XVI
Al llegar a su departamento, descubrió que la luz estaba encendida. Nina debía estar ahí, esperándola con la fiereza de un lobo hambriento. Apenas entró, no se hizo esperar la guerra que desde el día anterior le aguardaba.
—¡¿Dónde demonios estabas?! —preguntó la rubia hecha un demonio, mientras caminaba hacia ella.
Lía respiró hondo y se mantuvo sosegada, caminó en dirección a la habitación dispuesta a darse un baño. Podía sentir la presencia iracunda de la chica detrás de ella, pero no tenía ganas de discutir ni tratar de convencer a su novia de que no había estado haciendo nada malo:
—Ahora no, por favor, Nina, tuve una pésima noche.
—Me imagino —soltó con ironía sin dejar de mirarla con ojos fúricos— llamé a Fabián y me dijo que no estuviste con él, parecía que ni siquiera sabía que saldrían.
—Estuve en el hospital con Nailea, fue por eso que no respondí tus llamadas —le dijo volviéndose hacia ella para mirarla a los ojos.
Al ver la expresión en su rostro, Nina se tranquilizó un poco:
—¿Qué sucedió? —preguntó, esta vez con genuino interés.
—Tuvo un accidente, ella y el estúpido ese con el que sale conducían ebrios y drogados. Afortunadamente no le pasó nada grave.
—Sabía que tu amiga no iba a terminar bien —respondió sin más y caminó hacia la sala. Se sentó en el sofá, como si aquella situación fuera tan mínima que no valía la pena discutir o hablar más al respecto.
—Nina, esto es grave. Nailea no está bien, necesita ayuda. Al parecer ese tipo ha estado abusando de ella —le habló desde el marco de la puerta de la habitación.
—No hay mucho que puedas hacer, amor. Si ella sigue con él es su decisión —contestó Nina volviéndole a poner atención—. Además, no es tu culpa que se meta en problemas.
—No, pero es mi amiga y mi deber es estar con ella y apoyarla —dijo finalmente regresando a la habitación para terminar de desvestirse. No podía soportar el nivel tan bajo de sensibilidad y la falta de empatía de Nina en ese momento. ¿Qué demonios pasaba por su cabeza al culparla por haber sufrido un abuso? Nada justificaba la violencia que ese idiota ejercía sobre su amiga.
En ese momento alguien tocó a la puerta. Por un caótico instante pensó que podía ser Kaedi. Fue Nina quien se puso de pie para abrir la puerta y para su sorpresa eran dos chicos que pensó, durante un instante, quizá eran vecinos nuevos.
—Hola, disculpa estamos buscando a Lía
—¿Y ustedes son? —preguntó la rubia aun algo malhumorada.
Lía volvió a colocarse la ropa rápidamente y se acercó al escuchar la voz de aquel joven, se inclinó hacia la puerta para verlo y reconocer una expresión familiar en él.
—¿Joaquín? ¿Qué haces aquí? Pasen por favor.
El joven sonrió resplandecientemente ante una similitud de la cual Nina no se había percatado hasta ese momento. Lía fue hasta él y lo abrazó con fuerza mientras éste regresaba aquel afecto.
—Esperamos no ser inoportunos —dijo el chico mirando a Nina ahora.
—Por supuesto que no —intervino Lía con alegría.
Fue ella quien se quedó inmersa en la chica de cabello castaño y largo con los ojos grises que su hermano llevaba a un lado. Hizo una señal como para hacerle notar a Joaquín su descortesía.
—Pero que tonto, ella es Melisa.
—Es un placer conocerte al fin, Melisa —le saludó entusiasmada, dándose cuenta de que su cuñada era realmente preciosa.
—Lo mismo digo. Joaquín me ha contado cosas maravillosas de ti.
Lía los llevó hasta la sala donde había un gran desastre, tazas con té, ropa y expedientes del trabajo en todos lados. Intentó recoger mientras Nina los acompañaba sin dejar de mirarlos. Se quedó de pie un poco más lejos, observándolos. Aquella escena de la familia feliz no convencía a nadie, sabía de antemano que la familia de Lía era incapaz de aceptar su bisexualidad y que su madre solo tenía ojos para su hermano. El día que había concebido a ambos mellizos los había amado por igual, pero ahora para ella solo existía Joaquín. Era a él a quien presentaba como su mayor logro mientras evitaba a toda costa tener que mencionar a Lía.
Joaquín sentía la mirada penetrante de Nina así que volteó a verla, pero la chica ya se había dirigido a otro lado.
—Cielo, ven aquí —pidió la chica, una vez que estuvo frente a su hermano y su novia—. Ella es Nina, mi novia.
