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"No es que muera de amor, muero de ti.
Muero de ti, amor, de amor de ti,
de urgencia mía de mi piel de ti,
de mi alma, de ti y de mi boca
y del insoportable que yo soy sin ti".
Jaime Sabines
No le pareció extraño que Nailea se encontrara en ese bar con un grupo de personas de apariencia frívola y superficial. La escoria de una generación de jóvenes con padres millonarios que no iba a aportar a la sociedad más que las trabas de un sistema de nepotismo e impunidad. No era para nada raro verla pavonearse mientras se convertía en el centro de atención de aquel círculo. Su novio la sujetaba con orgullo por la cintura como si fuera un trofeo, mostrándose lascivo en más de una ocasión.
—¿La conoces? —preguntó una de las chicas que le acompañaban.
Salvador negó, bebió su trago de brandy y dejó de darle importancia a la situación.
Nailea parecía ignorar por completo la presencia de Salvador, pero desde su llegada se había percatado de que ahí estaba. No tenía intenciones de saludarlo así que continuó en lo suyo.
Los amigos de Diego pidieron un par de botellas de exquisito champagne sin dejar de hacer alarde. Todos los comensales parecían molestos por el ruido, pero los chicos eran jóvenes "empresarios" que tenían toda la autoridad sobre ese lugar. Las copas se fueron elevando poco a poco, y quizá, influidos por otro tipo de sustancia comenzaron a reñir entre ellos. Salvador y todos pusieron especial atención en los dos sujetos que forcejeaban, uno de ellos era el sujeto que iba con Nailea. Al parecer estaba discutiendo por alguna estupidez relacionada con otra chica. Salvador se puso de pie instintivamente dispuesto a intervenir para sacar a Nailea si las cosas subían de intensidad. En ese instante, vio que Diego la sujetaba del brazo y la llevaba para si con mucha violencia. Fue como si una bomba le estallara en el cuerpo, nadie pudo detener al chico que iba detrás del sujeto que llevaba a Nailea del antebrazo con fuerza.
—¡Eres una maldita puta! ¿Te gusta coquetear con mis amigos verdad?
—¡Diego! ¡Basta! ¡No sé de qué hablas! ¡Yo no le dije nada!
El sujeto elevó una mano para inmolarla en el rostro de la rubia pero Salvador llegó para impedirlo. Rodeó con fuerza al chico haciéndolo caer de bruces contra el suelo. Comenzó a golpearlo mientras Nailea gritaba que se detuviera.
—¡¿Hablas en serio?! —preguntó el chico, fuera de sí. No podía creer lo que le pedía.
Estaba llorando, fue corriendo hasta Diego para acariciarle la cabeza y limpiar su labio herido.
—¡Lárgate, Salvador! ¡Eres un idiota!
—No, Nailea, aquí la única idiota eres tú.
Salvador dio media vuelta, caminó hasta donde estaban sus amigos que preocupados le preguntaron si estaba bien.
—Sí —contestó dando un trago de la botella. Y sacando un cigarrillo.
Tomó su saco y salió del bar sin decir nada más. Durante el camino llamó a Kaedi que preocupada por él le dijo que se quedara donde estaba, que iría a buscarlo. La chica llegó en poco rato y abrazó a su amigo, viendo que llevaba los nudillos lastimados y continuaba temblando.
—¿Quieres que vayamos a un hospital? —le preguntó pero él negó.
—No es para tanto.
—¿Qué fue lo que pasó?
Salvador comenzó a narrar aquel encuentro con Nailea y su novio. Kaedi no podía creerlo. Hacía días que su amiga la evitaba, que no contestaba sus llamadas y siempre que iba a buscarla a su departamento decía no estar.
—Yo sabía que ese tal Diego no era tan increíble como ella decía, ¿le pegó?
—No —contestó Salvador mientras enredaba su pañuelo en su mano—. Pero lo intentó.
