Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 16: FIESTA DE BIENVENIDA.

Mientras desempacábamos, Lía de repente se detuvo, una sonrisa traviesa iluminando su rostro.

-¡Tengo una idea brillante!- exclamó, sus ojos con entusiasmo.

Me detuve, sosteniendo una pila de libros, y la miré con curiosidad. -¿Qué idea?

-¡Una fiesta de bienvenida! -dijo, aplaudiendo con emoción. -Bueno, más bien una mini fiesta. O mejor aún, ¡una pijamada de bienvenida!

Sentí una mezcla de emoción y ansiedad ante la idea. -No sé, Lía... ¿Crees que sea una buena idea?

-¡Por supuesto que sí! -insistió. -Mira, es la oportunidad perfecta para que todos nos reunamos de nuevo. Tú, yo, Joey... y Gadiel.

Mi corazón dio un vuelco al escuchar su nombre. -Lía, no creo que Gadiel quiera venir. Apenas puede mirarme cuando nos cruzamos en el campus.

Lía agitó la mano, descartando mi preocupación.

-Déjamelo a mí. Tengo mis métodos para convencer a ese cabezota.

Y así, antes de que pudiera protestar más, Lía estaba en su teléfono, enviando mensajes y haciendo llamadas. En cuestión de horas, había organizado una pequeña reunión para el sábado por la noche.

--------------

El sábado llegó demasiado rápido para mi gusto. Pasé la mayor parte del día limpiando obsesivamente el apartamento y cambiando de outfit al menos unas cinco veces. Lía me observaba con una mezcla de diversión y exasperación.

-Mari, relájate -me dijo mientras yo reorganizaba los cojines del sofá por tercera vez. -Es solo una pequeña reunión entre amigos.

-Lo sé - murmuré, alisando una arruga inexistente en mi blusa. -Es solo que... ¿y si Gadiel no viene? ¿O peor, y si viene y es incómodo?

Lía se acercó y puso sus manos sobre mis hombros, obligándome a mirarla. -Marian, respira. Todo va a estar bien. Confía en mí.

Asentí, tratando de calmar mis nervios. Justo en ese momento, sonó el timbre.

-¡Yo voy! -gritó Lía, corriendo hacia la puerta.

La voz alegre de Joey llenó el apartamento.

-¡Hola, chicas! ¿Listas para la fiesta?

Entró con una bolsa llena de snacks y bebidas. Detrás de él, para mi sorpresa y alivio, estaba Gadiel.

Mi corazón se aceleró al verlo. Llevaba una camisa azul marino que resaltaba el color de sus ojos, y unos jeans que le quedaban perfectamente. Nuestras miradas se encontraron por un breve momento antes de que él desviara la vista.

-Hola -dijo, su voz apenas audible.

-Hola - respondí, sintiendo como si mi corazón fuera a salirse de mi pecho. -Me alegro de que hayas podido venir.

Gadiel asintió secamente, sin mirarme -Lía puede ser muy... persuasiva.

Lía soltó una risita.

-Lo que Gadiel quiere decir es que lo amenacé con revelar algunas historias vergonzosas de nuestra infancia si no venía.

Joey rio, dando una palmada en la espalda a Gadiel. -Vamos, amigo. No es tan malo. ¡Estamos aquí para divertirnos!

La tensión en el aire era palpable, pero Lía y Joey hicieron todo lo posible por aligerar el ambiente. Pronto, estábamos todos sentados en la sala, con aperitivos y bebidas esparcidos sobre la mesa de centro.

-Entonces -comenzó Joey, tratando de iniciar una conversación, -¿cómo va la mudanza, chicas?

-Oh, ya sabes - respondí, agradecida por el tema seguro. -Cajas por todos lados, tratando de recordar dónde puse cada cosa. Lo usual.

-Si por 'lo usual' te refieres a Mari reorganizando la misma estantería cinco veces, entonces sí - bromeó Lía.

Todos rieron, incluso Gadiel esbozó una pequeña sonrisa. Por un momento, sentí que las cosas podrían volver a ser como antes.

-Hey, ¿recuerdan cuando hicimos la primera pijamada aquí?- preguntó Joey, una sonrisa nostálgica en su rostro.

-¡Cómo olvidarlo!- exclamó Lía. –Mari se unió a nuestro clan, en apenas una semana.

Nuestras miradas se encontraron y, por un breve momento, vi un destello del viejo Gadiel en sus ojos. Pero tan rápido como apareció, se desvaneció, reemplazado por esa fría indiferencia que me dolía tanto.

-Como sea -murmuró, volviendo a su actitud distante.

Lía, sintiendo la tensión, se levantó de un salto.

