Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8: Cuento de hadas.

Al despertar a la mañana siguiente en aquella habitación, que había sido preparada para otra persona, por primera vez en mucho tiempo me preocupé de la hora.

Por las mañanas ni estudiaba ni trabajaba, pero al haberme quedado a dormir en la habitación de hotel de Zac, supuse que debía estar lista temprano.

Busqué rápidamente con la mirada algún despertador o reloj, pero al no encontrar lo que esperaba, tuve que mirar la hora en mi teléfono.

Casi se me salen los ojos de las cuencas.

¡Las ocho de la mañana!

Mi cuerpo nunca se había levantado por sí solo tan temprano, sin embargo sabía que no podría volver a dormir, así que decidí salir de la cama.

Fui directa al baño a prepararme. Como la noche anterior me había duchado tarde y seguía limpia, omití ese paso y directamente hice mis necesidades y me maquillé.

Me puse mi vestido negro. No quería abusar tanto de él, así que dejé a un lado el azul que me había prestado la noche anterior.

Por último peiné mi cabello y lo dejé suelto, para que se moviese al ritmo de mis pasos.

Adoraba llevar los pies descalzos sobre las moquetas, así que aquella vez no fue menos.

Me acerqué a la puerta y antes de abrirla me detuve, pues ella sola lo estaba haciendo.

—¿Zac?—. Pregunté, aunque era obvia la respuesta.

—Buenos días, no pensé que despertarías tan temprano—. Comentó él, sorprendido.

En su mano izquierda llevaba un teléfono que se había puesto en la oreja, sin embargo no salía ninguna voz a través de él.

—Normalmente no lo hago, pero no podía dormir más—. Me encogí de hombros y salí de la habitación en cuanto él se hizo a un lado.

La persona al otro lado de la línea contestó y Zac me alzó un dedo, indicando que esperase. Se alejó apresuradamente hasta que llegó al balcón.

Parecía tener mejor aspecto que el día anterior. Al menos no tenía las ojeras tan marcadas.

—¡Servicio de habitaciones!—. Dijo una voz masculina al otro lado de la puerta, seguido de unos toques en la misma.

Dudé en si debía responder o no, pero no me apetecía quedarme de brazos cruzados, así que opté por abrir la puerta.

—¡Buenos días!—. Saludé al botones mientras le dejaba pasar.

Él tiró de un carrito con una bandeja llena de platos tapados hasta dejarlo al lado de la mesa de la sala principal.

—Buenos días señorita, les dejo el desayuno—. Explicó, mientras colocaba los platos y utensilios en la mesa.

Dejé que hiciese su trabajo en silencio, mientras miraba a Zac.

De espaldas el traje le hacía varonil y apuesto. Aunque por delante no se quedaba corto. Sin duda alguna era uno de mis mejores clientes, al menos físicamente.

—Disculpe señorita —el botones me hizo despertar, y volví a centrarme en él—. El desayuno está servido—. Anunció, sonriéndome de forma cordial.

Debía sacarme un par de años, se le veía relativamente joven, y habría aparentando menos si no se hubiese dejado crecer el bigote.

—Muchas gracias—. Asentí, devolviéndole el gesto.

Lo acompañe a él y el carrito hasta la puerta, dudando en si debía darle propina o no, pero recordé que era literalmente el hotel de Zac, así que lo dejé pasar.

Al volver la vista al balcón, él había terminado la conversación por teléfono, así que lo seguí hasta la mesa.

—Has dormido mejor, ¿Verdad?—. Incliné el rostro mientras lo veía sentarse en uno de los extremos de la mesa.

—Dormir está sobrevalorado—. Respondió mecánicamente, como si siempre contestase lo mismo a preguntas como esa.

Rodé los ojos y por primera vez en la mañana sus ojos recorrieron mi cuerpo, pero lo hicieron confusos.

—¿No vas a desayunar?—. Preguntó, después de haber observado mi rostro unos segundos.

—Oh, claro—. Dije, de forma que pareciese natural.

La realidad es que no me esperaba ser invitada a un desayuno. No tenía recuerdos de clientes tan atentos.

Me senté a su lado y él me tendió un plato vacío, para que pudiese escoger qué quería de todo el menú.

Escogí unas tortitas con fruta, un croissant y un zumo de uva; mi favorito.

Por supuesto, la calidad de aquella comida no era ni de lejos a la que estaba acostumbrada. Solía desayunar en el bar de abajo del apartamento, o a veces Anne nos preparaba algo, pero ni sus mejores recetas se comparaban a ese sabor.

Me enfrasqué tanto en mi desayuno que no me di cuenta de que Zac me estaba hablando.

—¿Me has escuchado?—. Preguntó cuando me hubo explicado algo que no escuché.

Asentí aún con comida en la boca.

Él alzó una ceja.

—Vale no, pero es que esto está de muerte—. Me quejé, después de haber tragado.

—Muerte la tuya como no me prestes atención ahora—. Bufó.

—Perdona, te escucho—. Accedí, dejando a un lado la comida para atenderle.

—Decía que la gala es a las siete y media, por lo que tendremos que salir de aquí pronto si queremos que el avión aterrice a tiempo en Londres. Como mucho a las nueve tenemos que estar en el aeropuerto—. Explicó, comprobando la hora en su reloj.

Yo me atrganté con mi saliva.

—¿Es en Londres?—. Pregunté totalmente sorprendida.

—Claro, la organiza mi familia—. Rodó los ojos y volvió a centrarse en su periódico.

Volví a mi plato y luché por retener mis ganas de gritar mientras terminaba la última tortita.

Siempre había querido ir a Londres, era como un sueño para mí, y por fin iba a cumplirse.

Zac me llevaría a una gala benéfica organizada por su familia en Londres.

No quería hacerme ilusiones, pero sonaba al principio de un cuento de hadas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro