Capítulo 8
Noel y Stanley estaban con sus esposas e hijos caminando por un parque. Isabelle y Natasha llevaban cada una a sus hijos. Natasha llevaba el cochecito, e Isabelle llevaba a su hijo de la mano, y Jenna estaba más adelante corriendo las palomas.
—El otro día conocimos al supuesto novio de Sandrine —comentó Stanley—, se ve que se llevan muy bien como pareja.
—Liam no sabe nada, ¿no? —supuso Isabelle.
—No, y es mejor que todavía no sepa —advirtió Noel—. Ni siquiera sabemos si van a ser novios.
—Esperemos a ver qué pasa, y entonces le decimos a Liam —aconsejó su mujer.
—Eso déjenmelo a mí y a mi vieja, que nosotros sabemos cómo controlarlo. Le pedí a Spencer que me avisara si confirman el noviazgo.
—Pues, Sandrine por el momento no sabe qué hacer con su amigo, pero sí está muy segura de no volver —comentó Stanley.
Luego de varias salidas, Sandrine invitó a Vincent a casa de sus padres. Llegaron y su familia lo recibió muy bien.
—Al fin elegiste a alguien como la gente —celebró Spencer.
—Qué lástima que no estuviste en Oxford todos estos años, sino Sandrine se habría puesto de novia y casado contigo —agregó May.
—Pero las cosas se dieron de otra forma, y por suerte mis hijos no están acá para escucharlos.
—Nadie más haga esos comentarios —prohibió Nigel.
—Perdón —se disculparon May y su hermano.
—Gracias. Esta noche cuando mi cuñado los lleve a mi casa, les digo.
—A mí me gustaría conocer a tus hijos —dijo Vincent.
—Te los vas a terminar ganando —dijo Grace con optimismo—. La media hermana tiene un padrastro y lo quiere.
—Eso sí, déjame hablar con ellos sola —le pidió Sandrine a su nuevo novio.
—Sí, entiendo. Por cierto, el otro día nos encontramos con el hermano de Liam.
—Ah, Noel. Es bueno. Lástima que Liam le haya hecho pasar cosas a él también y a su mujer —criticó y lamentó May—. Ya te irás enterando.
—Cuando lo conocí, nos hicimos amigos, con él y su esposa. Pero Noel es como un hermano —contó Spencer sonriendo.
—Con su familia nos seguimos llevando bien —agregó Sandrine.
—No hay por qué pelearse con la familia del cónyuge, y menos si son amigos —opinó Vincent.
—Es bueno verte de regreso —dijo Katrina con una sonrisa.
—Y también visitándonos —agregó Nigel.
—Hacía bastante que no comía con ustedes.
—Ahora como novio de Sandrine —enfatizó May. Vincent le sonrió a su novia, le acarició la mano y se la besó.
A la noche, Sandrine volvió a su casa. Noel le llevó a sus hijos y luego se fue. Al otro día, ella los juntó para decirles.
—Hay algo que tengo que decirles.
—¿Es algo malo o bueno? —dudó Emily.
—Depende. Estuve saliendo con otro hombre...y ya somos novios —reveló.
—¡¿Por qué hiciste eso?! ¡¿Cómo pudiste traicionar a papá?! —la acusó Keegan injustamente.
—¡No, momento! ¡Yo no traicioné a su papá! ¡Él y yo estamos separados, ya no vivimos juntos! —aclaró retándolo.
—¡Deberían! ¡Nosotros hacemos lo que podemos para ayudar a reconciliarlos, y él sigue pidiéndote perdón, pero tú y tu novio empeoran todo! —la acusó también Emily.
—¡Y como nosotros no lo queremos, tú tampoco lo tienes que querer! —se encaprichó Lester.
—A ver si nos calmamos. Ustedes no pueden decirme a quién querer, ni ustedes ni nadie. Tengo derecho a hacer mi vida, y no tienen por qué meterse. Vincent es buena persona. Quiere conocerlos.
—Nosotros a él no, así que que no venga nunca —se encaprichó Keegan.
—Bueno, ya es hora de ir a lo de sus abuelos. No se preocupen, que no lo invité a mi novio. —Fue con sus hijos a casa de sus padres. Los nenes la pasaron bien, incluso con su mamá.
A la mañana siguiente, Sandrine se levantó y fue a la pieza de sus hijos.
—Chicos a des...—Vio que las camas de los mellizos estaban vacías y se puso un poco nerviosa, pues ellos nunca se levantaban antes que ella, pero trató de mantener la calma. A lo mejor se habían levantado para ir al baño. Fue ahí, y no estaban. Los buscaba por toda la casa, no los encontraba por ningún lado y se alteraba cada vez más. Volvió para despertar a Lester.
—Ay no, quiero dormir —contestó el nene medio dormido.
—Mi vida, tus hermanos se fueron. —Lester se terminó de despertar.
—¡¿Qué?! —se sorprendió y miró las camas—. Pero, ¿cuándo?
—¿No escuchaste nada?
—No. ¿Esa ventana estaba abierta? —señaló.
—La abrieron ellos —notó, recordando que estaba cerrada—. Ay no, no puede ser —sospechó, temiendo que pudieron haber ido a casa de Liam—. Voy a llamar a tus abuelos.
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