III
—Déjame dormir. Es fin de semana.
—No quise despertarte, cielo. —Lía, acaricio la espalda de Nina y comenzó a llenarla de besos. Deslizó sus manos entre las sábanas hasta llegar a sus pechos, los estrujó entre sus dedos y un gemido ahogado escapó de sus labios.
—¡Basta! ¡Déjame en paz!
Lía la observó. Era un día de esos en los que su novia sobrepasaba lo insoportable. No quería más guerra de lo que ya le daba. Se levantó de la cama de un brinco y caminó rumbo a la cocina. Tenía hambre, recordó quizá por qué su apetito había incrementado.
—Lía...
Escuchó la voz de Nina a sus espaldas.
—Vuelve a la cama.
—Tengo hambre ¿quieres algo?
—Quiero que regreses a la cama.
Lía suspiró. Regresaron a la habitación y se dejó caer sobre el colchón mientras Nina enredaba sus brazos alrededor de su cuello y le daba un beso pequeño y frágil en la nariz.
—Odio a tu amiguita esa.
—¿De qué hablas? —preguntó fingiendo sorpresa.
—De Nailea.
Desde el primer instante quedó claro que Nina y Nailea no iban a simpatizar. Cuando las presentó por primera vez fue como si ambas hubieran olido una bolsa llena de heces fecales. Sus narices se arrugaron y sus miradas se recorrieron de pies a cabeza para hacer un gesto inconforme final. Quizá era cosa de rubias.
—Por favor, Nina. No tiene caso que sigas alimentando esa absurda rivalidad.
—No alimento nada. ¿Acaso no te diste cuenta? Te presentó a esa chica rara como si quisiera que salieras con ella.
Lía recordó a Kaedi. Ella era la causante de que el hambre la despertara. Habían fumado algo juntas y recordaba su cabello alborotado cayendo por su frente. No era su tipo en absoluto, pero sin duda era simpática y bastante linda. Quizá con el tiempo, Nina quitaría esa tonta idea de su cabeza y podría salir con ella a algún café. Como amigas.
—No digas tonterías. La presentó por mera cordialidad, es su mejor amiga.
—Lo que digas.
Nina se puso de pie, caminó con su cuerpo desnudo recogiendo su ropa del suelo y se metió al cuarto de baño. Lía se quedó sobre la cama, observando el techo mientras trataba de no pensar mucho en Kaedi. Pero ahora con la mente fría todo parecía más claro. Había sido torpe al rechazar su invitación, quizá la chica solamente quería salir a divertirse con ella. Podía tenerla de amiga y eso no iba a arruinar su relación con Nina. O quizá sí. Fuera como fuera, consideró la idea de llamar a Nailea y pedirle su número solamente para agradecer el interés en invitarla a salir.
En ese instante su celular sonó.
—¿Estás despierta a esta hora? increíble.
Nailea rio detrás de la bocina.
—Por supuesto. Y tengo tan buen humor que voy a invitarte a almorzar, ¿qué dices? de una vez revisamos lo del trabajo de esta semana.
Había olvidado por completo que aún quedaba una exposición pendiente y hacía equipo con Nailea. Miró de reojo hacia el baño y aceptó. Se dio una ducha rápida y se despidió de Nina. No parecía de mejor humor pero terminó aceptando que Lía tenía deberes que cumplir.
—Si me entero que esa tal Kaedi estuvo ahí, será la última, Lía. Lo juro.
Fue hasta ella para estrecharla entre sus brazos y besarla suavemente en los labios:
—Si está ahí, prometo que regresaré inmediatamente.
Se despidieron. Lía condujo hasta el mall en donde Nailea no debía estar esperándola. Tenía gran habitualidad para llegar tarde a todos lados. Pero para su sorpresa, al cruzar la puerta de entrada su amiga ya estaba ahí.
—¡Lía! —Fue hasta ella para darle un beso en la mejilla. Observó discretamente y después sonrió—. Y ¿dónde está tu encantadora novia?
Lía se echó a reír. Le daba gracia la cordialidad que fingía cuando preguntaba por Nina.
—Se quedó en casa, muy molesta por cierto
—Eso no es novedad, cariño. De verdad, Lía, necesitas dejar a esa mujer no entiendo porque sigues con ella.
—¿Otra vez con eso, Nai? Dale una oportunidad, yo sé que es especial y tiene sus mañas pero es eso lo que me gusta de ella. Es difícil, las cosas fáciles me aburren.
Nailea puso los ojos en blanco. No era nada personal con Nina, simplemente, no era una compañía sana para su amiga. Esa chica, era capaz de sacar lo peor de Lía, de remover ese pasado tormentoso y de convertirse en un pretexto más para auto sabotearse.
—No sé, yo sigo pensando que deberías buscarte otra chica o chico lo que sea, cualquiera te hará mejor que ella.
—¿Cualquiera podría ser Kaedi? —preguntó Lía siendo tan perspicaz como siempre.
Pero Nailea también era buena para disimular:
—¿Kaedi? pues no lo había pensado pero sí. Kaedi es mil veces mejor que Nina. ¿Por qué vino a tu mente? —Siguió en su papel desentendido mientras ambas caminaban hasta la isla de café que estaba en el centro del lugar.
Les gustaba ir mucho a ese sitio en particular, era relajante y el ambiente tranquilo les ayudaba a concentrarse. Además de que el té era sumamente delicioso y Lía adoraba el té.
—Bueno, Nina jura que me la presentaste a propósito —dijo Lía mientras seguían caminando.
—Mira que esa rubia es tonta —contestó sonriendo con un talento nato para la actuación—, si esa hubiera sido mi intención te lo hubiera dicho, tú mejor que nadie sabes que no me ando con rodeos.
—¿Entonces no fue tu idea que me invitara a salir?
—¿Kaedi te invitó a salir? —preguntó con sorpresa. Lía asintió—. Vaya, no tenía idea. Supongo que es la primera vez que Kaedi encuentra interesante a alguna de mis amistades.
Continuaron su camino, hasta que Nailea vio a Kaedi y a su amigo Salvador sentados en el café platicando amenamente. Más perfecto imposible. Ambas se encaminaron sin que Lía se percatara de la presencia de Kaedi.
****
—Hazlo —la interrumpió Salvador cuando estaba contándole sobre su encuentro con Lía.
—No puede ser. Se supone que estés de mi lado.
—No exageres no suena mal, además, ¿qué puedes perder? ¿tiempo? No hay mejor forma de perder el tiempo que con mujeres.
Kaedi observó cómo su amigo seguía con la mirada las hermosas piernas de la mesera que los atendió. Para él era fácil, no tenía ni principios ni moral. No había dios, razón social o política para que Salvador no hiciera lo que quisiera. Así lo había conocido, y después de eso lo había reafirmado al acompañarlo en una manifestación contra la comida transgénica. Una bala de goma había perforado el muslo izquierdo de Salvador que no dejaba de gritar: "¡El sistema es una mierda!" "¡Este pueblo es un hervidero de caca!" Aun y cuando su pierna tenía una profunda herida no dejaba de maldecir. También era poeta, había escrito en varias revistas y tenía publicados dos poemarios. Pintaba desde el realismo hasta el expresionismo, esculpía, había aprendido a tocar el piano a sus cinco años como todo un maestro. Ahora tocaba ocasionalmente con una reconocida banda. Era un polímata, todo un estereotipo del artista del siglo XX. Tan excéntrico como desarraigado, pero al mismo tiempo hermoso como un dios griego. No había mujer que se resistiera a sus encantos físicos y artísticos. Prueba de ello era Nailea que juraba odiarlo y cuando buscaba algo de compañía lo llamaba. Salvador parecía tenerlo todo, pero al mismo tiempo no había mujer capaz de soportar una vida tan soez como la que llevaba por esa misma insistencia a contradecirlo todo. Algo que él llamaba alma de poeta.
—Si por ti fuera vivirías perdiendo el tiempo, ¿no? —continuó al ver que su amigo no dejaba de lanzarse miradas con la mesera—. Por cierto, ¿qué pasó con Paola?
