V
"Hay una tristeza inherente a las cosas
que las hace bellas, y no quiero llegar a comprender nunca"
Elvira Sastre
Después de su cita, pensar en Lía se había hecho una tortuosa costumbre. Lo peor de todo era que la chica ni siquiera le hablaba y solamente la rodeaba la orgullosa y atormentadora pregunta de ¿por qué no lo hacía? No iba a ser ella quien diera el primer paso, había hecho las cosas bien, con calma y respetándola. Aunque no estaba muy segura de que ella quisiera eso.
—Lo que pasa es que fuiste grosera.
—¿Por qué? ¿Sólo porque no quise besarla? pues lo siento, yo no soporto a las manzanas deliciosas...
Nailea hizo un mohín extrañado y se echó a reír. Era la primera vez que escuchaba ese término.
—¿En verdad existe ese término?
—No tengo idea. Pero tiene cierta connotación, ya sabes la manzana es el fruto prohibido, es símbolo de erotización.
Nailea soltó una carcajada:
—Bueno, le hubieras dado lo que quería. Algo de sexo oral en el auto, qué sé yo.
—Las cosas no van a ser como ella quiere. Voy a insistir en llamarla sólo una vez ¿De acuerdo? Si no quiere me largo.
Kaedi sujetó su teléfono celular y vio que tenía una llamada perdida de Lucía. Sonrió, hacía tiempo que no hablaban. Últimamente, coincidir en un instante era difícil, sobre todo por la diferencia de horarios.
—Hola, hermosa ¿acaso no me extrañas? —preguntó Lucía con su tersa voz.
Fue como si el corazón se le expandiera en el pecho. Nailea la miró detenidamente, le daba gracia la cara de idiota que Kaedi hacía cuando escuchaba la voz de su ¿aun novia? Jamás la había visto tan enamorada de nadie como de ella. Eran una pareja perfecta a pesar de que Lucía era ocho años mayor que ella. Nailea siempre sintió un poco de celos por su perfecta relación, en ese entonces ver a Kaedi era difícil porque siempre estaba con Lucía. Pero fue aun más difícil verla sufrir después de que ésta se marchara a Barcelona a estudiar su doctorado. Había vuelto a una época oscura en donde se mantenía distante y hermética a todo. Por suerte, gracias a Salvador y a la poesía, había podido salir de su encierro y buscar otra forma de externar su dolor.
—Yo jamás dejo de extrañarte... —dijo mientras sonreía y se alejaba un poco de Nailea.
—¿Está Nailea contigo? —preguntó Lucía.
—Aquí está —contestó poniéndola en alta voz.
—Mándale mis felicitaciones de cumpleaños, ¿cómo la pasaron?
Tanto Nailea como Kaedi titubearon un poco. Había pasado más de lo que esperaban en esa fiesta. Kaedi tomó el teléfono y fue hasta la cocina.
—¿Qué cuenta Barcelona? Te noto un acento extraño.
Lucía rio.
—Es difícil no atrapar el acento. Pero, pensé que quizá te excitaría un poquito.
Kaedi miró a ambos lados, esperaba que Nailea no la espiara como era su costumbre.
—Estoy bastante excitada con sólo escuchar tu voz —susurró.
Lucía carcajeó:
—¿Sigue Nailea espiándote mientras hablamos?
—No lo sé. Prefiero prevenir.
En ese instante, entró otra llamada, era Lía. Kaedi sintió que la sangre se le iba a los talones porque aun no le había dicho a Lucía nada sobre ella.
—Espera, tengo otra llamada.
Tomo un poco de aire y contestó.
—¿Estabas ocupada? —preguntó Lía con su voz suave y armoniosa.
—No... —contestó—. Estaba charlando con mi madre... Como sea, no esperaba tu llamada. Me tomaste por sorpresa.
—Lo sé, pero quería disculparme por lo de ayer. Dije cosas muy estúpidas, estaba un poco nerviosa. Eres una chica intimidante.
Kaedi rio, no era cierto. Ella se consideraba la chica menos intimidante del mundo. Lía debía estar coqueteando o bromeando.
