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XI

Durante los siguientes días, no podía hacer más que pensar en lo que le había confesado a Lía quien había dejado de frecuentarla con llamadas y mensajes, quizá porque ahora las cosas estaban mejor con su novia. Trataba de no pensar mucho en ellas, prefería mantenerse ocupada en la librería que ella y Salvador tenían. Vendían libros usados y también de escritores jóvenes que fabricaban sus propios tirajes. Algunos amigos de ambos iban en ocasiones para beber y charlar sobre arte y literatura. Era un lugar bastante snob, y exclusivo, Kaedi se cuestionó si no era un poco contradictorio hacer del arte algo tan selectivo.
—¿Quieres que cualquiera pueda llamarse escritor? —preguntó Salvador cuando le planteó aquello.
—Creo que el arte va más allá de que alguien pueda llamarse o no escritor.
Al menos las discusiones con Salvador mantenían su mente ocupada.
Se encontraba acomodando algunos libros nuevos en los estantes cuando llegó un mensaje de Lía:

Miró el mensaje, no sabía en realidad qué respuesta darle. En ese instante no podía diferenciar si lo que le había dicho a Lía sobre su confesión era parte del plan de su amiga o verdaderamente salía de su corazón. Se dio cuenta de que quizá era ella quien había terminado por alejarse para evitarse los problemas, las decepciones y una vez más salir con el corazón roto.
Nailea entró a la librería, iba sigilosa, esperando quizá a que Salvador no estuviera por ahí.
—Vaya, ¿finalmente somos dignos de mirar tu rostro?
La rubia llevaba unos anteojos oscuros que no se quitó, Kaedi imaginó que era a causa de la resaca como era habitual en ella.
—Supe que estabas llorando por mí, no quería que te vieras tan patética así que decidí venir a consolarte.
—Qué considerada.
Le sirvió una taza de café y se dio cuenta de que la chica se veía un poco deteriorada, su cabello era un desastre y tenía los pómulos algo pronunciados. Estar poco glamurosa no era parte de la filosofía de su amiga.
—¿Estás bien?
—Claro, amor. Estoy perfectamente, ¿y tú? ponme al tanto del plan con Lía, cuéntamelo todo.
La ojiverde le dio un codazo a su amiga y después sonrió. Ahora parecía que volvía a ser ella otra vez.
—Pues...le dije que me gustaba y...
—¡Por Dios, Kaedi! ¡Qué intenso!
—Nai, baja la voz —miró a las personas que pusieron su atención en el alarde de la chica mientras se disculpaba—. Sí, se lo dije y no me había hablado en días, hasta hace un momento, dijo que la tenía abandonada.
—Típico de Lía. Lo cierto es que debe estar que se muere por hablar contigo, seguro ya está considerando dejar a Nina y trae la cabeza hecha un embrollo.
—Eso no es verdad. Ella ama a Nina por alguna extraña razón.
—A mí me parece más un capricho. Por ser rubia. Ya sabes lo que dicen, nadie puede resistirse a una rubia después de probarla.
Kaedi se echó a reír, no recordaba que eso fuera una frase popular ni nada por el estilo.
—Capricho o no, sigue con ella. Y yo tengo a Lucía. No lo sé, Nailea. Ni siquiera sé por qué le dije que me gustaba.
—Por el plan... —Nailea se quedó mirando fijamente a su amiga para después tomarla de la mano con suavidad descubriéndola un poco nerviosa—. ¿O no? ¿A caso Lía te gusta en serio?
La chica no dijo nada, bajó la mirada e hizo ese gesto nervioso que Nailea conocía a la perfección. Kaedi estaba tan enamorada de Lía como ella de su bolso PRADA.
—¡Oh, Kaedi! cielo, ven acá —le sujetó ambas manos mientras le hablaba en un tono tierno y casi maternal—. Te juro que jamás pensé que fueras a enamorarte de ella en realidad, lo deseé en algún momento, pero no creí que en verdad...
—No estoy diciendo que la ame, Nai. Me gusta, en realidad la pasamos bien juntas, pero es imposible. Al menos hasta que ella deje a Nina y yo... termine con lo que queda de mi compromiso con Lucía.
—¿Crees que Lucía lo tome muy mal?
—No hables como si en realidad fuera a pasar algo. Lía y yo no somos nada, es...como tu relación con Salvador.
Nailea se puso de pie, tomó su bolso y caminó con un gesto ofendido en dirección a la puerta de salida pero Kaedi la retuvo. Estaba muerta de risa porque sin duda su amiga era tan predecible como lo había imaginado.
—¡Detente! ¡Estaba bromeando! —dijo mientras continuaba doblándose de risa
—No bromees con eso, estúpida. Ese maldito vago y yo no somos nada, ¿me entiendes? ¡Nada!
—Estaba bromeando, tonta.
Pero Nailea no pudo seguir reprochándole su broma de mal gusto. En ese momento, Salvador estaba entrando a la librería, ninguno dijo nada. Saludó a Kaedi y fue a la bodega para sacar algunos libros y comenzar a acomodarlos en las vitrinas.
—Tengo que irme —dijo Nailea con un tono de voz diferente—. Te llamo para ir a cenar esta noche.
Después de que la rubia se marchó, Kaedi se acercó a Salvador pasando una de sus manos por su cabeza rapa.
—Me gusta tu corte, te ves... fresco.
El chico intentó sonreír, y al ver que parecía un poco mal humorado ella se alejó.
—Lo siento, Kaedi. Últimamente no estoy de humor para nada.
—¿Y si te orezco algo de sexo oral en la bodega? ¿Te pondría de buen humor?
El chico soltó una carcajada dejando caer la caja con los libros. Todos voltearon a verlos.
—Eso me pondría de muy buen humor. No tienes idea de las veces que te he imaginado de rodillas frente a mi.
Ambos sonrieron como bribones. Si alguien fuera de contexto los hubiera escuchado habría pensado lo peor. Pero para ellos todo era parte de un juego de amigos que consistía en subirle el ánimo al que parecía estar desanimado, hacer sonreír al que estaba triste y enfurecer al que parecía desbordar demasiada felicidad.

