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El Éxtasis

—Ha sido extraño, ¿verdad? —me dice Ethan aprovechando que estamos en la ducha. Klare y Denis continúan en la habitación, en su propia intimidad.

     Enjabono su pecho al tiempo que recibo sus caricias en mis brazos.

     —Pero ¿te ha gustado? —pregunto yo, más pendiente de lo que piense sobre lo que me ha hecho Denis, que por lo que haya sentido él con Klare.

     —Mucho —dice al intuir lo que pienso. Me relajo al oírlo, sí, pero no del todo. No he tenido en cuenta lo que acordamos. Él, yo y Klare.

     —¿Estamos bien, entonces?

     —Más que bien, cariño —afirma mientras me besa—. Y después de esto sería difícil decir que no estoy deseando repetir con Denis.

     Sonrío. La conexión con mi marido va más allá de una simple mirada. Al oír su deseo no puedo evitar pensar que la que quiero repetir, y ahora mismo, soy yo. Me muerdo el labio, no sé pedírselo.

     —Vamos, dímelo, ¿qué quieres ahora? —me pide bajo la atención de un nuevo beso.

     —Esta vez necesito llegar más allá, Ethan, yo no he tenido penetración.

     Ethan me mira excitado, mientras se pasa la lengua por los labios. Está pensando cómo satisfacerme.

     Y parece que ya lo ha hecho cuando me hace dar la vuelta. Pega mi rostro a los fríos azulejos, aprieta su cuerpo contra mí y lame mi oído antes de decirme:

     —Que Denis use uno de sus juguetes contigo.

     Me parece bien, sobre todo cuando ya siento su dureza en mi culo. Con ella me sobra, lo hará siempre, no necesito otra, me conformo con cualquier polla de goma. Ethan toma mis pechos en sus manos y vuelve a decirme lo que ya parece que es nuestro consentimiento:

     —Solo seremos tú y yo.

     Para darle mi aprobación echo la mano hacia atrás y agarró su pene duro.

     —Solo nosotros.

     Ethan se ríe y me besa el hombro para terminar dándome un mordisco.

     Salimos de la ducha, más que húmedos por el agua por el calor de nuestros cuerpos. Lo hacemos desnudos, así Klare y Denis no podrán negarse.

     Pero esta vez Ethan quiere dejar claras nuestras condiciones.

     —Ellas dos, solas —le dice a Denis.

     No hace falta que diga mucho más, me besa sin aliento, para marcarme, y entrega a Denis el pequeño macuto, que trajo previamente. Denis no solo lo recibe con una sonrisa, porque mi marido ha aceptado así que utilice lo que haya dentro de él, conmigo, sino que le habla al oído en un secreto.

     Los dos están tramando algo, y no puedo decir que tema el qué. Solo con imaginar que ambos quieren darme placer esta noche, ya estoy impaciente por ello. Húmeda por ambos.

     Y así es, cuando me cogen cada uno de una mano y me conducen a la cama, a donde me hacen subir tras el beso en la boca de los dos.

     Klare ha tomado posición hace un rato, está sentada en el centro con las piernas abiertas. Me gusta su descaro. Se ve que está acostumbrada a esto, y eso hace que me relaje y excite más.

     ¡Joder!, estoy entrando en una espiral de sexo de la que no sé si querré salir a partir de ahora. Por supuesto, Ethan está conmigo dentro, porque ese vicio que he descubierto en sus ojos no creo que se apague ya.

     Un último beso e Ethan se aparta, dejándome en manos de Denis.

     —Klare te ayudará —dice Denis sacando algo de ese bolso que, creo, carga el diablo. ¡Pues no es un pene de dos cabezas, de un tamaño inverosímil!

     Todos miramos a Klare, incluido Ethan, que no duda en ningún momento que yo sí pueda albergarlo. Bueno, él mejor que nadie me conoce dilatada, no es la primera vez que mete ese tipo de juguetes en mi vagina, pero claro, es él quien me excita antes, ahora no sé si mi humedad será suficiente o necesitaré de lubricantes extras porque ese cacharro es grande de cojones. Klare da su aprobación con una sonrisa y yo, que no quiero ser menos, asiento con la cabeza.

     Me siento frente a ella cuando golpea el colchón para que lo haga. Ethan se arrodilla a nuestro lado.

     Primero me besa a mí y alcanza mi clítoris para estimularlo con su dedo corazón. No hace falta mucho roce, ya lo tengo duro, incluso duele. Pero me gusta la atención que recibo de él, restriega mi anterior humedad, ahora en exceso, por mi entrada, para que pueda aceptar al intruso de silicona con facilidad.

     Con Klare hace lo mismo, excepto por el beso. Ethan no tendrá problema en abrirla, veo como entran tres de sus dedos en ella.

     No contento con estimularme y acrecentar mi deseo con sus dedos y su boca al unísono, hace que yo le acaricie el pene y ella los testículos.

     Estoy que ardo, siento que exploto y todavía no me he metido nada.

     —Vamos, cariño, un poco más —me dice excitado para que no deje de masturbarlo. Y no por él, sabe que yo estoy receptiva al oírlo gemir.

     Cuando al fin me ha metido a mí sus tres dedos, se da por satisfecho. Los saca a continuación y le dice a Denis que ya estoy preparada.

     Menos mal, no hubiera podido seguir un segundo más bajo la tortura de Ethan sin correrme.

     Denis ha dejado el juguete entre nosotras, embadurnado en lubricante por ambos lados. Se lo agradezco con una sonrisa, no quiero rajarme si no puedo con él.

     Lo tenemos a muy poca distancia, junto a nuestras vulvas. Ambas lo miramos y tomamos la cabeza correspondiente que nos toca.

     Klare levanta su pierna derecha, para pasarla por encima de mi izquierda. Asiente sonriendo, y sé que he de hacer lo mismo que ella. Hago lo contrario con su pierna izquierda.

     Cuando nos inclinamos hacia un lado, vamos deslizándolo en nosotras, poco a poco, hasta ir acercándonos la una a la otra.

     Ella jadea, me pide que la penetre más fuerte. Rápido. Yo la imito, para que Ethan me oiga en mi excitación.

     Respiro acelerada, es muy grande, pero el placer que alcanzo con él, poco a poco dentro, lo es mucho más.

     Y de pronto, cuando ya me había olvidado de Denis, se hace notar a mi espalda.

     Sus manos son las que me facilitan la penetración. Me acaricia el clítoris al tiempo que me abre los labios vaginales, empujando el pene sobre mí. Retiro su mano al sentir que lo tengo por completo en el interior, cuando me rozo ya con Klare al otro lado. Sería imposible distinguir mi flujo del suyo, ahora que estamos chorreando las dos, ayudadas por el lubricante.

     —Vamos, Nicki, muévete para mí. —Ethan nos mira embelesado.

     Puedo distinguir el líquido pre seminal en su glande. Saco la punta de la lengua, lo quiero para mí. No se lo tengo que pedir, él está pendiente de mi placer y atento a mis deseos.

     Lo recoge con su dedo y lo mete en mi boca. Se lo chupo del dedo, y mientras se lo ordeño con los labios, él lo mueve como si de su pene se tratara.

     —Cariño, muévete, por favor —me pide en una súplica que me emociona. —Quiero verlo dentro de ti.

     Nos movemos como él nos pide, concentradas en nuestro ritmo al penetrarnos.

     Klare y yo nos follamos, nos adentramos en la otra mientras que recibimos como respuesta, la misma embestida que damos. Ella me pide de nuevo que lo haga más fuerte. No lo pienso mucho, es hacerme lo mismo.

     Me muevo para alcanzar mi orgasmo.

     Disfruto con Klare, con ver sus pechos moverse delante de mis ojos, con verla a ella sudando y con oír sus gemidos.

     Disfruto con Ethan, con su pene duro por nosotras y con su forma de masturbarse por lo que ve de mí.

     Y no veo el momento de que Denis, que sigue detrás de mí besando mi cuello, me acaricie los pechos y los chupe, para que pueda disfrutarme también.

     Soy la primera en correrme, en recibir la descarga de mi orgasmo.

     Cuando lo hace Klare, ambas caemos hacia atrás en la cama, y antes de que pueda recuperarme, Ethan me saca el pene de goma y me sostiene entre sus brazos.

     —¿Por qué te desearé tanto? —me pregunta al oído en un susurro, mientras me acuna en sus piernas.

     Klare y Denis comprenden el momento que estamos viviendo y se retiran al baño, entre besos húmedos, que seguro continuarán en la ducha.

     No puedo contestarle, le acaricio la cara. Solo espero que me desee más después de esto.

     —Porque te sorprendo —le digo con una sonrisa.

    —Yo también puedo hacerlo.

     Cuando me lo dice, me gira sobre el colchón. He caído de cara. Su postura favorita, vaya, ¡qué novedad!

     Me río. Ethan levanta mi culo lo suficiente como para saber qué agujero está mirando.

     Riéndome, porque no ha sido capaz de sorprenderme del todo para metérmela sin previo aviso sin mi permiso, le digo:

     —Volvamos a casa, quiero que seamos solo tú y yo.

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