30: Bajo la lluvia.
Zac parece casi tan sorprendido como yo de estar allí. Casi como si no supiese por qué o en qué momento había decidido venir. Sin embargo, hay una pizca de determinación en sus ojos, algo que me impide volver a hablar.
Porque yo ya no tengo nada que decir. Lo dejé claro en el hotel, meses atrás.
Ahora le toca a él.
Sin ninguna prisa, llega hasta mí, todo empapado y echando vapor por la nariz al respirar al igual que yo, por el frío.
—Siento lo de tu padre—. Dice, por encima del sonido de la lluvia.
Su traje era negro luto. Al parecer, mi vida no es tan privada cuando ambos primos saben del trágico suceso.
Prefiero no preguntar cómo ha obtenido la información. No quiero que me suelte el clásico discurso de que se preocupa por mí.
Aún me dura el enojo por las palabras de Harry, aquella confesión que ya me había imaginado, pero que aún así dolía oír.
Me cruzo de brazos, esperando a que continúe hablando. Realmente no tengo intenciones de dejárselo fácil.
Zac me ha hecho mucho daño, más del que quisiera admitir.
Por suerte él capta la indirecta y procede.
—Ingrid, sé que me porté como un imbécil pero...
—No te comportaste, es que lo eres—. Le corrijo con hastío, aunque hago un ademán con la mano para que siga hablando.
Él me mira pausadamente, tomándose su tiempo para pensar sus palabras.
—Lo sabes, ¿Verdad?—. Murmura, con dolor.
No puedo contener la risa irónica, igual que lq de Harry.
—¿Que me usaste como cebo para volver con Selene? Sí, te puedes saltar esa parte—. Me encojo de hombros, intentando dar a entender que no me afecta en absoluto, cuando aún después de meses me duele.
—De acuerdo, lo hice, lo confieso, pero eso no cambia lo que siento por tí.
Hace una pausa para observar mi rostro, mi reacción, pero me niego a darle lo que quiere por lo que permanezco impasible.
Por dentro, quiero romper algo.
Aún así, intentar controlar mis impulsos es algo casi imposible. Simplemente me dejo llevar, aunque eso pueda suponer un final parecido al del hotel.
—¿De qué hablas?—. Pregunto casi con rabia, avanzando unos pasos en su dirección.
—Hablo de que puede que te usara para volver con Selene, puede que al principio no fueses más que un cebo—. De nuevo se pausa, acercándose a mí con cautela, sin apartar la mirada de mis ojos—. Pero no sabía que acabaría enamorándome de ti, Ingrid.
Mi corazón se detiene por unos segundos.
El silencio se mantiene entre nosotros, únicamente quebrado por la lluvia. Esto me deja pensar detenidamente en lo que acaba de suceder, aunque ni así puedo asimilarlo.
Él...
Él...
—¿Qué?
A pesar de ser una pregunta estúpida, necesito volver a escucharlo. Lo próximo que necesito es un pellizco.
Zac da un paso al frente, de modo que estamos cerca, lo suficiente para tener que alzar el rostro para mirarlo.
—Estoy enamorado de ti, Ingrid Gómez—. Repite, esta vez sin necesidad de alzar la voz del encima de la lluvia.
Mis ojos pasean por todo su rostro. Esa confesión es un cambio, algo que hace que en mi interior se formen mariposas que consiguen sacarme de mi enfado.
¿Realmente importa el motivo cuando el resultado es este?
Es una cuestión que ronda mi mente mientras soy incapaz de responderle. Ni siquiera mi cuerpo responde.
Lo único que hago es enfocarme en esa mirada verde que dejé atrás en aquel ascensor de Londres.
—No tienes que darme una respuesta, solamente quería que lo supieras. Necesitaba decírtelo—. Aclara, probablemente al leer la confusión en mi rostro.
Yo hago el intento de hablar, pero termino cerrando la boca varias veces. Nada de lo que pueda decir me parece correcto.
Por un lado, el sentimiento es mutuo. Sé que lo es, no puedo negar mi afecto por él.
Pero por otro, no soy capaz de pensar en esta situación, es todo tan repentino...
—Zac, no puedes presentarte en el funeral de mi padre y esperar que corra a tus brazos tras una vaga excusa—. Suelto sin más, negando con la cabeza.
Sin embargo, la respuesta no es la que espero.