—Si hice algo que te incomodara, lo siento. Sólo fui yo misma.
—Lo sé, y eso me encantó. De hecho, me gustó tanto que siento que merezco otra oportunidad ¿crees que puedas dármela?
Kaedi miró su teléfono. Tenía un mensaje de Lucía:
—Espera, tengo otra llamada ¿puedes esperarme? —Lía aceptó y ella volvió con su novia—. Mi amor, lo siento, ¿en que estábamos?
—En realidad estabas por seducirme por teléfono, dijiste algo de mandarme fotos ardientes —contestó Lucía algo divertida. Kaedi rio.
—Es cierto. Pero con Nailea aquí será difícil.
—Todo es difícil con Nailea.
De repente, recibió un mensaje de Lía:
Kaedi esbozó una sonrisa.
—Espera, Lucía. Me despediré de la otra persona en la línea y vuelvo contigo.
—Claro, cielo.
—Ya sé que me estás invitando a salir —dijo—. Considéralo una segunda oportunidad.
No escuchó respuesta alguna de Lía, le pareció extraño. Únicamente escuchaba la respiración detrás de la bocina del teléfono.
—¿Vas a salir con alguien?
Era Lucía. Kaedi caminó hacia el sanitario y se encerró en él. Lo primero que le vino a la mente fue decirle que se trataba de un amigo de Salvador que insistía en salir con ella.
—Sabes que no puedo ser grosera.
—Lo sé —contestó la chica.
Sintió que debía cambiar de tema. Había algo distinto en el tono de voz de Lucía que la preocupó.
—¿Aun quieres tus fotografías? Creo que puedo enviar algunas.
—¿Vas a darle una segunda oportunidad? Eso es cruel, si no te interesa no deberías hacerlo
—...Lucía.
—Está bien...
Kaedi sintió un fuerte golpe en el estómago al escuchar el tono en aquellas palabras porque era claro que no era así
—Fui yo quien te dijo que podías salir con quién quisieras. No voy a ser egoísta.
—Lucía, por favor. No estoy saliendo con nadie, estoy ayudando a Nailea, te lo puedo explicar con más detalle ¿de acuerdo?
—Claro —contestó la chica—. Mira, tengo que volver. Me comunico más tarde contigo.
Kaedi miró su teléfono. Era Lía diciéndole que mejor llamaba luego.
—Lucía, escúchame. No estoy saliendo con nadie, en serio. No he salido con nadie desde que te fuiste, te amo. ¿Me escuchaste? te amo.
Un silencio prolongado y la respiración de Lucía fue lo único que pudo escuchar.
—Yo también, Kaedi. Hablamos luego.
***
—¿Qué es lo que quieres Salvador?
Nailea abrió la puerta de su departamento. Ahí estaba el chico, con una botella de vino tinto bajo el brazo. No parecía muy conforme con el recibimiento pero aun así continuó con su buen ánimo.
—Pensé que te gustaría verme. Y además traje un regalo para ti
Extendió la botella de vino, se veía tan fino que por un instante Nailea pensó que lo había robado.
Observó al chico, llevaba unas ropas extrañas. Un saco algo grande para él y unos pantalones entubados.
—Pues pensaste mal, puedes irte ahora. No me interesan tus regalos —dijo mientras intentaba cerrar la puerta pero Salvador la detuvo con una mano.
—¿Puedes ser amable por lo menos una vez en tu vida?
—¡¿Amable?! ¿Después de cómo te portaste la otra noche? Eres un cínico.
Siempre era lo mismo con ella, a final de cuentas, fuera como fuera él terminaba siendo el malo de la historia, el abusivo y patán cuando era ella también quien se entregaba a los placeres del momento.
—¿De qué hablas? ¿Cómo me porté la otra noche, según tú?
—Te propasaste, fuiste un patán como siempre.
—¿De qué mierda hablas, Nailea? pensé que la habíamos pasado bien.
