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Capítulo 9: El círculo en el suelo.

CAPÍTULO 9

 EL CÍRCULO EN EL SUELO

—¿Entonces tengo un hermano? —preguntó él.

Suspiré.

—Tuviste un hermano —Lo corregí. No quería que se hiciera demasiadas ilusiones con Alistair, pues no sabía si él también estaba en este mundo con nosotros.

Louis inmediatamente captó mi corrección, y suspiró muy suavemente, con tristeza. Era por eso que no quería contarle nada sobre aquel chico. 

—Y no era tu hermano —agregué, como si con eso fuera a hacer que su amor por Ali se hiciera más pequeño.

—Pero tú dijiste que…

—Sí, —lo interrumpí —eran tan cercanos como hermanos, pero sólo eran amigos.

—Cuéntame sobre él —me pidió y yo me revolví en el sofá en el que nos encontrábamos sentados. Luego volteé, para ver si la madre de Louis seguía rondando ansiosamente la sala.

—Ya se ha ido —susurró él en mi oído, haciéndome estremecer. Era por eso que me gustaba más pasar tiempo en la casa de Louis que en la mía, sus padres trabajaban casi todo el día y llegaban hasta las ocho, en cambio en mi casa, mi madre nos vigilaba con mirada inquisitiva aunque aseguraba que Louis le caía muy bien.

Me acerqué a abrazarlo y a besarlo ligeramente en el cuello. Él sonrió bajo mis besos y luego me besó dulcemente en los labios.

—Por favor cuéntame de él —repitió.

Yo odiaba escucharlo de esa forma, odiaba que hubiese algo que él deseara, y si yo podía dárselo, lo haría aunque no me encantara del todo.

—De acuerdo —le dije.

Cerré los ojos intentando traer aquellos recuerdos en donde aparecía Carlo en compañía de Alistair. No eran muchos, la mayoría de mis recuerdos eran sólo de los dos, pero sí había unos cuantos que podría contarle.

—Su nombre era Alistair —empecé por lo más simple y él sonrió, apretándome con más fuerza entre sus brazos —Era alto, sólo un poco menos que tú —no pude evitar sonreír al recordarlo, en verdad él también significaba mucho para mí. —Su piel era blanca y pálida, era el chico más pálido que recuerdo, quizá su cabello negro lo hacía aún más notorio —recordé.

—Eso lo recuerdo —comentó Lou en voz baja. Él aseguraba que no recordaba que había soñado exactamente, sólo que de pronto recordaba a Alistair.

—Continúa, por favor.

—No recuerdo como lo conocimos —continué —es como si fuera el salto en un DVD dañado, sólo sé que de pronto estaba en nuestras vidas. Él no sonreía, era un chico muy antipático, no sentía amor por la vida ni por nada, la única persona que alguna vez le simpatizó fuste tú.

Louis se tensó un poco al escuchar aquello pero no dijo nada.

—Por supuesto, también le agradaba yo —dije —pero al principio fue por tu causa. Todo se debía a ti, tú eras como un puente de comunicación entre él y yo.

Louis estaba simplemente callado esperando a que yo continuara.

—Tampoco recuerdo cómo fue que de pronto lograste simpatizar con él. Tú, que eras tan sonriente, tan alegre y tan positivo a pesar de lo que habíamos pasado, habrías logrado agradarle a cualquiera, pero lo que aún no recuerdo es como te simpatizo él a ti.

—No te agrada ¿he? —preguntó él, al tiempo que  me besó en el cabello. No pude evitar sentirme mal al escucharlo hablar en presente, como si tuviera la esperanza de que él aún estuviera por aquí.

—En realidad sí —dije.

—¿En verdad éramos tan unidos? —preguntó un poco triste ahora.

—Sí —suspiré.

 Alistair amaba a Louis más que a nadie en el mundo, pero ese amor tenía una razón, una que yo sabía que era de vital importancia recordar sólo que por más que me devanaba los sesos buscándola no la hallaba. Su amor no había sido algo súbito, había una causa, la misma que llevaba a Louis a quererlo todavía después de la muerte, como a mí.

