Capítulo 3 - Poderosa.
Os dejo el capítulo de hoy.
Espero que les guste :D
Bueno, en realidad es de ayer, pero tuve boda, desde las 12 de la mañana hasta las 12 de la noche fuera de casa. Locura. xD
Vale, este tocaba la semana que viene... pero se los dejo como extra xD
Salí a la calle, espelucada, con las mismas ropas del día anterior, sabiendo que había cometido una locura, sin saber si quiera en qué lugar estaba. ¡Dios! Era uno de los barrios ricos de Seúl, no había más que ver las lujosas casas de esa parte de la ciudad.
Eché a andar calle abajo, tenía el móvil apagado y poco dinero para el taxi, para colmo terminé echando el pato en mitad de la calle, y no era para menos, había bebido como una cerda la noche anterior.
¡Dios! Me había tirado a un coreano la noche anterior, y sí, muy a mi pesar Olivia tenía razón, los coreanos habían cambiado en diez años, al menos ese con el que había pasado la noche no se parecía en lo absoluto al capullo con el que salí durante dos meses.
Cerré los ojos, molesta con la situación, entrando en la boca de metro más cercana, ignorando las miradas de varias personas.
El traqueteo del vagón me hizo recordar la noche de pasión que pasé con ese tipo, las miradas, las risas, los besos, las caricias, el deseo y los gemidos.
¡Dios! ¿Qué me dejé hacer por ese tipo?
¡Dios! ¿Por qué me gustó tanto?
¡Dios! ¿Por qué quería repetir?
Cuando llegué a casa de Olivia no había ni rastro de ella, no tenía llaves para entrar al piso, así que me desesperé en exceso. Pero la solución vino a mí en cuanto vi a un chico muy mono que se me había quedado mirando hacía un momento.
- Perdona – le dije, haciendo que dejase de mirar hacia su teléfono y se fijase en mí - ¿me dejas hacer una llamada? – sonrió, y me lo cedió, sin preguntar si quiera. Recuerdo que la primera vez que estuve en ese País me ocurrió algo similar. Siempre me ha parecido maravillosa la amabilidad de los coreanos de a pie – soy yo – contesté ante su pregunta de ¿quién es?
- ¿Susana? – preguntó con incredulidad - ¿Dónde te habías metido? Estuve en la discoteca, te busqué por todas partes, pero no estabas, y tampoco has dormido en casa...
- Escucha – la corté, con rapidez, pues el chico empezaba a mirarme con interés – algo surgió... te lo explicaré más tarde. Estoy en la puerta de tu casa y no tengo forma de entrar.
- Hay una llave dentro del buzón, la cerradura está floja y puedes abrirla con la mano – asentí – ven a recogerme después del trabajo y te invito a cenar, así me cuentas qué pasó anoche.
- De acuerdo – prometí – ahora tengo que colgar.
Le devolví el teléfono al chico, le di las gracias y me marché a casa de mi amiga, rebusqué en los buzones, tuve que probar a abrirlos todos, porque no ponían nombres, hasta que di con el de mi amiga.
Me di una ducha caliente que me supo a gloria, tomé algo de fruta y puse la tele, me quedé dormida mientras veía un programa de risa, y desperté sobresaltada cuando escuché el teléfono fijo. Apagué la tele y alargué la mano a la mesita que había detrás del sofá para cogerlo.
- ¿Qué hacías? – se quejaba Olivia - ¿por qué has tardado tanto en cogerlo?
- Me he quedado dormida – contesté, sin darle importancia, limpiándome la babilla - ¿qué hora es?
- Tranquila, aún es temprano – me calmé en cuánto lo dije – deberías irte a dar una vuelta por la ciudad.
- Ya lo haré mañana – prometí – hoy necesito descansar, entre el jet lag y la noche de ayer estoy...
- ¿dónde pasaste la noche?
- Podemos hablar de eso luego, cuando vaya a recogerte – sugerí.
- Sí, mejor, hoy me he ganado una buena bronca por culpa del CEO de la compañía y estoy bastante desganada – eso me sorprendió, ella era muy buena en su trabajo – es un capullo de los grandes, no te puedes hacer una idea.
- ¿Qué ha pasado?
- ¿Recuerdas el diseño que tenía que terminar ayer antes de salir contigo? Pues me ha hecho repetirlo esta mañana, porque según él no era el mismo tono de azul que él quería. ¿Puedes decirme qué diferencia hay entre el azul almirante y el cobalto? – estaba perdida, no sabía de qué mierdas estaba hablando – No hay ninguna puta diferencia, Susana, pero ese hombre es ... odioso.
