XXIII
Se había ido a la cama con mal sueño. Después de su conversación con Kaedi no podía estar en paz. Aunque estaba herida y sentía que perdía no había mucho que pudiera hacer ahora. Y mucho menos cuando las cosas con Nina marchaban mejor que nunca.
Todo sucedió cuando regresó del viaje de la boda de su hermano. Desde su llegada, Nina la recibió como jamás lo hubiera imaginado. No hizo desplante alguno y tuvo el interés de preguntarle qué había pasado con su madre para que terminara en el hospital. Cuando Lía le contó, la rubia parecía un poco seria.
—Me alegra que esté bien. Un ataque al corazón es algo muy peligroso, la mayoría de los pacientes no lo soportan.
Nina comenzaba a cambiar su actitud. Preparaba el desayuno, iba por ella en su auto nuevo a trabajo y en ocasiones salían a comer fuera para pasar el rato juntas. Era como si un genio mágico hubiera salido de su lámpara a cumplir aquel deseo atrasado. Entre esa atención repentina de Nina, el trabajo y la universidad, Lía encontraba imposible hacer un espacio para Kaedi a pesar de que lo deseaba. Por eso es que había perdido contacto con ella tan de repente. Además, que Nina se comportara como una buena novia hacía que reconsiderara lo que estaba haciendo, a pesar de que la misma noche que había vuelto de su viaje se había fijado un plazo para terminar con ella. En ese momento pensó que era lo mejor, pero ahora sus planes se trifurcaban. No quería lastimar a Nina, no ahora que incluso parecía ser una mejor persona consigo misma. Dejarla la destruiría, quizá cometería una tontería si eso pasaba.
La miró dormir tranquilamente, ¿qué era lo que había pasado para que ella se comenzara a comportar de esa forma? se inclinó para darle un beso y la chica al sentir sus labios sonrió.
—Más te vale que continúes con ese beso —dijo sin dejar de sonreír mientras aferraba su mano al cuello de Lía.
—¿Quieres que continúe hasta que...?
Nina aferró sus manos al rostro de Lía para besarla. Aquellas caricias se intensificaron hasta que les fue imposible detenerse.
—¿Quieres hacerlo arriba? —preguntó la chica de ojos claros con un poco de sonrojo en las mejillas.
—¿Cómo? ¿Arriba de ti? ¿Te refieres a eso?
Nina hizo un gesto molesto. A veces odiaba que Lía no fuera capaz de interpretar las cosas con facilidad.
—Sabes a qué me refiero... no me hagas repetir nada, ven.
Nina quitó lentamente la ropa interior de Lía.
—Ahora sube hasta mi cuello, y abre tus piernas. Deja que...
Lía estaba tan excitada que hacía todo lo que la chica le pedía. Al ver el rostro rojizo de Nina entre sus piernas supo que aquello iba a convertirse en un gran espectáculo. Comenzó a moverse suavemente mientras Nina succionaba su interior con rapidez. Arqueó la espalda cuando sintió las manos de la rubia aferrando sus pechos e impulsándola para provocar un fino roce entre su lengua y su sexo.
—Dime...dime algo... —soltó de repente.
Lía se desconcentró un poco al escuchar aquello, ¿qué podía decirle? "¿qué rico?", "¿sigue así?" o quizá algo más rudo como "hazme gemir, te lo suplico".
—No sé...No sé qué decirte, sólo que lo haces increíble y que quizá me venga pronto...
Nina se detuvo. Quitó a Lía de encima y después de limpiar su boca se sentó en la orilla de la cama.
—Podrías decirme que me amas ¿no crees?
Lía suspiró. Se acercó lentamente hasta Nina para darle un beso en la mejilla pero la chica estaba recesiva.
—Amor, Nina. Eso lo sabes de sobra, cariño. Te amo, mucho, mucho.
—Tengo que irme a trabajar.
Nina se puso de pie mientras Lía continuaba con la mirada perdida y sintiéndose un poco mal por lo que había pasado. No solía ser muy expresiva cuando tenían relaciones, pensaba que con sólo gemir era suficiente como para que Nina supiera que seguía complaciéndola. Con Kaedi funcionaba, ella no desperdiciaba el tiempo con preguntas tontas. Aquella vez había sido inolvidable. A veces con sólo pensarla era sencillo poder llegar cuando se masturbaba en la bañera.
Nina comenzó a sacar su uniforme del closet y se quedó mirando a Lía que continuaba un poco pensativa con su cara de niña regañada.
—Hey, no te pongas así. Lo siento. Es sólo que... —la rubia titubeó, le era difícil poder expresar sus emociones—. Me gusta que me digas esas cosas, porque aunque no lo creas soy bastante romántica.
Lía se quedó mirando a la chica, en realidad no la estaba escuchando del todo. Continuaba pensando en Kaedi, en que ella sin duda no hubiera parado. Su recompensa no hubiera sido un te amo, sino tener la boca tan mojada que escurriera por sus comisuras.
