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XV

Una de las enfermeras las acompañó hasta donde estaba la chica. Cuando entraron, ninguna de las dos podía creer que aquella fuera su amiga ¿dónde había ido el brillo de esos hermosos ojos verdes? Nailea parecía estar muerta en vida, sus quijadas estaban marcadas, tenía enormes ojeras bajo sus ojos, sus preciosos labios rosados no tenían más el color y la vida que antes. Llevaba una férula en el brazo. Era quizá el único daño que se había hecho en el accidente. En cuanto vio a sus amigas volteó la mirada, Kaedi fue la única capaz de llegar hasta ella y besarla en la frente. Sintió las lágrimas de su amiga caer sobre su rostro.
—¿Por qué, Nailea? No puedo entenderlo...
La chica no dijo nada. Kaedi la miró intentando reconocer aún a su amiga en aquella triste sombra de lo que ahora era Nailea. No parecía estar ahí, ni en ningún otro lado. No parecía ser la misma chica a quien le ayudaba a estudiar historia faltando quince minutos para el examen, o aquella que lloraba en sus brazos cuando algún sujeto le salía con una mala jugada. Bajo ese semblante, quedaba poco de lo que recordaba de su amiga.
—Qué más da si te digo por qué. No lo entenderías jamás.
Kaedi sintió que por la garganta le pasaba una corriente de fuego, que no era otra cosa más que impotencia. Estaba furiosa con Nailea y consigo misma. No podía entender cómo es que había permitido que eso pasara.
—Lo importante es que estás bien, Nailea. Y me da gusto que así sea —Lía se inclinó hacia ella, tomando su mano con ternura para llevársela a los labios. 
La chica le sonrió:
—Ya me quiero ir de aquí, sólo me rompí el brazo. Los médicos son tan exagerados... —bromeó y por un instante volvió a ser ella.
Kaedi y Lía sonrieron. Pero sabían que eso no era posible. La iban a dejar ahí quizá hasta el siguiente día .
—Estaremos contigo, ¿de acuerdo?
Nailea intentó sonreír de nuevo pero incluso ese pequeño gesto le costaba el mayor de los trabajos, inclinó su cabeza agotada hacia un lado y en poco tiempo se quedó dormida. En la habitación había un sofá de una sola plaza donde Kaedi se sentó y luego le pidió a Lía que hiciera lo mismo, la chica se recostó sobre sus piernas mientras ésta la contraía para sí. Sentía sus glúteos en sus muslos, y Lía los pechos de Kaedi ciñendo su espalda. En otras circunstancias, habrían dado rienda suelta a lo que tenían pendiente. Pero ahora mismo no podían pensar siquiera en eso. Se acurrucaron y de un momento a otro, Lía escuchó sollozar a Kaedi, intentó voltear pero la chica continuaba aferrada a su espalda sin poder contenerse. Lía sostuvo sus manos que rodeaban con fuerza su cintura. Era la primera vez que escuchaba a Kaedi llorar, llorar en serio, con el sentimiento anidado en la garganta que hace imposible hablar.
Se acurrucó a su lado después de que pudo tranquilizarse, estaba dormida. Lía le dio un beso en la frente, cubriéndose a ambas con su suéter azul.

***

Por la mañana, Nailea había despertado sintiendo un frío que se le incrustaba en el pecho. Tenía tanta sed y dolor de cabeza que dudó algunos minutos en abrir los ojos. Contempló satisfecha la escena de Lía y Kaedi compartiendo un pequeño espacio en el mundo, tan cerca y abrazadas, tan adorables. Sonrió.
En ese momento llegó una enfermera, entró con el desayuno pero Nailea se resistía a comer algo como eso.
—Podría comerme un elefante y usted me trae gelatina con fruta, olvídelo.
Kaedi despertó mirando que Lía también abría lentamente sus ojos. Habían dormido pésimo, pero juntas. Les dio gusto escuchar que al menos el humor de Nailea volvía. Eran buenas noticias. Se pusieron de pie. Kaedi se sentó en la orilla de la cama mientras la enfermera acomodaba la charola.
—No se preocupe, haremos que coma.
Nailea lanzó una mirada fastidiada e infantil a Kaedi. Eran usuales, inclusive las extrañaba tanto que no pudo evitar sonreír. La chica se quedó mirando su plato y se encogió de hombros para dar el primer bocado, no iba a ganarle a Kaedi y menos con un brazo de desventaja.
La chica la observó comer su fruta con calma, nadie dijo nada. Únicamente el sonido de las máquinas se escuchaba en la habitación. Cuando terminó el desayuno Kaedi fue quien rompió el silencio.
—Ahora tenemos que hablar —dijo con tal severidad que Lía levantó su mirada.
—¿De qué, Kaedi? Fue un accidente.
—¿Sabes por qué te quedaste un día más en el hospital? —observó a la rubia negar nerviosa—. Porque ese maldito suero que ves ahí te está drenando. Nailea, ¿cuándo empezaste con todo esto?
La voz de Kaedi temblaba, Nailea estuvo a punto de quebrarse pero pudo sostener su temperamento.
—Yo...no lo sé. Al inicio fue divertido. No sé cómo terminé aquí.
—¡Fue por él! ese maldito idiota te hizo esto ¿no es así? ¡Nai, contesta!
Nailea negó, comenzó a llorar mientras no dejaba de negar y justificar a su novio. Lía fue hasta ella para abrazarla, Kaedi estaba siendo demasiado dura en su intento por ser buena amiga.
—¡Deja de defenderlo! Ese idiota abusó de ti, te pegó, te drogó y quizá te...
—¡Es suficiente, Kaedi! —intervino Lía mientras Nailea lloraba con fuerza aferrada a su pecho—. Quizá deberías salir a despejarte.
Kaedi comprendió que había sido muy dura debido al estado tan vulnerable en el que se encontraban. Se disculpó y salió de la habitación.
Caminó a pasos agigantados y para su sorpresa se topó justo con Diego, quien llevaba únicamente una venda en la muñeca. Traía consigo un ramo de flores en la otra mano y pudo reconocer a Kaedi.
—¿Qué mierda estás haciendo aquí? —gritó la chica haciendo que algunas personas voltearan.
—Vine por mi novia —Diego intentó seguir su camino pero la chica se interpuso—. ¿Cuál es tu maldito problema? hazte a un lado.
—Eres un infeliz ¿cómo te atreves a venir? ¡lárgate de aquí!
Kaedi sentía que comenzaba a temblar de la rabia mientras podía ver en el rostro de Diego una sonrisa cínica, aquello le satisfacía.
Se acercó lentamente a ella, intentando tomarla por la barbilla pero la chica quitó su mano con destreza.
—¿O si no que, preciosa? —preguntó el chico sin dejar de sonreír.
—O si no llamaré al doctor para que le entregue a la policía los exámenes que muestran cómo abusaste de Nailea.
Se acercó hasta él sin dejar de mirarlo. Si hubiera podido lo habría asesinado con sus propias manos en ese momento. Diego era un cínico al ir hasta allá después de lo que había pasado.
—No sé de qué hablas —dijo con nerviosismo. 
Era un cobarde, pensó Kaedi, sólo un patán podía hacer algo así y aparecer con flores como si nada.
—He escuchado que a los violadores como tú no les va muy bien en prisión.
—¿Te crees muy lista? —Se acercó hasta Kaedi pero un sujeto no dejaba de observarlos así que se contuvo—. No tienes idea de con quién te estás metiendo —le susurró muy cerca del oído.
Pero Kaedi no iba a callar, todos se enterarían de la clase de basura que era Diego.
—El que no sabe dónde se metió fuiste tú, imbécil. Además, ¿qué dirá tu papito cuando sepa en qué estás malgastando su fortuna?
—¿Me estás amenazando?
—No te quiero cerca de ella, no pienso repetirlo.
Kaedi se alejó y se dio media vuelta para marcharse. Lo escuchó a lo lejos decirle que eso no se iba a quedar así. No lo dudaba, pero no iba a vivir con miedo sólo por las amenazas de aquel sujeto. Conocía a los de su tipo, eran fanfarrones lengua suelta que se escondían bajo el bolsillo de sus padres, tal como Nailea en ocasiones.

***

Con el sonido de la máquina de fondo, Lía y Nailea se encontraban charlando. Trató de distraer a su amiga al hablar de otras cosas, el trabajo, los pendientes escolares, todo lo que les permitiera darle vuelta al asunto de Diego. Se sentó junto a ella en la cama, acariciando su rubio cabello como el de Nina. Hasta que el sentimiento se apoderó de ella y lloró durante unos minutos. Lía intentó tranquilizarla, con ese acercamiento había logrado justo lo que esperaba, que Nailea se desahogara.
—¿Te sientes mejor? —preguntó sin dejar de acariciar su cabeza.
—Estoy bien... gracias por estar aquí.
En los labios de Nailea intentó formarse una sonrisa, pero fue apenas visible su tranquilidad.
—No tienes que agradecer. Es nuestro deber.
—Sí, bueno, y tampoco es como si pudieras quejarte, no dormiste nada mal anoche, ¿verdad?
Lía comenzó a sonrojarse. Recordó la forma en la que había dormido en ese sillón y la paz con la que había conciliado el sueño. De no haber sido porque estaban en ese hospital, sin duda habría sido un hermoso momento. Nailea la observó y rio mientras le daba un codazo, recuperando por un momento su buen humor.
—...y al parecer tampoco la pasaron mal después de la cena.
Lía sonrió. No recordaba la foto que le había enviado a su amiga esa noche.
—No pasó nada, sólo fuimos a beber un extraño trago y a ver el amanecer.
—¿Pasaron la noche en un motel y sólo bebieron margaritas y vieron el amanecer? Lía, me ofendes. ¿Cuántos años crees que tengo?
—Es en serio —insistió— Kaedi es muy tranquila y respetuosa. No pasó nada.
Nailea sonrió y le tomó la mano a su amiga; así era, Kaedi era casi como un caballero y por eso ella la había escogido para ayudarla en esa misión.
—¿Y entonces? —Se inclinó hacia su amiga sin dejar de hacer esa expresión traviesa con sus ojos esmeraldas—. ¿Qué es exactamente lo que pasa entre ustedes?
Lía suspiró, casi de manera inmediata el recuerdo de Nina le atravesó el pensamiento. Se puso de pie lentamente para llegar a la bandeja del desayuno de Nailea, que estaba frente a la cama, y tomar una fresa para después meterla en su boca.
—No me presiones. No existe un nombre para algo así y los que se me ocurren no me gustan.
Nailea la observó fijamente. Nunca hubiera creído que las cosas llegaran tan lejos con ellas. Y pensar que todo había surgido como una proposición egoísta que le había hecho a Kaedi.
—De acuerdo no presionaré, pero promete que le darás una oportunidad —observó a Lía reír anted su propuesta, era una buena señal, su amiga lo estaba considerando—. Por favor, Kaedi es una chica increíble. Y se ven tan lindas juntas...abrazadas, durmiendo incómodamente cómodas en ese pequeño sofá, ¡me encantan!
Lía sonrió de nuevo ante el entusiasmo de su amiga. Pero por dentro un torbellino se le anidaba en el pecho, sentirse atraída por Kaedi era algo que a esas alturas no podía negar. Pero no podía definir exactamente qué clase de sentimientos tenía por ella cuando en realidad estaba con alguien más. Le gustaba, de eso no había duda ¿Pero era sólo algo físico o emocional? ¿Era quizá la tensión que le producía que dejara de lado el asunto sexual y se dedicara a los detalles? o que en ocasiones era inevitable compararla con Nina y darse cuenta de que su relación estaba lejos de lo que debía ser una relación "funcional". No estaba segura de que pudiera tener una relación perfecta con Kaedi, pero de lo que sí estaba segura era que ahora no la quería fuera de su vida.
Continuaron charlando mientras esperaban al médico para que la diera de alta, Lía tomó su celular después de darse cuenta que en toda la noche no se había percatado de él. Tenía una cantidad exagerada de llamadas perdidas de Nina y otro montón más mensajes poco amigables. Había olvidado por completo avisarle o darle alguna señal de vida.
En ese momento, una llamada de Kaedi entró:
—¿Todo bien? ¿Dónde estás? —preguntó algo preocupada.
Pon a Nailea en el teléfono.
No le gustaba mucho el tono de voz que manejaba Kaedi así que le pidió que fuera amable. Jamás la había escuchado de esa forma. Era como si fuera otra persona. Caminó hasta Nailea entregándole el celular y diciéndole que era su amiga.
—¿Qué pasa?
Llamé a tus padres, van para allá.
—¿¡QUÉ HICISTE QUÉ!? Kaedi, ¿cómo...
Cálmate, únicamente les dije que tuviste un accidente en el auto. Escucha, Nailea ,no les dije nada más pero sólo por esta vez. Vas a parar con esa mierda ahora ¿entendiste? y si vuelvo a ver a ese imbécil a tu lado, les diré todo.
Nailea había comenzado a llorar, Lía la miraba preocupada y fue hasta ella para tranquilizarla e intentar tomar el teléfono y poner en su lugar a Kaedi, no podía creer que fuera así de insensible; pero Nailea ahora estaba furiosa.