—Sí —repetí —lo suyo era una amistad inquebrantable, algo que nunca he vuelto a ver, se querían como hermanos, más incluso. Era una mezcla extraña entre amistad, amor y devoción. Todo, pero sin llegar a ser algo más.

—¡Vaya! —Suspiró Louis, sorprendido  —Era algo complicado, entonces.

—Sí —dije.

—¡Pero sin llegar a ser algo más! —Agregó después, con alivio y gracia.

No pude evitar reírme al escucharlo manifestar su alivio de esa manera.

—Tienes razón de estar celosa —comentó un momento después y continuó riendo. Yo me uní a sus risas. Reímos tanto tiempo que cuando nos quedamos súbitamente callados el silencio se sintió aterrador.

—Ahora cuéntame de nosotros —dijo.

Contarle sobre nosotros era mucho más fácil, tenía demasiados recuerdos y todos eran tan vividos que era como haberlos vivido en este cuerpo.

—Pasábamos horas, —comencé —sentados mirando al mar —aspiré fuertemente como si aún pudiera percibir el agridulce olor salino —Lo que era extraño es que no hablábamos, casi nunca nos decíamos nada, era como si nos estuviéramos acostumbrando a nuestras respectivas presencias. Poco a poco comenzamos a acercarnos más, cada día nos encontrábamos sentados más cerca del otro, hasta que eventualmente estuvimos demasiado acostumbrados a tenernos cerca. Después comenzamos a querernos.

—De modo que no fue un amor a primera vista —me interrumpió Louis. Se colaba entre su voz una pisca de decepción.

—No te voy a mentir —le dije, mirándolo a los ojos, que aunque eran tan cafés aún podía ver en mi mente vestigios de verde —Por mi parte no fue amor a primera vista. Yo era una personita tan distinta de lo que soy ahora, estaba tan dañada por alguna razón que no recuerdo, que no estaba en condiciones de dejar a nadie penetrar en mi mundo. Un mundo hostil en el que nadie tenía permitida la entrada, pero tú fuiste perseverante y lo lograste.

—Porque te amo —comentó Louis —No puedo imaginar mi mundo sin ti.

Yo sabía que él me amaba más que a nada en el mundo pero aun así escucharlo de sus labios y de esa forma tan segura, cargado de aplomo, me hacía sentir poderosa y a la vez vulnerable, porque él podía hacerme fuerte pero también destrozarme por completo con una simple palabra.

—También te amo —susurré.

Nos quedamos en silencio, escuchando a las palabras pronunciadas flotar en el aire fluctuante a nuestro alrededor.

—A veces me pregunto cómo tuve tanta suerte —comentó de pronto Louis, como atacado por sus pensamientos.   

—No entiendo —dije, un poco alterada, volteando a verlo.

—A veces —dijo, y le costaba mantener la voz firme —te miro, y no puedo creer que en verdad seas tú, que te encontré, aunque las posibilidades eran casi nulas, porque yo nací en España, es decir, al otro lado del océano. Entonces me pregunto cómo fue que todo terminó así, de esta forma tan perfecta.

Se detuvo un momento y tragó audiblemente, como si de pronto se le hubiese pasado una idea aterradora por la mente.

—Si yo nunca hubiese venido a México con mis padres, nunca te hubiese conocido. Habría vivido mi vida infelizmente, no habría vivido.

—Habrías encontrado la manera de ser feliz —le dije, acariciando su mejilla y mirando a las dos pequeñas Cristinas dentro de sus ojos.

—No —dijo, de una manera tan rotunda que le creí.

—Louis…

—O pudo haber sido peor —continuó —Si hubiese llegado tarde, cuando tú ya estuvieses casada, con hijos de un sujeto que no soy yo…

—No, no —le dije de forma tranquilizadora, porque podía ver en sus ojos que estaba sufriendo con sólo concebir la idea.

