jodido, era que Rusell, el incómodo niño brillante, permaneció en la habitación vigilándome toda la maldita noche.
Rendido por el cansancio del día, el ajetreo después del accidente y el desvelo, me quedé dormido, aunque fuera apenas tres horas. Por la mañana, el ruido que las enfermeras hacían provocó que abriera los ojos, notando que estaba un poco oscuro. El sol se esforzaba en iluminar el cielo, a pesar de que estaba muy nublado, y pronto un bulto en el sofá de junto me recordó que cierto individuo odioso seguía respirando cerca de mí. Me reacomodé lo suficiente para darle descanso a mi espalda, valiéndome de un almohadón, y casi sentado, fui capaz de ver dormir a Rusell. Era increíble lo fuerte que mi corazón latía al descubrir que ese hombre incluso durmiendo se veía hermoso, pero apreté la quijada y sin dudarlo, tomé un vaso de plástico vacío que tenía cerca, y se lo lancé a la cara.
—¡¿Qué, como, que pasa?!— dijo de golpe, irguiéndose enseguida. Pero al darse cuenta que sólo era yo molestando, suspiró pesado y se ocupó de frotarse un poco los ojos, al tiempo que bostezaba —que rayos te pasa chico, me asustaste...—
—Faltan dos horas para empezar a trabajar, tienes que irte a casa a bañarte o llegarás tarde—respondí con aire indiferente, mirando hacia el pasillo. El ardor en mi rodilla estaba volviendo, y pude notar que una placa descansaba junto a mi cama, por lo que tomé la laminilla oscura y me valí de la luz escasa del día para mirar a través de ella. —Esto es un hueso roto, por donde lo vea...— susurré inconforme, afilando la mirada al ver la minúscula cuarteadura, señalada con un círculo de plumón indeleble, justo debajo de la unión entre mis huesos. Pensé unos minutos, y recordé que en el percance había caído en ese punto de mi cuerpo, cuando trataba de recuperar el equilibrio, era entendible que el hueso por sí sólo no soportara semejante presión. Pero yo no era doctor, así que dejé la placa por un lado y volví a acurrucarme. —Gracias por traerme... vete a casa... — dije en voz baja, puesto que el niño brillante seguía ahí, de pie, aun somnoliento y al parecer algo confundido.
—¿Es todo lo que tienes que decirle a tu salvador?— espetó irritado, ocupándose de reacomodarse la larga coleta oscura que poseía.
—Básicamente me salvé solo, ¿sabes?. De no ser por mi propio sentido común, Amanda me habría dejado morir desangrado ahí dentro—respondí de forma malagradecida, porque mi prioridad era sacarlo de la habitación lo antes posible. No podía permitirme que se diera cuenta que mi rostro se estaba enrojeciendo, pues pude notar que el olor de su perfume estaba impregnado en mi piel debido a que me estuvo cargando largo rato. Tampoco quería dejarle pistas de mis sentimientos, que estaban atorándose en la garganta cada vez que abría la boca para responderle con esa máscara de chico malhumorado. Mantuve mi mirada sobre la suya, pero pronto el extendió su mano, atrapándome por un brazo. El movimiento brusco me provocó algo de dolor, desarmando mi faceta agresiva, y apreté la mirada pensando que me iba a golpear. En cambio, lo que recibí fue un beso en la mejilla y el quédarme mudo.
—Eres como un ave salvaje... aleteas para alejarte de la jaula, sin entender que por ahora, tus plumas han sido cortadas y no podrás volar hasta que crezcan...—susurró sereno, señalando mi pie— no tienes que fingir que estas bien si tanto te molesta mi presencia, ¿está bien?, tan sólo di que no me quieres cerca y mantendré mi distancia—
—No estoy diciendo que me desagrades— interrumpí de inmediato, apretando un poco los puños— solo... ve a casa, por favor...— nuevamente aparte la mirada, y afortunadamente Rusell cedió. Tomó su móvil y unas llaves que en algún momento había sacado del bolsillo, y se despidió con una sonrisa leve y un "recupérate y no seas necio" de por medio. En cuanto salió de la habitación, dejó las luces encendidas y no pude evitar sumir el rostro entre mis manos, mientras las lágrimas nuevamente acudían a mi rostro. Pero no estaba sufriendo, estaba sonriendo como un idiota, pues aún tenía la sensación tibia de sus labios en mi mejilla. Quería patalear de felicidad, pero naturalmente no podía, así que me limité a llorar hasta que me calmé.
