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Capítulo 3

Mientras Noel y Natasha pasaban la tarde con Spencer, Grace iba a casa de Liam. Al llegar, la madre de Liam la hizo pasar. Su hijo entró por la puerta del patio, vio a Grace y no entendió qué hacía ahí, aunque en parte suponía que le iba a reclamar por lo de la pelea con Spencer.

—Tu excuñada quiere hablarte

—Bueno. —Se sentaron los dos—. Estee...mira, si es porque le pegué a tu hermano, en realidad yo no, no pensé en lo que hacía. Bueno, él me sacó. Ya sé que no tendría que...

—Liam, tranquilo, no vengo a acusarte de nada —lo interrumpió Grace con una sonrisa, tranquilizandoló—. No nos gustó que le pegaras, pero también le dijimos a mi hermano que se pasó.

—¿Y mis hijos? ¿Saben de esto? —preguntó preocupado.

—Vieron a su tío golpeado y supusieron que fuiste tú, pero te siguen queriendo. Puedes estar tranquilo. —Su excuñado suspiró aliviado.

—Creéme que un día de estos le pediré perdón a tu hermano.

—Yo diría que mejor no vayas —aconsejó—. Conociendo a Spencer, te va a rechazar la disculpa.

—Está bien.

—Dime, ¿estás trabajando o buscando trabajo?

—Estuve buscando. —Grace sacó un papel de su cartera.

—En este bar están buscando un mozo —dijo mientras le entregaba el papel con una dirección—. Y como ya tienes experiencia en el restaurante de mi papá, supuse que conseguirías un puesto más fácil.

—¿Ya no me tienes bronca? Es que...como no querías que entrara el otro día a casa de tu hermana...

—No, y mi mamá tampoco, por eso quiero ayudarte y de paso también a tus hijos. Tienes que seguir manteniéndolos. Lo de Sandrine es un tema distinto, obviamente no te iba a dejar entrar si ella no quería hablar. Entonces, ¿aceptas?

—Sí, sí.

—Bueno, ve este lunes para la entrevista.

—Gracias —sonrió—. Qué buena eres. Y ya que me perdonaste y me estás ayudando, ¿puedes convencer a tu hermana de que me perdone ella también? —preguntó esperanzado.

—Liam, la estás presionando. Deja que esto vaya de a poco.

—Tu mamá tiene razón. Es complicado, y creo que tu familia ya hizo suficiente por ti. Ah, y yo también te diría que dejes de llamar e ir a rogar. —Liam suspiró con tristeza.

—Está bien.

—La entrevista es a las 9. Ah y no te preocupes cuándo te pregunten por qué dejaste tu anterior trabajo. Mi papá dijo que está dispuesto a no decir lo que realmente pasó por tus hijos. —Liam sonrió levemente en agradecimiento, y ella se despidió de ambos, Liam le abrió la puerta, y Grace se fue.

Ese lunes, Liam fue a la entrevista, y unos días después lo llamaron para decirle que lo habían aceptado. Trabajaba todos los mediodías en un restaurante, al mismo tiempo que seguía llamando a Sandrine desde su casa. Ahora atendió su hijo, uno de los mellizos.

—Hola.

—Hola, Keegan. No me nombres, ¿sí? ¿Cómo estás? ¿Qué estás haciendo?

—Bien. Estoy viendo los dibujos con mis hermanos.

—Bueno. ¿Me das con tu mamá? Pero no le digas que soy yo.

—Sí. —Llevó el inalámbrico al jardín—. Mamá, para ti. —Ella frunció el ceño al verlo con el teléfono.

—¿Qué haces con el teléfono? —preguntó agarrandoló—. ¿Quién es?

—No sé —mintió y entró a la casa.

—Hola.

—Hola, mi amor.

—¡¿Otra vez tú?! ¡Me tienes harta llamándome! ¡¿Ahora usas a nuestros hijos para reconciliarnos?!

—Tampoco puedes culparlos si quieren vernos juntos de nuevo.

—Sólo que ellos merecen vivir en un buen hogar, no con padres peleándose todo el tiempo.

—Pero tú y yo no vamos a pelear más. Te voy a volver a tratar bien. Ya te lo dije.

—Sabes que no te creo. —Colgó. Liam salió al patio, donde estaba su mamá.

—Esa cara. ¿Hablaste con Sandrine y te volvió a rechazar?

—Sí. —Se sentó en frente de ella—. Es que no lo puedo evitar.

—Eres porfiado. Ahora que trabajas, la factura del teléfono la vas a pagar tú, y ojalá no sea muy alta.

—La voy a pagar, pero sabes que estoy pasando por algo más grave que eso.

Más tarde, en casa de Sandrine, sus hijos estaban tomando chocolate. Se sentó con ellos.

—Chicos, tienen que decirme quién llama. Keegan, no hagas más eso —pidió con severidad.

—Pero papá quería hablar contigo. Tienes que volver con él. Ya no queremos que peleen —intentó convencerla.

—Mis peleas con su papá son problema de él y yo —aclaró—. Ustedes no tienen que meterse ni él meterlos. Además, saben que tienen prohibido atender el teléfono —les recordó levantando el dedo.

—Nada más estamos ayudando a papá. Él nos extraña y a ti también —intentó convencerla Emily.

—Ya sé, mi vida, pero soy yo la que tiene que decidir si volver con él o no.

—Bueno —aceptó su hija, bajando la cabeza y haciendo puchero.

Pasaron unos días, Liam decidió ir a la escuela donde Sandrine daba clases de danza rítmica, pero los guardias le impidieron la entrada.

—Usted no puede entrar más acá.

—Vengo a ver a mi mujer.

—La profesora Sellers está dando clase, váyase —le ordenó.

—¡Sandrine! —la llamó.

Adentro, Sandrine estaba con unas adolescentes que estaban ensayando. Ella les corregía algunos movimientos a algunas chicas que se habían equivocado enseñandolés cómo tenían que hacerlo. "—¡Sandrine!" Se escuchó con más claridad. La clase terminó, y ella fue a ver qué pasaba. Las chicas recogieron sus cosas y también vieron el escándalo. Estaban algo asustadas. Liam no podía pasar, pero suponían que podía lograrlo por la fuerza que ejercía contra los guardias.

—Quédense acá. Ahí vienen sus padres, no se preocupen —les dijo a algunas que siempre se iban con estos para tranquilizarlas. Los padres de las chicas llegaron, mientras que los guardias seguían deteniendo a Liam, quien seguía llamándola. La directora del lugar guió a todos hasta donde estaban sus hijas.

—¿Qué está pasando? —preguntó una compañera suya, una profesora de tango.

—Mi ex. —Sandrine fue hacia la puerta donde estaban los guardias.

—Al fin te veo —sonrió al verla y dejó de forcejear. Pero los guardias no se movían de su lugar—. ¿Puedes decirles que se aparten así te veo mejor?

—No. ¿Qué carajo haces? ¿No te da vergüenza hacer este escándalo? ¿Me vas a seguir a todos lados acaso?

—¡Sólo quiero que me escuches!

—¡Pero yo no quiero hablar! Ya hablamos todo, y no puedes venir a gritar a un lugar público. —Vio que venía más gente a buscar a sus hijos. Ella y los guardias les decían que pasaran tranquilos, y estos entraron.

—Sandrine, si me dejaste ver a nuestros hijos, es porque todavía me amas. ¿Por qué no lo puedes admitir?

—No confundas una cosa con otra. —No dijo nada más y volvió a donde estaba. Su ex la volvió a llamar.

—Si no se va de acá, vamos a la comisaría —le advirtió uno. Liam los miró con el ceño fruncido y decidió irse. No quería ir a la cárcel.

***

Después de caminar unas cuadras, se encontró con Stanley.

—Hola, Liam. No esperaba encontrarte.

—Hola. Es que vine a ver a mi mujer a la escuela de danza de por acá y bueno...intentar reconciliarme —finalizó bajando la cabeza.

