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Capítulo 5 - Sólo sexo.

Me encerré en el baño de las chicas, con el corazón a mil por hora, mordiéndome el labio al recordar lo que acababa de hacer con ese tipo, por segunda vez, y no iba tan pedo aquella vez, no podía echarle la culpa al alcohol de nuevo.

Me miré al espejo, tenía un aspecto muy desmejorado. Saqué el pintalabios del bolso y me maquillé, intentando limpiar luego los restos del otro, sin poder dejar de pensar en ese hombre que me hacía temblar.

¡Por Dios!

"Lee Kang Hyuk" – ese era su nombre.

Me mordí el labio, deseosa de volver a sentirle entre mis piernas, importándome bien poco no haber usado condón. Soy alérgica al látex, así que tampoco es como si pudiese usarlo.

- ¿Había mucha cola en el baño? – quiso saber Olivia al verme aparecer. Tenía una estúpida sonrisa en mi rostro, y eso la desconcertó - ¿qué ocurre?

- He encontrado a la aguja del pajar y me ha dado lo mío en el baño – bromeé, haciendo que ella se pusiese histérica y quisiese que le contase todos los detalles – le he dado mi número, así que supongo que podré disfrutar de lo que quedan de mis vacaciones con ese bombón entre mis piernas.

- ¡Eres una zorra mala! – bromeó, haciéndome reír, durante un buen rato, para luego seguir bailando a su lado.

Bailé sin parar esa noche, me reí mucho y bebí más de la cuenta de nuevo. Cuando volvíamos en el taxi de regreso a casa me di cuenta de que tenía un mensaje sin leer.

Número desconocido.

Hola, soy yo. Guarda mi número.

Yo:

¿Aún estás despierto?

El Sexy:

¿Aún? ¿Todavía no te has ido a dormir? ¡Es de día!

Yo:

Tienes razón, a Olivia y a mí se nos ha ido un poco de las manos.

El Sexy:

¿Ella no trabaja hoy?

Yo:

Sí, de echo su jefe va a matarla, porque llegará tarde.

El Sexy:

¿y tú?

Yo:

Yo estoy de vacaciones, hasta dentro de una semana no tengo que volver a casa.

El Sexy:

Es bueno saberlo. Yo tengo trabajo, pero podríamos vernos luego.

Yo:

Podríamos follar.

El Sexy:

En mi casa a las diez.

Luego te mando ubicación.

...

Me pasé el día durmiendo, como buena borracha irresponsable que era, llamé a mamá para preguntarle cómo le iba todo, y luego estuve un rato hablando con Olivia, que por supuesto se había ganado una buena bronca del tal Kyu Jin.

- Podrías venir a recogerme, iremos a cenar y después salimos por ahí – sugirió.

- He quedado con "El Sexy" – contesté, así era como le había bautizado, no había más – no me esperes despierta.

- Eres lo peor – bromeó, rompí a reír, sin poder evitarlo – vienes a ver a una amiga y terminas con un chico.

- Necesito un poco de acción en mi monótona vida – me quejé. Ella sonrió, entendiendo lo que quería decir.

- ¿Qué harás con Alberto?

- ¿Podemos no hablar de esto ahora?

- Ignorar el problema no lo hará desaparecer – y ahí estaba de nuevo, con sus consejos que no iba a seguir. Era como la voz de la conciencia, a veces no la soportaba, es todo.

- Bueno, te dejo, tengo que arreglarme, quiero estar rompedora esta noche.

Me puse el mismo vestido con el que le conquisté la primera vez, aun sabiendo que iba a quedarme sin él en poco tiempo.

Estaba hablando por teléfono cuando llegué, lucía ocupado, aún trajeado, hablando en coreano. Si su voz en inglés ya me volvía loca, ni siquiera os podéis imaginar cómo era en su idioma natal.

Lucí despreocupada y me di una vuelta por el lugar, lo cierto es que no me fijé mucho en la decoración, pero se notaba que el tipo tenía pasta, no había más que ver el lujo del lugar, pero no ostentoso, más bien elegante.

El salón era amplio, a doble altura, con un enorme sofá en L a un lado, junto a la televisión, al lado de la ventana que daba a la terraza, justo estaba echando un vistazo a una fotografía en la que él y otro tipo con ropas típicas de pesca levantaban un enorme robalo y sonreían hacia la cámara. No fue eso lo que llamó mi atención, ni siquiera ver similitudes entre nosotros en nuestra afición por la pesca, fue el anillo que había en su dedo, que justo en ese momento no llevaba.

¡Oh Dios!

¿Ese tipo estaba casado?

Escuché sus pasos justo detrás, y me tersé, ya no me parecía tan buena idea ser atrevida o dejarme llevar por los impulsos más primarios del ser humano.

- Siento esto – se disculpó – tengo una presentación para la revista el lunes y ... - se detuvo entonces, al darse cuenta de que no tenía que darme explicaciones, éramos dos desconocidos – Creo que es mejor si no hablamos de nuestras vidas privadas – aseguró, mientras yo me daba la vuelta y me fijaba en él, observando como tiraba del nudo de su corbata, quitándosela, dejándola caer sobre el sofá, mirándome con lujuria – será más fácil para ambos cuando todo esto termine.

- Es sólo sexo – comprendí, mientras él asentía. Sonreí, tragándome mis pesares. No era mi problema si él tenía mujer, igual que no era el suyo que yo tuviese novio.

Esos encuentros entre ambos no iban a durar, terminarían en cuanto yo volviese a España, y no iba a sentirme culpable o a negarme a pasar un rato con un tipo tan sexy como él. No me entendáis mal, pero ... ¿cuándo iba a tener una oportunidad igual? Poder acostarme con un apuesto y muy caliente coreano, disfrutar de un oppá así, no es cualquier cosa.

Nuestro beso no se hizo esperar, acortamos las distancias que había entre ambos y nos dejamos llevar por el deseo del momento, por la ansiedad de nuestros cuerpos, sin que importase nada más, disfrutando de los labios del otro. Ni siquiera podéis imaginar lo bien qué besaba ese tipo, el calor me estaba asfixiando, y mi cuerpo se estremecía con cada toque, deseando mucho más.

Nos desnudamos el uno al otro, dando tras pies por la habitación, estaba en ropa interior cuando mi espalda chocó contra una estantería de madera. Me cogió en brazos, aferrándose a mis piernas, mientras yo las entrelazaba alrededor de su cintura y me dejaba conducir hacia su habitación.

Caí sobre la cama, mientras él terminaba de desnudarme, y luego hacía algo loco, algo que me hizo gemir como hacía tiempo que no lo hacía, dejándome llevar, con sus labios presionándose sobre mi pelvis, acercándose a ese punto que hace que toda mujer caía en los brazos de un hombre. El inminente momento que esperaba llegó, y yo tuve que aferrarme a sus sábanas, mientras él me abría las piernas y mordía la piel de ese lugar tan frágil, dejando un camino desde mi muslo interno hasta mi ingle y de ahí hacia adentro.

Sus manos me sujetaban de la cintura, mientras su lengua se enroscaba alrededor de mi centro, haciéndome desearle incluso más, expectante, mirando hacia ese punto, a la forma en la que me hacía aquello, con mi cuerpo en llamas.

Enredé mis manos en sus cabellos y tiré de ellos, haciéndole sonreír, justo cuando mis gemidos rozaban la locura, y él levantaba la cabeza, lujurioso, gateando hasta estar lo suficientemente cerca de mí, acariciando mi cuerpo con la yema de sus labios, hasta detenerse en mi pecho derecho, comenzando a lamerlo despacio, mientras me retenía las manos contra el colchón, sin darme tregua, rozando la calidez de su sexo con el mío.

- Joder – gemí en español, haciéndole sonreír, para luego lamer sin cese mi pezón, como si fuese un niño de teta, haciéndome disfrutar un poco más. Sus dientes no tardaron en morderlo, un leve placer doloroso que me estaba llevando a la locura.

- ¿Te gusta? – quiso saber, levantando la cabeza para mirarme, dejando que un hilo de saliva cayese sobre mi piel. No había hecho más que abrir la boca para contestar cuando sentí su primera embestida, y escuché sus gemidos desesperados, disfrutando de aquello. Pronto soltó mis manos y se aferró a mis pechos, presionando sus dedos sobre mis pezones, dándome de nuevo esa dosis de dolor que me volvía loca.

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