—¡Vete al diablo, Lía! Me porto bien contigo ¿y qué recibo de ti? ¿Qué me ignores? ¿Qué me utilices de tu maldito consolador?
—Nina... ¿de qué hablas?
—¡Ni siquiera estás haciéndome caso!
Nina cerró la puerta de la habitación con fuerza después de tomar su uniforme.
Lía se dejó caer llevándose una mano al rostro, comenzaba a tener un fuerte dolor de cabeza. Maldición, pensó, tomó su celular e intentó llamar a Kaedi. "¿Dormiste con ella...?" escribió en un mensaje que no envió. Lo borró e intentó sustituirlo por algo menos directo pero bastante mordaz. "¿Dormiste bien?" Suspiró. Tomó el móvil y lo arrojó al otro lado de la cama.
Después de escuchar que su novia salió, se puso de pie de un salto y se cambió de ropa. Iría a casa de Kaedi, quería cerciorarse de que no hubiera hecho nada de lo cual se arrepentiría.
***
Despertó y lo primero que vio fue la espalda curvilínea de Lucía a su lado. Sonrió, de un momento a otro ese sentimiento dulce se volvió amargo. Estaba decepcionada con ella misma porque sentía que lo que acababa de hacerle a Lucía no tenía perdón. Había pensado claramente noches anteriores en que lo mejor era dejarla y que ambas continuaran con su vida, pero había fallado. Después de esa noche un adiós definitivo era tan difícil como un para siempre.
Caminó hacia la cocina y bebió un trago de té frío. En ese instante escuchó que Lucía se acercaba arrastrando los pies.
—Buen día, te has levantado bastante temprano. Eso es raro en ti.
Kaedi le sonrió. Vio que abría el refrigerador y comenzaba a preparar el desayuno como en los viejos tiempos, quizá llevada por una cotidianidad que nacía solo con ella.
—Me daré una ducha rápida —Dio media vuelta caminando hacía el baño.
—¿Quieres que te acompañe?, podemos hacer de esa ducha rápida algo lento y gratificante.
Lucía le guiñó un ojo pero la chica tomó una toalla y negó quizá un poco más fría de lo que hubiera querido. Se metió a la regadera y en ese instante escuchó que alguien tocaba a la puerta principal. Lucía fue quien abrió. Era Lía. Ambas se examinaron de pies a cabeza. Lía sintió un hueco en el estómago. Le miró las piernas desnudas, y la blusa de tirantes que dejaba salir parte de sus exuberantes pechos.
—¡Hey! ¡Eres la chica del supermercado!
Lía asintió. Intentó sonreír pero apenas si podía mantener su respiración tranquila.
Lucía se le quedó mirando durante un instante y al darse cuenta de que parecía un poco nerviosa, supo quien era en realidad.
—Eres Lía... —dijo con un tono de voz diferente. La observó de nuevo con detenimiento y titubeó un poco pero finalmente la dejó entrar—. Pasa, Kaedi está tomando un baño.
La chica caminó hacía la cocina y Lía la siguió detrás mientras dejaba su bolso en el sofá de la sala.
—¿Quieres desayunar? ¿Te gusta el pan francés?
—No mucho —contestó Lía con una voz fría.
Lucía la miró y sonrió al darse cuenta de que la chica ahora parecía molesta.
—Como quieras.
Kaedi salió del baño secando su cabello con una toalla y cuando vio a Lía y a Lucía compartiendo una misma habitación estuvo a punto de colapsar. Dejó la toalla de lado y se acercó hasta Lía que al percatarse de su presencia la fulminó con una severa mirada.
—¿Lía? ¿Qué haces aquí?
—Quería verte ¿es malo querer ver a mi novia?
Lucía quitó el sartén del fuego, y limpió sus manos con rapidez:
—Me voy para que puedan charlar.
Cerró la puerta de la habitación y de inmediato Lía apretó los puños. Estaba furiosa, sólo quería darle un par de bofetadas y quizá acabar con todos los libros de su repisa en venganza.
—¿Me puedes decir por qué hiciste eso? —le miró desconcertada.
—¡Te atreves preguntármelo! ¿Te la cogiste?
Kaedi volteó hacia la recámara. Tomó del brazo a Lía para llevarla a la sala y que Lucía no escuchara aquella conversación.
—¿Cuál es tu maldito problema?
—¡Tú eres mi maldito problema, Kaedi! ¿Una vez y te aburriste de mí?, ¿por eso regresaste con tu ex novia? —Las lágrimas habían comenzado a caer de sus ojos. No podía evitar aquello, porque sentía que en verdad estaba por perder a Kaedi.
—¿De qué carajo estás hablando? No... —suspiró, se llevó una mano a la cabeza al darse cuenta que Lía lloraba— ...no tienes derecho a reclamarme nada, ¡fuiste tú la que estuvo evitándome todos estos días después de lo que pasó! ¿Cómo crees que me siento con eso, Lía?
—No te estuve evitando, simplemente no tenía tiempo. Entre la escuela, el trabajo...
—...y tu novia —interrumpió—. Seguramente todo está bien con ella por eso ni siquiera me habías llamado.
Lía se dejó caer sobre el sofá llevándose las manos a la cabeza. No podía simplemente decirle que necesitaba estar con Nina porque temía que la chica se hiciera daño. Sobre todo ahora que parecía ser tan feliz. No era nadie para destruir esa alegría a pesar de lo que sentía por Kaedi.
—Estoy muy confundida, yo quería que termináramos pero cuando regresamos de ese viaje ella cambió, es como si fuese una mejor persona. No sé qué hacer...
Kaedi se acercó hasta Lía, era increíble que no pudiera darse cuenta del daño que le provocaba que dijera algo como eso.
—¿Sabes que, Lía? te diré lo que debes hacer, regresa con tu novia y no vuelvas a buscarme. Terminé con esto.
Lía miró a Kaedi como si no la reconociera, estuvo a punto de gritarle, de golpearla, pero al ver sus ojos supo que lo mejor que podía hacer era irse.
—De acuerdo —Se puso de pie, tomó su bolso y salió deprisa del departamento.
Kaedi se quedó mirando el cenicero en forma de dragón que Nailea le había traído desde China. Las cosas no habían salido como esperaba, ella no significaba nada para Lía y era doloroso saberlo. No la había cambiado en nada. En cambio, para ella, aquella chica ahora representaba más que un plan tonto entre amigas. Se dio cuenta de que sólo ella había podido hacerle rebasar sus propios límites, olvidar su amor propio y esa fuerza determinante con la que enfrentaba los golpes de la vida. Lía era la única que hasta el momento había quebrado su caparazón, el mismo que Lucía le había enseñado a reforzar. Se sintió débil, expuesta como un pequeño indefenso alejado de su padre. No se dio cuenta cuando fue que las lágrimas comenzaron a caer de sus ojos.
—¿Estás bien? —preguntó Lucía, hincada frente a ella.
Negó, se cubrió el rostro con ambas manos y comenzó a sollozar. Era la primera vez en mucho tiempo que Lucía la veía de esa forma. La recargó sobre su pecho mientras acariciaba su cabeza.
—Perdóname, Lucía. No mereces que te haga algo como esto...
La chica sintió un hueco en el estómago. Continuó consolando a Kaedi hasta que esta se quedó dormida con la cabeza en su regazo. Se preguntó si por ella había hecho lo mismo, si por ella había llorado de esa forma hasta hundirse en un profundo sueño.
...
Lucía continuaba acariciando la espesa cabellera de aquella chica. Era su paciente, no sabía si era apropiado abrazarla o simplemente consolarla con una caricia. Kaedi se aferraba con fuerza a su regazo sin dejar de sollozar, hasta que la alarma sonó.
— Lo siento, debe tener otros pacientes y yo...
— No te preocupes, puedes quedarte aquí el tiempo que gustes ¿te sirvo un vaso con agua?
Kaedi asintió. Lucía comenzó a servirle el agua sin dejar de mirarla. Había algo que llamaba su atención en esa peculiar chica. No sabía explicar la extraña atracción que había crecido durante ese par de meses de terapia. Pero sabía que no era profesional, no debía dejarse llevar bajo ninguna circunstancia por ese instinto.
Dejó el vaso en la mesita y volvió a sentarse junto a Kaedi quien continuaba limpiando sus lágrimas con el dorso de su camisa.
—¿Siempre le toca consolar a sus pacientes? —preguntó a la joven psicóloga quien le miró sonriendo.
—La verdad es que no. Pero no me molesta hacerlo si te hace sentir mejor.
—Me gustaría que lo siga haciendo. Usted me hace sentir segura —contestó inmediatamente la chica mirando con fijeza a su psicóloga.
Lucía no pudo evitar sonrojarse, temió ser muy evidente así que se puso de pie y volvió a su silla para entrar dentro de su papel en esa situación.
—Es parte de mi trabajo, Kaedi. Es mi deber ayudarte.
Se puso de pie y después de estrecharle la mano sus ojos coincidieron. Durante un instante fue lo único que vio y sintió que el corazón se le aceleraba. ¿Qué estoy haciendo? Pensó. Aquello que pasaba por su mente era una locura. Kaedi era su paciente, y era apenas una jovencita de diecisiete años. Ella era algunos años mayor y no era profesional aquello que pasaba por su cabeza.
La acompañó hasta la puerta y estando ahí Kaedi volvió a despedirse.
—Muchas gracias por todo. Mañana vendré a la misma hora.
—Te estaré esperando —dijo Lucía.
Kaedi sonrió y se inclinó para acercarse desprevenidamente hacia ella.
—¿En serio me estará esperando?
Lucía hizo un mohín nervioso y se retiró. Trató de aclararse la garganta y contestar con profesionalidad aquella pregunta, pero al verla de esa forma supo que la chica había dicho aquello con intención, aunque no podía entender cuál era. Kaedi sólo sonrió con un rostro divertido. Caminó por el pasillo del hospital mientras Lucía continuaba en la puerta observándola de lejos.
...
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