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28: Despedida.

Después de esperar unos segundos a que mi cuerpo pudiese reaccionar, me alejé de la puerta con una mezcla de dolor y decepción en mi rostro.

Tenía varias teorías de lo que podría haber sucedido, de lo que probablemente debía estar sucediendo sin yo darme cuenta.
Y ninguna me gustaba.

Me giré hacia mi bolso, con intención de recoger mis cosas e irme cuanto antes de allí. No tenía nada más que hacer en aquel lugar.
Me sentía humillada, destrozada y sobretodo; rota.

Intercambié la mullida bata del hotel por el vestido que había llevado el día en que le conocí, que por suerte había llevado a aquel viaje. Era importante para mí.
El vestido de la noche en que comenzó todo, cuando tomé la mala decisión de subirme a su coche.

Parecía demasiado dramático. Me sentía una exagerada. Pero realmente toda aquella situación era demasiado confusa para mí.

Ya no quería sentirme como un títere. Como una muñeca que puedes usar y después dejar en un estante hasta que quieras volver a jugar con ella.

Porque aquel era mi trabajo, pero con Zac llegué a pensar que quizá no sería algo pasajero. Qué equivocada estaba...

De no haberme acostado con él, le habría seguido el juego. Habría aguantado por el dinero, por todos los lujos, por aquella vida de papel a la que fingía pertenecer.
Por Zac.

Pero una chica como yo jamás encajaría en un mundo como aquel.

Mientras terminaba de recoger mis pertenencias, y no aquellas que él me había dado, me encaminé hacia la puerta.

Él parecía haber terminado de hablar por teléfono, pero no me detuve a mirarle siquiera. Quería salir de allí lo más deprisa posible.

Sin embargo, el tacto de su mano sujetando mi desnuda muñeca me hizo frenar en seco.

—Ingrid—. Me llamó casi en un ruego.

Me volteé hacia él, con la expresión más impasible que supe adquirir en mi rostro, y le pregunté con dura voz:

—¿Has terminado de hablar con Selene?

Él no respondió de inmediato, pero la confusión fue palpable en su cara.

—¿Estabas escuchándome?

Suspiré y me zafé del agarre con brusquedad, volviendo a emprender la marcha hacia la salida.

—No estoy de humor para tus jueguecitos de niño rico mimado—. Murmuré de modo que pudiese percibir la hostilidad en mi tono.

Estaba realmente enojada, y quería que lo supiese, quería que me pidiese perdón de rodillas si hacía falta.

Zac vino detrás mío cuando abrí la puerta, sin intenciones de detenerme.

—¿Qué mierda te pasa? ¿Ahora no puedo hablar con una persona sin que creas que tienes el derecho de, no sólo espiarme, si no también de enfadarte? ¡Por Dios Ingrid! ¡Sé una adulta!—. Espetó sin importarle que estuviésemos en medio del pasillo del hotel, mientras esperaba al ascensor.

Intenté calmarme y respirar, pero si él quería subir la voz, yo no me quedaría impasible.

Le enfrenté con el rostro tenso de la rabia y mi mano fue directa a su cara.
Un golpe limpio, con gran sonido e impacto que le dejó una marca y le giró el rostro.

Tanto él como yo nos sorprendimos, de modo que se formó un silencio casi sepulcral en el pasillo.

Él miró mis ojos, tratando de buscar algo que pudiese justificar aquel comportamiento.
Yo busqué arrepentimiento en los suyos, algún atisbo de cariño hacia mí.

Cualquier cosa que me diese una razón para quedarme en aquel hotel de Londres, con él.

Pero no lo encontré.

¡Ting!

—Adiós Zachary—. Sentencié antes de entrar en el ascensor y visualizar por última vez su rostro, conforme las puertas se cerraban en horizontal.

Aquella mañana fue la última vez que vi a Zachary Collins.

Me gustaría decir que esta historia tiene un final feliz.
Que realmente nunca me subí al ascensor.
Que conseguimos aclarar las cosas, nos disculpamos mutuamente y terminamos felices y comiendo perdices.

Pero no quisiera mentir.

Así que bajé en ascensor hasta la salida del hotel.
Reservé el primer vuelo a Nueva York con un dinero que Zac no me había dado, porque no lo habría aceptado.
Nunca aclaramos las cosas, jamás nos disculpamos, y regresé junto a quienes pese a todo siempre estarían ahí para mí: Anne y Josie.

Solamente quería dejar atrás todo aquello, olvidar aquella aventura demasiado perfecta para ser realidad y madurar de una vez por todas.

La vida real no es un cuento de hadas.
Y mucho menos para una chica como yo.

En la vida real no siempre la chica se queda con el chico de sus sueños.

Lección: aprendida.

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Nota: ¡BUENO! ¿CUÁNTO TIEMPO VERDAD?
Siento haber tardado tanto, pero... ¡Aquí tenéis un nuevo capítulo!
Ojalá que haya merecido la pena la espera, ¿Os ha gustado?
Como veis esta historia está llegando a su final, pero no os preocupéis que ESTE no es el capítulo final, aún quedan cosas por decir y resolver 😶
De mientras, espero que estéis todos y todas bien, muchos besos y ¡Hasta la próxima semana! 💛

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