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24: Decisión.

Mi primera reacción fue apartarlos. Rápidamente cogí las manos de Zac para impedirle que volviese a lanzar otro golpe contra su primo.

Claramente, los padres de ambos se habían dado cuenta gracias al sonoro ruido del impacto tanto del puñetazo como del cuerpo de Harry cayendo al suelo.

Ninguno de los tres progenitores se sorprendieron.

Los padres de Harry lo ayudaron a levantarse y desaparecieron rápidamente de la habitación, mientras que Ralph le lanzó una mirada asesina a su hijo.

Yo aún seguía sujetando las manos de Zac hechas un puño, pero en cuanto él se relajó y me soltó para hablar con su padre, me aparté.

A diferencia de la otra vez, aquel golpe no había sido para defenderme, y lo sabía. El nombre que había pronunciado Harry había hecho enfurecer a Zac más de lo esperado y, sin esperarlo, me sentí mal por ello.

Una especie de dolor recorrió mi estómago.
¿Celos? Probablemente.

Me sacudí la camiseta, que no tenía ninguna arruga, y salí de la habitación. No para seguir a Harry o sus padres, si no para salir del hospital.

Necesitaba aire fresco, y en cuanto bajé las escaleras y abandoné el edificio, me decepcioné.

Pensaba que de aquel modo aquella sensación desaparecería, pero no.
Zac había calado en mí más de lo esperado, y comenzaba a darme cuenta de ello.

No quería que la historia se volviese a repetir. Quizá habría tenido esperanzas, pero después de saber que él seguía defendiendo a una tal "Selene", supe que no tenía nada que hacer.

Como había dicho Zac aquella mañana, debía volver a Nueva York. Ese era mi lugar, así que eso fue lo que quise hacer.

Me acerqué al borde de la acera y alcé la mano en cuanto vi a un taxi. Por desgracia no se paró y dio tiempo a que Zac me alcanzase.

Sus pasos apresurados se vieron ahogados por su voz.

—¡Ingrid! ¿Qué haces?—. Preguntó poniéndose frente a mí, con el ceño fruncido.

Quise evitar su mirada, pero él buscó la mía tan intensamente que me vi atrapada de nuevo en sus verdes ojos.

Al verlo así, con las ojeras bordeando sus lagrimales, el blanco de sus ojos levemente rojo y su rostro pálido, no pude decirle la verdad.

Quizá no había llegado a verme pedir un taxi, así que me encogí de hombros de forma casual.

—Sólo tomaba el aire—. Mentí.

Bajé la vista hacia su mano y, al verle los nudillos levemente ensangrentados por el golpe y el frío de la mañana, saqué un pañuelo del bolso, dispuesta a limpiarle.

Cuando tomé su mano, se vio más confuso aún.

—No es necesario—. Murmuró.

—Shh, déjate cuidar—. Bufé, como solía hacerlo cuando discutíamos.

Mojé el pañuelo con mi lengua y lo pasé por sus nudillos. Entre eso y el episodio de su desmayo, parecía más su niñera que otra cosa.

Reí levemente por la idea, y él me siguió mirando de forma confusa.

—¿Qué es tan gracioso?—. Preguntó.

Alcé la cabeza y lo miré con una sonrisa sincera.

—El que tenga que arreglar tus desastres y que, al fin y al cabo, no me importe—. Me encogí de hombros.

Él acunó mi mejilla con su mano buena. Abrió la boca para decir algo, pero al final la cerró y miró por encima de mi hombro.

Me giré confusa y vi a Harry con sus padres. Estos continuaron caminando sin darle importancia al encuentro, pero Harry me miró como si verme con su primo le doliera.

Entonces todo pasó a cámara lenta.

Solté la mano de Zac por instinto, cuando en realidad quería aferrarme a él. Este me miró con el ceño fruncido y quiso acercarse a mí, pero Harry se lo impidió al cruzarse rápidamente en su camino.

Sin pensarlo un segundo, este último tomó mi rostro entre sus manos y juntó nuestros labios.

Mi cuerpo me traicionó y cerró los ojos. Había añorado el sabor de su boca, la forma en que sus manos me sujetaban y el olor a perfume de hombre que desprendía.

Supuse que habría sido cuestión de segundos, pero se me hizo una eternidad hasta que supe reaccionar y lo aparté de mí. Aquello no era lo que deseaba. No lo deseaba a él.

Me giré y al ver la mirada de Zac me partió el corazón en mil pedazos, pero no fue lo peor.

—Zac yo... —. Me acerqué a él titubeando, sin importarme la reacción de Harry.

—No, está bien, no tienes que explicarme nada —su voz era tan cortante como el día en que nos conocimos—. Al fin y al cabo lo nuestro son sólo negocios—. Dijo, y se alejó con grandes zancadas hacia el edificio.

Después de esas palabras, se me rompió el alma.

Me giré hacia Harry y le crucé la cara con una bofetada. Sin dudar, sin pensarlo, y me sentí genial.

Acto seguido, seguí lo más deprisa que pude a Zac a través de las puertas del hospital.

—¡Zac!

Había entrado en el ascensor y por suerte estaba sólo.
Apreté el paso, sin importarme las miradas del personal y los pacientes con la intención de colarme a tiempo, pero las puertas se cerraron antes de que pudiese entrar.

Golpeé la pared con rabia.

Es cierto que tenía miedo. No quería que la historia se repitiese y me abandonase como había hecho Harry conmigo. Pero después de todo, mi corazón me empujaba hacia él con fuerza, como nunca antes lo había hecho.

Estaba enamorándome de él y no podía hacer nada para impedirlo. Tampoco quería negarme.

Una parte de mí quería huir para evitar que volviesen a romperme el corazón, pero la otra parte me imploraba que corriese el riesgo, porque podía merecer la pena.

Miré las escaleras. Quizá podía llegar a tiempo y alcanzar el ascensor antes de que saliese de él.

La cuestión era si estaba dispuesta a superar mi miedo al rechazo.

Si estaba dispuesta a seguirlo y confesarle lo que sentía.

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