—Sé que no es el mejor momento, yo... En realidad solamente venía a ver si estabas bien. Pero al verte de nuevo...
No termina la frase, pero tampoco es necesario; le entiendo.
Muerdo mi labio inferior con tal de retener el impulso de llorar. Más allá de él, está la tumba de mi padre, la cual me recuerda lo que él me diría en una situación así.
Los ojos de Zac también están rojizos. Es lo único que me faltaba para derramar una lágrima solitaria, que resbala por mi mejilla izquierda. La distingo de las gotas de lluvia por el peso de dolor que lleva consigo.
—No espero que hagas nada, aunque sé que tú también sientes lo mismo por mí—. Dice, rompiendo el silencio de nuevo.
Parpadeo rápidamente para recomponerme y poder hacerle frente ante la frase final.
—No sabes lo que siento o no, Zac, no eres quién para decidirlo—. Replico.
—Ambos sabemos que es cierto—. Insiste.
—Basta, no sigas.
—Ingrid, ¿Lo es?
—Basta—. Suspiro.
—Dímelo.
—Zac...
—Podrás engañarte a tí misma, pero a mí no—. No se da por vencido.
—¡Ya basta, sí, estoy enamorada de tí! ¿Contento?—. Confieso en un grito, sin aguantar la situación por más tiempo, alzando las manos y dejándolas caer con desesperación.
Esta vez es él quien no responde.
Pero sus acciones lo dicen todo.
Avanza hasta mí con rapidez, tomando mi rostro entre ambas manos suyas para así juntar sus labios con los míos, solamente acompañados por el sonido de la lluvia.
Sus labios, aunque mojados por el agua, son cálidos y encajan perfectamente con los míos.
La reacción es inmediata.
Decido mandar a la mierda todo. El enojo, los celos, la amenaza silenciosa de Selene y Harry, mis propias normas y... El orgullo.
Sí, estoy enamorada de Zachary Collins.
Sí, estoy dispuesta a confesarlo.
Sí, me dejaré llevar por ese sentimiento.
No, no más silencio.
A partir de ahora esto no es un contrato.
Nuestros ojos se cierran al unísono e inclinamos los rostros en direcciones distintas con tal de saborearnos mutuamente al máximo. No tenemos miedo de hacerlo, ahora está todo dicho; como debería haber sido hace tiempo.
Pero esta pequeña burbuja formada por nuestros cuerpos se detiene en cuanto la falta de aire nos obliga a finalizar el beso, donde aprovecho para dejarle claro algo.
—Eres idiota—. Susurro con una sonrisa sobre sus labios.
—Y tú una cabezota—. Responde del mismo modo.
Y por fin, puedo volver a refugiarme en los brazos de Zac, aquellos que una vez parecieron lejanos, pero que siempre serán como un hogar para mí.
Puede que él no haya sido el caballero de armadura brillante, o el príncipe azul, o el héroe perfecto que me diese una vida mejor, pero al menos me podrá acompañar en la vida que he conseguido con mi esfuerzo.
Pese a no querer separarme de él, dejo el abrazo para otro momento, pues seguimos empapándonos.
—Zac, tengo que ir con mi madre...
—Está bien, vayamos—. Contesta antes de que pueda terminar.
Le miro con las cejas alzadas, estupefacta.
—¿Quieres conocer a mi familia?
Zac chasquea la lengua.
—Quería dar el pésame, pero puedo irme si quieres—. Duda.
Tomo aire, debo de estar loca para hacer esto.
—No, está bien, ven conmigo.
—Bien, si uso otros transporte público me volveré loco—. Bromea con esa habitual sonrisa ladeada suya.
Joder, le había echado de menos.
Ruedo los ojos, al fin y al cabo siempre vamos a tener estas pequeñas disputas. Aunque así me gusta, es nuestro pequeño mundo.
Mientras abro la puerta del coche de nuevo, no puedo evitar pensar en lo alegre que se pondrá mi madre al verlo.
Después de verme en las portadas de las revistas con alguien de la clase de hombre que a ella le gustaba para mí, me dejó claro que tanto a él como a papá le pesaba que no hubiésemos terminado juntos.
Al final parece que la historia tendrá un funal feliz.
El golpe indica lo contrario.
Escuchar el cuerpo de Zac caer al suelo me causó la misma impresión que la primera vez que se desmayó en la habitación de hotel.
Pero esta vez no me servirán sus excusas, tengo que llevarlo a un hospital.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro