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VI

"Sin embargo, pienso que lo verdaderamente jodido no es el infierno en sí, sino el tamaño de los demonios que lo habitan. Y ella, todavía aquí en el mío, continúa siendo enorme."
Ernesto Pérez Vallejo

Un alto follaje de árboles se elevaba por todo su alrededor. Eran como gigantes que se extendían por toda la superficie de la tierra. Lía jamás había estado en un lugar como ese, ella venía de una costa en una ciudad lejana en donde siempre hacía calor y frío extremo. Sacó la sudadera que había empacado al sentir el frío húmedo del bosque. Miró a Kaedi que comenzaba a bajar las maletas de las tres mientras Nailea despertaba de su quinto sueño. Los demás ya habían llegado y estaban montando sus tiendas de campaña. Kaedi comenzó a armar la de ellas. Lía la observó, se ofreció a ayudarla, pero sintió que era más lo que le estorbaba ya que era algo que nunca había hecho. La terminó cuando menos pensaron, inclusive lo hizo antes que muchos de los chicos que habían llegado primero.
—Eres buena para esto —le dijo acercándose a ella para tenderle su bote con agua.
—Viví un tiempo en un lugar como este. Acampaba seguido con mis amigos. Son cosas que no olvidas cómo hacer, es como andar en bicicleta.
Nailea despertó poco antes de que terminara. Los mosquitos comenzaban a devorarla y no hacía más que quejarse del frío, del olor, del hambre y los insectos. Vio el tamaño del "condómino" que había armado su amiga y rio:
—Ni creas que voy a dormir en eso.
Leo y otros amigos ya habían encendido una enorme fogata, así que se habían dividido en grupos para recolectar algo de leña.
—Entonces quizá quieras dormir enseguida de la fogata, sólo ten cuidado de no quemarte.
La rubia sonrió sarcástica, tomó su bolsa para dormir y su maleta.
—Claro que no. No faltará quien quiera un poco de compañía esta noche. Ustedes duerman en esa pocilga y pórtense mal —Lanzó una mirada socarrona a ambas y se marchó.
Las chicas la miraron divertidas hacer un espectáculo mientras se abría paso con su enorme beliz que debía contener ropa para toda una semana.
Lía miró la pequeña tienda de campaña, no era una pocilga como había dicho Nailea, pero el tamaño no la hacía lucir precisamente cómoda. Acercó sus cosas a la tienda mientras Kaedi la observaba.
—Dejemos el equipaje afuera. No le pasará nada. Ayúdame a extender los sleeping.
Lía no entendía porqué era que hacían eso. Lo más sensato era que cada quien durmiera en uno.
—La temperatura baja mucho en esta zona. Debemos darnos calor, un sleeping no será suficiente, créeme. Supongo que Nailea no te advirtió eso.
La chica negó algo preocupada.
Cuando terminaron de acomodar sus cosas se reunieron con los demás, hubo música, alcohol, y todos congeniaron con Lía rápidamente. Algunos continuaban pensando que aquella chica era Lucía, no lo desmintió, pero lo mejor era que Lía no escuchara nada al respecto. Kaedi charlaba con Leo cuando observó de reojo a Lía ser perseguida por uno de sus amigos. El chico intentó besarla en más de una ocasión, y aunque Lía se dejaba llevar por la situación, a Kaedi le pareció que su amigo se estaba excediendo.
—¿Por qué no la dejas en paz? —le dijo al sujeto cuando llegó hasta ellos.
Lía la miró divertida y comenzó a carcajear, después rodeó sus brazos alrededor del cuello de Kaedi quien pudo sentir su aliento caliente junto a su mejilla. Evidentemente se le habían pasado las copas.
—Estás tomando demasiado ¿no crees?
Lía negó mientras tomaba un largo sorbo de la cerveza que llevaba en la mano.
—¿También tú? Sinceramente, estoy cansada de que todos me digan que hacer.
—Sólo lo digo por tu bien. Eres libre de hacer lo que quieras.
