Al día siguiente, Liam salió por fin de su habitación y fue a la sala de estar donde estaban algunos de los otros pacientes. Era una sala con sillones, un sofá y un televisor en el techo. Los otros lo miraron por unos segundos y luego volvieron a lo suyo. Algunos conversaban entre ellos, otros hablaban solos y otros no hablaban con nadie. Unos enfermeros que estaban ahí se miraron entre ellos luego de ver que apareció, murmuraron y uno se fue en dirección a los consultorios. Liam fue cabizbajo hacia el sofá y se sentó, sin querer socializar con nadie. Sin embargo, se le acercó una chica que se había quedado mirandoló y se sentó a su lado, muy pegada a él con toda la confianza del mundo. A Liam eso no le molestó; la estaba ignorando.

—Hola, soy Daphne —se presentó con una sonrisa. Liam la miró unos segundos—. ¿Cómo te llamas?

—Liam —contestó sin mostrar interés a pesar de que la chica se le hacía muy linda, pero decidió ignorar ese hecho y bajó la mirada a un costado.

—¿Cuántos años tienes?

—27 —contestó sin seguirla mirando.

—No te gusta mucho hablar, ¿no? —Liam la miró y volvió a tratar de ignorarla—. Vi algunas veces desde esta sala que entraban niños a tu habitación. ¿Son tus hijos? —preguntó con curiosidad.

—Sí.

—¡Tienes muchos! —se sorprendió—. Yo no tengo y no sé si quiero, pero tengo un hermano menor de 9 años, además de dos mayores —decidió contar al ver que Liam no iba a hablar casi nada de su familia—. Yo tengo 20; y ellos, 22 y 25. Ah y mis padres están divorciados. No se aguantan entre sí —dijo con una risa nerviosa—. De hecho, tratan de venir distintos días. No quieren coincidir para nada, pero no siempre tienen esa suerte. —Liam trataba de ignorarla, pero no pudo evitar sentirse mal por ella al escuchar eso último, ya que sus hijos habían pasado por lo mismo. Sin embargo, decidió no dar detalles de su vida. Eso sí, Daphne le parecía demasiado confianzuda como para contarle todo eso—. Lo bueno es que cuando me den de alta, voy a casa de mi papá y mi hermano. Bueno, en parte los doctores indicaron que no viva sola y a mi mamá apenas la aguantamos. Es muy autoritaria y hasta discriminativa —se quejó—. Si vamos, por lo general es para visitar a Shawn. —Siguió hablando de otras cosas por unos cuantos minutos y bastante rápido—. ¿Y qué me cuentas de ti? La otra noche te escuchamos gritar —señaló, tratando de sacarle conversación—. Me despertaste. Mi compañera no se despertó porque usa orejeras —comentó y echó una risita—. Llegué a escuchar que culpabas a Vincent de quitarte a tu mujer y a tus hijos. ¿Por qué? Si, por lo que veo, siempre te los traen. —Liam la miró con el ceño fruncido al escuchar eso.

—¿Tus padres no te enseñaron a no escuchar conversaciones ajenas?

—Creo que dije que estabas gritando —le recordó sarcásticamente, enarcando una ceja.

—Bueno, no es asunto tuyo.

—¿Siempre eres malhumorado? Además, creo que después te hiciste amigo.

—Nos llevamos bien ahora —contestó conservando su seriedad. En parte quería que la chica dejara de hablar, de hacerle preguntas y se fuera.

—Por cierto, tengo una enfermedad bipolar. ¿Tú por qué estás aquí?

—¿Qué te importa?

—Qué grosero —dijo frunciendo el ceño. En ese momento, una enfermera intervino para decirle a Daphne que su familia había llegado y que estaban afuera esperandolá—. Nos vemos, Liam. Gusto en conocerte. Hablamos más tarde —se despidió confiada de que así sería y se fue. Liam no le contestó, pero suspiró aliviado al ver que se fue por fin. Por desgracia, Daphne le volvió a hablar en la cena, pero él seguía sin mostrar interés.

Al otro día, su familia estaba con él en el patio. Habían quedado sorprendidos y felices cuando los doctores les dijeron que por fin había salido de la habitación.

—Me siento mucho mejor desde que Sandrine me perdonó. Aun así, todavía la extraño.

—Te va a llevar tiempo superarla, pero lo vas a lograr —lo animó Natasha.

—Al menos ahora están en paz —destacó Noel.

—¿Ella...la está pasando bien con Vincent? —preguntó con los ojos llorosos.

—Sí. Mis papás me contaron que llamó cuando llegaron y mandó saludos —contó Grace—. Incluyéndote —Liam sonrió levemente. A lo lejos, llegaban sus hijos con su abuela Katrina, la mamá y el padrastro de Jenna. Se habían encontrado en la entrada principal.

—¿Ese es papá? —preguntó Keegan sin poder creer que su papá estaba afuera del dormitorio.

—Mamá, Stanley, ¿ahora sí podemos correr? —pidió permiso Jenna.

—Sí, ahora sí —contestó Isabelle riendo levemente.

—¡Vayan! —animó Katrina a sus nietos. Los cuatro hijos de Liam corrieron hacia su padre, quien de casualidad los vio llegar y los recibió. Los demás llegaron después.

—Si saliste de la habitación, eso quiere decir que estás sanando —notó Isabelle.

—Eso espero. Me siento tan aliviado desde que hablé con Sandrine anteayer.

—Qué bueno que estés progresando —admiró Katrina. Lo que nadie sabía, era que Daphne estaba escuchando todo de lejos disimuladamente. Si no quería decirle por qué estaba ahí, ella iba a averiguarlo.

***

Esa noche, Daphne fue junto con un amigo al consultorio del psiquiatra para que vigilara en la puerta que no viniera nadie. Abrió la puerta con un alambre, entró a buscar el diagnóstico de Liam y lo encontró. Se puso a leerlo, pero no le afectó en nada. Guardó todo como estaba y se fue con su amigo. Hablaban en voz baja mientras iban por el pasillo.

—¿Qué encontraste?

—Tiene trastorno de la personalidad y le pegó a dos mujeres —contestó Daphne como si nada.

—¿¿Eh?? —se horrorizó, deteniendosé de golpe.

—¡Sshh! Baja la voz. —lo retó susurrando.

—Bueno, pero, te vas a alejar de él, ¿no? —supuso, volviendo a hablar en el mismo tono de antes.

—Por supuesto que no —contestó muy decidida y sonriendo con el ceño fruncido. Siguieron caminando—. Si Liam está acá, al igual que todos nosotros, es para curarse, para tratarse. No voy a juzgarlo si estamos en el mismo lugar. Además, en esa historia clínica no dice que haya matado a alguien.