Kaedi suspiró. Estaba muy preocupada. Conocía la facilidad con la que su amiga podía meterse en problemas y sobre todo, enamorarse de sujetos que terminaban haciéndole mucho daño. Pero esta era la primera vez que algo así sucedía. Nailea no permitía que las cosas llegaran a tanto, así que algo debía estar verdaderamente mal. Se dio cuenta de que tenía que verla, aunque tuviera que buscarla en casa de sus padres o pescarla en la escuela. Pensó en alguien que podía ayudarla.
—Llamaré a Lía, quizá ella sepa algo o pueda interceptarla en la escuela.
—¿Lía? ¿Tu amante?
—¡¿Qué?! —cuestionó exaltada, Salvador no parecía bromear, había dicho aquello con tal naturalidad que por un momento ella misma comenzaba a creerlo—. ¡No es mi amante! ella... Lía es una amiga...
El chico le restó importancia, encendió un cigarrillo y se lo puso en la boca. Kaedi lo observó, era la primera vez que lo veía verdaderamente preocupado, estaba tan taciturno y nada irritable, no era un comportamiento usual en él.
—Si no te conociera diría que Nailea te preocupa demasiado.
El chico miró la miró, se encogió de hombros y sonrió.
—Esa tonta me da lo mismo. Por mí que se tire a medio batallón. Pero no soporto la idea de que alguien le haga daño, así como no soportaría que te lo hicieran a ti.
Le pasó el cigarrillo a su amiga y ésta dio una bocanada. No era tabaco, sabía un poco dulce así que debía ser tabaco de anís.
—Así que si esa tal Lía te hace daño, debe cuidarse.
Kaedi y Salvador compartieron una sonrisa. La chica se aferró al brazo derecho del joven mientras caminaban un poco por la alameda.
Después de dejar a Salvador en su casa, llamó a Lía. Pasaban ya de las doce de la madrugada y esperaba no ser inoportuna. El teléfono sonó un par de veces pero nadie contestó, le mandó un mensaje diciéndole que era importante que contestara pero no dijo nada. Llegó a su casa y se recostó en su cama, en ese instante una llamada de Lía entró.
—¿Qué puede ser aquello tan importante que tienes que hablar con mi novia para llamarla a esta hora?
Kaedi hizo un gesto de cansancio.
—No voy a discutir esto contigo. Buenas noches, Nina.
***
Nina aferraba con fuerza el teléfono de su chica. No podía creer lo insolente que era Kaedi. Molestar a su novia a esas horas y no darle una explicación era inaudito. Tocó la puerta del baño en donde la chica estaba dándose una ducha. Entró después de insistir un par de veces.
—¿Pasa algo?
—Así es —contestó Nina mostrándole a Lía su celular—. Kaedi te llamó, ¿me puedes explicar por qué te llama a esta hora? ¿Qué necesita de ti a esta hora, Lía?
La chica salió de la bañera. Se enredó en la toalla e intentó arrebatarle el teléfono a Nina pero ésta lo evitó con agilidad.
—Déjate de tonterías ¿quieres? No tengo idea de por qué me llamó a esta hora, quizá necesitaba ayuda y tú con tus celos absurdos se la negaste.
—Que llame a la policía si tiene alguna emergencia ¿por qué a ti?
—Eres imposible —contestó, arrebatándole el teléfono.
—¡Lía! ¡Lía! —continuó gritando mientras caminaba detrás de su chica—. Escúchame...
—¡No, Nina! ¡Escúchame tú! —su voz se había elevado haciendo eco por toda la habitación y desconcertando a la rubia—. No voy a tolerar más tus malditas escenas de celos, ya grábalo bien en tu cabeza, Kaedi y yo no somos amantes ni lo seremos ¿estamos?
Los ojos de Nina se abrieron sorprendidos, estaba a punto de colapsar de rabia.
—Lo sé, pero puedo verlo en tus ojos Lía. La miras y la esperas con tanta alegría. Eso es lo que más me lastima.