Lía posó sus ojos oscuros en ella. La recorrió de forma sensual hasta que se inclinó para hablarle de cerca.
—¿Lo que quiera?
Sus labios estuvieron tan cerca que era inminente poder tocarlos, cualquier movimiento, la brisa del viento incluso, podría haber sido culpable de que ambas unieran sus labios en un beso.
Kaedi le quitó la cerveza de la mano y dio un último trago:
—Me iré a dormir.
Caminó hacia la tienda de campaña sintiendo el corazón en la boca. Había disimulado bien, no parecía nerviosa a pesar de que lo estaba ¿Qué era ese sentimiento arrebatador? quiso volver hasta ella y besarla, después de todo era lo que ella quería. Habría sido fácil dárselo. Sin embargo, conforme se alejaba se dio cuenta de cuán preocupada estaría por ella si la dejaba ahí. Así que se detuvo, se sentó junto a Leo y sus amigos y bebió una cerveza más.
Por un instante, Lía perdió de vista a Kaedi. Estaba siendo demasiado insistente, pero no le importaba. Era lo mejor. Quizá de una vez por todas se daría cuenta de la clase de mujer que era y se alejaría por su cuenta. A Nina le molestaba que tomara de esa manera, decía que se ponía intransigente y algo caótica, y odiaba esa parte de ella "cómo si no odiara todas las demás", pensó.
Se sentó junto a Nailea apoyando su cabeza en el hombro de la chica. Sólo bastó un vistazo para que se diera cuenta de que Lía estaba muy ebria.
—¿Te sientes bien? —Lía asintió— ¿Dónde está Kaedi?
—Se fue —contestó inmediatamente—. Creo que la asusté, estoy siendo demasiado intensa con ella.
La chica de ojos claros soltó una carcajada, sin duda ella y Lía compartían más que un par de clases en común. La aferró en un brazo y besó su frente.
—Te diré algo de Kaedi. A ella le gustan las cosas difíciles, complicadas, que parecen estar perdidas. Es como un ángel guardián ¿me entiendes? —observó a su amiga negar, en realidad parecía no estar y estar en cualquier lado—. Vas bien, linda. Ya solo falta desaparecer a Nina de la faz de la tierra.
Lía escupió su trago y comenzó a reír. Sin duda era lo mejor, desaparecerla de una vez por todas, alejarla de su vida para poder continuar. Lo único que hacía era ser una aguafiestas, ni siquiera era tan buena en la cama, tampoco besando o siendo cariñosa. En momentos como ese siempre se cuestionaba por qué es que continuaba con ella.
Se detuvo, tuvo miedo de que esa risa se convirtiera en un patético llanto. Se puso de pie y caminó despacio hacia la tienda de campaña. Kaedi aun no estaba ahí, así que se dejó caer de bruces entre las cobijas para quedarse profundamente dormida.
La temperatura comenzó a bajar, cuando Kaedi entró descubrió a Lía tiritando. Arrojó las cobijas sobre ella acurrucándola. Se recostó a su lado, espalda con espalda, pero la chica no dejaba de temblar y resoplar como si fuera una bestia abrumada. Se giró, quizá no era la mejor idea, pero no iba a dejarla morir de frío. Se acercó hasta ella para aferrarla a su pecho, rodeando sus piernas con las de ella sin dejar de frotar suavemente su espalda. Olía bien, debía ser su perfume o quizá el shampoo que usaba. Unos minutos después dejó de temblar, Kaedi comenzó a quedarse dormida, arrullada por la tranquila respiración de su compañera.
Lía despertó después de un rato, vio el rostro de Kaedi tan cerca de ella y sus manos rodeándola hasta la espalda. Era tan cálido estar en ese abrazo que no hizo movimiento alguno para despertarla. Subió su mirada y observó el hermoso rostro de la chica que parecía profundamente dormida. No podía creer que fuera tan encantadora. Pasó con ligereza una de sus manos, acariciándola, enmarcando su sonrisa y sus pómulos.
Kaedi comenzó a sonreír somnolienta hasta que pudo despertar y darse cuenta de que era Lía quien acariciaba su rostro. Intentó reincorporarse, pero la chica se puso sobre ella.
—Quiero sentir tu calor, es todo —le susurró en la penumbra de la noche— sólo abracémonos.
Kaedi aceptó aquello, rodeó con fuerza el torso de Lía mientras ésta ahora correspondía al tacto, acurrucando sus brazos muy cerca del pecho de la chica, encogiendo sus pies para resguardar el calor que irradiaba. Se quedaron profundamente dormidas mientras afuera continuaba el bacanal.

Por la mañana Lía se descubrió rodeada por la totalidad de Kaedi. Se veía linda con los cabellos rizados sobre la cara sin sus enormes lentes de pasta. Se veía diferente, marcaba un poco más su expresión. Observó detenidamente cada parte de su rostro, su pequeña nariz, sus pómulos, el delineado de su boca, sus largas pestañas y finalmente la acarició. Se inclinó hacía ella, rozando levemente sus labios en un apenas beso de los buenos días.
Kaedi ya había despertado desde el instante en el que Lía había acariciado su rostro, sentir los suaves labios de la chica en los suyos fue inquietante, pero al mismo tiempo, lo tomó como una recompensa por lo de la noche anterior.
Escucharon ruido afuera, y Lía salió para cerciorarse de donde provenía. Eran los chicos que se preparaban para salir de excursión. Escuchó a lo lejos la voz de Nailea quejándose de haber dormido incómoda y de que prefería quedarse ahí antes que ir con ellos. Al poco tiempo Kaedi salió, comenzó a desarmar la tienda.
—¿A dónde vamos?
—De excursión, acamparemos en otro lugar. Cerca de un lago ¿me ayudas?
Kaedi extendió una maleta a Lía, mientras ella se llevaba la casa de campaña, su mochila y las cobijas en el hombro.
—¿Te ayudo?
—Estoy bien. Sólo trae eso contigo —dijo señalando un botiquín de primeros auxilios.
Caminaron cuesta abajo, todos juntos, ayudándose. Nailea fue la única que no cargo nada más que su propio cuerpo.
—Dame la mano —dijo Kaedi extendiendo su brazo para que Lía no cayera pendiente abajo. La chica sin dudarlo aferró su mano a la de ella. Continuaron así hasta que llegaron al lago. A lo lejos se veía una pequeña cabaña abandonada y el enorme caudal del río rodeándolo todo.
—Es hermoso —susurró Lía.
—Lo es. Y cuando es invierno parece una enorme pista de hielo. Claro que no se puede patinar, el hielo aquí es delgado.
Kaedi volvió a armar la tienda y se puso a descansar junto a Lía que ya tenía un par de tazas de té que ella misma había preparado. La chica le agradeció mientras miraba al hermoso cielo azulado.
—Lamento haber sido una carga ayer. No volveré a hacerlo.
La chica de los cabellos rizados suspiró:
—No tienes que disculparte. No haré alarde de tus problemas con el alcohol.
Lía dejó escapar un codazo en el hombro de la chica:
—Vaya que eres pesada.
Caminaron por la orilla del lago, un enorme monstruo circular que probablemente no tenía fin más que el de las copas de los árboles que lo rodeaban. Lía sacó su celular y tomó un par de fotografías. No había visto un lugar tan majestuoso como aquel salvo en películas. El viaje de seis horas había valido la pena, no sólo por el lugar, sino también por la compañía.
—¿Y por qué dejaste de vivir en un lugar como éste? —preguntó repentinamente.
—Mis padres se divorciaron. Mamá y yo nos mudamos a muchos otros lugares antes de llegar a la costa.
Una especie de rugido salió desde lo alto de la montaña. Lía se puso alerta y se acercó hasta Kaedi aferrándola del brazo.
—Es un lince, o quizá un oso. No hay nada de qué preocuparse, el rugido debe venir de lejos.
—Pues sigamos, no quiero averiguarlo.
