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17: Ini.

El lejano sonido de un teléfono me hizo removerme en mi sueño. Al principio, pensé que formaba parte de él, pero contra más lo escuchaba, más me daba cuenta de que me estaban llamando en la vida real.

Hice un primer intento por abrir los ojos, pero no lo conseguí hasta la segunda vez.

Me incorporé en la cama, algo desubicada, sin saber bien dónde estaba mi teléfono.

Zac no estaba en la cama, ni en ningún rincón de la estancia, pero me percaté de que había puesto una camisa sobre mí, aunque seguía cubierta por las sábanas.

No le di mucha importancia al gesto y me la puse hasta abrochar nada más que un par de botones. Era tan grande que cubría mi trasero, aunque dejaba parte de los hombros al descubierto.

En lo que tardé en levantarme de la cama y desperezarme, el tono de llamada del teléfono cesó.
Pensé que se habría dado por vencido, fuese quien fuese, pero volvió a sonar una segunda vez.

Me apresuré hasta la bolsa de equipaje que habíamos traído, con apenas unas mudas para un día, y saqué mi móvil.

La pantalla me mostró la imagen de perfil de Anne, por lo que supe que la videollamada era de ella.

Ya les había avisado que estaría con aquel cliente más de lo esperado, pero apenas había dado detalles y, conociéndolas, aquel sería el motivo de la llamada.

Me aseguré de que me veía bien, peinándome un poco y mirándome en el reflejo de la pantalla, y descolgué.

—¡Ingrid!

—¡Belleza!

Las voces de Josie y Anne me hicieron sonreír de forma automática. No me había dado cuenta de lo mucho que las echaba de menos hasta ese momento.

Saludé con la mano en un gesto simple y les lancé un beso. Josie lo "atrapó" en el aire.

—Pero bueno, me voy unos días y ya hacéis una fiesta en el apartamento—. Me quejé al ver los vasos de plástico y los cartones de pizza tirados por el suelo y los muebles.

Josie hizo una mueca poco disimulada y miró a Anne buscando ayuda.

—No fue una fiesta, tranquila, apenas éramos cuatro amigos. Además hoy lo recogeremos todo—. Afirmó la morena.

Josie asintió a su lado, confirmando su versión.

En realidad era lo que menos me importaba, pero debía comportarme como la adulta que era al menos por una vez.

—Está bien, pero no olvidéis que no hay sexo gratis—. Bromeé, haciéndolas reír en alto.

—Ini, te echo mucho de menos, ¿Cuándo vuelves?—. Preguntó Josie, haciendo un puchero cual niña pequeña.

Anne me miró expectante.

—No estoy segura —suspiré—. Creo que está dispuesto a pagar el tiempo que sea y tiene bastantes... Tareas para mí.

No les había dado detalles del porqué me había contratado, pero sí les había dicho que su motivo principal no era el sexo y que me encontraba en Londres.

Ambas fruncieron el ceño. Josie enfurruñada por no obtener una respuesta clara y Anne por la idea de tenerme lejos más tiempo.

Las conocía demasiado bien como para descifrar cada gesto que hacían.

—Aún necesitamos tus consejos de maestra, no te creas que te librarás tan fácilmente de nosotras—. Apuntó Anne.

Reí levemente y escuché a lo lejos una puerta abrirse. Supuse que Zac había salido temprano y acabaría de llegar en aquel instante.

—Chicas, mi cliente acaba de volver, tengo que dejaros.

Ambas suspiraron.

—Vale, pero queremos más detalles, espero que saques una buena paga por todo, ¡Te quiero Ini!—. Chilló Josie mientras se alejaba del móvil, corriendo con un unicornio de peluche en las manos.

Aquella chica jamás parecería una adulta, pero así la queríamos y no deseábamos que cambiase nunca. Daba alegría en los días más oscuros.

—Disfruta de Londres, te quiero—. Se despidió por último Anne, con una sonrisa algo apagada.

La más pequeña pero la más serena. Siempre podías contar con ella para un buen consejo y ayuda en los malos momentos.

—Claro, os enviaré fotos pronto—. Lancé otro beso y ambas colgamos la llamada.

En aquel instante Zac abrió la puerta, como si hubiese esperado pacientemente a que terminase de hablar con ellas.

Llevaba bajo el brazo izquierdo una caja y colgando de la mano una bolsa grande.

Alcé una ceja mientras lo miraba dejar ambas cosas sobre la cama sin hacer.

—Te he comprado ropa informal, saldremos a desayunar.

Me acerqué a la bolsa e inspeccioné el interior.

Una camiseta y un pantalón normales y corrientes, pero podía verse la calidad de la tela a simple vista. Nada barato.

La caja, con unas deportivas de marca, desprendían la misma áurea de alta calidad.

Lo miré con una mezcla de confusión y sorpresa.

—No puedo pagarlo—. Me excusé en un murmullo, avergonzada.

—Es un regalo, Ini—. Dijo soltando una pequeña carcajada.

Correspondí a esta, pero también le di un golpe suave en el brazo.

—Sólo me puede llamar así Josie, ¿Vale?—. Repliqué.

—¿Quiénes eran? Si puedo saber.

Se sentó en la cama, mirándome con la curiosidad típica de un niño.

A pesar de llevar traje, igual que siempre, esta vez no llevaba ni corbata ni chaqueta y la camisa se abría por culpa de algunos botones sin abrochar.
Las mangas de la camisa estaban recogidas hasta los codos de forma casual.

Era informal pero sin abandonar su estilo habitual. Además de que su forma de llevarlo lo hacía sensual y atractivo.

Me aclaré la garganta y redirigí la mirada a sus ojos verdes.

—Anne y Josie, mis compañeras de piso y de vida prácticamente. Son como mi familia—. Expliqué, sacando toda la ropa para ponérmela, independientemente de si era bajo su mirada.

A él tampoco pareció importarle eso.

—¿Ellas también son...?

—Sí, son prostitutas, puedes decirlo sin miedo—. Negué con una risa leve.

Me deshice de la camisa y me vestí tranquilamente. Zac pareció disfrutar de la vista, y no se movió hasta que hube terminado.

—Gracias—. Señalé mi ropa.

Él hizo un ademán con la mano, restándole importancia.

—No irías a desayunar con un vestido de noche, ¿No?—. Me sonrió ladeadamente.

Con aquellos pequeños gestos me era difícil no comparar a los dos primos entre sí.

—Claro... ¿Vamos con familiares o socios...?

Él pareció no entender la pregunta al principio, pero luego dio con el motivo.

—No, descuida, no tienes que ser mi "novia" ahora.

Salió de la habitación, distraído con el teléfono y yo lo imité, pero en dirección al baño. Me detuve en la puerta de este para mirarlo una vez más, confusa.

—¿Entonces por qué me necesitas para desayunar?—. Pregunté sin comprender todavía.

Zac me miró de arriba abajo y alzó ambas cejas.

—Parecías entusiasmada cuando te dije de venir a Londres, pensé que te gustaría ver la ciudad...—. Pareció desconcertado, dudoso.

Le sonreí con ternura. Aquel había sido un bonito gesto que no me esperaba viniendo de él.

—Gracias de nuevo—. Asentí y me encerré en el baño para prepararme.

Estaba emocionada por la idea, y también sentí una sensación en el estómago que no supe identificar.

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