Salvador se acercó hasta ella para rodear su cintura pero Nailea lo alejó. No quería volver a sentir sus manos durante un tiempo cerca de ella. Le daba temor aceptar que tenía cierta debilidad por él, sobre todo cuando se comportaba como una persona comprensiva y atenta.
—Ya te lo dije, no me interesas ni tú ni tus regalos, ahora vete.
Salvador se alejó por su cuenta. Era la última vez que se humillaba de esa forma por ella. Una chica que no era capaz de aceptar sus propios demonios no era digna de él.
—¿Por qué eres así? ¿Por qué no aceptas que la pasamos bien juntos? siempre estás a la defensiva conmigo.
—¡Porque te conozco, Salvador! ¡Y no quiero ser una más en tu colección de musas! — Gritó la chica provocando que el joven diera un par de pasos hacia atrás. Dejó la botella de vino en el suelo.
—De acuerdo —continuó con una expresión que por un instante a Nailea le pareció herido—. Pero recuerda que eres tú la que me utiliza cada vez que te viene en gana. Y si sólo eso quieres, por mí no hay problema, sé perfectamente cómo jugar ese juego —El chico caminó hasta salir del departamento.
Nailea fue a su habitación y se echó a llorar. No entendía porque se comportaba de esa forma con él. Era quizá como un campo de fuerza, un escudo protector que utilizaba para hacerse a la idea de que Salvador no era el chico indicado. Estaba lejos de ser el hombre de sus sueños y aquel que sus padres querían para ella. Pero había algo inexplicable en él que la hacía perder la cabeza. No podía dejarse llevar por sus instintos. Estaba a tiempo de redimir las cosas y alejarse de él de una vez por todas y de forma definitiva. Era lo mejor.
****
Nailea solía quedarse por temporadas con Kaedi. A pesar de que tenía su propio departamento, a veces no podía con la soledad. Kaedi no lo entendía, porque ambas estaban en extremos. Ella había vivido tranquilamente con su madre durante mucho tiempo, pero su deseo por obtener esa soledad e independencia fue más fuerte que cualquier otra cosa. Así que decidió dejar su hogar.
—¿Ya tienes fecha para tu próxima cita con Lía?
Kaedi soltó el par de ases que tenía en la mano y miró a su amiga. Hacía días que no pensaba en ella. Había podido tranquilizar un poco las cosas con Lucía, pero aun le era difícil siquiera mencionar el nombre de la chica.
—En realidad no, no he hablado con ella.
—¿Estás evitándola?
—Nai, no sé si pueda seguir con esto, después de lo que pasó con Lucía no me siento bien.
Nailea se fue hasta donde estaba y se dejó caer sobre sus piernas mientras hacía un gesto de fastidio.
—¿Otra vez con eso? Kaedi no estás haciendo nada malo... aun —dijo con un tono pícaro—. Pero de cualquier modo pase lo que pase no cuenta porque tú amas a Lucía.
—Exactamente, no puedo hacerle algo así. Ni tampoco a Lía, no quiero lastimarla.
No se dio cuenta de en qué momento la seguridad de Lía se había convertido en algo que le importara. Quizá desde lo de la fiesta de Nailea, posiblemente desde su cita en el café.
—Eso no va a pasar, Lucía no se dará cuenta y Lía no saldrá lastimada, se que cuidarás de ella.
Kaedi suspiró. Era peligroso seguir jugando a la sanadora de almas. Si Lía se enteraba se haría un drama total. Si Lucía lo hacía también. Y a final de cuentas la que lo perdería todo sería ella. Sin embargo, no podía simplemente a esas alturas alejarse de Lía. No después de que la chica le había regresado la invitación para arreglar los mal entendidos. No le había mentido en eso a Lucía. Era muy mala diciendo que no.
—De acuerdo, la llamaré cuando vuelva.
—¿Vuelvas? ¿A dónde irás?
—Con Leo y los chicos, iremos de campamento a las montañas.
Nailea hizo un gesto indignado, mientras se llevaba una mano al pecho.
—¿Por qué no me invitaron?
—Porque sabemos que no te llevas muy bien con la naturaleza y esas cosas fuera de la civilización.
—Muy graciosa —intervino aún más indignada. Eso sonaba más a un reto que a una afirmación — iré con ustedes, ¿cuándo nos vamos?
Kaedi se echó a reír.
—Mañana temprano. Estaremos encantados de que vayas.
—Perfecto, le pediré el Jeep a papá, no quiero que tu chatarra nos deje a la deriva.
Nailea se puso de pie y fue hasta el sofá por su bolso.
—¿Qué estás tramando? —preguntó Kaedi, reflexionando sobre su repentino interés en acompañarlos cuando todos sabían lo inadaptada que era en ese ambiente.
—¿De qué hablas?
—¿Por qué quieres ir? —reiteró.
—Me apetece salir de la ciudad unos días, necesito aclarar mi mente. Por cierto, Salvador no va ¿o sí?
Kaedi negó. Pudo ver la cara de satisfacción en su amiga, la misma que hacía cada que trataba de evitar al chico porque habían terminado enrollándose.
—¿Qué sucede entre ustedes?
—Nada, ya lo conoces —contestó la rubia mientras buscaba las llaves de su automóvil.
—Lo conozco y también a ti —Kaedi se acercó hasta ella sacando las llaves que estaba buscando de uno de los bolsillos de su pantalón—. Escucha, Nailea, sé que puede llegar a ser un tipo insoportable pero ten cuidado con lo que haces, Salvador no es una mala persona, también tiene sentimientos.
Nailea le arrebató las llaves, dándole un delicado beso en la mejilla.
—Relájate, preciosa. Entre tu amigo y yo no pasa ni pasará nada, ¿de acuerdo? dejaremos de incomodarte. Tengo que irme. Pasaré por ti mañana. Te quiero.
***
Por la mañana Kaedi se encontraba afuera del edificio de su departamento esperando a Nailea. La chica había quedado en llegar puntual, pero tenía veinte minutos de retraso. Ninguna novedad para ella. Pero sin duda los chicos se molestarían. En ese momento sonó su celular. Era su padre, con quien apenas si hablaba:
—¿Qué pasa, papá?... no, lo siento he estado ocupada...si ya sé... —A lo lejos de la calle principal vio acercarse el Jeep negro del padre de Nailea. Junto a ella venía Lía con un sombrero negro que cubría parte de su rostro.
—No, estaré fuera de la ciudad estos días —continuó mientras miraba a ambas chicas acercarse hasta ella—, iré por él cuando regrese, si lo haré... tengo que colgar, te llamo cuando vuelva...sí, adiós.
—Buenos días, mi amor.
Nailea fue hasta su amiga para acercarse y darle un apretado beso en la mejilla. Vio sonreír a Lía mientras ella también se acercaba a saludarle.
—Espero que no te moleste que los acompañe.
—De ninguna manera —contestó casi inmediatamente—, me da gusto que vengas.
Subieron las maletas de Kaedi en el Jeep.
—Tú conducirás, tengo mucho sueño aun —dijo Nailea arrojando las llaves a Kaedi.
Lía se dio cuenta de que no parecía muy cómoda con la situación cuando subió y se aferró al volante, esperó unos instantes como si quisiera tomar valor.
—Espero que seas buen copiloto —Le dijo a Lía y ésta le guiñó un ojo.
Tomaron carretera, Lía se encargó de la música y puso su celular repleto de canciones de The Smiths. Viajaron bajo esa atmósfera nostálgica que sólo logran las letras de la banda. Después de un rato, llegaron a una gasolinera. Ahí había otros vehículos con otros chicos que eran amigos de Kaedi. Lía se sorprendió, eran más de diez chicos y algunas chicas. En cuanto Kaedi se acercó a ellos todos comenzaron a saludarla. Sintió una especie de arrepentimiento una vez más. Bajó del automóvil y uno de los chicos se acercó a ella para saludarla con simpatía.
—¿Es tu chica, Kaedi? —preguntó después de extender una mano a Lía.
