XXIX
"Por las calles voy
dejando algo que voy recogiendo:
pedazos de vida mía venidos desde muy lejos"
Miguel Hernández
Despertó con los primeros rayos del sol que se colaban por la ventana de la habitación. Sintió los dedos fríos de Lía recorriendo suavemente su espalda. Se giró para quedar de frente a ella y la miró sonreír.
—Buenos días —se inclinó hasta ella para darle un tierno beso en los labios.
La aferró a su pecho con fuerza, aspirando su aroma. Todavía le parecía un sueño tenerla a su lado cada mañana al despertar. Había sido algo difícil acostumbrarse a su presencia. Lía tenía algunas manías extrañas, pero conforme pasaba el tiempo aprendía a conocerla y se adecuaba a ella. Nada que hubiera sentido antes se equiparaba a aquella sensación de su cuerpo en su cama. Su piel era fría, contrastaba totalmente con su cuerpo cálido, pero aquello le parecía una buena combinación, un equilibrio perfecto.
La observó levantar un poco su cabeza para encontrar sus ojos. Se dio cuenta de que había algo de preocupación en su mirada. Imaginó entonces que se debería a su charla de la noche anterior, esa donde finalmente había tenido el valor para contarle aquella terrible historia que a pesar de los años seguía haciendo sombra en su corazón.
—Buenos días —respondió, abriendo sus ojos poco a poco, comenzando a esbozar una sonrisa —¿Café o té?
La respuesta ahora era sencilla. Había dejado la cafeína y prefería sustituirla con el té de canela, manzanilla o flores.
Kaedi fue quien se dirigió hacia la cocina, colocó la tetera sobre el fuego para hervir el agua mientras que Lía se quedaba en la habitación vistiéndose. Observó la libreta de su chica sobre el escritorio, la había visto escribir con tanto furor la noche anterior que era orillada por una curiosidad inefable. Le echó una hojeada inocente al escrito de Kaedi. Era realmente bello e intenso, había mucha energía en cada una de sus palabras.
Tenía suficiente, dejó la libreta de lado. Suspiró, llevándose las manos a la cabeza, abordada por un sentimiento que estaba consciente de lo estúpido que era. No podía entender cómo es que todas esas dudas se elevaban como espuma dentro de su cabeza. No solamente había que lidiar con una ex novia en Barcelona, sino con una ex novia fallecida. Pensarlo de esa forma la hacía sentir como una vil villana, pero no podía dejar ese pensamiento de lado.
Se dirigió hasta la cocina, y Kaedi se acercó a ella para besarla tiernamente en los labios. Sin embargo, al ver su semblante se percató de que no parecía estar muy bien.
—¿Qué pasa? —preguntó con una sonrisa curiosa, observando cómo se le formaban un par de pliegues entre ceja y ceja.
—Nada, yo...estaba pensando en lo que me contaste anoche.
La sonrisa de Kaedi desapareció repentinamente.
—Perdón por no haberte hablado de eso antes —continuó— no es precisamente algo que me guste recordar.
Lía observó la tristeza en sus ojos, era la misma melancolía que se podía encontrar entre las hojas de su libreta. Era evidente que si algo así era capaz de ponerla de esa forma era porque sin duda el fantasma de Anna aun continuaba en su corazón.
—Lo entiendo —aseguró encogiéndose de hombros— no tienes que disculparte. Es algo muy fuerte.
—Creo que más que fuerte, sigue siendo muy doloroso.
Lía la observó fijamente, con la boca entreabierta.
—¿Todavía la amas?
Su pregunta había sido tan sorpresiva ¿a qué se refería con que si todavía la amaba? A decir por su expresión, comenzaban a ser claras las intenciones de la chica.
Kaedi por su parte estaba en shock, no entendía la relevancia de esa pregunta ni tampoco el motivo por el cuál tuviera que responderla. Después de unos segundos encontró las palabras adecuadas.
—No, creo que solo tengo un recuerdo de lo que fue en mi vida, quiero decir, obviamente la recuerdo con cariño, pero tanto como seguir enamorada...
—¿Te enamoraste de Lucía después de eso?
Kaedi se percató de que Lía tenía un punto. Sin embargo, no podía terminar de entender el motivo. Así que se limitó a contestarle con naturalidad. Antes de que su cabeza hiciera de las suyas.
—Sí, conocí a Lucía en terapia después del accidente. Luego de eso comenzamos a salir.