Joaquín se puso de pie emocionado mientras estrechaban sus manos. Nina los saludó con cortesía, pero no podía con esa clase de hipocresías. Que después de tanto tiempo Joaquín se presentara en casa de su hermana sólo para invitarla a su boda era una grosería, ni siquiera tenía la molestia de llamarle o buscarle en otras ocasiones.
—Tengo que salir, volveré más tarde. Mucho gusto.
Vio a su chica ponerse de pie con ese inexpresivo rostro. Luego reparó en su hermano y su cuñada que parecían algo preocupados por aquella extraña actitud, así que se disculpó y se puso de pie para ir detrás de ella
—Espera, ¿a dónde vas?
—A cualquier otro lado donde no tenga que verte jugando a la familia perfecta.
—Nina, baja la voz, ¿de qué hablas? —le pidió, echando un vistazo hacia donde se encontraban sus invitados, esperando que no hubieran escuchado pero sabia que era imposible.
—Olvídalo. Llámame cuando tu hermano se vaya y no estés ocupada jugando a la niñera con Nailea.
Al cerrar la puerta Lía esperaba de verdad que su hermano no hubiera escuchado ninguna de las niñerías tontas de su novia. De lo contrario estaría muy avergonzada. Regresó hasta la sala y encontró a su hermano con ese semblante que ella misma hacía cuando estaba incómoda en algún lugar.
—¿Llegamos en mal momento? —preguntó algo preocupado.
—No, para nada. Me alegra mucho que estén aquí —respondió un poco apenada.
Sintió la mano de su hermano sobre la suya y ambos compartieron una sonrisa. Tenía tiempo que no se veían, hacía más de dos navidades que había decidido no volver a casa. Joaquín reprobaba aquella situación, pero se mantenía al margen de la relación de su hermana con su madre, era quizá eso lo que molestaba un poco a Nina. Era lógico pensar que al ser hermanos mellizos su apoyo sería aún más incondicional. Pero no podía culpar al chico, él no conocía la verdad que tanto su madre como su hermana guardaban. Muy probablemente de saber la versión completa de la historia la cosas habrían sido muy distintas para todos. Sin embargo, Joaquín creía que aquella rencilla de toda la vida entre ambas era consecuencia del carácter tan similar que compartían.
Estuvieron charlando durante un rato, Joaquín y Melisa le entregaron la elegante invitación de su boda y en ese instante a su móvil entró una llamada. Era Kaedi, sonrió sin darse cuenta y su hermano y su cuñada notaron su repentino cambio de humor. Se disculpó y contestó ahí frente a ellos.
—¿Hola?...no, estoy en casa ahora. No te preocupes, entiendo que estés molesta, pero no creo que sea la forma de hacer las cosas... No lo sé, ¿te puedo llamar más tarde?... no, no es eso, mi hermano está aquí...sí, de acuerdo, te llamaré. Adiós.
A partir de esa llamada Lía se sintió más tranquila, así que invitó a cenar a sus invitados a un restaurante cercano. Durante la cena continuaron charlando sobre la boda, ambos se venían entusiasmados y enamorados. Era la primera vez que lo veía de esa forma. Joaquín tenía fama de don Juan así que una parte de ella no podía creer que pronto sentaría cabeza.
—... De verdad es importante para mí que estés ahí, Lía.
La chica sonrió y tomó la mano de su hermano. Estaba feliz por él, pero pensar en compartir un instante con su madre le causaba un dolor constante en el estómago. Joaquín podía darse cuenta de que eso era lo que más temía, así que aferró su mano con fuerza.
—Sé que mamá y tú no tienen la mejor relación pero, ya sabes como es. Simplemente ignórala. Es más, ni siquiera tendrán que compartir mesa.
—¡Joaquín! —exclamó Melisa dándole un leve golpe en el brazo.
—¿Qué? Lo digo en serio.
—¿Papá estará ahí? —preguntó Lía.
—Dijo que sí, pero no lo sé. Ya sabes que es muy sensible, probablemente llore durante toda la ceremonia.
Los chicos echaron a reír. A diferencia de su madre, su padre era un hombre mucho más blando, tanto así que esa había sido la razón de su separación. Era un figura completamente ausente en la vida de sus hijos, el poco tiempo que vivieron juntos jamás tomó parte en la crianza de estos, se mantenía al margen aceptando todo lo que su ex mujer imponía. Una vez que se divorciaron él se fue a vivir al extranjero. Intentó mantenerse al pendiente de ambos pero Lía y Joaquín lo habían visto solo en contadas ocasiones. El único contacto que mantenían era a través de escasos mensajes y llamadas, postales de los lugares que visitaba y depósitos mensuales con los cuales el hombre pretendía cubrir sus carencias afectivas.
—Puedes traer a Nina. Quizá puedan quedarse un par de días, apuesto que le encantará la ciudad.
Lía suspiró. No iba a decirle a Joaquín nada sobre Nina, había visto lo suficiente como para darse cuenta de cómo era. Era obvio que estaba siendo cortés, porque evidentemente no le había simpatizado en lo más mínimo.
Terminaron su cena y Lía los invitó a pasar la noche con ella para que no tuvieran que pagar un hotel.
—No es ninguna molestia, Joaquín.
—No te preocupes, hermana, ya tenemos la reservación, además tenemos que regresar temprano.
Se despidieron con un beso y un abrazo, tomaron un taxi rumbo al hotel en donde se hospedarían mientras ella conducía de vuelta a su departamento en donde Nina ya debía estar.
La chica entró sin decir nada. Se sentía un poco herida por la actitud tan estúpida de su novia. Había sido grosera con sus invitados comportándose como una niña berrinchuda y maleducada. Comenzó a desvestirse para echarse a dormir. Nina la observaba seria y concentrada en lo que hacía.
—¿Estás molesta? —le preguntó una vez que estuvo recostada a su lado.
—No, Nina, estoy cansada, quiero dormir.
La rubia rodeó el cuerpo de Lía en un abrazo intentando besarla también, pero ella se resistía.
—Lamento lo de esta tarde, fui muy grosera —dijo girándose en la cama para quedar frente a ella—. Pero entiéndeme, amor. No puedes pedirme comprensión cuando sé la clase de vida que has tenido gracias a tu familia.
—Nada de lo que he pasado es culpa de Joaquín. Él siempre se ha portado bien conmigo, a pesar de mamá.
—Pero es por causa de él que tu madre te trata de esa forma, ¿no dices que siempre está comparándote? presumiéndolo como su mayor logro mientras a ti te oculta como si fueras lo peor. Además, sólo ha venido a su conveniencia, dime ¿te llama seguido para saber si estás bien?
Las palabras de Nina parecían tener más sentido si lo pensaba detenidamente, pero aun así. Joaquín jamás se había comportado como un idiota con ella por su sexualidad, en todo caso comprendía que su hermano se encontrara al margen porque no podía ponerse de ningún lado si se trataba de su hermana y su madre.
—Ya te lo dije, Nina, no es culpa de mi hermano que mi madre me odie.— le dio la espalda, se cubrió con la cobija mientras podía sentir los labios húmedos y suaves de Nina sobre sus hombros recorriéndola.
—Bien, tienes razón —dijo un poco más seria, poniendo una de sus manos entre la ropa de su chica—. No quiero que discutamos más. Quiero que estemos bien por un momento.
Nina encontró los labios de Lía para darle un apasionado beso, aunque la chica se resistió a primera instancia, después de un rato de besos y caricias terminó por hacer el amor con ella...
Unas horas después Nina estaba estudiando para un examen sosteniendo su libro con una mano mientras acariciaba la espalda de Lía con la otra. La chica estaba pensativa, no sólo por lo que había pasado, sino por lo de la boda, sin duda no quería ir y mucho menos sola. Así que dada la actitud complaciente de la rubia pensó que quizá ella podía acompañarla. Cuando se lo planteó, la chica dejó de lado el libro y la miró fijamente como si aquellas palabras le indignaran.
—Es broma, ¿no?
—Es en serio, Nina. Me gustaría llevar a mi novia a la boda de mi hermano.
Nina suspiró, dejó el libro a un lado y se llevó una mano a la cara.
—¿No habías dicho que si tu madre llegaba a conocerme nos mataría a las dos?
La chica sonrió y se reincorporó para besarla en los labios:
—Quizá exagere un poco, además mamá no importa, es la boda de mi hermano y él nos invitó.
—No lo sé, Lía. Conocer a tu familia implicada demasiado...
—¿Compromiso? —intervino con un tono de voz diferente—. Creí que querías formar una familia conmigo.
—Sí —respondió Nina— pero eso no significa que quiera relacionarme con tu familia; ni siquiera me interesa relacionarme con mi propia familia.
Lía suspiró. Aquello era un no definitivo. Qué rápido había acabado la hora de las complacencias. Siempre era lo mismo: hacía algo malo, se portaba bien para compensar su tontería y de nuevo volvía a ser como siempre, arrogante y amargada.
—Bien, ya entendí. Olvida que te lo pedí. Buenas noches —dio la media vuelta y cerró los ojos. Sólo quería que fuera otro día, que pasara rápido y quizá podría ver a Kaedi. La abrazaría, le daría un par de besos y esta vez no habría nada ni nadie que impidiera que pudieran terminar aquello que habían comenzado en la librería.
—Por favor, Lía, no te enojes —insistió la rubia, volviendo a poner sus labios sobre su piel.
—No estoy enojada, estoy cansada. Quiero dormir.
Dio la media vuelta de regreso para quedar de frente a Nina, a quien tomó del rostro y dio un beso despacio para luego cerrar los ojos y quedarse profundamente dormida.