—Soy una amiga —intervino sin dejar de mirar a Kaedi que ahora parecía aliviada.
En ese instante su celular sonó, era Nina. Respondió la llamada y caminó en sentido contrario al que iba.
—Hola amor, ¿bien y tú? ...no, en realidad voy de salida ya. Sí, todo bien. Claro el lunes está bien. Oye tengo que colgar —Kaedi regresó hasta ella—, te llamaré en cuanto pueda de acuerdo... también yo, adiós.
Lía volvió a subir al Jeep esperando a que regresara.
—¿Necesitas comprar algo? La próxima tienda está a una hora de aquí — Le preguntó Kaedi.
—Iré por una botella de agua, no tardo.
—Espera, yo la traeré —dijo atenta—. ¿Algo más?
—No, es todo — contestó finalmente.
—¿Tú quieres algo? —preguntó a su amiga que apenas comenzaba a despertar.
—Un café por favor —Kaedi asintió. Y se alejó rumbo a la tiendecilla que estaba rodeada por un espeso bosque.
Lía la observó alejarse después se dirigió hacia Nailea:
—No le dijiste que vendría con ustedes.
La chica bostezó y por un instante parecía no saber a qué se refería.
—Claro que lo hice.
—Me pareció sorprendida cuando me vio.
—Nada de eso —mintió mientras se bajaba a estirar los pies.
—No sé, siento que le incomoda mi presencia.
La rubia negó rotundamente y trató de alentarla diciéndole que Kaedi a veces podía llegar a ser algo fría. Aunque sabía que Lía no estaba lejos de la verdad. Inclusive ella se había percatado de su cara de sorpresa al verlas llegar. Pero si su plan seguía su curso en ese viaje, pronto sus amigas serían inseparables. Tendría a sus dos personas favoritas en el mundo unidas por un lazo que ella encontraba inquebrantable. Así Kaedi no se marcharía a Barcelona. No era nada personal contra Lucía. Simplemente no quería dejar ir a su mejor amiga.
—Si así fuera no te hubiera invitado a salir, por cierto ¿cómo estuvo su cita?
Lía hizo una expresión extraña y sonrió tímidamente al recordar lo que había pasado.
—Ni me lo recuerdes, fui una estúpida. Y ella es tan...
Nailea se quedó mirándola fijamente. Era fácil decirlo "Kaedi es tan increíble" quiso completar la oración, pero no era el momento adecuado:
—Como sea, espero que no haya quedado con una mala impresión de mí.
—¿Y por qué te preocupa tanto qué impresión tenga de ti?
Había sido una buena curva, pensó Nailea mientras Lía titubeaba un poco:
—No, bueno, no es eso. Pero ella fue muy amable conmigo... No será idea tuya todo esto ¿o sí?
Nailea rio:
—Ya te lo dije, si así fuera te lo diría y además no involucraría a Kaedi contigo sabiendo la clase de novia que tienes, primero me desharía de ella.
En ese instante Kaedi regresó. Llevaba una botella de agua y maniobraba con el café para no derramarlo. Entregó el agua a Lía, el café a Nailea y sacó un par de chocolates que extendió a la chica de ojos oscuros.
—¿Blanco o negro?
La chica tomó el chocolate oscuro y se lo llevó a la boca. Kaedi siguió con su mirada la mano de Lía hasta que puso el chocolate sobre sus labios rosados. Nailea le arrebató el chocolate blanco que guardó en su bolsa.
—Y éste para mí, —dijo— porque sé que al igual que Lía odias el blanco.
—¿De verdad? —preguntó ésta sorprendida mientras Kaedi sonreía— no, entonces toma yo estoy bien así.
—Descuida —insistió devolviéndole el chocolate.
Lía partió el chocolate a la mitad. Poniéndole la parte que no había mordido en los labios.
—Compartámoslo —dijo la chica, regalándole una tímida sonrisa.
Kaedi sintió que se sonrojaba. Mientras Nailea miraba aquella escena conforme. Al parecer las piezas ya estaban en su lugar y comenzaban a moverse de forma interesante.
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