-¡Ya sé! ¿Qué tal si jugamos algo?

-Oh, no -gruñó Gadiel. -¿En serio empezarás con eso?

-No es pijamada si no hay juegos, no hay excusas.

Gadiel me miró, una mezcla de sorpresa y algo más en sus ojos. ¿Era eso un atisbo de diversión?

-Bueno, al menos no fui yo quien terminó cantando el himno nacional en la fuente del campus -replicó, una pequeña sonrisa tirando de las comisuras de sus labios, recordando una de las penitencias que hice tiempo atrás en nuestras noches de juegos.

-¡Eso fue porque perdí una apuesta contigo, Gadito! - exclamé sin pensar, usando el apodo cariñoso que solía darle su abuela.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Vi cómo Gadiel se tensaba, su expresión volviéndose seria nuevamente.

-No me llames así - dijo, su voz fría. -Soy Gadiel para ti.

Sentí como si me hubieran dado una bofetada.

-Yo... lo siento. No quise...

-Está bien -interrumpió, su tono cortante. -Solo... no lo hagas de nuevo.

Lía y Joey intercambiaron miradas preocupadas. Podía sentir las lágrimas formándose en mis ojos, pero me negué a dejarlas caer.

-¿Sabes qué? -dije, mi voz temblando ligeramente. -No. No está bien.

Gadiel me miró, sorprendido por mi repentino arranque.

-Te llamaré Gadito cuantas veces quiera – Gadito ...Así que no, no voy a dejar de usarlo solo porque ahora quieres pretender que no lo diga.

La habitación quedó en silencio. Podía sentir las miradas de Lía y Joey alternando entre Gadiel y yo, como si estuvieran viendo un partido de tenis particularmente intenso.

Gadiel me miró fijamente, una tormenta de emociones cruzando su rostro. Por un momento, pensé que iba a gritarme, o peor aún, irse. Pero entonces, para mi sorpresa, soltó una carcajada.

-Dios, había olvidado lo terca que puedes ser -dijo, sacudiendo la cabeza.

Sentí que un peso se levantaba de mis hombros. -Bueno, alguien tiene que hacer frente a tu terquedad.

Lía soltó un suspiro de alivio audible. -Bueno, ahora que hemos superado ese momento incómodo, ¿qué tal si jugamos algo menos peligroso que mis juegos habituales?

-¿Qué tal Monopoly? -sugirió Joey

-Me parece bien... y tu Gadito ¿te unes?- Inquirí.

-Gadiel, para ti Gadiel.

-Gadito, GA-DI-TO.- dije silaba por silaba, no sabía en dónde me estaba metiendo, pero era la única forma de llamar su atención.

-Así que sigues con eso.- sonrió irónicamente.

-Gadito, Gadito Gadito Gaditoooooo....- empecé a gritar.

-Gadiel, Gadiel, Soy Gadiel, ¡Maldita sea!.- por un momento estuvimos, frente a frente, con respiraciones entrecortadas, dejando en el aire un silencio incómodo.

-¿Quieres que terminemos odiándonos de verdad?- preguntó aun eufórico.

-Sólo quiero arreglarlo.- respondí en voz baja.

-Cierto - asintió Joey. -¿Jugamos Uno?

-Déjalo así Joey, me largo.- tomó sus cosas y salió sin mirar atrás .

Le seguí el paso en seguida, estábamos en la puerta del departamento, lo detuve, esperando que me escuchase. El silencio entre nosotros era pesado, cargado de palabras no dichas y emociones reprimidas.

-Gadiel -comencé, reuniendo todo mi coraje. -Yo...

-No -me interrumpió suavemente. -Por favor, no digas nada.

Lo miré, confundida y un poco herida. Pero entonces vi la lucha en sus ojos, la forma en que apretaba y aflojaba los puños, como si estuviera librando una batalla interna.

-Marian -dijo finalmente, su voz apenas un susurro. -No puedo hacer esto. No puedo pretender que todo está bien, que nada ha cambiado.

Sentí que mi corazón se hundía.

-Lo sé. No espero que lo hagas. Pero Gadiel, por favor, dame la oportunidad de explicarte todo.

Me miró, una mezcla de dolor y anhelo en sus ojos. -¿Cómo puedo confiar en ti de nuevo? Te fuiste, Marian. Sin una palabra, sin una explicación. ¿Tienes idea de lo que eso me hizo?

Las lágrimas que había estado conteniendo finalmente comenzaron a caer.

-Lo sé, y lo siento tanto. Nunca quise lastimarte. Todo lo que hice fue para protegerte.