—Me aburrí. —Se percató de la mirada fija de Kaedi—. No me mires así, ¿qué quieres que haga?, dejó de inspirarme. Tú mejor que nadie sabe cómo funciona esto.
Últimamente era su pretexto favorito. A veces creía que él mismo saboteaba sus relaciones para tener que escribir. Era un recurso superfluo y absurdo.
—Me vas a disculpar pero nuestras musas son distintas. Y tú lo que eres es un patán.
—Puede ser... ¿crees que le gusten los chicos? —Salvador había retomado repentinamente el tema de Lía—. Yo podría hacerle el favor.
—¿Y por qué habrías de hacerlo? odias a Nailea.
Salvador comenzó a reír.
—Es cierto, casi lo olvido. Igual lo único que quiero es fastidiarla y volver a acostarme con ella, ¿crees que pueda?
—Eres un imbécil.
En ese instante Salvador vio a Nailea entre las personas del café.
—Hablando del rey de Roma... —dijo, haciéndole una señal a su amiga.
La chica pudo ver a la rubia que se abría paso entre las personas para entrar al café. Para su sorpresa, no iba sola, Lía caminaba junto a ella mientras buscaban una mesa libre para sentarse. No podía creerlo. Una fuerte energía comenzó a llenarle el pecho hasta que sintió que el corazón se le detenía.
—Debe ser una maldita broma —musitó.
Nailea giró hacia donde estaban los dos chicos fingiendo sorpresa. Tomó a Lía del antebrazo para guiarla hasta donde estaban Kaedi y Salvador. Los ojos de Lía de inmediato reconocieron los cabellos de Kaedi, pero no se resistió. Continuaron su camino hasta llegar frente a la chica y al sujeto que la acompañaba.
—¿Qué haces aquí?
—Hola, buenos días para ti también, preciosa —continuó Nailea fingiendo sorpresa aún—. Vine a desayunar con Lía ya que tú no tuviste la decencia de despedirte siquiera esta mañana.
Los ojos de Lía y Kaedi se cruzaron de repente. Lía parecía inexpresiva, levantó una mano para saludarla apenas. Salvador al mirarla se puso de pie rápidamente para extender su mano. Era guapa, mucho más de lo que Kaedi la había descrito.
—Salvador Vallejo, un placer —se presentó esbozando una sonrisa ligera.
—Lía, mucho gusto. —Por alguna razón Salvador le parecía familiar, fuera de ser muy atractivo, era como si ya hubiera sabido de él antes.
—¿Podemos sentarnos? —preguntó mirando a Kaedi con complicidad—. ¿O quieres que vayamos a otra mesa, Lía?
—No, por mí no hay problema.
Salvador fue por un par de sillas. Las acomodó mientras ambas tomaban asiento.
—Siempre tan caballeroso, Salvador —continuó Nailea con un tono irónico—. Es una pena que eso no te ayude en la cama.
Kaedi miró a Lía, por algún motivo pensó que se sentiría incómoda con ese comentario pero no fue así, la chica sonrió divertida.
—Siempre me ha gustado tu sentido del humor. Pero te recuerdo que eso no dijiste cuando te...
—¿Qué tal tu regreso a casa? —intervino a tiempo Kaedi dirigiéndose a Lía. Evitando que Salvador terminara con aquel comentario inapropiado.
La chica la miró un poco desconcertada, no esperaba que se dirigiera a ella tan de repente.
—Todo en orden, tomé un taxi.
—¿Tu novia te volvió a dejar a la deriva? —preguntó Nailea con tono irritado.
—Claro que no —contradijo—, lo que pasó fue que ella quería volver a casa y yo quería quedarme un poco más.
Kaedi sonrió. No era del todo cierta aquella versión. En realidad Nina se había ido sin motivo alguno. La había dejado a la deriva justo como dijo Nailea, sin importarle ni un poco su bienestar.
Durante un rato un enorme silencio reinó. Salvador y Nailea eran los únicos que en ocasiones intercambiaban diálogos crueles y vulgares entre ellos. Nada extraño para Kaedi pero temía que Lía comenzara a ponerse incómoda, lo cual nunca pasó.
Lía por su parte miraba a Salvador con cierta fascinación. Era sin duda su tipo de chico, no del cual se iba a enamorar, sino con el cual tendría una noche intensa. Ahora sabía de dónde lo conocía, tenía un libro de poemas de Salvador Vallejo que su amigo Fabián le había regalado en navidad. Cuando estuvieron por simpatizar, el teléfono de Salvador sonó. Debía ser algo importante, porque se despidió rápidamente de las chicas.
—Me tengo que ir, mucho gusto, Lía —dijo aquello con un tono sensual, buscó la mirada de Kaedi que parecía indiferente mientras sorbía su café y se despidió de Nailea dándole una suave caricia en los cabellos rubios.
—Bueno, tengo cosas que hacer. —Kaedi se puso de pie casi minutos después.
—No, no, no tan rápido, preciosa —intervino la rubia sujetándola del brazo para volver a sentarla—. Dijiste que me ayudarías con las cosas que faltan para mi cumpleaños.
—¿Tiene que ser ahora? falta una semana
—Exacto —continuó—, una semana es muy poco tiempo, además tengo cosas que hacer para la escuela.
—Puedo ayudarte también, ¿qué necesitas? —Lía se había ofrecido con mucha simpatía. Kaedi y ella encontraron miradas y de repente pensarse como organizadoras de fiestas parecía algo irónico. Ya que ninguna tenía siquiera la gracia de soportar una.
—Perfecto, la verdad es cosa de nada, únicamente tienen que ir a la casa a recibir unas cajas. El miércoles por la tarde o no sé a la hora que puedan.
—Yo iré, no te preocupes.
Lía interpretó las palabras de Kaedi como si quisiera excluirla del plan. Por algún motivo aquello le causaba molestia. Por qué es que Kaedi no quería que ella también ayudara en la fiesta de Nailea ¿tenía acaso algún problema? ¿Había roto su corazón y por eso la desdeñaba ahora?
—¿Algo más?
—Si se me ocurre te llamo.
Kaedi comenzó a ponerse de pie pero nuevamente su amiga la haló acercando sus labios a su oreja para secretear.
—Y no olvides comprarme un obsequio. —Le guiñó un ojo y Kaedi sonrió. Estaban por despedirse cuando su móvil sonó de repente—. Lía, ¿te molesta si nos vemos más tarde para lo del trabajo? —Comenzó a recoger algunas cosas y a tomar su bolso saliendo deprisa—. Gracias, eres un encanto.
Lía ni siquiera terminó de responder cuando Nailea ya estaba en la puerta de salida pagando su café y alejándose deprisa.
—Claro, no hay problema. Terminaré haciéndolo yo sola, como siempre —contestó como hablándole a la nube que había dejado su amiga al salir.
Kaedi comenzó a reír:
—Nailea es la peor persona para hacer trabajo de equipo.
—Lo sé, pero de alguna forma siempre termina enredándome.
—Entiendo perfectamente de qué hablas —continuó esbozando una sonrisa en la que Lía no pudo evitar reparar.
Ambas salieron del café para dirigirse a la salida. El plan de Nailea había resultado perfecto. Ahora ambas estaban solas, quizá hasta el mismo Salvador había sido parte de todo aquel espectáculo y ella misma era igual o más ingenua que Lía.
Cuando estuvieron en la puerta de salida, Kaedi miró a Lía que parecía indiferente al hecho de que estuvieran solas en ese lugar. Era como si ninguna supiera que decir para despedirse. Finalmente Lía levantó la mano y dijo un simple adiós. Caminó un par de pasos hasta que Kaedi supo que era el momento. El segundo intento.
—Lía, espera. —Por alguna razón su corazón volvió a acelerarse—. Mi invitación sigue en pie.