—Me habría vuelto loco —dijo, pasándose la mano nerviosamente por los cabellos—No soportaría ver como amas a otro…

—Nunca —le dije, jalándolo de la playera blanca que vestía hacia mí —Habría amado a otro que no fueses tú, preferiría extrañarte toda la vida a eso.

—Júralo —susurró.

—Lo juro.

Los días que siguieron fueron días de sueños recurrentes. Louis había soñado con nuestra vida pasada casi todos los días, pero habían sido sueños de los malos, sueños que prefería tener yo a que los tuviera él. No paraba de preguntarme porque sólo yo tenía recuerdos bonitos mientras que él soñaba con círculos en el suelo, la muerte de Alistair y demás cosas terribles. Pero aun así él juraba que podía manejarlo. Decía que seguramente después de eso empezaría a ver cosas más placenteras y que eventualmente recordaría todo lo demás.

Realmente esperaba que así fuera.

Esa noche me fui a la cama temprano, más temprano de lo que normalmente acostumbraba. Apenas el sol llevaba unas horas oculto y yo ya estaba en la cama. Tenía demasiado sueño como para poder mantener los ojos abiertos por lo que me dormí antes de darme cuenta. Inmediatamente comencé a ver el mundo por los ojos de Renata.

La habitación era amplia y oscura, pero cálida, con mobiliario grande y pesado. Yo estaba de pie a varios pasos de distancia de él, mirando la gran sombra que proyectaba sobre la alfombra roja.

—¿Sabes? —Le dije a Alistair, que se mantenía de espaldas a mí, mirando al fuego de la chimenea, completamente abstraído —Esto es tu culpa. Estas condenado.

Mis palabras sonaron demasiado bruscas para mi menudo cuerpo.

—Estamos, mi querida Ren —me corrigió tranquilamente, dándose la vuelta, y mirándome con sus profundos ojos negros.

—Pero él todavía tenía esperanza y gracias a ti ya no —le recriminé, a punto del llanto.

—Si pudiera regresarle lo que él me dio, lo haría —dijo —Lo juro.

—Vamos Alí —le dije, molesta —No lo harías.

Alistair me envió una mirada enfurruñada, completamente indignado.

—Lo haría, sabes que sí. —repitió.

En ese momento la puerta de la entrada se abrió y ambos volvimos la vista en esa dirección. El sonido de los pasos que ambos conocíamos tanto como los nuestros propios se acercó a la biblioteca y segundos después apareció Carlo en la entrada.

Tenía la ropa húmeda, sus rizos estaban completamente empapados y más oscuros a causa del agua. Seguramente había tenido que andar desde al auto hasta la entrada bajo la lluvia.

—¿Qué ocurre? —preguntó él, mirándonos a ambos.

—Nada, Lo —dijo Ali, apartándose del calor de hogar para ir a su habitación pero Carlo lo atrapó del brazo mientras pasaba a su lado.

—Estaban hablando otra vez de lo mismo —susurró.

—¡No! —dijimos en un grito y al unísono Alistair y yo, logrando que Carlo sonriera.

—Ya hablamos de eso —comentó Carlo, mirándonos otra vez a los dos por turnos. —No sabemos que pasara y hemos decidido dejarlo así. Vivir sin miedo.

Aquellas últimas palabras revotaron con furia en el interior de mi cabeza. Burlándose

—Tienes razón —aceptó Ali después de meditarlo un segundo, soltándose del agarre de Carlo —Literalmente vivir.

—Así es —se alegró Carlo.

—Así es —repetí yo a mi vez, intentando que mi voz no denotara lo poco que yo misma creía en mis palabras.

 Después Carlo atrajo a Alistair hacia sí para darle un afectuoso abrazo y luego este se marchó. Alistair sólo aceptaba abrazos de tres personas en el mundo.

Cuando estuvimos solos, miré a Carlo.

—Tengo miedo —le dije en un susurro y él se apresuró a envolverme en sus brazos.

—No lo tengas —me tranquilizó —No dejare que nada te pase.