Aquella sensación de pesadez volvía de pronto a Lía, que comenzaba a sentirse abrumada. Kaedi parecía bastante inestable, no se había percatado de eso hasta ese momento. Cuando Anna había fallecido inmediatamente había comenzado a salir con Lucía. Aun ni siquiera terminaba con Lucía cuando ya se habían involucrado. Era probable que exagerara, pero sin duda, era algo por lo cuál temer. Ya había tenido suficiente con la mierda de Nina y con la propia. Tener que estar preocupada por eso estando con Kaedi parecía desgastante. Nunca sabía que esperar de las personas, era difícil y decepcionante ¿era en verdad Kaedi la chica ideal para ella?
—¿Lía? ¿estás bien?
La chica asintió, se había quedado inmersa en sus pensamientos y ahora tenía el rostro de Kaedi fijo en el suyo.
—¿Estás segura? Me parece que hay algo que te molesta.
Kaedi no era como Nina, era sin duda más perspicaz. Y, sobre todo, no le gustaba que se quedara con las cosas dentro. Pero no podía simplemente decirle que quizá estaba algo preocupada por sus ex novias. Si lo repetía en su cabeza, sonaba incluso estúpido.
—No, no es eso. Solo estaba pensando en Nailea, creo que tienes que hablar con ella.
Kaedi suspiró llevándose una mano al alborotado cabello. Pudo darse cuenta de que la rubia también causaba malestar en ella.
—No quiero hablar con ella, por lo menos no en este momento. Necesito pensar las cosas.
—De acuerdo —No iba a presionarla en eso, Nailea había cruzado un límite muy grande al decirle aquello, entendía perfectamente que se sintiera herida. Dejaría que se tomara su tiempo.
Ambas se miraron, quedaron envueltas en un incómodo silencio hasta que finalmente Kaedi le sonrió de nuevo intentando olvidar aquella charla.
—¿Pan francés? —preguntó, Lía asintió y le sonrió de regreso.
***
Por la tarde decidió pasar por Kaedi a la librería, faltaban un par de horas para que el lugar cerrara pero quizá podría escaparse antes de Salvador. Pensó en invitarla a cenar fuera, necesitaban despejarse un poco después de los recientes sucesos. A pesar de que trato de no darle muchas vueltas al asunto, no logró apartar de su pecho la sensación de preocupación que la tenía inquieta desde esa mañana.
Llegó al lugar donde todavía se encontraban algunas personas bebiendo café y leyendo algún libro. Buscó con la mirada a Kaedi, no fue difícil encontrarla. Su altura y su alborotada cabellera la hacían destacar fácilmente. Estaba detrás del mostrador platicando muy animadamente, y demasiado cerca para su gusto, con una chica de cabellos color rosa. Llegó hasta ellas dando una breve mirada hacia la joven que estaba frente a Kaedi y luego reparó en ella quien al verla de inmediato sonrió.
—¿En qué podemos ayudarle, señorita? —preguntó sin dejar de mirarla con esa enorme sonrisa.
—Estoy buscando a mi novia —respondió siguiéndole el juego— es la dueña del lugar.
—Esa chica debe ser la más afortunada del mundo.
Ambas compartieron una sonrisa cómplice mientras la chica que se encontraba parada junto a Lía se disculpaba para marcharse. Kaedi se inclinó sobre el mostrador para darle un beso rápido en los labios.
—¿Qué tal tu día? —Tomó unos libros de la vitrina y los regresó a su lugar.
—Bastante tranquilo, ¿y el tuyo?
—No tan tranquilo como me hubiera gustado —respondió regresando su mirada hacia su chica—. Salvador insistió en reordenar la sección de contemporáneos, luego se le ocurrió que a la bodega le hacia falta una limpieza profunda así que no paré en todo el día —suspiró— estoy cansada, llena de polvo y oliendo a libros viejos.
—Eso último es habitual en ti y la verdad es que me encanta —Esta vez fue ella quien se inclinó por sobre el mostrador para llegar a los labios de Kaedi—. Entonces ¿por qué no recoges tus cosas y nos vamos a casa?
—En realidad tengo planes —dijo sin despegar sus ojos de ella, esperando su reacción.
Lía la observó curiosa, imaginó que con todo lo de Nailea, el repentino recuerdo de Anna y todo eso, lo último que pasaría por su cabeza sería salir a algún lugar.
Al ver la expresión en el rostro de su chica, Kaedi se apresuró a hablar:
—Es cumpleaños de Leo, ¿lo recuerdas? —miró a Lía asentir—. Bueno va a festejarse en un bar que está cerca de la quinta. ¿Qué dices? ¿te gustaría acompañarme? —finalizó entusiasmada.
—Suena bien para mí pero, ¿no estás cansada?
—No, está bien. Solo me doy un baño, me pongo algo de ropa limpia y nos vamos.
Lía no pudo evitar sentirse contagiada por aquella sonrisa en el rostro de Kaedi, pensó que de hecho algo de distracción les vendría bien.
—Vámonos entonces.
Finalmente Kaedi tomó sus cosas, y después de hablar con la chica que le acompañaba minutos atrás, salió de la librería de mano de su novia.
***
Llegaron al lugar, era un bar que se encontraba en el centro de la ciudad. Algo de rock alternativo sonaba de fondo y había ya bastante gente ocupando las mesas. Dio una mirada rápida hasta que distinguió a Salvador y a Leo entre la multitud. Caminaron de la mano hasta llegar a la mesa donde se encontraban sus amigos.
Lía pudo reconocer a algunos de los chicos que había conocido cuando acompañó Nailea y a su ahora novia al campamento. Leo se acercó a ellas y las saludó emocionado observando discretamente que iban tomadas de la mano. Luego le dedicó una mirada pícara a su amiga, como haciendo alarde de la situación, pero Kaedi no le dio mucho importancia. Después de saludarlos, se sentaron junto a Salvador que sonrió al verlas.
—Lía, ¿qué tal todo?
—Todo bien, ¿y tú?
—De maravilla —respondió guiñándole un ojo—. ¿Dónde dejaron a Nailea? —se percató de la cara de hastío que aquella pregunta ocasionó en su amiga—. ¿Pasó algo?
—Discutimos —se limitó a decir mientras fingía leer la carta.
—¿Por qué? —preguntó intrigado, aquello realmente le sorprendía. Sabía que Nailea tenía el don de exasperar a cualquiera hasta hacerlo explotar, pero sabía también que su amiga era la persona más paciente del mundo, la única capaz de soportar a la rubia.
—Después te cuento. No quiero amargarme la noche recordando eso.
El chico la miró preocupado, luego poso sus ojos en Lía con la esperanza de que le dijera qué era lo que había sucedido pero, la chica únicamente se encogió de hombros. Decidió dejar el tema, por la paz. Seguramente cuando estuviera lista le contaría todo y no quería hacerla sentir incómoda, después de todo estaban ahí para pasar un buen rato.
La noche transcurrió tranquila, Kaedi se dio cuenta de que su chica simpatizaba bastante bien con sus amigos. Se encontraban bromeando con ella acerca de cómo se lanzó sin pensarlo al lago aquella vez en el campamento, cuando un amigo de Leo llegó acompañado de un chico al que no conocían. El sujeto quedó sentado junto a Lía y de inmediatamente puso su atención en ella, intentando seguir el hilo de la conversación para poder hablarle. No pasó mucho tiempo para que Lía comenzara a charlar con él. La chica le hablaba con ese tono tranquilo y relajado que usaba para llamar la atención, sonreía y de vez en cuando pasaba una mano por su cabello para acomodarlo. Fue notorio para todos el rumbo por el que iba aquella conversación. Salvador no podía creer que Lía estuviera coqueteando con ese sujeto en la cara de Kaedi. Dirigió sus ojos hacia su amiga quien se mantenía muy serena en su lugar bebiendo su cerveza tranquilamente. Era evidente que todos estaban incómodos con aquella situación pero nadie se atrevió a decir nada.
Continuaron charlando de esa forma hasta que una amiga de Kaedi se acercó hasta el chico para hablarle al oído. Lía no alcanzó a escuchar que fue lo que le dijo pero, después de eso el chico pareció perder su interés en ella. No le dio importancia y se giró hacia Kaedi para darle un rápido beso en los labios. Cuando se separaron pudo darse cuenta del semblante frío de la chica.
—¿Qué pasa? —preguntó extrañada.
—Creo que es hora de irnos.
—¿Tan pronto? —No comprendía aquella repentina reacción. Hacía poco menos de dos horas que habían llegado y la estaban pasando bien.
—Estoy cansada, Lía.
Se quedó mirándola fijamente, era obvio que algo no estaba bien. El tono de voz de la chica era frio y tenía una mirada por demás seria.
—¿Sucede algo?
—Ya te lo dije, estoy cansada. Vámonos —dijo elevando la voz y captando la atención de todos los que estaban en la mesa con ellas, no dijo más, se colocó su chaqueta y se puso para después acercarse a Leo—. Gracias por invitarnos, nos vemos después.
Se despidió de sus amigos y comenzó a caminar con Lía y Salvador a sus espaldas. El chico al igual que ellas se había despedido de todos para marcharse. Salieron del bar y caminaron en silencio por la calle hasta llegar al automóvil de Lía. Salvador se detuvo a unos pasos de Kaedi y le habló sin siquiera volverse a mirarla a ella, no entendía qué era lo que los había hecho cambiar de humor tan repentinamente, parecían incluso molestos con ella.
—No olvides que mañana llega el nuevo proveedor.
—No te preocupes, estaré ahí temprano.
Sin más, Salvador dio la media vuelta y comenzó a andar calle arriba.
Durante el trayecto a casa aquella asfixiante y silenciosa atmosfera lo llenaba todo. De vez en cuando Lía desviaba sus ojos del camino para ver a su novia que únicamente miraba silenciosa por la ventanilla, ninguna de las dos dijo palabra alguna. Llegaron al departamento y Kaedi fue directo a la cocina para buscar una botella de agua.
—¿Puedo saber a qué se debe tu repentina rabieta?
Sintió la presencia de Lía detrás de ella y se volvió para verla de frente.
—¿Disculpa? —preguntó incrédula.
—No has dicho nada desde que estábamos ahí. Te quedaste muy callada de pronto y ahora incluso parece que estás molesta conmigo.
Kaedi rio llevándose las manos con frustración al rostro.
—¿En serio estás preguntándome esto, Lía?
—¿Es algo que debería obviar?
—No puedo creerlo —dijo con tono molesto. Cerró de golpe la nevera y caminó furiosa hacía la sala. Siempre se había distinguido por ser una persona serena y paciente pero esta vez, Lía la había llevado al límite. Sentía como toda la rabia acumulada en su interior subía por su pecho y viajaba hasta su garganta preparándose para salir expulsada—. ¡Estabas coqueteando con ese sujeto! ¡En mi cara! ¡Frente a mis amigos! —gritó apretando la botella que llevaba entre las manos
—¿De qué demonios estás hablando? ¡eso no es cierto! —¿De dónde había sacado eso? Estaba sorprendida, jamás la había visto actuar así, tampoco nunca le había gritado de esa forma.
—Por Dios, Lía. Todos se dieron cuenta... y ¿sabes qué? Ni siquiera es eso lo que me molesta —hizo una pausa tratando de contenerse, pero un par de lágrimas comenzaban a anidar en sus ojos—. Lo que me molesta es que, una vez más, no te detuviste a pensar en lo que yo sentía. No te importó.
—Creo que no estás pensando con claridad. Estás armando toda una historia en tu cabeza.
Kaedi clavó sus ojos tristes en ella, una sonrisa decepcionada se dibujó en su rostro. No podía creer que estuviera negando las cosas. Intentando hacerla sentir culpable por algo que ella había hecho mal. Recordó aquella vez cuando fueron a cenar con Joaquín y Melisa, en esa ocasión había podido justificarla un poco, estaba algo pasada de copas y se sentía amenazada por Lucía, pero, ahora las cosas eran distintas. No comprendía por qué era que Lía actuaba de esa forma.
—Necesitas enfriar tu cabeza, tal vez así te des cuenta de que me estás culpando injustamente, Kaedi —Tomó de nuevo su bolso y las llaves del coche. Se dio la media vuelta sin decir nada más y salió del departamento.
Kaedi se quedó de pie en medio de la habitación mirando hacia la puerta por donde Lía acababa de huir. Era eso lo que había hecho, en lugar de quedarse para arreglar las cosas, pedirle una disculpa o cualquier cosa prefirió huir. Dejó que las lágrimas corrieran despacio por su rostro. La sensación de vacío en su pecho era inmensa, no había nada más que oscuridad ahí. No pudo evitar preguntarse si las cosas serían siempre de esa forma. No quería eso, no estaba acostumbrada a ese tipo de desplantes. No había tenido que lidiar con ello antes y no estaba dispuesta a comenzar a hacerlo ahora, ni siquiera por ella.
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