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27: Otra noche (parte 2) /+18.

Atención: este capítulo contiene escenas de contenido sexual explícito, lee bajo tu responsabilidad, quedas avisado.
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De todas las maneras posibles que había imaginado tener sexo con alguien que amabas, nunca había pensado en alguna así.

Zac me atraía a su cuerpo con un imán invisible del que me era imposible escapar. Todo mi ser me empujaba hacia él y deseaba sentirlo de todas las formas posibles.

Después de haber tenido relaciones sexuales con tantos hombres a cambio de dinero, llegué a creer que no podría volver a hacerlo por placer.

Que equivocada estaba.

En cuanto nuestros labios se juntaron en una danza sensual y húmeda, dejamos que nuestras lenguas jugasen sin restricción alguna.

Su boca suave, varonil y decidida, encajaba a la perfección con la mía.

Mis manos que en un principio se mantuvieron en su mandíbula, viajaron hasta su cabello, enterrando los dedos entre sus oscuros mechones, mientras que las suyas se ocupaban en acariciar mi cuerpo.

Cada vez que la yema de sus dedos rozaba con mi piel, fuese donde fuese, un fuego interior me impulsaba a pegarme más a él, si cabía.

Individualmente sabíamos qué debíamos hacer, no había nadie que nos dijese cómo encendernos mutuamente, solamente eran nuestros cuerpos atraídos por una química casi mágica que colisionaba en una expresión sensual y ardiente.

Pero a pesar de que no teníamos prisa, ambos rápidamente caímos en la cuenta de que él seguía vestido.

Como si nos leyéramos la mente, Zac se separó unos breves instantes para deshacerse de su camiseta, que acabó tirada en una esquina de la habitación al azar. A la mierda el orden.

Después fueron sus pantalones, que también tuvieron un final similar. Así, solamente en ropa interior, Zac se veía más atractivo y guapo que nunca.

De nuevo se acercó a mí con la misma ansia que antes, buscando mis labios con una necesidad apremiante. Automáticamente volvimos al principio; él sobre mí, besando mis labios y haciéndome sentir como en el séptimo cielo.

Poco a poco una de sus manos fue bajando, mientras acariciaba mi piel, hasta mi feminidad.

Sin tener que añadir nada más, abrí mis piernas levemente, dándole vía libre para hacerme lo que quisiera.

Sus besos se desviaron hacia mi cuello de nuevo, aquella zona en la clavícula que me hacía estremecerme. Mis ojos se cerraron instantáneamente mientras que me aferré a su espalda, esperando a que Zac tomase acción.

Primero un dedo descendió hasta mi clítoris, arrancándome un suspiro que se podría confundir fácilmente con un gemido. Sus manos no necesitaban mucho para hacerme gritar de placer, lo había comprobado en el avión.

Sin embargo, aquella vez no se demoró demasiado. Una vez adoptó un ritmo frenético en mi debilidad, sus rodillas se hundieron levemente en el colchón para aguantar su peso, y así poder proceder con mayor facilidad con su ropa interior.

Arqueé la espalda y mis manos se aferraron con fuerza a las sábanas, las cuales se arrugaron. Tanto mi feminidad como yo estábamos deseando más de Zac. Lo queríamos todo. Y eso fue lo que recibimos.

En vez de introducir uno de sus dedos, fue su miembro lo que sentí deslizarse con suavidad dentro de mí. Sin nada, desnudo, sin protección, pero tampoco me importó en aquel momento.

Un gemido de mi parte acompañó el gruñido que escapó de los labios de Zac, quien se dedicó a penetrarme lentamente, como si así pudiese prolongar mi placer y a la vez hacerme desear más. Claramente estaba en lo cierto.

Mis caderas, imparables, comenzaron a moverse contra él, indicándole que acelerase el ritmo, cosa que hizo. Sentirlo dentro de mí de aquella forma me hacía gemir cada pocos segundos, por lo que Zac se encendía más y más. Aún así, tuvo la suficiente destreza como para no dejar ir de sus dedos mi clítoris.

Llevada por uno de los mejores y mayores que había sentido nunca, abrí los ojos con tal de buscar su mirada. Sus ojos se clavaron en los míos, ambos reflejando el placer y el éxtasis en el que entrábamos sin control ni piedad.

Solamente él, yo y los deliciosos sonidos que procedían de lo más profundo de nuestras gargantas.

—Ingrid—. Susurró, inclinándose y apoyando parte de su peso en la mano libre.

No dudé en tomar su rostro entre ambas manos, pero me quedé a escasos centímetros de sus labios.

—Zac—. Susurré en respuesta, tras lo cual dejé ir un gemido grave.

Sin duda sabía que el mejor momento estaba a punto de llegar. Ambos podíamos ver en el rostro ajeno que el punto culminante de acercaba, por lo que quisimos finalizar aquel lujurioso encuentro con el más apasionado de los besos.

La sensación de su lengua jugar con la mía solamente pudo mejorar el sentir sus fluidos dentro de mí, así como los míos recorriendo su miembro.

Aquello que había comenzado siendo un simple beso había terminado con una de las mejores noches de mi vida.

Zac, agotado, salió de dentro de mí y se dejó caer a mi lado en la cama. Aunque ambos estábamos cansados, nos quedamos unos instantes en silencio, analizándonos mutuamente los rostros.

Sonreí. Sonreí sin poder evitarlo.
Él me devolvió el gesto sin dudar un segundo, mientras rodeaba mi cuerpo con sus brazos. No tardé en recostarme en su pecho, refugiada como si nada pudiese dañarme en aquel momento. Realmente habíamos creado nuestra propia burbuja de felicidad.

Y entonces, tan pegados como si fuésemos uno solo, nos dejamos caer en un sueño profundo.

•••

Los rayos de sol enrojecieron mis párpados, los cuales se abrieron poco a poco con pesadez mientras un bostezo salía de mis labios.

Al principio no recordaba siquiera dónde estaba, pero al sentir el frescor en mi piel desnuda comencé a hacer memoria.

Me estiré en el colchón, aprovechando que Zac no se encontraba allí, y me incorporé en la cama con un bostezo.

En mi rostro tenía una sonrisa estúpida al pensar en la noche anterior, pero poco a poco se fue apagando. El hecho de que hubiésemos tenido sexo complicaba las cosas.

¿Significaba que él también sentía algo por mí? No podía responder, pues la verdad era que me pagaba por "estar con él". No quería que la historia se repitiera, mezclando sentimientos con el trabajo, pero Zac había roto mis reglas por completo.

Vi que a los pies de mi cama había dejado una bata, así que me la puse sobre mi desnudo cuerpo y me acerqué a la puerta. No podía evitar sonreír. Pese a que quizá aquello no cambiaba nada, estaba feliz. Quería darme el capricho de no pensar en sentimientos y complicaciones.

Aquella mañana sólo éramos Zac y yo, después de una noche... Interesante.

Supuse que, al estar la puerta cerrada, él se habría levantado temprano por trabajo, pero en cuanto toqué el pomo de la puerta todo se vino abajo.

Al parecer, Zac estaba al teléfono y sus palabras llegaban, aunque ahogadas, hasta mí.

Quizá no debería haber escuchado, pero algo me llamó la atención, así que me detuve a prestar atención.

—Lo sé Selene, cálmate y hablamos como dos adultos... Tenemos que volver a vernos en persona, esto no es algo que quiera hablar ahora... —. Dijo.

No pude seguir escuchando.

Mi boca se entreabrió de la sorpresa y sentí que mi corazón volvía a romperse en pedazos.

De nuevo aquel nombre, Selene, había quebrado todas mis esperanzas.

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