—Pero esto no puedes evítalo —dije, secándome una lagrima contra su pecho.

Carlo me arrulló durante un momento y luego me hizo verlo a los ojos.

—A donde quiera que vayas allí estaré yo, tenlo por seguro.

El sonido de mi celular me despertó bruscamente de mi sueño. La mitad de mi mente aún estaba navegando en aquel lejano pasado cuando me puse el teléfono en la oreja.

—Lo siento —dijo Louis del otro lado de la línea, su voz se escuchaba completamente acongojada y eso me puso alerta. —Lamento despertarte.

—Está bien, Lou, está bien…—lo calmé.

—Estoy afuera de tu casa, sé que es tarde pero no puedo dormir y no sabía que más hacer, sólo necesito verte un momento para saber que estas bien y poder irme a casa, necesito…

—Espera, espera, —le dije mientras sacaba los pies del calor de los cobertores y buscaba con la mirada algo abrigador con que salir a recibirlo. Agarré un suéter viejo del borde de la cabecera de la cama y me lo puse, mientras bajaba las escaleras completamente descalza.

Con la mayor cautela abrí la puerta de la entrada y él inmediatamente me envolvió en sus brazos al igual que el aire frio del ambiente.

—Sólo necesitaba verte —dijo.

No le contesté nada, sólo lo mantuve entre mis brazos y luego lo llevé a mi habitación. Él me siguió sin ninguna protesta. Cerré la puerta de mi habitación con seguro, como pocas veces, y luego me volví para mirarlo.

—¿Qué ocurrió? —pregunté en un susurro, para no despertar a mi madre. Eran aproximadamente las tres de la mañana.

—Estaba…—dijo Louis, que se encontraba sentado en el borde de mi cama con el rostro enterrado en las manos—…en casa durmiendo, y de pronto tengo todos estos sueños en los que siento que de pronto desaparecerás, pero tú juras que no, entonces me despierto y el lado continuo al mío esta vacío y siento la ansiedad subir por mi garganta, luego no puedo respirar y tú no estás ahí, así que tenía que verte, sólo quiero saber que estas bien…

—Para, Louis, yo estoy bien…—me fui a sentar a su lado.

—Pero hace diez minutos yo no lo sabía —dijo, mirándome con sus ojos cafés cristalizados por las lágrimas.

Sequé sus lágrimas con las palmas de las manos y luego le besé las mejillas, el cuello, las comisuras de los labios mientras él dejaba de llorar y cerraba los ojos.

Me tomó por la mejilla con una mano, guiándome a sus labios y luego me besó dulcemente.

—Gracias…—susurró y después su cabeza cayó torpemente. Estaba completamente agotado.

—Vamos a dormir —le dije, empujándolo hacia mi cama.

—Debo irme, tu madre se enfadara si me encuentra aquí —intentó protestar, débilmente.

—No —le dije, acostándolo por completo —Todo estará bien.

Me acosté a su lado y él me envolvió apretadamente contra su cuerpo ya que la cama era bastante pequeña, me besó la mejilla y me deseó buenas noches antes de caer en un profundo sueño.

Entre sus brazos cálidos yo también dormí profundamente.

A la mañana siguiente abrí los ojos cuando la claridad ya inundaba mi habitación, Louis aún mantenía sus brazos y piernas alrededor de mi cuerpo y aunque estaba ya comenzando a acalorarme me quedé quieta, sujetándole una de sus manos, y besándole los dedos.

—Qué bonito —dijo de pronto una voz. Mi corazón dio un salto al escucharla e inmediatamente levanté la mirada. Mi madre se mantenía recargada en el marco de la puerta, con el ceño fruncido. Su voz había destilado amargo sarcasmo. ¿Acaso tenia llaves de mi cuarto?

—Mamá…yo…—dije, pero me volví a quedar callada, sin saber cómo justificarme. Moví un poco a Louis para despertarlo. 

Él reaccionó aún más rápido que yo al ver a mi madre en la entrada. Me soltó inmediatamente y se incorporó de la cama.