-¿Protegerme? -preguntó, su voz mezclada con incredulidad y un toque de amargura. -¿De qué? ¿de mi padre? ¿de la persona que he estado evitando y enfrentando todo este tiempo?, estábamos bien Marian, nosotros lo estábamos, mi padre era un punto aparte, cómo pudiste dejarte llevar por esas ideas, cómo pudiste no decirme nada.

Tomé una respiración profunda. Era ahora o nunca.

-Te protegía de sus amenazas, de su manipulación.

Vi cómo la comprensión comenzaba a dibujarse en su rostro, seguida rápidamente por la ira.

-¿Qué tiene que ver mi padre con lo nuestro haya terminado?- preguntó, su voz tensa.

Estaba a punto de responder cuando Lía y Joey regresaron de la cocina, cargados con platos de nachos y refrescos.

-¡La fiesta continúa!, vienes y punto Gadiel -anunció Joey alegremente, pero se detuvo al ver nuestras expresiones.

Gadiel lo miró abruptamente. -No, nada. Yo... necesito un poco de aire.

-Entonces tómalo desde el balcón- sugirió Lía, asomándose a un lado.

-Tú no me ordenas...

-Te dije al balcón Gadiel Ripoll.- con aquella mirada amenazadora por parte de Lía, ella nombrando hasta su apellido, supe que en serio daba miedo cuando se enojaba.

Y con eso, salió, cerrando la puerta corrediza detrás de él.

Lía me miró, preocupación escrita en todo su rostro. -¿Qué pasó?

-Creo que es hora de que le cuente toda la verdad -dije, limpiándome las lágrimas.

Joey asintió comprensivamente. -Ve con él. Nosotros nos quedaremos aquí.

Con el corazón latiendo fuertemente, me acerqué al balcón. Podía ver a Gadiel apoyado en la barandilla, su silueta recortada contra el cielo nocturno.

Abrí la puerta suavemente y salí. El aire fresco de la noche me golpeó, llevándose un poco de la tensión que sentía.

-Gadiel - dije suavemente.

Se giró para mirarme, y la expresión en su rostro me rompió el corazón. Había tanto dolor, tanta confusión en sus ojos.

-¿Qué quisiste decir con lo de mi padre?- preguntó, su voz apenas audible sobre el ruido del tráfico abajo.

Tomé una respiración profunda y me acerqué a él, apoyándome también en la barandilla.

-Tu padre vino a verme- comencé, mirando hacia la ciudad iluminada. –Aquel día cuando me quedé en casa por las manipulaciones de mis padres. Me dijo que sabía lo nuestro, que le habíamos mentido aquella noche, luego le aclaré lo que significabas para mí, lo que teníamos era real. Cuando fuimos a comer con tu familia, me amenazó con alejarme de ti y al parecer lo cumplió, me alejó de ti y si no lo hacía, haría tu vida imposible, con lo de su empresa, haría todo para hacer que tus metas y sueños se acabasen, todo si estaba contigo, la situación torno a mis padres, tu papá, no sabía qué hacer, me sentí prisionera, todo este tiempo. Nunca me olvidé de ti, día tras día lloraba, pensando en lo dura que fui contigo, en cuanto te extrañaba, por favor, entiéndelo.

Gadiel me miraba intensamente, esperando que continuara.

-Me dijo que si realmente te amaba, debía dejarte ir. Que tu futuro era demasiado brillante como para arriesgarlo por... por alguien como yo.

-¿Qué? -la voz de Gadiel estaba llena de incredulidad y rabia. -¿Cómo se atrevió?

-Me amenazó, Gadiel - continué, las lágrimas volviendo a caer. -Dijo que si no me iba, se aseguraría de que arruinaría tu futuro. Y yo... yo no podía ser la razón por la que perdieras todo por lo que habías trabajado tan duro.

Gadiel se pasó una mano por el cabello, claramente luchando por procesar todo.

-¿Por qué no me lo dijiste?- preguntó, su voz mezclada con dolor y frustración. -Podríamos haberlo enfrentado juntos.

-Porque te conozco - respondí suavemente. -Sé lo terco que puedes ser, lo protector que eres. Habrías renunciado a todo por mí, y no podía permitir eso.

-Esa no era tu decisión Marian- dijo, su voz tensa.

-Lo sé - admití. -Y lo siento. Pero en ese momento... estaba tan asustada, Gadiel. Asustada de arruinar tu vida, de ser la razón por la que perdieras tus sueños.

Nos quedamos en silencio por un momento, el peso de mis palabras flotando entre nosotros.

-¿Y ahora? -preguntó finalmente. -¿Por qué has vuelto?

Lo miré, permitiéndome ver realmente al hombre en el que se había convertido. Más maduro, más fuerte, pero aún con esa chispa de bondad en sus ojos que siempre había amado.