Aquellas palabras derrumbaron el ímpetu de Lía. La voz de Nina parecía quebrarse mientras daba la media vuelta y tomaba las películas que había comprado hacía un par de días, comenzó a lanzarlas por la ventana de la cocina. Lía la observó, se dio cuenta de que era ella quien estaba llorando por una extraña razón y cuando sus ojos se cruzaron con los de Nina intentó disimular sus lágrimas.
—La llevaste con tus amigos porque yo no quise acompañarte, pero yo tenía planes para nosotras.
—Nina... Eso no fue así, además ¿cómo iba a saber que tenías planes conmigo si no me lo dijiste? Yo habría dejado aquella cita con mis amigos para quedarme contigo.
La chica rubia continuó mirando a Lía, caminó en dirección a la habitación cuando ésta la interceptó al tiempo que dejaba caer su toalla.
—¿Qué haces? —preguntó Nina con la mirada sosegada.
Lía comenzó a besarla con pasión mientras llevaba las manos de Nina hasta sus senos. Continuó besándola hasta que comenzó a ablandar sus caricias haciéndola ceder ante sus impulsos. Aquel beso sabía a lágrimas pero aun así era tan caliente que los labios comenzaron a arderles. Nina terminó de espaldas contra el sofá, mientras Lía la estimulaba con ambas manos. Entre jadeos y susurros, le pidió que recargara sus manos y rodillas contra la alfombra.
—Es algo vergonzoso... —dijo mientras Lía no dejaba de besar su suave boca.
—Seré gentil, lo prometo —contestó sosteniendo con sus manos la pequeña cintura de su chica.
Introdujo uno, y luego dos dedos en ella y comenzó a hacer un movimiento repetido hasta que sintió que el interior de Nina se contraía. La dejó correrse rápidamente mientras la chica aferraba sus manos a la alfombra. Adoraba la forma en la que su espalda se ensanchaba de la cintura para abajo dándole una figura curvilínea.
Se quedaron tumbadas boca arriba en la alfombra, Nina se aferró al pecho de Lía mientras ella no dejaba de besar su alba frente de donde crecían pequeños cabellos rubios.
—Teníamos tiempo sin hacerlo así —dijo exhausta, provocando que Lía sonriera.
—No dejemos que pase tanto tiempo, amor —respondió mientras le daba un beso en la nariz, tomando su rostro con ambas manos.
Lía no imaginaba un lugar mejor para ella que esas manos que la acariciaban. Recordó la primera vez que se vieron...
...
Estaban en el hospital, Nina acababa de entrar a la universidad como estudiante de medicina. Los habían llevado a que se familiarizaran con el lugar y Lía hacía su servicio en ese mismo hospital. Los futuros médicos entraron y comenzaron a mostrarles los consultorios, oficinas y laboratorios. Lía se encontraba en uno de ellos cuando la vio, su hermoso cabello largo y rubio llegaba casi a su cintura. Tenía una expresión madura a pesar de que era claro que debía tener no más de veinte años. No pudo evitar mirarla hasta que la chica la descubrió. Lía disimuló mientras volvía al microscopio para analizar unas plaquetas.
—¿Te encargas de analizar muestras?
Lía levantó la mirada y vio que la chica ahora estaba a escasos centímetros de ella.
—Así es —fue todo lo que pudo decirle y después volvió a lo suyo.
La rubia continuaba ahí, parecía muy atenta a lo que Lía hacía. La observaba con tranquilidad y atención hacer su trabajo. Es extraña, pensó Lía. Pero al mismo tiempo le pareció interesante y muy guapa, sin duda la chica era su estilo. Vio al grupo de jóvenes marcharse después de las tres de la tarde, quizá no iba a volver a ver más a aquella rubia, se decepcionó un poco de ella misma, no había tenido el valor de coquetearle o acercarse como debía.