Por la madrugada, un mensaje llegó al móvil de Lía. Se preguntó quién podría ser a esa hora. No podía pensar en alguien tan insensato como para hacerle algo así. Por un segundo la preocupación se apoderó de ella, quizá se trataba de su hermano, pensó que tal vez habrían tenido algún problema y necesitaba su ayuda, después de todo no conocían a nadie más en esa ciudad. Cuando abrió el mensaje vio que era de Kaedi:
Se puso de pie lentamente evitando hacer el menor ruido. Se acercó hasta la ventana y para su sorpresa Kaedi en realidad estaba ahí recargada sobre su cacharro color arena. Le hizo una señal de que saldría en un momento. Fue por unos zapatos y bajó corriendo del edificio. Cuando llegó donde la chica, esta la esperaba con su ropa de dormir y los brazos extendidos. Lía se inmoló a ella en un tierno abrazo para aspirar el delicioso olor de su cabello. Le dio un beso en la boca sin dejar de acariciarla mientras Kaedi la rodeaba por la cintura.
—¿Qué haces aquí? ¡Estás loca! —le preguntó, aferrando sus manos al cuello de la chica.
—Lo siento, de verdad quería verte. Ni siquiera me despedí en el hospital y te debo una disculpa por mi reacción.
Volvieron a besarse y se sentaron en un espacio en donde Nina no pudiera verlas si es que se asomaba por la ventana. Se sentían como Romeo y Julieta. Su amor fugitivo era algo que en realidad encantaba a Lía que siempre había querido tener un amorío de novela.
Se sentaron a charlar en el cordón de concreto de la banqueta. La chica le contó sobre la boda de su hermano, su visita y la actitud de Nina frente a estos. Ella la escuchaba atentamente, siempre eran los mismos argumentos los que rodeaban a la rubia, siempre los mismos calificativos. Comenzaba a cansarse pero quería darle la oportunidad a Lía de desahogarse.
—...Lo siento, no debería estarte hablando de ella.
— Descuida —intervino— no me molesta. Lo que me molesta es su actitud, pero es algo que no pienso juzgar.
Se quedaron en silencio durante un instante, hasta que Lía reflexionó la situación.
—¿Tú irías conmigo? —preguntó a la chica quien hizo un gesto obviando su respuesta.
—Claro, si yo fuera tu novia me encantaría acompañarte a un evento de esa magnitud. Se trata de tu hermano.
—Entonces, ¿me acompañarías?
La chica parecía entusiasmada, Kaedi la miró un poco incómoda con la situación. Prácticamente le estaba ofreciendo ser el reemplazo de su insoportable novia a quien seguramente su hermano no había encontrado agradable. No era lo correcto, no quería simplemente ser aquello que Lía tenía cuando eso otro no le funcionaba. ¿Qué iba a ser? ¿Su chica en banca? ¿Un par de baterías de repuesto?
—Me estás invitando únicamente porque tu novia no aceptó —Se puso de pie, se dio cuenta de que en realidad había sido un error haber correspondido a su impulso de ir a buscarla a esa hora de la noche—. Soy simplemente eso, tu segunda opción.
—Kaedi, no, no digas eso —dijo Lía un poco confundida.
—Descuida, Lía, tengo que acostumbrarme a que las cosas son así —continuó, fingiendo tomar aquello con tranquilidad. Le dio un beso en la mejilla y se despidió—. Buenas noches.
Lía la sujetó de la mano. No iba a permitir que se fuera así, de ninguna manera pensaba en ella como una suplente de Nina. Al contrario, ambas eran más bien una antítesis, pensó que quizá si una había dicho que no la otra muy probablemente aceptaría de buen gusto.
—Kaedi, espera por favor. No te pongas así.
—No te preocupes, Lía. Hablamos mañana.
Kaedi esbozó una sonrisa apenas visible y besó su frente. Caminó rumbo a su Caribe y se marchó. Lía se quedó ahí, quizá si había sido un poco injusta con ella, le había pedido que la acompañara precisamente después de contarle que su novia se había negado, no podía exigirle más ¿con que cara? esa misma noche había hecho el amor con Nina y ahí estaba, diciendo ese tipo de cosas y esperando que reaccionara a su gusto sin ponerse a pensar en sus sentimientos. Aunque las cosas no fueran claras, pensar en que Kaedi quizá también pudiera estar con alguna otra chica le parecía algo horrible.
Pensó en lo que le había dicho a Nailea, lo suyo no tenía nombre. Entonces, ¿qué eran? ¿hasta dónde alguna de las dos podía exigir algo?
Subió hasta el departamento, fue por su almohada, una cobija y se quedó recostada en el sofá. Teniendo claro que esa noche no volvería a dormir.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro