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XII

No sabía que esperar, Nailea únicamente le había dado indicaciones de que fuera propiamente vestida, así que había escogido llevar un vestido negro corto, ajustado con un pequeño chaleco, con medias negras y unos botines del mismo tono. Se había trenzando el cabello y maquillado ligeramente sus mejillas y labios. Su atuendo no era el más elegante pero tampoco demasiado andrajoso.
Tomó un taxi, porque se sentía con pocos ánimos para conducir y se dirigió a la dirección que su amiga le había dado. Sin duda era un restaurante bastante lujoso, estaba en una zona cercana a los vecindarios de lujo de la ciudad. Bajó del automóvil y fue hasta la entrada en donde un hombre de traje, totalmente pulcro, le preguntó por el nombre al cual estaba su reservación.
La dirigió hasta su mesa, mientras miraba aquel lugar con asombro, tenía altos cristales y enormes lámparas que colgaban del techo como diamantes. Se escuchaba el leve rumor de algunas risas, pero nada fuera de control. Miró sus ropas, y se preguntó si su atuendo no era demasiado casual para un lugar como ese. Finalmente el mesero se detuvo frente a la que sería su mesa, y no podía creer lo que veía.
—¿Kaedi? —preguntó sorprendida cuando vio a la chica que la esperaba ahí.
Llevaba un pantaloncillo gris hasta el tobillo con zapatos tipo mocasín, así mismo usaba un blazer color azul marino y bajo él una camisa blanca de botones. Era un atuendo bastante masculino, pero sin duda le sentaba bien.
—Que sorpresa, no sabía que vendrías.
—Yo tampoco esperaba encontrarte aquí, Nailea no me dijo nada.
Los ojos de Kaedi se concentraron en lo hermosa que se veía Lía. No podía creer lo bella que era.
Uno de los meseros se acercó hasta ellas para poner una botella de fino champagne junto a su mesa:
—La señorita Fuentemayor se disculpa ya que no podrá acompañarlas. Sin embargo me ha pedido que les diga que la cena corre por cuenta suya esta noche.
Ambas compartieron miradas entre avergonzadas mientras el hombre les servía un par de copas. El mesero se retiró y durante un instante sólo fueron ellas en ese lugar. Era un sentimiento extraño ¿acaso era una cita?
—Voy a matarla —musitó Kaedi llevándose un sorbo de champagne a la boca.
—¿Te molesta estar aquí conmigo?
—¡No! claro que no, no es eso.
Lía sonrió, Kaedi descubrió que estaba usando un lápiz labial que hacía ver sus labios aun más gruesos y definidos.
—Le conté sobre lo que pasó la última vez que nos vimos —dijo de repente cuando Lía se percató de que la observaba— supongo que por eso armó todo esto.
—No tienes que hacer esto si no quieres, Kaedi. Podemos irnos.
—En realidad no me molesta —aclaró mientras le dedicaba una sonrisa de oreja a oreja—. A menos que tú tengas problema o que esto pueda causarte problemas.
Lía recordó su discusión estúpida con Nina. Sin ella en realidad no había ningún tipo de problema. La noche podía ser para ellas dos.
—Para nada, además sólo cenaremos; y lo mejor, no tendremos que gastar un centavo.
Lía alzó su copa para que la chica brindara con ella por esa desairada generosidad de Nailea que iban a explotar hasta el límite
Pidieron lo más caro de la carta y probaron todos los postres que había en el menú. Lía le dio un par de probadas de un rico helado italiano mientras Kaedi le daba un poco de su soufflé de fresa. Durante un instante, fue como si nadie más existiera en su mundo, sólo ellas. Sus miradas se encontraron tantas veces como fue posible y cualquier pretexto era perfecto para compartir la misma cuchara o rozar intencionalmente sus manos. Lía sabía que debía detenerse, pero no quería hacerlo en realidad. Se estaban divertido mucho. Kaedi por su parte también era consciente de que aquello era jugar con fuego, pero no tenía más que perder que a ella misma.
En ese instante su celular sonó, era Lucía. Desvió la llamada después de dos tonos y continuó escuchando las historias de su acompañante.
—Por mí no te preocupes —intervino la chica— adelante, responde.
—Regresaré la llamada más tarde.
Continuaron conversando y el teléfono sonó de nuevo. Lía le dijo que quizá era importante y lo mejor era que contestara. Kaedi se dio cuenta de que no podía simplemente dejar a Lucía de esa forma, seguiría insistiendo porque se preocuparía por ella.
—¿Todo bien? —contestó mientras Lucía no podía entender porque aquel saludo inicial tan agrio. Le preguntó que si estaba en la librería—. No, estoy con una amiga...
Kaedi se disculpó con la chica y se levantó para alejarse un poco de la mesa. Lía no dejó de seguirla con la mirada, aquella repentina llamada había cambiado el semblante y humor de Kaedi en menos de un segundo. Pensó que quizá podía ser Salvador, volvió a mirarla, ahora sonreía, y hablaba con una propiedad aun más exquisita.
Cuando regresó, Lía pudo ver un brillo en ella. No iba a decir nada, pero se sentía curiosa por la situación.
—Lo siento, ¿en que estábamos? —Preguntó al volver a la mesa.
—En que si pruebo algo más voy a reventar.
Sonrieron, cruzaron un par de miradas y un silencio irrumpió la fluidez de su antigua conversación.
—¿Tu novia? —Se atrevió a preguntar.
Por algún motivo, Kaedi sintió que su rostro perdía el color ¿tan obvia había sido?
—¿Disculpa?
—La llamada. Lo siento, es que eso me pareció.
Suspiró y miró fijamente a la hermosa chica que tenía enfrente. Se sentía obligada a ser sincera esta vez, por esos sentimientos confusos que comenzaba a tener por ella.
—Es complicado —respondió, pensando que lo mejor era cambiar el tema.
—Me encantan las historias complicadas.
Los ojos de Lía brillaron. A Kaedi no le extrañó que se viera encantada por las historias complicadas, la suya con Nina era quizá la ganadora de las historias de amor complicadas. Suspiró y se echó el cabello para atrás como cuando iba a decir algo en verdad serio.
—Estuvimos juntas cuatro años, luego ella se marchó a España para seguir estudiando y decidimos que teníamos que seguir con nuestras vidas.
Lía no esperaba una historia así. Imaginó que por complicado se refería a enamorarse de una mujer casada o estar comprometida con un magnate para sólo esperar su muerte. No una relación a distancia, que como tal, implicaba una espera y un compromiso que, aunque lejano, podía ser un impedimento para una nueva relación.
—Pero de alguna forma la estás esperando ¿cierto? —preguntó sin preocuparse si su curiosidad llegaba a ser molesta.
—Eso creo... pero supongo que las cosas han cambiado un poco ahora...
Prolongaron nuevamente un silencio, un extraño aire inundaba aquel lujoso restaurante. Kaedi se arrepintió un poco de esa ligera confesión, no podía creer que estuviera haciendo algo así ¿Por su deber con Nailea o por la naciente necesidad de querer a Lía?
El mesero volvió a su mesa para preguntar si deseaban ordenar algo más. Ambas se dieron cuenta de que era suficiente.
Se pusieron de pie, salieron del restaurante sin decir nada una a la otra y cuando estuvieron afuera y el ballet parking llegó con su auto, Kaedi le propuso ir a la playa, a lo que la chica aceptó.
Fue Lía quien condujo, no podía entender cómo es que una chica que tenía un automóvil propio prefería no conducirlo.
Una vez que llegaron a la playa, se quitaron los zapatos y comenzaron a caminar por la arena.
—Esta vez no te quejaste de las bacterias.
La chica sonrió:
—Deja de burlarte, en realidad era solo un pretexto para marcharme.
—Eso es bueno, significa que esta vez quieres quedarte.
Continuaron caminando por la orilla de la playa, el quiebre de las olas hacía que el agua llegara hasta sus pies. El mar estaba picado y la marea estaba por subir. Una enorme luna llena hacía de aquel escenario un romántico cliché.
—Encontré tu blog, tus poemas son muy buenos —observó a Kaedi que le sonreía nerviosa—. ¿Todos hablan de ella?
Sus ojos se quedaron fijos mientras ambas se sentaban en la arena a contemplar la hermosura de la luna. Kaedi no dejaba de mirar los labios de Lía, le gustaban tanto sus profundas comisuras así como su grosor y su color rosado.
—Últimamente todos hablan de ti —confesó.
Lía sintió que su respiración se aceleraba, Kaedi estaba tan cerca y tan lejos de muchas formas posibles. Se inclinó sutilmente, esperando a que fuera ella quien dejara libres sus labios contra los suyos, pero Kaedi únicamente la sujetó del rostro con ternura.