—Lo siento, señora yo…

—Quiero que te vayas, —lo interrumpió mi madre —Ahora.

Louis agarró sus zapatos deportivos del suelo y se encaminó a la puerta, pero mi madre lo detuvo antes.

—Ya no me agradas, muchacho —dijo ella —y no le agradaras a ninguna madre si duermes con sus hijas.

—Ella es la única —contestó él, antes de que yo me levantara completamente indignada de la cama.

—Mamá, por favor déjalo en paz —dije.

Ella me envió una mirada asesina.

—Estas castigada —dijo.

—¿¡Por qué!?—grité, completamente molesta. No podía concebir que dormir con Louis fuera algo malo. Había dormido con él casi todos los días de mi vida.

—¡Porque lo dijo yo! —exclamó ella.

—¡Mamá! —Grité y azoté el pie contra el suelo.

—¡Castigada! —Repitió ella y luego se volvió a mirar a Louis que seguía quieto en la entrada —Y tú ya te puedes ir.

—Cristi, lo siento…—susurró él.

—¡Lou, espera! —Lo llamé antes de que se diera la vuelta —Iré contigo.

—¡Claro que no! —se enfadó mi madre.

—No, Cristi, no quiero que tengas problemas por mi culpa, es lo que menos quiero —dijo ya saliendo de la habitación, pero yo no había tenido suficiente de él, nunca lo tendría. Aún podía sentir las ondas de calor emanando de nuestros cuerpos, cuyo lugar natural era estar junto al otro.   

—Iré contigo —insistí y me aparté de los brazos de mi madre que me intentaron retener.

—Cristina —dijo mi madre, realmente molesta.

—Volveré en una hora —dije, tomando mis zapatos del suelo y corriendo tras él.

Como lo esperábamos, la casa de Louis estaba completamente sola cuando llegamos. Sus padres ya habían ido a trabajar. Le pregunté si estarían molestos con él por salirse a media noche de casa, pero me contestó que seguramente no se habían enterado ya que tenían la costumbre de salir de casa sin molestarlo mientras dormía.  

Entonces estábamos sólo los dos.

Louis se ofreció a preparar el desayuno y yo acepté inmediatamente. Se quedó en la cocina mientras yo subía a su habitación para entrar al baño, pero al abrir la puerta jadeé de lo que vi. Cuando recuperé mi aliento proferí un grito ensordecedor.

Louis llegó en menos de un minuto a mi lado.

—¡Cristina, Cristina! —Me tomó por los hombros—¿Qué ocurre? ¿Estás bien? —su voz estaba distorsionada por el miedo.

Lo miré un segundo y luego volví la mirada a lo que había provocado mi susto.

—¿Tú hiciste eso? —pregunté, señalando a lo que parecía un circulo dibujado con tiza en medio de la habitación, en el suelo. Había también hojas de cuadernos quemadas por todo el contorno la figura.

Louis lo miró con el mismo miedo e interés que yo, con los ojos abiertos desmesuradamente.

Era algo realmente impresionante. El círculo abarcaba casi todo el espacio vacío en frente de la cama. Era como si lo hubiesen dibujado a precisión con tiza y luego de haber trazado aquel gran círculo inicial se hubiesen tomado la molestia de trazar delicada y estéticamente más líneas curvas dentro del más grande. Todo dentro del círculo eran hermosas líneas curvas, como si fueran pétalos redondeados de una flor, pero eso no era todo, también había signos de quemaduras. Las marcas negras denotaban allí donde el fuego había logrado incinerar algún material que estuvo encima de la tiza, pero no había llegado muy lejos, menos de la mitad del circulo estaba carbonizado.

—¿Louis, lo hiciste tú? —pregunté, con un nudo en la garganta.

—No…—dijo, pero tan suavemente que lo dudé.

—Louis…—dije, lastimeramente.

—Yo no lo hice…—me miró completamente asustado. Los colores habían abandonado su rostro.

