Capítulo 30
Liam se hacía cortes todos los días y un día entró en depresión, no fue a la facultad ni al trabajo y llamó a Daphne para decirle que no estudiaría con ella, pero le preguntó si igualmente podría ir a verlo, y ella le contestó que sí. Consideró al principio no ver a sus hijos ese fin de semana, pero como tendría los cortes en los brazos cubiertos por ser otoño, cambió de idea. Sin embargo, su madre lo descubrió cuando vio un cuchillo con sangre en el fregadero. Él se había olvidado de lavarlo. Subió a su cuarto a tocarle la puerta. Estaba dormitando, se levantó sin ganas y fue a abrirle.
—Te estuviste cortando otra vez —lo reprendió apenas estuvieron cara a cara. Liam la miró impactado y sin saber qué decir en su defensa.
—No, no es cierto —dijo finalmente.
—¡Liam, encontré un cuchillo con sangre en el fregadero y no es el de cortar carne! —insistió—. Muéstrame los brazos —le ordenó.
—No es bueno que veas esto —la evadió—. Dile a Daphne que la espero cuando llegue. —Se dio media vuelta y volvió a la cama. Se sentó, y cuando estaba a punto de acostarse, su madre se acercó y lo agarró del brazo. Pegó un grito de dolor, dando evidencia de que tenía heridas. Ella lo soltó.
—No hace falta que me muestres nada. ¡¿Pero crees que es una estupidez esto que tienes como para que decidas dejar el tratamiento cuando se te da la gana?! —lo regañó. Su hijo movió la cabeza a un costado y se puso cabizbajo, mirando el piso. Sonó el timbre, y ella bajó a abrir. Era Daphne, pero no se le veía el moretón; se lo había cubierto con maquillaje. Se saludaron, y la acompañó hasta arriba. Apenas llegó, Liam la vio, se levantó a darle un beso—. Se ha vuelto a cortar —dijo la madre de Liam.
—¿Por qué le dices eso? —preguntó su hijo con las lágrimas brotadas mientras tomaba a su novia de las manos.
—Me di cuenta de que dejó el tratamiento de todas formas, por cómo se portó conmigo la otra noche. Perdón por pegarle, pero no tuve opción —se disculpó mirando a su suegra. Ella le sonrió un poco y asintió en agradecimiento. Se retiró, y lo otros dos se sentaron en la cama.
—No, tú perdóname a mí por agredirte y gritarte.
—Ya te había perdonado. El punto es que no puedes dejar el tratamiento así nada más —dijo frunciendo el ceño—. ¿Pensaste en tus hijos acaso? Ellos merecen verte bien. Agradece que estamos en otoño para que no te vean los cortes. Y no es sólo eso. ¿Qué me dices de tus abusos de alcohol e intentos de suicidio que me contaste cuando estábamos internados? —Su novio cerró los ojos al recordar todo eso y bajó la cabeza—. ¿Quieres dejar a tus hijos sin padre? —La volvió a mirar.
—Tú también dejaste el tratamiento —le recriminó con el entrecejo fruncido—. Tu familia me ha contado que te la pasas horneando hasta las 5 de la mañana, llegas tarde al trabajo, y no se si quiero saber si hiciste algo más —dijo moviendo las manos en señal de rechazo. Miró a un costado.
—Tuve algunos problemas y sí, pasó eso que estás pensando —confirmó, y Liam cerró los ojos y apretó las manos sobre las rodillas, tratando de ser paciente—, pero no estamos hablando de mí ahora.
—¿Y no es la misma mierda? —preguntó retóricamente y mirandolá con el ceño fruncido.
—No, porque tu caso es peor.
—Ni tu enfermedad ni la mía es peor que la otra. Sé que no tienes hijos, pero también haces sufrir a tu familia —le hizo notar. Ella largó un suspiro.
—De acuerdo, volveré al tratamiento si tú vuelves al tuyo —puso como condición.
—Lo prometo. —La abrazó—. Ya superé a Sandrine. Sé que no te acuestas con cualquiera a propósito, pero no te quiero perder.
—Tranquilo, sabes que eso no va a pasar —le aseguró acariciandolé la.espalda—. Sé apartaron un poco y se miraron.
—Hablas muy segura.
—¿No me crees? Puedo pedir hacer un amarre si quieres. —Liam se le quedó mirando y no sabía si tener miedo o qué. Daphne soltó una carcajada—. ¡Te asusté! —dijo entre risas. Su novio suspiró aliviado y rió un poco con ella mientras se rascaba la nuca—. No te preocupes, tengo humor negro a veces —aclarómientras su risa cesaba—. Pero lo de no dejarte va en serio. Y —agregó acariciandolé la cara—, te felicito por superarla. Sabía que lo lograrías. —Su novio le dio una sonrisa tierna, tomó su mano y se la besó. Luego le dio un beso en sus labios.
Ese sábado lo visitaron sus hijos y el lunes volvió a terapia.
—Me sentí muy mal por cómo la traté —admitió entre sollozos.
—Me contaste que te dijo que se iba a defender y lo hizo.
—Sí, en parte no le creía. Tampoco le creí que no me iba a dejar ni denunciarme. Me tuvo que dar una cachetada para que le creyera.
—¿Y cómo te sentiste?
—No se la quise devolver. Es decir, no quiero pegarle a nadie más. Bueno, salvo por defensa obviamente, pero a ella no. No quiero abusar de su paciencia —dijo eso último con la cabeza agachada y en voz más baja, pero audible.
—En una de las sesiones anteriores me habías dicho que estabas estudiando gastronomía —recordó—. ¿Te va bien con eso?