No estaba lista para un beso, besarla en ese momento idílico y bajo esas circunstancias era peligroso.
—No puedo hacerlo, Lía. Si lo hago no podré detenerme.
Se sintió humillada. Había sido ella quien había propuesto aquel paseo, había propiciado el momento al decirle que ella era parte de su poesía, era tonto creer que no podía terminar en un beso cuando había dicho algo como eso. Y ahora simplemente era cobarde. Se puso de pie, tomó sus botas y comenzó a caminar en sentido contrario. No quería verla más.
Kaedi por su parte, se dio cuenta de que había cometido un error al tratar de cuidarla y respetarla, ¿a quién engañaba?, ella misma deseaba aquel beso con locura. Y sabía que en realidad se negaba a hacerlo por temor de perderse a si misma. Si me enamoro no habrá marcha atrás.
Se puso de pie rápidamente, corrió con todas sus fuerzas para llegar hasta Lía y sujetarla del brazo. No quería que se fuera, ni ahora, ni nunca.
Sus labios se encontraron rápidamente como si ya se conocieran. Aquello no parecía un primer beso. Se dio cuenta de que efectivamente los labios de Lía eran tan suaves y carnosos que sintió que perdía las fuerzas. Lía por su parte, pudo sentir un hueco en el estómago, esa sensación de revoloteo que creía haber olvidado volvía a ella. Se quedaron un buen rato repasando sus bocas con tanta tranquilidad que por un instante habían olvidado todo, a Nina, a Lucia, a Nailea. Nada importaba salvo la luz de la luna, el sonido del mar quebrándose en la orilla y el sabor de sus salivas que ahora se hacían una.
Finalmente, fue Lía quien aferró su mano al cabello rizado de Kaedi forzando una presión entre sus bocas y sus cuerpos. Mientras la chica la sostenía de la cintura ayudándola a concebir con más insistencia esa presión, sintió que la lengua de Lía entraba despacio por su boca, como un áspid que entra sigilosa a su nido. Sentir su lengua en su boca, era mucho más difícil que únicamente sostener sus labios, ahora había otra especie de sentimiento en ella que la obligaba a querer arrojarla sobre la arena y hacerle el amor. Iba a ser sencillo, Lía no se negaría, pero una fuerza aun más poderosa que todo el calor de ese deseo demoníaco, que las había puesto bajo esa escena romántica, incitando el encuentro, estaba por intervenir.
Kaedi despegó sus labios de los de su compañera, y le dio gracia ver que la chica hacía un esfuerzo para que eso no pasara. 
Finalmente abrió sus ojos oscuros y rasgados y sonrió:
—Me deje llevar... —susurró, mientras bajaba la mirada.
—Fue hermoso. Jamás me habían besado de esa forma.
Sonrió, sintió la mano de Kaedi acariciar su mejilla mientras ella cerraba los ojos y respiraba una tranquilidad inefable. En ese momento, era como si pudiera cargar el peso del mundo sobre sus hombros, como el dios Atlas. Se acurrucó en el pecho de la chica para continuar sintiendo esa cálida sensación que había sentido también aquella noche en el campamento.
—Tengo una idea, vayamos a otro lugar —propuso de repente sin dejar de sujetar la mano de Lía—. Vamos, te llevaré a un sitio que quizá te parezca algo extraño.
Se subieron a la Caribe y esta vez la chica de los cabellos rizados conducía. Lía no podía dejar de mirarla ¿Cómo es que no se había dado cuenta antes de lo linda que era? se preguntó. Condujo hasta el otro extremo de la ciudad y Lía se puso bastante nerviosa al ver que llegaban a un Motel.
—¿Vamos a entrar ahí?
Kaedi esbozó una sonrisa divertida. Fue hasta ella y tomó su mano, mientras le susurraba al oído:
—No es nada malo, lo prometo.
Era consciente de que tener sexo no era nada malo. Pero hubiera preferido su departamento o el de Kaedi antes que un Motel. Las manos le sudaban, podía ver a su acompañante actuando con tanta normalidad que se sintió tonta de encontrarse tan nerviosa.
Entraron a la recepción y un sujeto las miró de pies a cabeza Kaedi pidió una habitación específica y finalmente subieron por el elevador hasta la habitación que les correspondía. Cuando entraron vio una cama matrimonial, un tocador pequeño que llevaba un cenicero pegado y un sillón curvilíneo. Miró hacia el techo y descubrió un enorme espejo que reflejaba directo hacia la cama. Sobre el tocador estaban algunas toallas, condones, así como esposas y un fuete.