—No resultó, ¿verdad?

—No —confirmó mirandoló. Siguieron caminando juntos.

—A lo mejor si la dejas de buscar, de insistir tanto, ella piense más tranquila —le aconsejó—. Es lo que todos te han dicho. Aunque parece estar muy decidida con no volver contigo.

—Es que no puedo esperar, yo la tengo que convencer en algún momento, hacer que me perdone. De verdad me siento muy mal por haberla golpeado, no quería hacer eso y no va a volver a pasar.

—Te creo, bueno, porque tu mamá y tu hermano lo dijeron. Yo apenas te conozco.

—La única que no me cree es Sandrine y bueno, parte de su familia.

—Haznos caso, déjala tranquila un tiempo, sino así la estás asfixiando.

***

Era viernes, Sandrine llevó a sus hijos a pasear junto con sus hermanos e invitó a Noel y Natasha. Estaban en un parque sentados en el pasto. Natasha tenía a su hijo Josh.

—Me vas a decir "tío" cuando empieces a hablar, ¿no? —habló Spencer con el bebé. Josh levantó los bracitos como pidiendo que lo alzara, y Spencer lo agarró y lo trajó para su lado.

—Nosotros le vamos a enseñar —dijo Noel.

—Está cada día más bonito —comentó May.

—La semana que viene bautizamos a Josh —contó Natasha.

—¿Quieres ser el padrino? —le preguntó Noel, y Spencer sonrió de oreja a oreja al escuchar eso.

—Claro que sí —aceptó sin dudar.

—¿Y por qué no lo eligieron a mi papá si es tu hermano? —le preguntó Keegan a su tío, quejándose.

—Porque papá no está en condiciones de serlo —contestó su tío Noel con paciencia.

—¿Por qué? —preguntó Emily.

—Ustedes dos ya saben demasiadas cosas de papá —intervino Sandrine con seriedad—. Además, es decisión de los tíos y de nadie más.

—Liam tampoco se lo tomó muy bien, pero bueno —suspiró Noel—, al final entendió.

—Oigan, ¿y van a hacer fiesta o sólo la misa? —preguntó May.

—Vamos a hacer una fiesta en nuestra casa —contestó Natasha.

—Están invitadas las tres y también sus padres.

—¿Yo también? —preguntó Sandrine sorprendida—. Digo, me imagino que va Liam aunque no sea el padrino. No creo que no quieras invitar a tu hermano, Noel.

—Ma, no seas así. Ven tú también con nosotros—pidió Keegan.

—Saben que no es fácil para mí ver a su papá, mejor vayan con los tíos.

—Liam no te va a hacer nada. Vamos a impedir que te busque, así no pelean —intentó convencerla Noel.

—Me gustaría ir, pero no sé —dudó.

—Si no te sientes cómoda, no vayas —dijo May.

—Nosotros vamos porque Noel y Naty son amigos nuestros —dijo Grace—. Tuyos también, pero tu situación es complicada.

—Ah no ser que seas la madrina, no es necesario que vayas —dijo Spencer. Tanto él como May intentaban convencerla indirectamente de que no fuera.

—La madrina es una de mis amigas de la cocina por cierto —contó Natasha—. Como tú quieras, Sandrine.

—No, síganla convenciendo —pidió Lester.

—Dejen que piense tranquila —dijo Grace. Spencer le pasó el bebé, y ella lo agarró. Josh le dio un juguete, y Grace le sonrió al recibirlo—. Gracias, bebé.

—Sí voy. Confío en que todo va a salir bien —decidió Sandrine finalmente.

—Qué bueno. Es a las seis de la tarde, la misma iglesia donde nos casamos —les informó Noel.

—Ahí vamos a estar —avisó Spencer—. ¿Quieren jugar con la pelota? —les sugirió a sus sobrinos, cambiando de tema.

—Sí —aceptó Keegan sonriendo.

—Yo también voy —dijo Noel. Agarró una pelota que trajeron y se fue con Spencer a jugar con sus sobrinos. Se pasaban la pelota de uno a otro.

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