—¡Vete al diablo, Kaedi! ¿Me estás escuchando? ¡Puedes irte al diablo!
Colgó y le entregó el celular a su amiga. Se puso de pie y comenzó a quitarse la bata para ponerse su ropa.
—¿Qué sucedió? —preguntó Lía asustada.
—Llamó a mis padres, ¿cómo pudo hacerme eso? ¡Yo jamás le hubiera hecho algo así!
—Nailea, entiéndela. Está preocupada, no es justo que te molestes con ella.
La chica continuó vistiéndose, sin importarle quedar totalmente desnuda frente a Lía. Intentó ponerse el sostén con dificultad pero al final lo dejó ahí y se puso únicamente una chaqueta.
—¿También tú me vas a echar todo en cara?
—No, y ni siquiera pienso culpar a tu novio de esto. Porque eres un adulto y eres libre de tomar tus propias decisiones, sé  también que eres muy inteligente y tomarás una decisión correcta esta vez ¿verdad?
Nailea desvió su mirada para evitar encontrar los ojos de su amiga. En ese instante una enfermera entró para revisarla, en cuanto la vio se recostó sobre la cama. La enfermera le dijo que salir sin autorización era una tontería en su estado y lo mejor era que volviera a ponerse la bata y esperar hasta que su médico la revisara adecuadamente. Nailea obedeció para sorpresa inclusive de ella misma y sus padres entraron después. Su madre fue la primera en entrar con los ojos azules desorbitados, era una mujer muy hermosa a pesar de su edad, rubia y radiante como su hija. Su padre iba abochornado, era regordete y un poco bajo, pero sus rasgos eran bastante afilados y podía verse mucho de la belleza de Nailea en él.
—Princesa, ¿por qué no nos llamaste? Habríamos venido de inmediato.
Nailea miró a Lía preocupada en cuanto sus padres entraron. Esperaba que en realidad Kaedi no les hubiera dicho nada más, porque de ser así estarían devastados.
—Lo sé, papá. Pero no quería preocuparlos. Lo siento. — Contestó mientras ambos se ponían a sus costados como dos siervos y llevaban sus manos hasta su rostro y cabello para acariciarla y llenarla de besos.
—No te preocupes, ya estamos aquí vas a estar bien.
Lía pensó en sus propios padres, si ella hubiera tenido un accidente quizá las cosas habrían sido de otra forma. Su padre le habría mandado algo de dinero y una postal que llegaría meses después, y su madre sentiría una gran preocupación porque nadie se enterara de que su hija era adicta así como se había empeñado en que nadie supiera nada acerca de su sexualidad.
—Diego llamó, está muy preocupado, dice que volverá hoy mismo de su viaje.
Lía estaba sorprendida, ¿hasta dónde había llegado Nailea para mentirles de esa forma a sus padres? Sin duda el infeliz de Diego la tenía bajo su total control.
—Hablé también con él. Le dije que no se preocupara, no fue nada en realidad.
—¿Qué fue lo que sucedió, mi amor? —preguntó su madre.
—¡Cómo se te ocurre preguntarle eso!, ya escuchaste a los del seguro y a la policía. Fue culpa del otro imbécil que se estrelló contra mi princesa —aclaró su padre—. Dijeron que ibas en estado inconveniente pero no eras tú quien manejaba el auto.
El rostro de Nailea palideció. Pero ella era astuta, era buena para sacarse las mentiras de la manga. Así que tranquilizó a sus padres diciéndoles que había sido un amigo de la escuela, que había conducido cansado y por eso no habían podido esquivar el automóvil. Lía la observó mentir hasta la última palabra. Comenzó a sentirse mal por los preocupados padres, y con ella misma por ser cómplice de algo tan delicado como aquello.
—...Pero estoy bien, sólo quiero irme a casa —dijo finalmente, haciendo un gesto aniñado.
A lo que su padre respondió con caricias y besos.
—Por supuesto, princesa —intervino el hombre—. Nos iremos de inmediato. Y te quedarás con nosotros. Tu madre y yo nos sentiremos más tranquilos.
—Además Kaedi estaba muy preocupada, ella también se sentirá mejor de saber que estás con nosotros —continuó su madre.
Las dos chicas compartieron miradas. Lía sabía cuánto detestaba su amiga que las cosas no salieran como ella quería, era una chica mimada después de todo. Además, Kaedi había ganado la batalla pero no la guerra. Finalmente, aceptó quedarse con sus padres porque no le quedaba más opción.

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