—Cuéntame que ocurrió ayer por la noche —le pedí acercándome a él. Me miró a mí y luego al círculo en el suelo.

—Era un sueño…—susurró por fin, luego de quedarse callado por más tiempo del que me hubiese gustado. —Creí que era un sueño, todos son tan reales que ya no sé cómo distinguirlos…

—Está bien, —le dije —está bien.

—Creí que era un sueño, que estaba pasando en un sueño.

Él estaba tan avergonzado y tan asustado que ya no lo seguí presionando sobre el tema, lo abracé fuertemente, pasando mis manos sobre su espalda para tranquilizarlo.

—Todo está bien. Está bien…—le dije y él asintió, pero de pronto se me cruzó una idea aterradora por la mente. La posibilidad de que sus padres lo hubiesen visto.

—¡Louis! —Dije, apartándome de él —¡Tus padres lo pudieron haber visto!

Él se puso pálido un segundo pero luego recobró la compostura.

—No, ellos nunca entran a mi habitación —dijo —pero lo verán si no lo limpio inmediatamente.

Salió corriendo por el pasillo y luego de un momento apareció de vuelta en la habitación con una aspiradora pequeña, la conectó a un enchufe e inmediatamente se dispuso a deshacerse de las cenizas de las hojas alrededor del círculo.

—Espera —le dije, haciéndole una seña con la mano. —un momento.

Louis apagó el aparato y yo me acerqué al círculo lo más posible, me arrodillé justo en el margen y lo miré detenidamente. Esas líneas no eran como las que había visto en el pentagrama que aparecía en el primer sueño que tuve, aquel aterrador sueño en donde estaba con Louis invocando demonios, este era bien distinto, igual de oscuro pero distinto. Sus esbeltas líneas curvas hablaban de cambio, de transformación, de mudanza. Pero había algo que de igual forma no me gustaba en él, estaba segura que ningún pentagrama era algo bueno.

—Lou —le dije —¿Cómo era tu sueño exactamente?

—Alistair estaba conmigo —me explicó —y también estabas tú. Estábamos los tres. Dijo que por fin había encontrado la manera de ayudarnos, es todo lo que recuerdo.

—Está bien —dije, sin intención de contarle las teorías a las que había llegado —deshazte de él —hice una pequeña señal hacia el círculo.

Louis volvió a encender la aspiradora y comenzó a limpiar todas las cenizas esparcidas por el suelo, pero ni después de haberse llevado hasta la última partícula aquello parecía un piso de losetas normal, aún quedaban las marcas del fuego y la tiza.

—Aún se ve ¿Cierto? —preguntó.

Asentí y él salió de la habitación. Regresó con detergente en polvo, cloro y un cepillo de limpieza. Espolvoreó el detergente y luego derramó abundante cloro por el suelo y decididamente se arrodillo para quitarlo todo. Talló con saña el suelo.

—Lou, —le dije, poniéndole una mano al hombro —puedo ayudarte.

—No —dijo, mirándome con los ojos turbados —Yo lo hice, yo debo quitarlo. No puedo dejar que mis padres vean algo como esto.

—Lou —dije nuevamente.

—No pueden verlo —dijo —pensaran que algo malo está pasando conmigo, se asustaran de mí…

—Lou —susurré —No es tu culpa.

—Claro que lo es —se molestó.

—No lo es…—volví a decir tan quedamente que él no me escuchó.

Al cabo de los minutos se detuvo exhausto por el ejercicio. Y me miró.

—¿Qué crees que signifique eso que dijo Ali? —Preguntó —Eso de que había encontrado la manera de ayudarnos.

—No lo sé —le dije —pero no me gusta como suena.

—¿Crees que él intentaría hacer algo que nos dañara? —preguntó Louis, repentinamente molesto por mi duda.

—No —dije —no lo creo…es sólo que es raro.

Louis suspiró.

—Sí, lo es…

Continuamos limpiando el círculo hasta que literalmente caímos rendidos por el esfuerzo.

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-Chel

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