Capítulo 28
Pasaban los días, Daphne seguía siendo amigable y amable en la cocina, hasta que un día la cosa cambió. Estaba ignorando a todos en la cocina y sólo les prestaba atención cuando le pedían que les alcanzara algo. Con la única que no estaba enojada era con Natasha. Estuvo así por dos jornadas laborales.
—¿Qué le pasa a Daphne? —preguntó Steve mientras terminaba de cocinar—. Está así desde ayer. —Otros de sus amigos estaban emplatando y poniendo los platos para que los retiraran.
—No exageremos, tal vez sólo está teniendo sus crisis —supuso Claire.
—No, si fuera así, no vendría a trabajar —aclaró Natasha—. Es porque los escuchó hablar mal de Liam —confirmó mientras emplataba.
—Con Andrew les dijimos que bajaran la voz, pero no nos hicieron caso —los regañó Gina.
—Al menos hasta donde sé los meseros son más discretos —agregó Andrew.
—Pero...sólo dijimos la verdad —afirmó Claire, frunciendo el entrecejo—, y ella sabe eso.
—Sí, así es —confirmó Natasha terminando de emplatar.
—Tú lo perdonaste y te volviste su amiga, y no te ofendes cuando hablamos mal de él —agregó Steve.
—Sí, pero recuerden que Daphne es la novia. Es obvio que se va a ofender y hasta lo va a defender con uñas y garras. —Terminó, y puso el plato para que lo retiraran—. Ella no lo juzga para nada. —Claire largó un suspiro.
—Está bien, no hablaremos más de él aquí en la cocina ni cerca de ella —aceptó la chef.
Más tarde, estaban en el descanso hablando con Daphne, pidiendolé disculpas, algunos a regañadientes, y deseando que Liam no le haga daño. Ella los perdonó y les dijo que si llega a pasar algo, ella va a saber defenderse, pero que no se separará de él.
***
—Tenemos que hablar de nuestra relación —introdujo Grace. Ella y su novio estaban almorzando en el descanso del trabajo.
—Yo también quería decirte algo. Bueno, preguntarte.
—¿Qué cosa? —Grace no entendía nada. No esperaba que su novio quisiera hacerle una pregunta, ni siquiera se imaginaba qué podría preguntarle.
—¿Quieres casarte conmigo? —Esa pregunta tomó a Grace por sorpresa. Como Dylan nunca ponía límites ni la defendía, no se lo esperaba.
—¿Vas a defenderme de tu madre cuando me insulte o agreda físicamente? —le puso como condición, sin dejar de estar sorprendida.
—Sí, Grace, lo voy a hacer —prometió—. Sé que hice mal en no defenderte y que esta propuesta es muy inesperada, pero ya no dejaré que mi madre se entrometa en nuestra relación.
—¡Entonces sí quiero! —contestó sonriendo de oreja a oreja, confiando en su promesa. Dylan también sonrió.
Luego del almuerzo, fueron a anunciar su compromiso a sus compañeros. Todos los felicitaron, incluso Spencer. Siguieron trabajando, y él se acercó.
—Claro que me alegro por ustedes, pero, ¿están seguros? Tu madre no parece querer dejar de meterse aunque vayas a casarte.
—Lo hablamos con Grace y estamos muy seguros —confirmó su cuñado—. No te preocupes. No dejaré que nadie se meta o vuelva a meterse. —Spencer le sonrió como muestra de que confiaba en él.
—Aun así, tu madre no vuelve a entrar aquí —le recordó con determinación—. Nadie le pega a mi familia.
—Entiendo. No te preocupes —dijo su cuñado. Spencer se fue a atender a un cliente que recién estaba entrando.
En la semana, Liam tuvo su primer examen y aprobó. Su familia, amigos y novia lo felicitaron. Dylan y Grace eligieron el día en que anunciarían su compromiso y planeaban cómo iba a ser la ceremonia: si casamiento sencillo, con baile, sólo una cena después de la iglesia. Finalmente, el bebé de Grace y Nathan nació, y le pusieron de nombre "Philip". Los padres y hermanos del policía estaban muy felices de tener a su primer nieto y sobrino. Ese sábado, Vincent le avisó a Liam por teléfono que fuera primero a casa de Grace, que allí se encontraría con sus hijos y que su excuñada y amiga tenía algo que anunciar. Su paciente le hizo caso sin saber de qué se trataría. Al llegar, tanto la familia de Grace como la de Dylan estaban reunidas. Lizette fue la única en no ser invitada para evitar problemas. La pareja anunció su compromiso y, por supuesto, todos se alegraron y los felicitaron.
—Ahora, mi familia y yo esperamos que cumplas con tu promesa —señaló Nigel con el dedo y abrazado con un brazo a su mujer—. No queremos que Grace venga a decirnos que otra vez no la defendiste de tu madre.
—Les aseguro que no volveré a dejar que se meta con mi novia —dijo mientras él y Grace estaban abrazados, pero un poco separados—. Sé que hice mal.
—No te preocupes. Confío en ti. —Le dio un beso.
Días después, Dylan fue a casa de su madre a darle la noticia, quien no la recibió con nada de agrado.
—¿Es una broma pesada o qué? ¿Cómo se te ocurre venir a decirme que te vas a casar con esa robacunas? ¡Abre los ojos! ¡Esa mujer te va a arruinar la vida!