Había dejado pasar aquella otra invitación en su memoria. Después de pensarlo detenidamente Nina no iba a aceptar que ambas salieran ni como amigas. No quería problemas con su novia y no quería tener que involucrar a Kaedi en esa situación. Aunque una parte de ella seguía moviéndose por la curiosidad y el enigma que representaba Kaedi en su vida. Lía era espiritual, no podía dejar de lado al destino que quizá había intervenido para poner a la chica que ahora tenía enfrente en su camino.
—Kaedi, no creo que sea buena idea, lo siento. Tengo novia y no creo que sea correcto. —Aquellas palabras salieron de forma automática de su boca.
—Te entiendo —aseguró sin perder el brillo de su resplandeciente sonrisa—, no digas más. Te veré en la fiesta entonces. —Se acercó hasta ella dándole un tierno beso en la mejilla.
Lía parecía paralizada, la respuesta de Kaedi no era ni mínimamente lo que esperaba. Por qué no insistía si el destino se había encargado de hacer un esfuerzo astrológico y cósmico para que ambas estuvieran en ese momento, en ese punto.
La vio alejarse rápidamente hasta perderse en la multitud. Había tantas personas en ese lugar, así como había tantas en esa ciudad y en el mundo, «...y sin embargo, por qué Kaedi», pensó. Por qué era ella quien aparecía justo en ese instante, con tanta insistencia y bajo ese manto taciturno que la hacía sentir extrañamente cómoda.
****
Regresó a casa con algo de sushi para Nina, sabía lo mucho que le gustaba así que sería una grata sorpresa. Entró despacio al departamento y la vio inmersa en su lap top con sus audífonos, totalmente ajena al mundo que la rodeaba y sobre todo a su presencia.
—Te traje sushi —le susurró mientras le quitaba lentamente las orejeras. Pero Nina apenas si se inmutó—. ¿Estás molesta?
La chica no contestaba, finalmente Lía se dio cuenta de que no habría motivo que pudiera hacerla cambiar de humor. Tomó el sushi y lo arrojó a la mesa mientras se quitaba la ropa lista para darse un baño. Como siempre, Nina se marcharía de su departamento y quizá volvería en un par de semanas. Tan feliz como si nada hubiera pasado, las cosas volverían a ser miel sobre hojuelas, le diría que la extrañó, que la amaba y sólo con ella ha encontrado la felicidad. Después de algunas semanas las cosas volverían a ser como hasta ese momento. Y todo sería una terrible repetición que estaba dispuesta a soportar si tenía como recompensa el calor de Nina durante las noches. Las que ella quisiera, cuando ella quisiera, no importaba. Siempre y cuando volviera.
Cuando estuvo a punto de meterse a la bañera, encontró el cuerpo desnudo de Nina ajustando la temperatura del agua. No decía nada, pero era claro que era su forma de arreglar las cosas. Entró a la tina, y esperó a que Lía lo hiciera también, la miró fijamente con sus hermosos ojos celestes y suspiró.
—A veces quisiera poder retenerte. Guardarte en una caja de cristal en donde nadie sea capaz de mirarte o tocarte. Pero es imposible, ¿cierto? Estoy segura de que no eres tan mía como dices...
Lía no pudo quitarle los ojos de encima, como era capaz de decirle algo como eso cuando había ido en contra de todo para poder estar a su lado. Para poder compartir ese momento juntas. Dejaron que la tina se llenara de agua, Lía se recostó sobre el pecho de Nina mientras comenzaba a hacerle el amor. Sería cruel, tenía ganas de hacerle un poco de daño por haber dicho aquello, mientras ésta fingía que no le gustaba, acabaría por correrse cada que la penetrara con brutalidad y al mismo tiempo besara su boca.
****
Recibió una llamada de su madre. Miró de reojo a Nina que continuaba dormida boca abajo, lucía angelical y encantadora haciendo ese silbido con la nariz. Hacía más de un año que no hablaba con su madre y ahora ésta le llamaba para avisarle que su hermano mayor pronto iba a casarse.
—Tienes que venir, es tu hermano.