—Mi novia me ayuda con la teoría —contó, y una sonrisa se le formó en los labios—. Es muy paciente para ayudarme a estudiar esa porquería —agregó mirandoló y riendo levemente—. Se me da mejor la práctica.
—Si te gusta estudiar eso, con más razón tienes que seguir viniendo aquí. —Su paciente hizo un gesto de desagrado—. Liam, es tu decisión querer mejorar —reiteró—. No me gusta perseguir a mis pacientes.
—Lo sé, perdón —se avergonzó cabizbajo—. No lo volveré a hacer y no sólo porque sé lo prometí a Daphne. Quiero mejorar de verdad.
—¿Y con tu novia cómo te está yendo?
—Es algo o bastante dominante conmigo, pero me ayudó bastante en muchas cosas. No sólo a mí, también a mis hijos. De hecho, nos ayudamos mutuamente. Cuando uno de los dos se deprime llama al otro. Aunque la forma en que eligió que esos niños dejaran de molestar a los mellizos no fue la mejor, pero bueno.
—¿Qué les hizo o dijo?
—Que los niños que molestan a otros se quedan en el colegio para siempre. Es lo que me contó Keegan.
—¿Y tú le dijiste algo a tu novia?
—La verdad...Sé que las terapias los han estado ayudando, pero quería que dejaran de molestarlos de una vez. Mi novia los defendió y fue lo que más me importó.
***
Lizette estaba en la puerta de la casa de su ex. Tocó el timbre y este le abrió.
—Hola —la saludó, incluso sabiendo que ella no le devolviera el saludo—, mira, no tengo ganas de pelear contigo, ¿sí? Creo que ya dejamos todo en claro la última vez que peleamos por teléfono.
—Vengo a hablar con Dylan sobre ese asunto —dijo yendo al grano y con mucha seriedad—. ¿Me dejas pasar?
—Voy a preguntarle si quiere hablar contigo. Me esperas aquí afuera. —Jeremy fue a buscar a su hijo y segundos después volvió con él. Grace también estaba ahí. La hicieron pasar.
—Hola, señora. —Lizette sólo la miró con desprecio de arriba a abajo.
—Voy a preguntarte directamente, ¿por qué decidiste casarte con esta mujer?
—Grace —la corrigió Dylan.
—¿Quieres que la saque? —le preguntó Daphne en un susurro.
—Daphne, estoy acá delante de ustedes y aunque ya no vivas conmigo, me debes respeto. Quieras o no, me lo merezca o no.
—Lizette, basta —intervino Jeremy.
—Reitero mi pregunta. ¿Por qué te quieres casar? ¿Está embarazada o qué?
—No, no lo está y me adelanto a decirte que tampoco va a estarlo. No quiere ser madre.
—Pero tú puedes cambiar de opinión. Aún eres joven.
—No, si ella no quiere, no voy a obligarla —dijo mientras le ponía un brazo alrededor, y Grace lo miraba con una sonrisa, feliz de que la esté defendiendo—. Nos casamos porque nos queremos, sólo eso. No tiene que haber un embarazo para que haya boda.
—¿Lo manipulaste para que piense como tú? —acusó a su nuera.
—No, llegamos a un acuerdo y los dos decidimos no tener hijos —se defendió Grace—. No todo tiene que ser como usted quiere.
—Dylan es muy joven para tener decidido su futuro.
—Creo que soy lo suficientemente grande para tomar mis decisiones. Puedes irte si ya terminaste. —Su madre lo miraba indignada por lo que estaba escuchando. Dylan no podía estar hablando en serio, no podía estarle diciendo eso. Pensaba que su novia, su padre y sus hermanos lo habían mal influenciado—. Mi invitación a la boda sigue en pie. —Dio media vuelta para volver a su cuarto, y Grace lo siguió.
—¡Dylan!
—Lizette, creo que ya dijiste todo, y ellos no van a dar su brazo a torcer. Va a ser mejor que te vayas. —Ella se le quedó mirando con impotencia, y luego miró a su hija.
—Nos vemos otro día, Daphne —se despidió y se fue.
2001.
Un mes después y al año siguiente, llegó el día del casamiento entre Dylan y Grace. La madre de Dylan se hizo presente en la iglesia y le había dicho a su exesposo que llevaría ella a Shawn. Una vez ahí, el niño se sentó con su padre y el resto de la familia, mientras que ella se sentó unos bancos más lejos.
***
Al terminar la ceremonia, todos se acercaron a felicitar a la pareja. Incluso Lizette se acercó a felicitar a su hijo.
—Gracias, sabía que vendrías —agradeció y celebró Dylan con una sonrisa.
—Sabes que no me gusta perderme ningún momento importante de mis hijos. Felicidades a ti también, Grace —dijo esta vez con seriedad, pero su nuera igual le sonrió.
—Gracias.
—La fiesta es en casa de papá, ¿vienes? —la invitó a pesar de saber la posible respuesta.
—Mejor no, no quiero que tu día se arruine. Dile a él o a Nate que después lleve a Shawn a mi casa. Nos vemos.
—Nos vemos. —Ella se fue.
Más tarde, estaban todos en casa de Jeremy.
—Vimos de lejos que estabas hablando con tu suegra. ¿Te ofendió otra vez? —se preocupó Natasha. Ella, Noel y Grace estaban sentados los tres juntos mientras los demás invitados estaban sentados en otros asientos o incluso de pie conversando, sirviendosé comida. Otros estaban en el patio. Los niños estaban ahí jugando con unos globos.
—No, por suerte no. Me felicitó, aunque fue seria —observó—, pero al menos creo que estamos avanzando.
—Esperemos que no vuelva a interferir —deseó Noel con su hijo en su regazo.
Un mes después de que Dylan y Grace volvieran de la luna de miel, Nathan y Gisel también se casaron, pero por civil.
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