Tiempo después, la chica volvió al hospital, Lía fingió ir por algunos utensilios sólo para verla de cerca. Nina se encontraba mirando la terrible herida de un hombre que se había partido la pierna en un accidente. Estaba pálida, y la vio salir del lugar con prisa. La siguió y la encontró en el comedor del hospital.
—¿Estás bien? —preguntó al verla aun más pálida. Asintió pero no parecía mejor—. Si ver sangre y huesos es algo que te pone así no deberías estudiar medicina —continuó Lía bromeando con aquello.
La chica la miró con cierto desprecio y se puso de pie, caminó hasta que Lía la detuvo.
—Siento si te ofendí.
—Para nada. No me ofendo cuando las personas insignificantes dan sus comentarios absurdos.
Vaya que tenía temperamento la chiquilla, pensó Lía. Se dio cuenta que sonreír no era su fuerte y quizá tampoco un poco de humor sarcástico iba a funcionar, así que se disculpó.
—Estoy estudiando medicina porque mi padre es médico. Voy a seguir con esa tradición aunque me cueste trabajo.
—Me parece una hermosa misión. Ya sabes, superar tus miedos, habla bien de ti.
—Gracias.
Las cosas comenzaron a tranquilizarse y ellas a conversar; de sus familias, del hospital y Lía se dio cuenta de que aquella chica no se andaba con rodeos, era franca, y no le importaba quedar como una insensible porque estaba comprometida con su sinceridad.
—Me tengo que ir —dijo mirando su reloj— dije que iría al sanitario y si el doctor Noriega me ve aquí me suspenderá.
—Comamos juntas, ¿qué opinas? —propuso Lía.
Nina parecía extrañada, por un instante pensó que no le hablaba a ella.
—Claro —contestó y se alejó sin más.
Después de ese momento, ambas almorzaban, comían y cenaban juntas. Cuando el servicio terminó para Lía, comenzaron a salir por fuera del hospital. Nina siempre fue introvertida, exigente y su sinceridad parecía no tener filtro, pero Lía podía contra eso. Quizá lo más difícil fue que aceptara su bisexualidad. Cuando Lía se atrevió a confesárselo, Nina se alejó. No quería involucrarse con ella por ese motivo.
—La última chica con la que salí era como tú y me engañó con su mejor amigo. Olvídalo, Lía. No puedo con esto.
—¡Pero Nina! ¡No todos los bisexuales somos así! Si yo estoy contigo voy a estar contigo y punto.
Sin embargo, Nina se alejó. No llamó ni contestó llamadas en un mes. Aquello era un infierno para Lía, no podía creer que su bisexualidad volviera a tomar un papel determinante en su vida. Finalmente un día Nina la citó cerca del hospital.
—Puedo hacer una excepción contigo. Sólo si me prometes que no fallarás ¿lo prometes?
Lía lo prometió. Encontraba extraña esa situación, Nina quería volver con ella sin siquiera considerar sus sentimientos, por lo que había pasado. Pero aceptó aquel amor extraño.
Un tiempo después de eso comenzaron a vivir juntas, Nina vivía con sus padres pero en ocasiones se quedaba en el departamento de Lía. Luego se iba por largo tiempo y volvía, y así fue durante seis meses en los cuales Lía se dio cuenta de que comenzaba a enamorarse profundamente de ella. No sabía por qué, y hasta ese momento no podía explicarlo. Pero Nina tenía algo que la hacía sentir cómoda y segura. La rubia era algunos años más joven que ella y quizá por eso le era difícil asimilar sus emociones. Ella misma recordaba a su edad ser un mayor problema.
—¿Te dijo que no te amaba? ¡Lía! ¡Llevan meses juntas!
—Lo sé, Nailea. Pero ella es así, quiere estar segura de que realmente lo siente cuando me lo diga. Yo creo que es romántico.
—Yo creo que eres una tonta.
Sin embargo, Nina era mucho más de lo que le mostraba a las personas que no conocía. Lía estaba convencida de que era como un diamante en bruto. Había que pulir la relación, conocerla, para darse cuenta de que era una mujer increíble, amorosa, llena de bondad pero con un carácter firme. Condiciones que aparentemente no podían llevarse bien.