Ahora tenía una cosa más en mi contra: yo mismo. En cuanto mis tres días de descanso terminaron, se me informó que tanto Leo como Des habían tenido un choque, por lo que estarían incapacitados por lo menos quince días debido a sus heridas. La pregunta obligada era... ¿Qué hacía ese par juntos durante horas de trabajo, en el coche de Des, accidentándose por manejar a exceso de velocidad?. Mi mente me obligaba a pensar algo bastante perverso, pero nunca los había visto en una situación que pudiera confirmar mis sospechas. Sin embargo, el problema ahora era gordo para mi: tenía que asumir el rol de Leo, como "jefe provisional" puesto que Amanda aparte de medio ciega, era muy distraída y no podían delegarle semejante responsabilidad. De esa manera, terminé trabajando nuevamente, herido, adolorido y cubriendo jornadas de trabajo extra, cortesía de mi torpe jefe y el sensual gerente.
Pero estaba convencido que era capaz de eso y mucho más. En pocos días, tenía el área de cajas bajo mi control, y Amanda se movía a mi ritmo sin suponerme un problema. Lo que pude notar, era que Rusell se había distanciado. Su ir y venir seguía siendo constante, pero ya casi no se detenía frente a mi caja, o sólo lo hacía para saludar brevemente, con una sonrisa evidentemente forzada y una huida casi inmediata. Los primeros días esa actitud me hacía inmensamente feliz, puesto que no me restaba concentración y podía trabajar cómodamente sin preocuparme por que pasar a asomarse y de paso, a perturbar mi tranquilidad. Sin embargo, no estaba conforme. Si, lo sé, ¿Quién me entiende? Primero lo quería lejos, pero en el fondo, esa actitud silente comenzó a preocuparme. No parecía sonreír como siempre, de hecho, parecía más serio, más frío y por mucho, más sombrío.
Una noche de tantas, me senté en mi cama a pensar que hacer al respecto. Ya tenía su número de teléfono, éramos contactos en Facebook y por lo que publicaba, era evidente que algo pasaba en su vida, ¿pero qué? Pude notar entre las publicaciones del susodicho, que tenía un gusto especial por la serie animada "Saint Seiya", y se me ocurrió una brillante idea. Siendo el dibujo uno de mis talentos, me di a la tarea de stalkear el muro de Rusell durante varias horas, hasta que logré hacer una versión anime de él, vistiendo la armadura del caballero que representaba su signo zodiacal. A la mañana siguiente, llegué arrastrando los pies al trabajo, con una carpeta entre mis manos y la valiosa obra dentro de la misma. A decir verdad, pensé en tirarlo a la basura y olvidarme el asunto. Después de todo, yo no era nada para el tipo. Ni siquiera podía considerarme un buen compañero, puesto que lo traté mal en el hospital y merecida me tenía su distancia. Pero en el fondo, anhelaba verle sonreír nuevamente.
Nuestros horarios de entrada no coincidieron ese día, por lo que me ocupé de escabullirme en su área y dejar el dibujo en un sitio estratégico donde sabía que lo encontraría. No era difícil saber que lo había hecho yo, puesto que estaba mi firma y la fecha en el mismo, y se daría cuenta con facilidad. Inicié mis actividades normalmente, con la convicción de que hice lo correcto y podía ser un medio de paz entre ambos, por lo menos para hacer más amena la convivencia.
Sin embargo, llegada la hora de su inicio de trabajo, escuché cómo entraba en su área. Apenas pasaban tres minutos, cuando la puerta del búnker de Rusell se abrió estrepitosamente y el hombre apareció en mi ventanilla con la carpeta entre sus manos y una sonrisa tan amplia, que parecía querer devorarse el mundo de felicidad. Mi corazón se detuvo en ese instante, mientras lo escuchaba y veía emocionado, explicándome que jamás en su vida le habían regalado semejante detalle. Incluso estaba sorprendido de que incluí en el diseño la forma de su cabello, lo grueso de sus cejas y la sonrisa galante que le caracterizaba. Pero no, la sonrisa que logré pintar en sus labios esa mañana era distinta. Era una curva amplia, cargada de la emoción de un niño que ha recibido su caramelo favorito. Era la frescura, la expresión auténtica de una felicidad otorgada, aunque fuera sobre líneas grises y papel blanco, algo tan simple y tan poderoso, otorgado por mis manos.
Una sensación de satisfacción plena me invadió. Era como si el muro entre ambos, por un instante no existiera y se sentía bastante bien. El resto de mi día fue perfecto, y aunque tuvimos muchísima clientela, al final de la jornada no sentía el cansancio de todos los días. Rusell se retiró primero en su motocicleta, pero se dio el tiempo de ayudarme a salir a la calle puesto que mi madre pasaría por mí, debido a mis heridas, y al despedirse esa misma sonrisa volvió a su rostro.