-Porque me di cuenta de que cometí un error -dije. -Porque entendí que alejarte de mi vida fue lo más difícil que he hecho jamás. Y porque, a pesar de todo, nunca dejé de quererte Gadiel.

Me miró, sus ojos una tormenta de emociones. Por un momento, pensé que iba a alejarse, pero entonces dio un paso hacia mí.

-Marian -dijo suavemente, su voz ronca por la emoción. -No puedo... no puedo simplemente olvidar todo lo que ha pasado. El dolor, la confusión... todo este tiempo pensando que simplemente habías decidido que no era suficiente para ti.

Sentí que mi corazón se rompía un poco más con cada palabra.

-Lo sé, y lo entiendo. No espero que las cosas vuelvan a ser como antes de la noche a la mañana. Solo... solo quiero la oportunidad de demostrarte que estoy aquí, que no me iré de nuevo.

Gadiel cerró los ojos por un momento, como si estuviera luchando consigo mismo. Cuando los abrió de nuevo, vi una determinación en ellos que no había visto antes.

-Va a tomar tiempo -dijo finalmente. -Y no será fácil. Hay mucho que necesitamos hablar, mucho que necesitamos resolver.

Asentí, sintiendo una chispa de esperanza encenderse en mi pecho.

-Lo sé. Estoy dispuesta a hacer lo que sea necesario, Gadiel. Por ti, por nosotros.

Justo en ese momento, escuchamos un ruido proveniente de la sala. Nos giramos para ver a Lía y Joey espiando por la puerta del balcón, tratando (y fallando miserablemente) de ser discretos.

-¡Ups! -exclamó Lía, con una sonrisa avergonzada. -Solo queríamos asegurarnos de que no se hubieran matado el uno al otro.

Joey asintió vigorosamente. -Sí, ya saben, por si acaso necesitaban un árbitro o algo así.

No pude evitar soltar una risita, y vi que Gadiel también estaba luchando contra una sonrisa.

-Están locos, ¿lo saben?- dijo Gadiel, sacudiendo la cabeza con afecto.

-Pero nos aman -respondió Lía alegremente. -Ahora, ¿qué les parece si volvemos adentro y continuamos con esta fiesta como se debe?

Gadiel me miró, una pregunta silenciosa en sus ojos. Asentí suavemente, y juntos volvimos a entrar al apartamento.

El resto de la noche transcurrió en un ambiente mucho más relajado. Jugamos juegos de mesa, compartimos anécdotas de nuestro tiempo separados, y por momentos, casi se sentía como en los viejos tiempos.

Gadiel seguía siendo un poco reservado, pero noté cómo poco a poco se iba relajando. De vez en cuando, nuestras miradas se encontraban y compartíamos una pequeña sonrisa, como un secreto entre nosotros dos.

Cerca de la medianoche, Joey soltó un gran bostezo.

-Bueno, creo que es hora de que me vaya. Algunos de nosotros tenemos que trabajar mañana en una que otra aplicación.

Lía hizo un puchero.

-Aw, ¿ya te vas? Pensé que esto era una pijamada.

Joey la miró con sorpresa.

-¿Lo era? Nadie me avisó. No traje mi pijama de ositos.

Todos reímos ante la imagen mental de Joey en un pijama de ositos.

-Bueno, podrías quedarte de todos modos -sugirió Lía. –Tengo mi propio cuarto por ahí amorcito.

Joey miró a Gadiel, como buscando su aprobación. Se encogió de hombros. -Por mí está bien. Como en los viejos tiempos, ¿no?

Sentí una oleada de afecto por Gadiel. A pesar de todo, estaba haciendo un esfuerzo por mantener las cosas normales entre nosotros.

-¡Genial! -exclamó Lía. -Entonces, ¿qué les parece si vemos una película?

Todos estuvimos de acuerdo, y pronto nos encontramos acurrucados en la sala, con una película de comedia romántica en la televisión. Lía y Joey se acurrucaron en un extremo del sofá, mientras que Gadiel y yo nos sentamos en el otro extremo, con un espacio respetable entre nosotros.

A medida que avanzaba la película, sentí a Gadiel relajarse más a mi lado. En un momento, nuestros brazos se rozaron y sentí esa familiar chispa de electricidad entre nosotros. Lo miré de reojo y vi que él también me estaba mirando.

-Gadiel -susurré.

Esta vez, en lugar de tensarse, vi una pequeña sonrisa formarse en sus labios. -¿Sí, Mari?

Mi corazón dio un vuelco al escuchar el diminutivo de mi nombre en sus labios.

-Gracias por estar aquí hoy. Significa mucho para mí.

Gadiel me miró por un largo momento antes de responder.