- Bueno esta noche nos olvidaremos del capullo de tu jefe – prometí – y como mañana es domingo y no tienes que ir a trabajar podremos quedarnos hasta las tantas.
- ¿No vas a darme si quiera un adelanto sobre lo de anoche? – se quejó, haciéndome sonreír. Ella era demasiado impaciente – la espera me está matando.
- Mmm... ¿te acuerdas de eso que dije que jamás volvería a hacer? – ella se estrujó la memoria, y yo sólo sonreí, sabía que no iba a abandonarlo – Sí, de esa época, cuando estábamos en el instituto y salía con dos chicos a la vez.
- ¡No! – gritó en mi oído, haciendo que varias chicas de la cafetería se girasen hacia ella, como si estuviese loca, asustando incluso a la secretaria de su jefe que había bajado a por un café con hielo que este le había ordenado - ¿A quién te has follado? – sonreí, divertida, la situación me hacía gracia.
- Pasé la noche en un hotel, si eso te sirve – rompí a reír cuando volví a escucharla flipar y luego colgué el teléfono.
Me pasé el día en casa, usé varias mascarillas de esas caras de mi amiga, me pinté las uñas de los pies, con el aire a tope, me puse a cantar a viva voz las canciones de DBSK, como si tuviese 23 años aún, y rompí a reír cuando vi el culito de Junsu moverse a cámara lenta una y otra vez. Recuerdo que una de mis amigas estuvo obsesionada con ese contoneo durante años.
A las ocho ya estaba más que preparada, en la puerta del alto edificio del que debía salir Olivia, con una camisa negra de lunares, el cabello recogido en una alta coleta, maquillada con las pinturas de marca, de mi amiga y una falda negra de tubo, muy seductora, así me sentía después del polvazo con el coreano.
- Quiero detalles – pedía Olivia, en el restaurante de barbacoa coreana al que fuimos. ¡Dios! Realmente había añorado sentarme en el suelo para comer, ese olor característico del bulgogi y el jaleo de ese tipo de sitios - ¡Susana!
- Estaba muy bueno – aseguré, metiendo un poco de carne en mi boca, estaba deliciosa con esa salsa de pera y pique – piel morena, cuerpo bastante cuidado y ...
- ¿Cómo tenía la p...? – rompí a reír, sin poder evitarlo, atragantándome, por lo que bebí mucha agua.
- No estaba mal – contesté – mucho mejor que la del capullo – sonrió, ella conocía mi lío con el coreano cuando tenía veinte años, en mis días de flipada de la vida, no había más – y te aseguro que se movía mucho mejor que él.
- ¿Qué vas a hacer con Alberto? – me encogí de hombros, ese tema era tabú. La razón por la que aún seguíamos viviendo juntos, era un verdadero misterio para mí. Hacía tiempo que no éramos una pareja, no hacíamos cosas juntos, no reíamos, ni siquiera nos mirábamos de verdad, no había chispa ni química, no follábamos y ya apenas nos dábamos besos. La monotonía había acabado con lo nuestro, no había más - ¿vas a volver a ver a ese semental?
- No – contesté, ella se asombró al respecto – ni siquiera sé su nombre o su número de teléfono.
- Pero ... ¿cómo se te ha ocurrido no pedírselo?
- Iba muy pedo esa noche, y cuando me desperté me sorprendí tanto que tan sólo eché a correr, olvidándome de todo lo demás – le explicaba, ella asintió, entendiendo mi punto de verlo.
- ¿Te arrepientes? – quiso saber. Negué con la cabeza, por primera vez en mi vida no estaba arrepentida de algo así.
- Me hizo sentir distinta – ella abrió la boca, sin comprender lo que quería decir – hacía mucho que no me sentía así, Olivia.
- ¿Cómo? ¿Deseada?
- Eso también – contesté, tenía que ser sincera – pero ... es que me miraba y ufff... - un escalofrío me recorrió entera al volver a recordar su mirada sobre mí - ... me hacía temblar, amiga – ella tenía cierta sonrisilla que sólo me hizo reír – Es una tontería, porque nunca más voy a volver a verle.
- Sería como buscar una aguja en un pajar – admitió, y entonces ambas rompimos a reír.
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