Continuaron caminando, se alejaron un poco más de lo que imaginaron del campamento, pero no se dieron cuenta. Todo era tan tranquilo y únicamente el sonido de la fauna era lo que irrumpía ese silencio. Kaedi tomó una pequeña roca plana y la lanzó hacia el agua haciendo ondas pequeñas en el lago.
—Debes enseñarme a hacer eso.
Sonrió, buscó entre el agua una piedra plana y se la dio a Lía. La chica la tomó y la arrojó haciéndola chapotear en el agua.
—Soy mala en esto.
—Sólo debes practicar. Inclínate un poco, haz una curva con el brazo cuando la lances.
Kaedi puso sus manos en la cintura de la chica, y después sujetó su brazo indicándole el movimiento que debía hacer. Lía la miró, sintió esos delicados dedos sobre su cintura y su piel. Eran cálidos, como esa misma mañana cuando despertó a su lado y todo estaba impregnado de ese calor que irradiaba. Tenía meses sin dormir tan plácida como la noche anterior. Debía ser efecto de ella, quizá era mágica.
—Eres bastante cálida. Tu temperatura corporal es elevada, siento un poco de envidia. Nina al igual que yo es como un témpano de hielo.
—Si bueno, no parece ser muy cálida —contestó sin meditar la intención de sus palabras. 
Lía esbozó una leve sonrisa y continuó caminando.
—Sé que no parece la mejor persona. Pero hay un lado tierno en ella y hasta un poco cursi.
—No lo dudo. Digo, por algo debes estar con ella.
Lía se sentó sobre una roca sin dejar de contemplar el paisaje.
—A veces siento que mis razones no son lo suficientemente fuertes como para seguir a su lado. Quisiera poder abandonarlo todo, buscar otro tipo de vida, pero simplemente no puedo. Ella hizo mucho por mí. Ella comprendía mi dolor porque había pasado por algo igual ¿Ves esto?
Lía levantó su sudadera mostrándole sus antebrazos marcados por profundas cicatrices que se extendían de forma horizontal desde las muñecas al codo.
—Lo intenté tantas veces, a veces con pastillas, inclusive puse una pistola en mi boca y no fui capaz de disparar ¿sabes por qué?
—Por Nina.
—Exacto. Porque me di cuenta de que me necesitaba más que yo a ella y de alguna forma me hizo sentir útil.
Kaedi se quedó inmersa en aquellas cicatrices. De repente, al mirarla a los ojos se dio cuenta cuan poco sabía de su historia y su vida. Quizá ni siquiera Nailea sabía nada. Si Lía creía que Nina era la única que podía ayudarle, entonces no había nada que ella pudiera hacer.
—¿Y dejas que te abandone en fiestas y te haga escenas de celos sin razón simplemente por eso? ¿Estás conforme con ese amor que te da?
—Cuando no conoces el amor, cualquier caricia puede serlo.
Kaedi se quedó atónita ante esa respuesta. No sabía si besarla y abrazarla o quizá alejarse de ella de forma definitiva. Lía estaba tan marchita como las flores de su jardinera. Ocultaba el amor bajo ese manto de conformidad enfermiza. Ahora más que nunca sabía que Nina no la quería, que utilizaba su predominante carácter para hacerle creer que la necesitaba y que nadie más podría con su carga. Lo podrido con lo podrido hacía buena combinación. Sonaba tan patético e infantil, que Kaedi comenzaba a sentir rabia, coraje contra algo que no podía explicar o justificar.
—Te equivocas, Lía. El amor no es sólo una caricia, es algo más grande. El amor es capaz de moverlo todo, de transformarlo, es energía y armonía. Lo que Nina dice sentir por ti no es amor, suena a que sólo eres un capricho para ella. Y tú te aferras a eso porque te sientes incapaz de merecer algo más.
Lía se puso de pie, era la primera vez que veía en ella un gesto nada afable. Debía estar molesta. Comenzó a caminar de regreso al campamento sin volver a mirarla. Kaedi sintió que esta vez la había hecho en grande. Pero no estaba arrepentida, se encontraba molesta e impotente con Lía, que era incapaz de discernir aquello que la destruía y lo que no.

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