-Gracias a ti por no rendirte conmigo.

Sentí que las lágrimas amenazaban con caer de nuevo, pero esta vez eran lágrimas de alegría y esperanza. Lentamente, como si estuviera tratando de no asustarme, Gadiel extendió su mano y tomó la mía, entrelazando nuestros dedos.

Nos quedamos así por el resto de la película, nuestras manos unidas, un pequeño pero significativo paso hacia la reconciliación.

Cuando la película terminó, todos estábamos medio dormidos. Lía se levantó, estirándose como un gato. -Bueno, creo que es hora de dormir. Joey, vienes conmigo. Gadiel, ¿te quedas también?

Pareció dudar por un momento. -No lo sé, tal vez debería irme a casa...

-Quédate -dije suavemente, sorprendiéndome a mí misma con mi audacia. -Es tarde y... bueno...

Gadiel me miró, una mezcla de sorpresa y algo más en sus ojos. Finalmente, asintió.

-Está bien, me quedaré.

Lía sonrió ampliamente.

–¡Perfecto! Mari, ¿por qué no le prestas a Gadiel algo de ropa para dormir? Estoy segura de que tienes algún blusón oversize

Sentí que me sonrojaba, pero asentí.

-Claro, ven conmigo, Gadiel.

Lo guié hasta mi habitación, consciente de cada paso que dábamos. Era la primera vez que estábamos verdaderamente solos desde mi regreso.

Mientras buscaba en mis cajones, sentí la presencia de Gadiel detrás de mí. Me giré y lo encontré mirando alrededor de la habitación, sus ojos deteniéndose en las fotos que tenía en mi mesita de noche. Fotos de nosotros, de tiempos más felices.

-Las guardaste -dijo suavemente, tomando una de las fotos. Era de nosotros en las montañas, riendo bajo el sol del verano.

-Por supuesto que las guardé – respondí -Nunca pude deshacerme de ellas. De nuestros recuerdos.

Dejó la foto y me miró, sus ojos llenos de una emoción que no pude descifrar completamente.

-Marian, yo...

-Aquí está -lo interrumpí, entregándole una camiseta y un pantalón de chándal. -Espero que te queden.

Gadiel tomó la ropa, sus dedos rozando los míos en el proceso. -Gracias. Yo... me cambiaré en el baño.

Cuando salió de la habitación, me dejé caer en la cama, mi corazón latiendo como loco. ¿Qué estaba haciendo? ¿Estábamos yendo demasiado rápido? Pero antes de que pudiera sumergirme más en mis pensamientos, él regresó.

Verlo, parado en la puerta de mi habitación, me transportó de vuelta a aquellos días felices que habíamos compartido. Por un momento, fue como si el tiempo no hubiera pasado.

-Bueno - dijo, rompiendo el silencio. -Supongo que dormiré en el sofá.

-No seas tonto -dije antes de poder detenerme. -La cama es lo suficientemente grande para los dos. Podemos... podemos compartir. Como amigos.

Me miró por un largo momento antes de asentir lentamente. -Como amigos - repitió.

Nos acostamos, cada uno en un extremo de la cama, con un espacio considerable entre nosotros. El silencio era ensordecedor.

-Buenas noches, Gadiel- susurré finalmente.

Hubo una pausa antes de que respondiera.

-Buenas noches, Marian.

A pesar de la distancia física entre nosotros, podía sentir la presencia de Gadiel intensamente. Su calor, su aroma, todo me era tan familiar y al mismo tiempo tan nuevo.

No sé cuánto tiempo pasé despierta, escuchando su respiración, preguntándome si él también estaba despierto. En algún momento de la noche, sentí que se movía. Abrí los ojos para encontrarlo mirándome en la penumbra.

-¿Gadiel?- susurré.

-Lo siento - murmuró. -No quería despertarte.

-No lo hiciste -respondí. -No podía dormir.

Nos miramos en silencio por un momento. Luego, lentamente, como si estuviera actuando por voluntad propia, mi mano se movió hacia él. Para mi sorpresa y alegría, Gadiel la tomó, entrelazando nuestros dedos una vez más.

-Te extrañé - susurró, su voz apenas audible.

-Yo también te extrañé - respondí, sintiendo que mi corazón se hinchaba de emoción. -Cada día.

Gadiel se acercó un poco más, nuestras frentes casi tocándose. -Marian, sé que dije que necesitaríamos tiempo, y es cierto. Hay mucho que resolver, mucho de qué hablar. Pero quiero que sepas que... que nunca dejé de quererte tampoco.

Las lágrimas comenzaron a caer por mis mejillas.

-Oh, Gadiel...

Suavemente, con una ternura que me robó el aliento, Gadiel levantó su mano libre y limpió mis lágrimas.

-No llores, cariño. Estamos aquí ahora, juntos. Y esta vez, no dejaremos que nada ni nadie nos separe.

Escucharlo, llamarme "cariño" me hizo sentir muchas cosas, recordar todos aquellos momentos junto a él.

-¿Lo prometes?- pregunté, mi voz temblando de emoción.

-Lo prometo - respondió. Y entonces, lentamente, como si me estuviera dando tiempo para alejarme si quería, se acercó y me besó.

Fue un beso suave, tierno, lleno de promesas y segundas oportunidades. Cuando nos separamos, vi en sus ojos todo el amor que siempre había estado ahí, esperando este momento.

-Te amo, Gadiel- susurré.

Él me sostuvo la mirada, sus ojos brillando con una emoción que parecía fluir desde lo más profundo de su ser. Sus labios se curvaron en una sonrisa suave, mientras sus dedos entrelazaban los míos.

-Cariño...- dijo en un murmullo casi reverente, -te amo más allá de las palabras, como si cada latido de mi corazón solo hubiera estado esperando el momento de decirte esto. Eres mi refugio, mi razón.

Luego me abrazó con una ternura infinita, sellando el momento como algo eterno.

Y así, envueltos en los brazos del otro, finalmente nos quedamos dormidos, con la promesa de un nuevo comienzo en nuestros corazones.

A la mañana siguiente, desperté con los rayos del sol filtrándose por la ventana y el brazo de Gadiel aún alrededor de mi cintura. Por un momento, temí que todo hubiera sido un sueño, pero entonces lo sentí moverse a mi lado.

-Buenos días -murmuró, su voz ronca por el sueño.

Me giré para mirarlo, una sonrisa formándose en mis labios. -Buenos días.

Nos quedamos así por un momento, simplemente mirándonos, redescubriendo los contornos de nuestros rostros en la luz de la mañana.

-¿Esto es real? -pregunté suavemente, todavía temerosa de que todo pudiera desvanecerse.

Él sonrió, esa sonrisa que siempre hacía que mi corazón se derritiera.

-Es real, cariño Estamos aquí, juntos.

Levantó su mano para acariciar mi mejilla, y cerré los ojos, disfrutando de la calidez de su toque. Cuando los abrí de nuevo, vi una seriedad en sus ojos que me hizo contener el aliento.

-Cariño- comenzó, su voz suave pero firme. -Anoche... anoche fue maravilloso. Pero lo que dije sigue siendo cierto. Tenemos mucho de qué hablar, mucho que resolver.

Asentí, sintiendo un nudo en el estómago. -Lo sé. Y estoy lista para eso, Gadiel. Estoy lista para enfrentar todo lo que venga, ya no tengo miedo, si estamos juntos.

Una sonrisa suave se dibujó en sus labios.

-Juntos -repitió. -Me gusta cómo suena eso.

Justo en ese momento, escuchamos un estruendo proveniente de la cocina, seguido por la voz de Lía maldiciendo en voz baja.

Gadiel y yo nos miramos y no pudimos evitar reír.

-Parece que los tortolitos están despiertos -dijo, guiñándome un ojo.

-Será mejor que vayamos a ver qué están tramando - sugerí, aunque una parte de mí quería quedarse en esta burbuja con Gadiel para siempre.

Nos levantamos de la cama y, tomados de la mano, nos dirigimos a la cocina. Allí encontramos a Lía tratando de limpiar lo que parecía ser el contenido de una licuadora esparcido por todo el mostrador, mientras Joey la miraba con una mezcla de diversión y exasperación.

-Buenos días, tortolitos - saludó Joey al vernos entrar. Sus ojos se detuvieron en nuestras manos entrelazadas y una sonrisa conocedora se extendió por su rostro.

Lía levantó la vista de su desastre y chilló de emoción al vernos.

-¡Oh, Dios mío! ¿Esto significa lo que creo que significa?

Sentí que me sonrojaba, pero Gadiel simplemente sonrió y apretó mi mano.

-Significa que estamos trabajando en ello -respondió diplomáticamente.

-¡Esto merece una celebración! -exclamó Lía, alzando los brazos y salpicando más batido por toda la cocina.

-Creo que primero deberíamos limpiar este desastre - sugirió Joey, riendo.

Y así, los cuatro nos pusimos a limpiar la cocina, como antes lo habíamos hecho en el departamento de Gadiel. 



EPÍLOGO

GADIEL RIPOLL

Mientras limpiábamos la cocina, no podía dejar de mirar a Marian. Cada movimiento suyo, cada risa compartida con Lía, me transportaba a un torbellino de emociones. Un año. Había pasado un año desde la última vez que la vi, desde que mi mundo se derrumbó sin ella.

-¿Estás bien, amigo?- La voz de Joey me sacó de mis pensamientos. Se acercó a mí con un trapo en la mano, su expresión una mezcla de preocupación y curiosidad.

Suspiré profundamente antes de responder.

-Sí, es solo que... todo esto parece irreal, ¿sabes? Hace apenas unas semanas, la idea de tener a Marian de vuelta en mi vida parecía un sueño imposible.

Asintió comprensivamente.

-Te entiendo. Ha sido un año difícil para ti. Todos lo vimos, Gadiel.

-No tienes idea, Joey -confesé, bajando la voz para que las chicas no nos escucharan. -Hubo días, semanas incluso, en los que pensé que no lo superaría. Cada rincón de la ciudad me recordaba a ella. Cada canción, cada película... todo me llevaba de vuelta a Marian.

Joey puso una mano en mi hombro, su tacto reconfortante.

-Lo sé, amigo. Te vi pasar por todo eso. Recuerdo esas noches en las que llegabas a casa...

-Destrozado - completé su frase, la amargura evidente en mi voz. -Sí, no fueron mis mejores momentos. El alcohol parecía ser la única forma de adormecer el dolor, aunque fuera por unas horas. Recuerdo una noche en particular...

Me detuve, las imágenes de aquella noche inundando mi mente. Joey me miró, animándome a continuar.

-Fue el día de su cumpleaños -continué, mi voz apenas un susurro. -Había comprado su regalo meses antes, ¿sabes? Un pequeño dije en forma de tulipán.

Sentí que mis ojos se humedecían al recordar.

-Esa noche, saqué el collar de su escondite y me senté en el balcón con una botella de whisky. Bebí hasta que las estrellas se volvieron borrosas, imaginando cómo habría sido si ella estuviera allí. Creo que esa fue la noche en la que toqué fondo.

Joey asintió, recordando.

-Fue cuando te encontré dormido en el balcón a la mañana siguiente, con el collar apretado en tu mano.

-Sí -confirmé. -Después de eso, decidí que tenía que cambiar. Que no podía seguir así. Pero aun así, la idea de olvidarla... me aterraba, Joey. Porque olvidarla significaba perder la última conexión que tenía con ella.

-Pero lo superaste, Gadiel - dijo Joey con admiración. -Te vi levantarte cada día, luchar contra tus demonios. Y ahora ella está aquí.

Miré a Marian nuevamente, sintiendo una mezcla de amor y miedo en mi pecho.

-Sí, está aquí. Pero tengo miedo, Joey. ¿Y si las cosas no funcionan? ¿Y si vuelve a irse? No sé si podría soportarlo una segunda vez.

-Oye, no pienses así -me regañó suavemente -Anoche tomaste una decisión, ¿no? Dijiste 'al diablo con todo'. ¿Qué pasó con ese Gadiel?

Sonreí, recordando el momento en que decidí besarla. La sensación de su cuerpo junto al mío, el aroma de su cabello, la suavidad de su piel.

-Tienes razón. En ese momento, cuando la vi allí, tan cerca... solo pude pensar 'la vida es corta, Marian está aquí y no puedo desaprovechar esta oportunidad'. Fue como si todo el miedo, toda la duda, se desvaneciera por un instante.

-Exacto -dijo Joey con una sonrisa. -Ese es el Gadiel que conozco. El que no se rinde, el que lucha por lo que quiere.

Asentí, sintiendo que una nueva determinación crecía en mi interior.

-Tienes razón. Y hay algo más que debo hacer, Joey. Algo que debí haber hecho hace mucho tiempo.

Me miró con curiosidad.

-¿A qué te refieres?

-Mi padre -respondí, mi voz llena de resolución. -Necesito enfrentarlo, Joey. No puedo permitir que siga interfiriendo en mi vida, en nuestra vida. Si quiero un futuro con Marian, necesito resolver esto de una vez por todas.

-¿Estás seguro de que quieres hacerlo?- preguntó con una preocupación evidente en su voz. -Tu padre es un hombre poderoso, Gadiel. No será fácil.

-Lo sé -admití. -Pero ya no soy el mismo chico que podía ser manipulado. He crecido, he madurado. Este año sin Marian... me cambió, Joey. Me hizo más fuerte, más decidido. Y ahora sé lo que quiero, lo que realmente importa en la vida.

-¿Y qué es eso? -preguntó Joey, aunque por su sonrisa, creo que ya sabía la respuesta.

-El amor -respondí sin dudarlo. -El amor verdadero, incondicional. El tipo de amor que Marian y yo compartimos. Y estoy dispuesto a luchar contra quien sea, incluso contra mi propio padre, para proteger ese amor.