Al verla nerviosa, Kaedi lo tomó y golpeó con él la cama.
—Tranquila, Lía. No te traje aquí para aprovecharme de ti...ven...
La chica se acercó hasta donde estaba. Kaedi abrió la puerta del balcón y vio la luz de la zona hotelera. Había muchas luces, juegos artificiales y tanta gente despierta que Lía se sorprendió. Jamás había ido a esa parte de la ciudad.
—Tendremos que esperar a que salga el sol para que veas el amanecer. Es todo un espectáculo desde aquí. Mientras podemos ordenar algo.
Kaedi ordenó un par de tragos extraños. Se llamaban "apasionadas" Lía soltó una carcajada al escuchar el nombre.
—¿Es una especie de provocación? —preguntó mientras ambas estaban recostadas en la cama. Mirando su reflejo sobre el espejo.
—Quizá...Salvador me dijo que tenía efectos afrodisíacos. Pero bueno, para él todo lo tiene.
Kaedi se inclinó hasta su compañera acariciando su mejilla mientras comenzaba a besarla un vez más. Lía trató de ir un poco más allá y le acarició la espalda por debajo de la ropa provocando que agitara su respiración. En ese momento tocaron la puerta, ambas se estremecieron y al darse cuenta que no podía ser nadie más que el personal de servicio del motel, abrieron.
Bebieron su exótica bebida mientras observaban desde el balcón toda la vida que aun recorría aquellas lejanas calles de la ciudad. Estuvieron hablando por horas hasta que vieron cómo los rayos del sol comenzaban a asomar. Kaedi no podía dejar de pensar en lo que pasaría ahora, había logrado lo que Nailea quería. Decírselo a Lía iba a hacer que la chica pensara que todo se trataba de un plan y que sus sentimientos no tenían cabida, cuando eran los mismos quienes habían determinado desde un inicio su insistencia. Se dio cuenta de que quizá le había gustado desde el momento que la conoció. Tenerla ahí iba mucho más allá del sexo y el plan de Nailea. La quería, la quería bien y bajo cualquier circunstancia que se avecinara.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Lía al verla tan concentrada.
—En... lo linda que luces cuando está a punto de amanecer.
—No mientas, Kaedi. Creo que ya te conozco un poco —dijo, mientras se acurrucaba a su lado en el sofá que había en el balcón.
—No miento, eres muy hermosa.
Se inclinó hacía ella para besar sus labios. Después de aquel beso, era imposible no pensar en lo inevitable, en lo que esperaba cuando ambas volvieran a casa, lejos de esa playa y ese motel, lejos de ese amanecer...
—Lía, sé que tú estás con Nina y...
La chica le puso un dedo sobre los labios. No quería siquiera tener que escuchar el nombre de su novia en boca de Kaedi.
—No hablemos de eso ahora, por favor. Sólo quiero estar así contigo, sin tener que pensar en nada más.
Dejó caer su cabeza en el pecho de Kaedi y ésta sonrió. Sin darse cuenta, los primeros vestigios del nuevo día comenzaron a aparecer frente a ella. Los rayos del sol penetraban por todos lados, y desde la altura podía verse a algunas personas seguir la fiesta y otras más quedarse dormidos en la arena. No era nada del otro mundo en realidad, habrían ido a cualquier lugar de esa ciudad para ver un amanecer como ese, pero sentir la respiración de aquella chica en su nuca, mientras sus ojos se apagaban lentamente por el cansancio, era quizá la mejor parte de ese momento.
—Vayamos a dormir un poco —susurró una vez que el sol estaba totalmente fuera.
Ambas fueron a la cama y se dejaron caer de lado, frente a frente sin poder dejar de mirarse y acariciarse.
—Deberíamos agradecerle a Nailea —dijo Lía mientras tomaba una foto de ellas sobre la cama.
Sin duda, pensó Kaedi. Ella más que nadie estaría feliz porque su misión "Lía corazón de hielo" había sido un éxito. Trató de no pensar más en eso.
Se quedaron profundamente dormidas, no despertaron sino hasta pasadas las doce del día porque ya era hora de volver a casa. La chica llevó a Lía hasta su departamento, antes de bajar fue ésta quien se acercó para besarla suavemente, deseando que esa no fuera la última vez.
—Te llamaré más tarde.

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