—¿Te lo pidió él? claro que te lo pidió, si no te lo hubiera pedido no hubieras llamado, ¿cierto?
—Lía, no empieces. Si no quieres venir simplemente no vengas. No es necesario hacer un drama de esto. Sólo haz el favor de llamarlo tú y comunicarle tu descortesía.
Esperó a que la respiración de su madre se aligerara. Después de un prolongado silencio el eco de la voz de su madre comenzó a convertirse en algo lejano, tan distante como el sonido del quiebre del oleaje en la costa de su ciudad natal. Tendría alrededor de quince años cuando su madre descubrió su sexualidad. Lía pasó de ser su todo a convertirse en aquello de lo cual era mejor no hablar. Que no terminara de ser, era algo con lo que su madre no podía lidiar. Así que conforme pasaban los años su relación fue cada vez más frágil hasta el punto en el que era imposible vivir una cerca de la otra...
...
—¡No voy a permitir que te vayas!
—Mamá, déjame en paz. No vas a detenerme.
Lía ya tenía su maleta en la puerta. Iba hacia la ciudad en donde su padre había nacido. Sentía que conocía ese lugar como su propia casa, él solía hablarle tanto de ese lugar que tenía un mapa mental de todo en su cabeza. Forcejeó con su madre hasta que ésta le propinó un par de bofetadas que la hicieron caer al suelo.
—¡Te vas a quedar aquí y vas a aprender a vivir la vida como es!
—¡Quieres que viva mi vida como tú quieres!
—Quiero lo mejor para ti, Lía...voy a salvarte de ti misma.
Deseó haber tenido la voluntad para no aceptar nada, pero era su madre. Accedió ciegamente a lo que le ofrecía y sin darse cuenta aceptó el infierno.
La convenció de ir a un centro de rehabilitación que lo único con lo que acabó fue con sus sueños y sus esperanzas. Fue un año largo de humillaciones, de dolor y terapias que quizá estaban lejos de tener una validación médica. Durante ese tiempo, su madre no fue a visitarla ni una sola vez. Fue ahí que conoció a Lili, una hermosa chica que como ella estaba ahí porque sus padres querían que fuera normal. Estaban en pabellones distintos, pero en ocasiones coincidían en el jardín. Lía únicamente la observaba, disfrutaba haciendo eso, no era capaz de hablarle, ese lugar le estaba haciendo tanto daño que había olvidado sus habilidades sociales. Sólo en una ocasión fue capaz de decirle algo, estaban a escasos centímetros, Lía tarareaba una canción cuando sintió la presencia de la chica. Lo único que le dijo fue hola y Lili la miró contenta.
—Me encanta tu voz. Ojalá pudieras cantarme en la ventana todos los días.
Pudo ver que intentaba sonreír, pero le era casi imposible. Quizá aquella chica había olvidado cómo hacerlo. Sin embargo, todos los días, hasta que Lili fue rescatada por la chica que amaba, Lía no dejó de cantar en su ventana.
Cuando finalmente salió de ese lugar, volvió a casa solo para despedirse de su hermano y su abuela y recoger sus cosas. No miró a su madre nunca más a los ojos, se fue como había determinado desde el primer día.
—Me has hecho más daño del que puedo soportar. Te odio, mamá, no tienes idea de cuánto. No quiero volver a saber de ti.
Esa misma noche tomó un autobús, y no volvió a pisar su tierra natal.
...
Ni siquiera lo había considerado hasta ese momento. Colgó el teléfono y vio que Nina la observaba. Puso su mano en la de ella y descubrió que estaba temblando. Así que la aferró en un abrazo.
—No es necesario que vayas. Seguro tu hermano entenderá —dijo Nina sin dejar de presionarla a su pecho.
—Tengo ganas de verlo. Él no tiene la culpa de nada.
—Tampoco tú.
Lía se puso de pie camino unos pasos lejos de la cama y se quedó mirando por la ventana de su departamento. Las lágrimas se le escaparon de los ojos y sintió que algo le oprimía el pecho. Tener que volver a casa era como revivir una pesadilla que ya creía olvidada.
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