Pensaba que iba a cerrar la noche con esa bella imagen en mi memoria, pero justo cuando dormitaba en mi cama, decidí enviarle un mensaje. La verdad es que jamás le había saludado por cuenta propia vía móvil, pero necesitaba decirle algo que lograra cubrir un poco las intenciones de mi dibujo, y de paso, sincerarme un poco. Tomé mi teléfono y comencé a escribir, imaginando que estaba dormido, pero grande fue mi sorpresa al recibir una respuesta inmediata.
—La verdad es que me sorprendiste mucho, te lo agradezco de verdad—
—En realidad, existe una razón de por medio...—
—¿A que te refieres?—
—Bueno... lo que pasa es que te vi muy triste desde inicios de semana. A pesar de que casi no hablamos, no me es indiferente lo que sucede a mi alrededor, y era inusual no verte alegre y corriendo de un lado a otro... era... bastante obvio que algo te sucedía. No conozco tus problemas, pero espero se solucionen pronto. —
La charla fue breve, pero nuevamente me agradeció y procedimos a dormir. Lo que no esperaba, es que al contarle a Spindler (con quien tenía contacto diario) me diera información que cambiaría mi visión de las cosas por completo.
—"Rusell tuvo una familia, pero su esposa e hijo fallecieron en un accidente apenas hace un año... es normal que este triste este mes, puesto que en un día como hoy, ellos murieron, dejándolo sólo y con un cargo de culpa, pues él había discutido con su esposa. Hiciste bien Leblanc, lo que más necesita ahora es apoyo"—
Admito que enterarme que Williams era heterosexual, fue realmente decepcionante, pero me ayudó también a tomar la decisión de dejar de lado ese ensoñamiento que me provocaba de una vez por todas. Era evidente que mi compañero tenía las heridas bastante frescas, y que lo último que le pasaría por la mente era un romance, mucho menos con otro hombre.
Con esa información en mi cabeza, la convivencia con el niño brillante comenzó a mejorar a pasos agigantados, al grado de lograr sobrellevar su iluminante presencia sin quedarme embobado en el intento. Comenzamos a charlar (aunque no nos dijéramos nada inteligente) y noté que él siempre estaba pendiente de mi estado de salud, que mejoró poco a poco. Cuando retomé el ritmo natural de mi vida y tanto Leo como Des volvieron, me sentía confiado y más tranquilo, pero sabía bien que eso sería muy breve y no me equivoqué. Nuevamente Rusell tenía un comportamiento inusual, y comencé a notar que hacía demasiadas llamadas telefónicas, en cuanto tuviera oportunidad. Todo el tiempo parecía distraído, y poco a poco, se fue notando que sonreía cada vez que usaba el móvil, incluso llegando a usar un cable manos libres para que nadie lo molestara. Como todo compañero responsable que no se mete en la vida ajena, me di a la tarea de investigar. Sin embargo, Leo se mostraba renuente a decirme algo al respecto.
—No le tomes atención, así es el, se la pasa pegado al teléfono— me decía de forma evasiva, provocando que me irritara poderosamente. Varias veces obtuve la misma respuesta, y terminé dejando de preguntar. La curiosidad siempre es el asesino de los gatos, pero yo estaba seguro que mis habilidosas patitas sortearían cualquier obstáculo, incluso si tenía que obsequiarle a Rusell unos veinte dibujos más hasta conseguirlo. Partiendo de mis sospechas, comencé literalmente a cazar a mi compañero. Cada vez que tenía oportunidad, salía del bunker para dirigirme a la cocina, donde el solía atrincherarse a hablar por teléfono, intentando escuchar algo que me diera una pista. Sin embargo, lo más que escuchaba era risillas, respuestas bobas e incluso canturreos. Era como si la persona del otro lado del auricular fuera la que hablaba todo el tiempo y el sólo se limitaba a reírse de la charla. ¿Con quién hablaba? ¿Por qué la insistente necesidad de escucharle a diario? ¿No se suponía que estaba sufriendo su pérdida? Las preguntas se deslizaban y atoraban dentro de mi garganta, obligándome a apretar los puños, sumiéndome en lo obsesivo que se estaba tornando el asunto para mí.