***

Lía y su novia se encontraban en casa, habían bajado un par de películas para recuperar la noche juntas que se debían. Pero lo cierto era que Lía no era buena viendo películas, siempre solía quedarse dormida y eso le molestaba bastante a la rubia, pero iba a hacer un esfuerzo.
—¿Te gustó la película? —preguntó Nina viéndola adormilada.
—Más o menos...
La ojiazul hizo un mohín fastidiado:
—Si no te hubieras quedado dormida a la mitad te habría gustado más.
Lía estiró sus brazos. Estaba tan agotada, que era seguro que en cuanto pusiera la cabeza en la almohada se quedaría dormida.
—La próxima vez iremos a donde tú quieras, ya sea con Fabián o con Nailea.
Abrió sus ojos incrédula a las palabras de la rubia. Por un momento pensó que quizá esa chica no era su novia o que había alguna intención oculta detrás de esas palabras.
—¿Hablas en serio? ¿Las palomitas te cayeron mal?
Nina sonrió y le arrojó un cojín:
—Es en serio. Te lo debo, creo que debo compartir esas cosas contigo.
Los ojos de Lía se cristalizaron. No le importó verse tonta al llorar por algo como eso. Se dieron un largo beso, que se fue intensificando poco a poco.
—Es mitad de mes, no puedo...tú sabes
Lía comprendió a qué se refería, y la abrazó suavemente mientras la chica se acurrucaba en sus brazos.
—A menos que.... —dijo la rubia volviendo los ojos hacia ella.
—¿Que qué?
Nina se puso de pie, comenzó a sacarle la ropa hasta dejarla totalmente desnuda. Comenzó a recorrerla con la lengua mientras Lía no dejaba de jadear. Introdujo su lengua en el sexo de su chica haciendo pequeños masajes circulares. Así duraron un buen rato, hasta que Lía se dio cuenta que le era imposible entrar en el juego, por su cabeza pasaban miles de cosas, simplemente no podía concentrarse en aquello aunque fuera algo hermoso. Nina no solía hacer ese tipo de cosas, quizá debía ser eso. No estaba acostumbrada a ser quien recibiera de esa forma.
—¿Pasa algo? —preguntó Nina.
—No lo sé. No puedo concentrarme. No es culpa tuya.
—¿Al menos te excita que sea yo quien te toque? —El tono de su voz había cambiado, parecía a la defensiva y un tanto altanera.
—Nina, no digas eso...
La chica se puso de pie completamente molesta y fue hasta la habitación azotando la puerta. Lía se quedó ahí, tumbada boca arriba mirando al techo. Estaba decepcionada de ella misma, había sido incapaz de sentir algo mientras su chica daba lo mejor de si. No sabía cuál podría ser el motivo, quizá estaba cansada, la repentina estimulación o quizá...
Se puso de pie. Tomó su ropa y comenzó a vestirse mientras entraba a la habitación. No le sorprendió encontrar a Nina haciendo una maleta.
—¿Te vas? —preguntó con algo de melancolía.
—¿No es obvio? volveré a casa por un tiempo.
—Odias ir con tus padres.
—Lo sé —contestó, colocándose una mochila en el hombro—. Pero en este momento te odio más a ti.
Nina fue a la habitación del baño y sacó sus pertenencias. Salió del departamento azotando la puerta con fuerza como si quisiera tirar el edificio completo.
Se dio cuenta de que poco podía hacer para que Nina volviera en ese momento, lo mejor era esperar a que su enojo pasara y finalmente ella regresara por su cuenta un poco más tranquila. Pensó que quizá un rato en la tina podría animarla. Fue entonces que sonó su teléfono; era Nailea.
—Vaya, hasta que tu "maravilloso" novio te da un respiro.
—Sí, ya sé que me extrañas. Por eso quiero invitarte a cenar. ¿Qué dices? ¿Podrá tu "maravillosa" novia darte un respiro?
Lía suspiró, después de lo que acababa de pasar no estaba segura de si Nina continuaba siendo su novia... o por cuanto tiempo más lo sería. Esperaba que como siempre fuera sólo cosa de un par de días.
—En realidad se acaba de marchar.
—Déjame adivinar, discutieron.
—No creo ser la mejor compañía para esta noche —confesó, mientras se dejaba caer en el sofá.
—Anda, preciosa, anímate. Nos vendrá bien, necesitamos ponernos al día.
Terminó por aceptar como siempre. No había nada que pudiera negarle a Nailea por alguna misteriosa razón. Además, no parecía mala idea después de lo que había platicado con Kaedi, lo mejor era convivir un poco más con ella y así hacerla reconsiderar su dañina relación con Diego.

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