...
Lía encontró a Nina aun recostada a su lado. No había ido a la escuela ese día porque se supone que iría al hospital. Ella en cambio, tenía que trabajar, había encontrado un contrato en otro hospital después de meses sin empleo. No le pagarían mucho, pero era suficiente para sobrevivir. Miró su teléfono y vio los mensajes de Kaedi preguntándole si había tenido contacto con Nailea en esos días. Decidió marcarle, pero en ese momento Nina se había despertado.
—¿Es muy tarde?
—Apenas van a ser las siete ¿quieres que te lleve al hospital?
Nina se aferró a la cintura de Lía y asintió mientras esta acariciaba su cabeza.
—Bien, vamos a ducharnos, dormilona. Arriba.
Tomaron un baño y mientras Nina hacía el desayuno Lía se metió a su habitación e intentó llamar a Nailea, después de un rato de insistir la chica contestó.
—¿Nailea? ¿Estás bien? Kaedi y yo estamos muy preocupadas.
—Sí —contestó la chica—. Es sólo que he estado ocupada, también tengo una vida, relájense.
—Kaedi, intentó llamarte ayer, me dijo que tenía días sin verte y que no respondías sus llamadas ¿qué pasa? ¿Discutieron?
—No, ya la conoces. Hace una tormenta en un vaso de agua, lo que pasa es que Diego apenas si me deja respirar. Le llamaré para que me visite en la escuela ¿irás al hospital?
—Sí —contestó Lía, en ese momento Nina entró a la habitación. La miró con el teléfono pero no dijo nada, simplemente comenzó a vestirse—. Tengo que irme, me alegra que estés bien...por supuesto, adiós.
—¿Tu amiga está bien? —preguntó Nina sin el menor gesto de preocupación en realidad.
—Sí, está con su novio.
—Pobre infeliz.
—Nina...
La rubia hizo un gesto cínico y sonrió divertida. Lía logró pescarla por la cintura y darle un beso en el cuello mientras ella forcejeaba por zafarse de las cosquillas que aquello le producía. Esos días eran bellos, Lía deseaba que así fueran todos.
Salieron de la casa y fueron directo al hospital en donde Nina continuaba haciendo sus prácticas.
—Vendré por ti, llámame.
—De acuerdo —contestó Nina acercándose a ella para darle un profundo beso— te amo.
Lía estaba sorprendida, hacía mucho tiempo que no escuchaba aquellas palabras de sus labios, quizá desde que lo había dicho por primera vez hacía apenas cuatro meses.
—También te amo.
Condujo hasta su trabajo, era su primer día así que había llegado treinta minutos antes para poder conocer el lugar con tranquilidad. Entró y se presentó con el jefe de laboratorios que de inmediato comenzó a darle un tour, el hombre era moreno y alto, delgado como una espiga y con una barba delineada. De inmediato fue obvia su intención de coquetear pero Lía dejó en claro que no había motivo para iniciar una incómoda relación laboral.
—Si necesitas algo, estaré en mi oficina —dijo el sujeto mientras Lía se instalaba en el laboratorio.
A la hora del almuerzo, decidió continuar recorriendo el hospital, finalmente llegó a la cafetería en donde tropezó con alguien mientras intentaba abrir la puerta:
—Lo lamento, fue mi culpa no vi por dónde... ¿Kaedi? ¿Qué haces aquí?
La chica le sonrió mientras volvía a acomodar los papeles que habían caído en el abrupto encuentro entre ambas.
—Vine a buscar a mi mamá, ella trabaja aquí y... —Kaedi se quedó mirando el uniforme y el gafete de Lía— veo que también tú. No lo sabía.
Lía se sonrojó, no le gustaba que las personas que la conocían de forma externa la vieran con su uniforme.
—En realidad acabo de llegar, estaré un mes aquí, espero conseguir una planta.
—Eso es increíble, Lía.
Kaedi regresó a la cafetería para acompañar a la chica en su almuerzo. Hablaron de Nailea, Lía le dijo lo que había conversado con su amiga pero Kaedi no parecía convencida de que en realidad estuviera bien, no después de lo que le había contado Salvador respecto al incidente del bar, del cual Lía no sabía absolutamente nada. Cuando terminó de contarle, parecía aun más preocupada.
—No puedo creerlo ¿por qué está permitiendo eso?
—Porque a Nailea hay que cuidarla como a un bebé recién nacido —contestó haciendo de lado sus rizos—. Pensé que quizá si hablábamos las dos con ella, no sé, podría recapacitar y alejarse de ese infeliz.
—Me parece una excelente idea, citémosla y vayamos por un té.
—...o un café —continuó guiñándole un ojo a lo que Lía sonrió.
—¿Y cómo van las cosas con tu chica?
Lía suspiró, y bebió su jugo de naranja como si fuera un trago de whisky.
—Tranquila, podemos hablar de eso luego.
Lía sonrió, como si estuviera agotada por la situación:
—Mejor, pero Nina es impredecible. Un día hacemos el amor y al otro la guerra. Aunque me gusta más cuando hacemos lo primero.
Kaedi se dio cuenta de que no eran las palabras que esperaba, por lo general siempre solían estar discutiendo, así que esa repentina reconciliación le causaba un extraño conflicto.
—Me alegro —mintió.
—¿En serio? —preguntó Lía haciéndose la retórica porque encontraba un tono extraño en esas palabras.
—Claro, ¿por qué no habría de hacerlo?
Lía se quedó inmersa en el vaso de jugo de naranja que sostenía en sus manos.
—No lo sé, ¿porque odias a Nina?
—No la odio, Lía. No es mi persona favorita pero, tanto como odiarla...
—¿Entonces me odias a mí?
Kaedi comenzaba a confundirse un poco, no sabía que intentaba al insinuar aquello sin sentido. No odiaba a Nina ni a ella, en realidad había pocas cosas que odiaba, entre ellas la crema de cacahuate. Pero no se consideraba de esas personas que van por la vida odiándolo todo sin un motivo específico.
—No te odio, no odio a Nina. No sé de dónde sacas eso.
—¿Entonces te gusto? —dijo repentinamente, provocando que Kaedi suspirara de forma pesada y bajara la mirada tímidamente—. Digo, si en algún momento me invitaste a salir es porque te parezco por lo menos atractiva ¿no es así?
Kaedi rio:
—¿Qué intentas? ¿Qué confiese mi amor por ti?
—¿Sientes amor por mí?
—Bien, basta. No contestes mi pregunta con otra pregunta, eso es algo que odio.
Lía vio de lejos a su jefe ponerse de pie del comedor y hacerle una señal, era hora de volver al trabajo. Kaedi suspiró nuevamente y se llevó una mano al alborotado cabello para quitarlo de su frente.
—Tengo que volver al trabajo, ¿hablamos luego?
—Me gustas —dijo Kaedi mirándola mientras la chica se ponía de pie y tomaba su filipina del asiento—. Pero sé que estás con Nina, y respeto su relación. Así que a final de cuentas no importa lo que sienta por ti.
Kaedi se puso de pie, tomó la filipina y se la extendió a Lía que la veía fijamente con una mirada nerviosa.
—Gracias... —dijo al tomarla.
—¿Hablamos luego? —preguntó con una sonrisa dibujada en el rostro, con esa cara tan afable, armónica a esos enormes lentes de pasta que usaba.
Lía asintió. Se despidieron, y mientras Kaedi se perdía entre el pasillo llevando aun el bonche de papeles, Lía sintió que su corazón se aceleraba, era un sentimiento peligroso, hubiera deseado que Kaedi le dijera que la odiaba, porque hora saber que le gustaba era tan tortuoso como descubrir que quizá ella comenzaba a sentir lo mismo.
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