Por fin la ocasión llegó, un mal día de distracción de parte de Rusell. Estaba en mi hora de comida, pero no me fui de la sucursal como acostumbraba, si no que comí ahí mismo, mas por pereza que por ganas de permanecer en la misma jaula. Había extendido un poco mis pies ya que aún tenía adoloridas mis articulaciones, cuando lo vi pasar corriendo directo al baño. Sin embargo, era tanta la prisa de Williams, que lanzó el móvil sobre la mesa que estaba a mi lado, y sin más, entró al sanitario azotando la puerta. Por un momento me reí en silencio, después de todo, sabíamos bien que tenía la mala costumbre de comer en exceso y ahora sus vicios le pasaban factura. Mis ojos se iluminaron al descubrir que el móvil de Rusell estaba desbloqueado, y antes de que se apagara la pantalla, lo tomé entre mis manos para revisarlo. Sabía que tenía muy poco tiempo, así que rápidamente lo puse en modo "silencio" y comencé a mirar en las carpetas de imágenes, buscando alguna pista. No tenía suficiente tiempo para nadar entre un mar de selfies que el hombre se tomaba, además de fotos de gatos pequeños, y un millar de información del banco.
Sin embargo, pronto saltó a la vista un nuevo mensaje instantáneo. Resolví en meterme a la bandeja de su Whatsapp, y la peligrosa aplicación pronto me dio la respuesta que tanto buscaba. Una mujer era el contacto con más mensajes, y al abrir su ventana entré al secreto más profundo de Rusell: un amorío con una mujer casada. La cantidad de mensajes melosos que el regalaba rompía por completo con su cuadro de hombre orgulloso y seguro de si mismo, y las respuestas de la susodicha eran vulgares y para nada elegantes. Había pilas de fotografías obscenas, que evidenciaban constantes jugueteos sexuales donde ella lo incitaba de formas bastante vergonzosas, exhibiendo sus senos, sus partes íntimas e incluso mostrándose en el momento que se masturbaba. Era claro que Williams no tenía buenos gustos tratándose de mujeres, pero poco necesité leer para entender que estaba enamorado de ella.
Para mi mala suerte, me olvidé de Rusell mientras leía, y en el momento que la puerta se abrió, solté el móvil, dejándolo caer al suelo y provocando que la pantalla se cuarteara. Afortunadamente el teléfono se bloqueó en la caída, y de inmediato me culpé, diciéndole que estaba guardando unos trastos y que no me había fijado. Pedí veinte mil disculpas y le prometí que le pagaría la reparación, pero el aseguró que no era necesario y que no me preocupara. El nerviosismo me estaba consumiendo, y a pesar de su rostro tranquilo, sabía que no debía hacer algo similar de nuevo, o sería descubierto.
La hora de salida llegó poco después del incidente. Apenas pasaron dos horas, cuando por fin nos encontrábamos en el borde de la calle, mirando como Rusell cerraba las puertas y colocaba los candados, pero en el momento que me dispuse a despedirme, de pronto se me acercó y me atrapó por un brazo. El agarre era demasiado fuerte, incluso me quejé y traté de safarme, pero era imposible. Al verlo a los ojos, pude notar una frialdad que no conocía en ese rostro inmaculado, y al intentar liberarme, a sabiendas de que todos los demás compañeros nos habían dado la espalda para dispersarse, no tenía escapatoria.
—¡Que dem... suéltame!¡Suéltame, carajo! ¡¿Qué te pasa?!— exclamé mientras forcejeaba, pero pronto interpuso su cuerpo, apretándome contra la cortina que acababa de cerrar para cerrarme el paso.
—¿Qué estuviste mirando en mi móvil, ah? ¿Acaso eres un acosador?—
—¿D-De que hablas, estúpido?— balbucee nervioso, tragando saliva al ver como desbloqueaba su teléfono. La pantalla aún seguía donde yo la había dejado, en una de las fotos de la mujer que descubrí — no sé de qué hablas, y ahora suéltame, me estas lastimando, aún no me curo, ¡aléjate!—
—Vas a venir conmigo ahora mismo, la calle no es un sitio para hablar de estas cosas— dijo de manera autoritaria, y sin más, me arrastró hasta su automóvil. En ese momento supe que algo malo venía por mí. A pesar de que intenté gritar, se las ingenió para lanzarme dentro, y en el momento que caía de manera tan descuidada sobre el asiento trasero, el dolor en mi rodilla me inmovilizó de inmediato. Incluso se me salieron unas lágrimas, pues el fuerte ardor parecía quemarme, por lo que sumí el rostro en el asiento y guardé silencio. El motor se encendió y pude sentir como avanzábamos, y después de un par de minutos, el aroma del tabaco comenzó a rodearme. Miedo, si, era lo que sentía, un temor agudo ante el hombre que desde que apareció en mi camino estaba arruinando mis días, y que ahora, prácticamente me estaba secuestrando.
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¡Gracias por seguir leyendo mis historias! El desenlace de fick corto viene en el siguiente episodio ;) no te lo pierdas! ¡Saludos desde México!
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