—Deja de llamarla así, mamá, ya no voy a dejar que la insultes —la enfrentó—. No tienes ningún derecho sólo porque no te agrada. Nos amamos, nos llevamos muy bien a pesar de cómo la has tratado, de tus prejuicios, pero sobre todo de mi cobardía al no defenderla—. Sólo venía a avisarte. Espero que vayas aunque no la quieras. —Su madre le cerró la puerta en la cara, y él suspiró y se fue resignado, pero firme en su decisión. Lizette agarró el teléfono y marcó al celular de su ex para que la atendiera directamente él.
El celular de Jeremy sonó, vio el nombre del contacto y suspiró en señal de desagrado.
—¿Qué pasa Lizette?
—Supongo que ya estarás enterado que Dylan se va a casar con esa mujer. ¿Tú y Daphne le dieron la idea o lo decidió solo? —reclamó.
—Lo aconsejamos todos con respecto a su relación y él tomó sus decisiones. Es tu problema si no puedes aceptar el hecho de que puede estar con quien quiera. ¡Ya es un adulto y ni siquiera vive contigo como para que lo sigas controlando!
—¡La forma de actuar de nuestros hijos es tu culpa por darles demasiadas libertades! ¡Nunca debieron irse a vivir contigo!
—¡Sí vinieron a vivir conmigo, es porque eres demasiado estricta y anticuada! ¡Y discriminativa, por eso Daphne quiso venir acá! ¡Todavía tienes a Shawn contigo, así que más te vale que cambies si no quieres que él también se vaya de tu lado! —Cortó.
—¡Jeremy, Jeremy! —Gruñó y cortó dejando el tubo del teléfono en su lugar con violencia.
Con el paso de los días, Daphne empezó a llegar tarde al trabajo. Era evidente que estaba suspendiendo cada vez más sus medicinas. Los jefes, al saber de su enfermedad, no la regañaban por sus llegadas tarde, eran más flexibles con ella en cuestión de horarios e incluso le ofrecían trabajar también en el turno nocturno si no llegaba al diurno. Ella aceptó, aunque se llevaba mejor con Natasha y los demás.
Un día, Daphne salió del baño junto con un mozo. Como el baño no era unisex, Frida, una de las mozas, los sorprendió en el camino al querer entrar al de mujeres.
—¿Qué hacían ustedes juntos en el baño de varones? —preguntó sospechando la razón. Los dos se quedaron callados, y fue evidente—. Escuchen, saben que no soy soplona, pero si Nigel o May los ven, estarán en problemas.
—Ella me buscó —señaló el mesero a Daphne, como librandosé de culpa. Daphne lo miró con una ceja arqueada. Era verdad, ella se le insinuó, pero él no le dijo que no ni había intentado detenerla.
—No te laves las manos del asunto. Puedes irte. —Su compañero se fue, Daphne quiso volver a la cocina, pero Frida se lo impidió—. Hace mucho que dejé de ser amiga de Liam, supongo que sabrás por qué, pero ¿él sabe que lo engañas? Lo bueno es que Nigel lo tiene vetado, y no va a venir acá a hacer escándalo si te encuentra en esta situación.
—Sí sabe y también sabe que esto es parte de mi enfermedad y lo entiende, y sí, sé todo sobre él y confío en su arrepentimiento. —Frida la miró con desconfianza, pero prefirió no opinar sobre el asunto.
—Bien, ¿y también sabes que lo que acabas de hacer está prohibido acá? Ni siquiera está permitido que nos besemos. No voy a delatarte, pero tuviste suerte de que fuera yo quien los descubriera.
—Y a ti te informo que Nigel y May saben de mi enfermedad y por más que otros me acusen, no me pueden sancionar ni nada —le contestó casi enfrentandolá.
—Sólo te pido que no abuses de la paciencia de ellos y no seas un problema como lo fue tu novio. —Daphne largó un suspiro, como estando harta de la discusión con alguien que sólo era una empleada al igual que ella. Consideraba que Frida no tenía por qué regañarla, que eso les correspondía al dueño, a la gerente y al supervisor de cocina. Pero no era sólo eso lo que la molestó, sino su falta de empatía hacia Liam al considerar que fue un problema, y también hacia ella por pensar que podría serlo.
—Qué bueno que al parecer no tienes nada, así nadie te considera un problema. —Una vez dicho eso, quiso volver a las cocinas, pero su compañera le impidió el paso.
—Está bien, disculpa, no debí expresarme así —se disculpó con las manos adelante, luego de reconocer que había hablado mal.
—Gracias —dijo aceptando sus disculpas—. Me tengo que ir, permiso. —Frida la dejó pasar, y su compañera se dirigió a la cocina, pero antes dio media vuelta y volvió a mirar a la mesera—. Ah, todo esto que me dijiste a mí, díselo también a tu compañero. Yo no lo forcé a nada. —Y se fue.
Liam tuvo sus otros exámenes, los cuales aprobó y tanto su novia, su familia y amigos se alegraban por él. Para su suerte, no tuvo ninguna recaída que le impidiera rendirlos. Sin embargo, también había abandonado el tratamiento por completo al considerar que ya no lo necesitaba.
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