13: Prohibido besar (parte 1).
Zac y sus padres nos miraron, sin entender por qué de mis labios había salido el nombre de uno de sus familiares, con el que aparentemente no tenía relación alguna.
Harry carraspeó y disimuló con una sonrisa.
Aunque me hubiese gustado poder arreglar aquello, seguí mirándole sin siquiera moverme. Me había quedado de piedra.
—¿Os conocéis?—. Preguntó Zac.
Su tono de voz parecía amistoso a simple vista, pero cuando uno indagaba en su personalidad podía entrever la molestia. La razón de esta era un misterio para mí.
Reí de forma nerviosa, sin saber qué hacer para disimular.
Miré mi copa de champagne, como si allí pudiese encontrar una vía de escape, y entonces me acordé de algo.
—No personalmente, pero Harry Russo es muy conocido en la industria de la moda—. Expliqué, sin ser capaz de alzar la mirada hacia ninguno de los presentes.
El matrimonio pareció convencido de mí explicación, pero Zac seguía mirándome sin entender mi actitud.
Harry se rascó la nuca de forma nerviosa y asintió, corroborando mi historia.
De hecho su padre, Federico Russo, era un diseñador de moda italiano reconocido en toda Europa, y se rumoreaba que Harry seguía sus pasos.
Durante mi infancia y juventud en España pude escuchar hablar de él, e incluso tuve la oportunidad de vestir uno de sus diseños. Obviamente comprado en reabajas.
—Me alegra conocer a gente que le agrade el mundo de la moda—. Dijo Harry, sin apartar la mirada de mí, sin embargo, no de forma intimidante o amenazadora, si no con arrepentimiento.
Solamente asentí, dando un trago largo a mi copa.
Los padres de Zac se enfrascaron en una conversación con su sobrino, aunque él no pareciese prestar demasiada atención, y mi cliente aprovechó el momento para llevarme a un rincón alejado.
Una vez a solas, pude observar su rostro como de costumbre, aunque seguía sintiéndome incómoda bajo la azulada mirada de Harry.
—Conozco bien a mi primo —comenzó—. Sé que la posibilidad de que os conociérais de antes es alta.
Colocó las manos en sus bolsillos y se recostó contra la pared, dando a entender que no le importaba pasar tiempo escuchando la verdadera versión de la historia.
Agaché de nuevo la mirada a mi copa, ahora vacía, y suspiré.
Hubo un tiempo en que la sola mención de aquello me habría hecho llorar, pero habían pasado años, y no era la misma que cuando conocí a Harry.
Sin embargo, no me apetecía hablar del tema. Al menos no en aquel lugar.
—Es una larga historia, y no es el momento Zac—. Intenté mirarlo de forma que implorase piedad.
Él apretó la mandíbula unos segundos; estaba acostumbrado a recibir todo lo que exigía. Mas no insistió.
—Hablaremos en el hotel—. Concluyó y se marchó a saludar a una pareja joven.
No me llevó de su brazo, me dejó en aquella esquina, a solas con mi copa de champagne vacía.
Era la oportunidad perfecta para huir. Quizá podría encerrarme en el baño, al menos hasta que notase mi ausencia.
Y aquel parecía un buen plan, uno que habría llevado a cabo de no ser por Harry, el cual ocupó el puesto de su primo.
—¿Tienes un segundo?—. Susurró, de modo que solamente yo lo escuchase, a pesar de estar lejos de la multitud.
Fingí estar completamente concentrada en el hilo que salía de la costura de mi vestido, jugando con él.
—En realidad no.
Se acercó más a mí, colocándose justo delante de mi rostro.
—Por favor, además no tienes nada que hacer, Zachary...
—No lo tengo para tí—. Lo detuve.
Solté un bufido y con la poca valentía que quedaba en mi delgado cuerpo dejé la copa en una bandeja que pasaba por mi lado.
El camarero ni se inmutó y yo seguí mi camino hacia los aseos, con la finalidad de encerrarme, tal y como había pensado.
En cuanto estuve en el baño de mujeres, comprobé que me hallaba completamente sola, no quería que nadie me viese en ese estado.
Aunque a simple vista parecía estar bien, yo sentía que mis manos temblaban como nunca y mis rodillas fallaban a cada paso.
Me acerqué a un lavamanos para mojar mi cuello. No podía hacerlo con el rostro o todo mi maquillaje se iría, pero esperaba que aquello funcionase.
Miré mi reflejo, observando mi rostro a profundidad, y me repetí que eso no cambiaría nada.
El haber vuelto a ver a Harry no quería decir que mi vida daría un giro completo. ¿Verdad?
No, no debía ser así.
Sacudí la cabeza y apreté los ojos con fuerza, intentando convencerme a mí misma de que era una mujer fuerte y decidida, no caería a los pies de un hombre cualquiera.
Él había sido la razón. Ahí empezó todo.
Antes de Harry mi mentora me advirtió sobre besar en los labios, sin embargo, hasta que no probé los de él no me di cuenta de lo peligroso que podía ser eso.
Desde que Harry se marchó de mi vida no volví a besar a ningún cliente. No podía volver a mezclar sentimientos con trabajo.
Una vez más, miré mi rostro en el espejo.
Aquella mirada seguía siendo la misma de hacía tres años atrás. Sin embargo, muchas cosas habían cambiado. Mis ojos no brillaban por nadie en aquel momento, no como antes.
No iba a dejar que Harry entrase de nuevo en mi vida.
Escuché pasos cerca de la puerta del baño, así que me obligué a reaccionar y encerrarme en uno de los compartimentos.
Allí dentro me recosté en la puerta, aún de pie, y no pude evitar pensar en el día en que lo conocí.
Flashback.
La noche es fría y el vestido apenas me cubre, por lo que mi cuerpo comienza a temblar levemente.
Daría lo que fuese por tener un abrigo ahora mismo.
Quizá alguien se detiene y puedo subirme a un coche con calefacción. Rezaré para así suceda.
Froto mis brazos con ambas manos para entrar en calor justo cuando siento una chaqueta rodear mis hombros.
—Una joven tan hermosa no debería pasar frío de este modo —murmura una voz varonil, que no sé identificar, a mis espaldas—. Ven conmigo.
Me giro hacia esa misteriosa voz y ahí están.
Unos ojos azules como el cielo y tan profundos como el mar.
Unos ojos peligrosos en los que me pierdo de inmediato, y realmente no tengo intención de encontrar la salida.
Una sonrisa perfectamente capaz de ocultar los peores secretos.
Y unas manos que me hacen querer sentir sus caricias por todo mi cuerpo.
No dudo ni un segundo en seguirlo, no sé a dónde, pero no me importa.
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