En ese momento, Marian se acercó a nosotros, una sonrisa radiante en su rostro.

-¿De qué hablan, chicos? Parecen muy serios.

La miré, sintiendo cómo mi corazón se hinchaba de amor. Cada línea de su rostro, cada destello en sus ojos, me recordaba por qué valía la pena luchar.

-De lo afortunado que soy -respondí, tomando su mano.

Ella me miró con curiosidad, pero antes de que pudiera decir algo más, la atraje hacia mí y la besé suavemente. Escuché a Lía soltar un gritito de emoción detrás de nosotros, pero en ese momento, solo existíamos Marian y yo.

Cuando nos separamos, vi en sus ojos todo el amor que siempre había estado allí, esperando este momento. Y supe, con una certeza que me llenó de valentía, que juntos podríamos enfrentar cualquier cosa que la vida nos pusiera por delante.

-Te amo, Marian- susurré, acariciando suavemente su mejilla. -Y prometo que esta vez, lucharé con todo lo que tengo para que estemos juntos. Empezando por enfrentar a mi padre.

Vi la sorpresa y la preocupación cruzar su rostro.

-Gadiel, no tienes que...

La interrumpí suavemente, poniendo un dedo sobre sus labios.

-Sí, tengo que hacerlo. Por nosotros. Ya no soy el mismo chico que era hace un año, Marian. Ese chico que tenía miedo de enfrentarse a su padre, que pensaba que podía perderlo todo si lo hacía. Ahora sé que lo único que realmente no puedo perder eres tú.

Marian me miró con una mezcla de amor y admiración.

-Estaré contigo en cada paso del camino -prometió. -Pero Gadiel, ¿estás seguro? Tu relación con tu padre...

-Ha estado rota durante mucho tiempo - completé su frase. -Y es hora de arreglarla, o de aceptar que tal vez no pueda ser arreglada. Pero lo que sí sé es que no puedo seguir viviendo bajo su sombra, permitiendo que dicte mi vida y mis decisiones.

Joey y Lía se habían acercado, escuchando nuestra conversación.

-Cuenta con nosotros, amigo - dijo Joey, poniendo una mano en mi hombro.

Lía asintió vigorosamente. -Sí, estamos contigo. Equipo Gadiel-Marian all the way!

No pude evitar reír ante su entusiasmo. -Gracias, chicos. En serio, no sé qué haría sin el clan de brujas.

Marian me abrazó fuertemente.

-¿Cuál es el plan entonces?- preguntó, su voz llena de determinación.

La miré, sintiendo que mi corazón se hinchaba de orgullo y amor.

-Primero, voy a hablar con él. Cara a cara. Le diré que lo que hizo, amenazarte, tratar de separarnos... no estuvo bien. Que soy un adulto capaz de tomar mis propias decisiones, y que tú eres la mujer que amo.

-¿Y si no lo acepta? -preguntó Lía, su voz llena de preocupación.

Suspiré.

-Entonces tendré que tomar decisiones difíciles. Tal vez tenga que alejarme de él totalmente, buscar mi propio camino. No será fácil, pero...- miré a Marian -vale la pena.

Marian me besó suavemente.

-Estaré contigo - repitió.

Y así, rodeados por nuestros amigos y con el corazón lleno de esperanza, supe que este era solo el comienzo de nuestro nuevo capítulo juntos. Un capítulo lleno de desafíos, sin duda, pero también lleno de amor, fuerza y la determinación de luchar por lo que realmente importa.

-Bueno - dije finalmente, mirando el desastre que aún quedaba en la cocina -creo que primero deberíamos terminar de limpiar este lugar. Después de todo, no podemos enfrentarnos al mundo con una cocina sucia, ¿verdad?

Todos rieron, y mientras volvíamos a nuestra tarea de limpieza, sentí una paz que no había experimentado en mucho tiempo. No sabía exactamente lo que el futuro nos deparaba, pero con Marian a mi lado y nuestros amigos apoyándonos, estaba listo para enfrentarlo. Era hora de tomar las riendas de mi vida, de luchar por lo que creía y por el amor que sabía que merecíamos. Y eso, más que cualquier otra cosa, me llenaba de una esperanza y una fuerza que no sabía que poseía.

En medio de mis pensamientos, alguien tocó la puerta, Marian se acercó para verificar quién era y por ver su expresión supe qué pasaba.

-¡Mis padres!- exclamó, abriendo sus ojos ampliamente.

-Creo que primero debemos enfrentar a tus suegros Gadiel. – Lía con su risa nerviosa.

Muy bien, esto recién empieza. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro