Capítulo 24 - Huir de la realidad.
Ups, os subo capítulo de ayer. Espero que os guste ;)
Despertar en mi cama, con un peso sobre mi hombro izquierdo, escuchando la respiración de esa chica mientras me abrazaba, me hizo feliz, de una forma que pensé que no podía. Después de Ain Lein pensé que jamás podría atraer a una chica. Realmente creí que en cuanto escuchase los miles de rumores que me perseguían se alejaría de mí. Pero ella no se asustaba fácilmente. Sonreí, en paz, importándome bien poco que la hora que era, aún era de noche, demasiado temprano para que el sol nos sorprendiese con su presencia.
Intenté congelar el tiempo, con todas mis fuerzas. Sabía que todo comenzaría a ser difícil ese día en cuanto abriésemos los ojos y saliésemos de la cama, dispuestos a enfrentarnos a la realidad. Aún quería atesorar ese momento un poco más.
Se movió al despertarse, justo cuando acariciaba su piel y besó mi pecho, elevándose para mirarme. Abrí los ojos, observando a aquella hermosa chica allí, que pronto hizo algo loco, me agarró del cuello y tiró de mí hasta colocarme sobre ella, besándome apasionadamente. Ella me sorprendía cuando pensaba que ya nada jamás lo haría.
La forma en la que me agarraba de la nuca, queriendo más de mí me encendía de una forma ansiosa, que me volvía loco. Aparté las sábanas y me metí entre sus piernas, presionando mi abultada entre pierna contra su sexo, haciéndola estremecer. Cualquier otra mujer se hubiese asustado con la forma tosca en la que entré dentro de ella, pero Susana era distinta a cualquier otra. Bajó su mano derecha y se aferró a mi cintura, presionándola para que le diese con más intensidad. La obedecí en seguida, mientras sus manos se relajaban y subían hacia arriba, enredándose después en mis cabellos, tirándome del pelo.
- Oppá – me llamaba entre gemidos, irrumpiendo en todo aquel caos, mientras el teléfono móvil vibraba sobre la maldita mesilla de noche. Miré hacia ese punto, molesto, con ella suplicándome con esa voz tan ardiente – no te detengas – Volví a besarla, de forma enferma, volviendo a darle lo que a ella le gustaba, pellizcando sus pezones. Sus manos abandonaron mis cabellos y me clavó las uñas en los hombros, tan traviesa como siempre – Oppa – gemía a cada tanto, con el cuerpo en llamas, mientras mis labios rojos se detenían y la miraba desde allí arriba – no te detengas – suplicó una vez más, con sus manos en mis nalgas, apretándome contra ella, con fuerza. Volví a darle más. Me encantaba aquella maldita situación, la forma desesperada en la que ella me pedía más, sin que le molestase ni un poco mi rudeza.
Me empujó sobre la cama, colocándose sobre mí, incluso me hice daño con el cabecero, y un leve quejido llenó la habitación, ni siquiera pidió perdón, cuando quise darme cuenta estaba sobre mí, domándome como una leona, apretándome el pecho con sus uñas, uniendo nuestros sexos de una forma irracional, mágica, poniéndome incluso más ardiente de lo que ya estaba. Una buena panorámica de sus pechos es lo que conseguí, agarrarlos y pellizcarlos mientras ella seguía domándome, como una amazona.
- Joder, Susana – gemí, de forma entrecortada, apretando sus glúteos, presionándola con más fuerza sobre mí, descargándome dentro de esa mujer atrevida, dejándome ir. ¡Dios! Me sentía en la gloria en ese momento. Me sentía tan ligero como una pluma.
Sentí su peso a mi lado, giré la cabeza y la observé, al igual que lo hacía ella, y sonreímos como dos idiotas. Aquello era especial, lo más jodidamente bueno que me había pasado en la vida. Me sentía completo, como si la hubiese estado esperando durante toda la vida.
En ese momento no me parecía tan descabellado que ella se enterase de absolutamente todos los detalles escabrosos sobe mi vida. Ni siquiera me quedaba sin palabras al estar a su lado, cómo solía pasarme en el resto de situaciones, con ella era muy fácil. Como si estuviésemos conectados. La miraba y lo sentía todo, como si no hiciesen falta palabras para comunicarse.
- Creo que nunca voy a cansarme de esto contigo – se atrevió a decirme, mientras acariciaba su hermoso rostro y me deleitaba con la forma en la que sus labios se movían al hablar. Era algo realmente mágico.
- Yo tampoco – aseguré. Ella sonrió, lucía tan feliz, le brillaban los ojos de una forma especial al mirarme. Se giró para mirarme mejor, tirando de la sábana para taparse, con la piel erizada a causa de la brisa que se colaba por la ventana. La ayudé a hacerlo, y entonces vi una sombra en su mirada, como si hubiese algo que le preocupase - ¿aún estás preocupada? – Negó con la cabeza - ¿ni siquiera por Alberto?
- Te hice caso, dejé de cogerle las llamadas – contestó. Asentí, con calma, mientras ella miraba hacia mi teléfono móvil que seguía vibrando sobre la mesilla de noche – deberías contestar, no quiero que descuides tus negocios por mí – besé la punta de su nariz, y alargué la mano para coger el teléfono, observando como ella se sentaba en la cama, buscando las prendas que se quitó la noche anterior, sin éxito – Iré a darme una ducha – dijo al fin, levantándose. Me apresuré a seguirla, aún con el móvil en la mano, sin intención de responder, la agarré de la mano y tiré de ella hacia mí, besándola nuevamente – Oppa... - se quejó, intentando huir, pero era obvio que no iba a dejarla marchar aún, tan sólo la observé. Era preciosa. Sonrió - ¿qué le dirás a la prensa? – dijo al fin, haciendo que me diese cuenta de que era cierto, ella estaba preocupada con todo aquello.
- Puedo retrasarlo todo lo que necesites – prometí – Aún es pronto para que tengas que soportar todo esto por mí. No es justo, Susana.
- ¿Les dirás que estamos juntos? – sonreí, calmado, aún me parecía mentira que ella lo dudase. Estaba dispuesto a confesarme hasta en la luna, pero si ella necesitaba tiempo guardaría silencio, eso era todo.
- No tienes que preocuparte, lo retrasaré – ella seguía sorprendida, algo temerosa, sin saber bien lo que nos esperaría a ambos. Aunque ... yo lo sabía perfectamente, quizás por eso me daba tanto miedo arrastrarla conmigo en aquella locura – Será difícil cuando todo el mundo sepa lo que siento por ti – no quería mentirle. Tragó saliva, nerviosa – Ella no va a dejarme escapar tan fácilmente, Susana – Eso la volvió incluso más confusa.
- No estoy contigo porque sea fácil – quería convencerme de que estaba bien, aunque se notaba a leguas que no era así – lo he dejado todo por ti – sonreí, porque era cierto – no voy a tener miedo o a esconderme debajo de las sábanas sin enfrentar la situación, Oppa.
- Saranghe – confesé, como un idiota, porque estaba completa y absolutamente enamorado de esa mujer
- Nado Saranghe – contestó, abrazándome con fuerza. Sabía que estaba asustada, era algo normal. Las fans coreanas no son cualquier cosa, para bien, o para mal. Pueden ser muy crueles.
- No quería que te vieses envuelta en uno de mis escándalos – me disculpé, ella sólo me apretó más, besando mi piel.
- Deberías contestar – se quejó, cuando Kyu Jin volvió a insistir en mi teléfono. Ese chico estaba dispuesto a dejarse escuchar – yo me daré una ducha.
- ¿Qué es tan urgente? – me quejé, sorprendiendo a mi amigo, que no había esperado una respuesta como esa. Aunque tras pensarlo, se calmó, quizás había despertado mis sueños. Él ni siquiera sabía hasta qué punto podría haberme interrumpido.
- ¿Has leído los periódicos? Vuelves a ser portada, tío – fue lo que él dijo, mientras yo me asomaba al baño, ella había dejado la puerta entre abierta, y yo tenía unas excelentes vistas en ese momento. Todo parecía dejar de tener importancia ante ese espectáculo – Kang Hyuk, ¿me oyes?
- Perfectamente – contesté – No pienso desmentir los rumores esta vez – mis palabras le cogieron por sorpresa. Quizás fuese eso o la visita que Susana me hizo en la oficina lo que lo hacían sospechar.
- ¿¡Te has vuelto loco!? – sonreí, divertido, ladeando la cabeza, en ese momento podía ver bien su cuerpecito enjabonado. Me descubrió entonces, rompiendo a reír.
- ¡Tramposo! – gritó, delatándose así misma frente a mi amigo.
- ¿Estas con ella? – se sorprendió el otro, mientras yo entraba en el baño, mientras ella sonreía y me daba la espalda, mostrándome ese perfecto culito suyo.
- Justo ahora me pillas en mal momento, tío – fue mi respuesta – hablemos luego en mi despacho.
- Pero... - ni siquiera me quedé a escuchar lo que tenía que decirme, colgué el teléfono, dejándolo sobre el lavabo. Este se escurrió y resbaló hasta el fondo, mientras yo me cruzaba de brazos, adoraba esa obra de arte.
- Eres como una obra de arte – fue lo que dije, mientras ella se daba la vuelta y me tiraba la esponja. Rompí a reír, sin poder evitarlo, entrando luego en la bañera, con ropa y todo - ¿no me crees? – me quejé, con ella allí, tan tímida que me parecía una mentira. Porque Susana era muchas cosas, pero no era una mujer tímida. Acorté las distancias entre ambos y la besé, de forma desesperada, mientras ella se colgaba de mi cuello, encantada con esa sensación – Mírame – me quejé, empapado, haciéndola sonreír, divertida, fijándome en cada detalle – un maldito escándalo ha estallado y yo estoy aquí huyendo de todo aferrándome a esta chica.
- Ni siquiera lo pienses – se quejó, apartándome, saliéndose de la ducha, dejándome allí dentro. La miré, sin comprender, mientras ella se colocaba la toalla – escapar del problema no lo hará desaparecer – salió del baño, y yo solo pude volver a reír. Esa chica era demasiado.
Me quité las prendas mojadas y las metí en la lavadora, para luego vestirme de nuevo. Cuando llegué al salón ella había preparado un poco de arroz y sacado el kimchi de la nevera. Se sentó frente a mí y sonrió, allí, desayunando como una auténtica coreana. No dejaría de sorprenderme jamás.
- ¿Qué? – se quejó, con la boca llena de arroz. Sonreí. Ella me gustaba mucho, demasiado. Sabía que no iba a cansarme jamás.
- ¿De verdad hay algo que no sepas hacer? – me tenía simplemente... fascinado. Sonrió, masticando el arroz que había en su boca.
- Hay muchas cosas – contestó, sin darle importancia – además, no tengo mérito. Calentar un poco de arroz que estaba en la arrocera y sacar del frigorífico el kimchi. Eso es todo lo que he hecho. El mérito es de tu cocinera.
- Mi madre – contesté. Eso la sorprendió – Ella hizo el kimchi.
- Me va a caer muy bien tu madre – bromeó, haciéndome reír, nuevamente – soy una de esas chicas, ¿sabes? Se me conquista por el estómago.
- Cualquiera lo diría.
- Come – me dijo, depositando un poco de kimchi en mi cuenco. Miré hacia él y de nuevo a ella. En ese momento me sentía tan agradecido. Era agradable tener a alguien que se preocupa de uno – Si comes te cuento algo en lo que he estado pensando. Agarré la cuchara y di un primer bocado – podrías aprovecharte de la situación, sacar partido, ¿sabes? – entorné los ojos, interesado en lo que tenía qué decirme – No sería malo usar este escándalo para mostrarte como alguien más cercano, alguien con derecho a rehacer su vida, a ser feliz – seguía comiendo, y hablaba a cada tanto – Imagínatelo, que los demás vean que eres un ser humano con sentimientos puede ser algo bueno. No sé si lo sabes, pero en tu oficina todo el mundo piensa que eres un terrible ogro infeliz – estallé a carcajadas, y ella volvió a hacerme una señal para que comiese, y lo hice, escuchándola a cada tanto – aprovechar lo malo y verlo como algo bueno, hay que ser positivo, ¿sabes?
- ¿Quieres que de una rueda de prensa para hablar sobre nosotros? – lancé intentando adivinar su opinión. Se atragantó y comenzó a toser, sofocada, ayudándose con un poco de agua, antes de mirarme con cara de pocos amigos.
- Si haces eso les estarás dando lo que quieren – contestó. La miré con atención, me gustaba su forma de pensar - ¿quieres convertir esto es un espectáculo? – negué con la cabeza – puedes hacer algo más sutil. Vivir tu vida sin esconderte, viéndolo como algo normal. Tienes derecho, como todo ser humano a enamorarte y ser feliz, ¿no?
- Debería darte un trabajo como mi jefa de prensa o algo por el estilo – sonrió, como si todo aquello fuese divertido, yo lo decía muy en serio.
- ¿Y que todo el mundo piense que estoy con el CEO de una compañía para conseguir sus favores? No, gracias – ella se rehusaba a ser tratada de forma distinta. Era más parecida a mí, de lo que se veía a simple vista. ¿Cómo podía compartir tantos de mis valores? – Puedo aconsejarte solo como tu novia – ambos nos sorprendimos cuando dijo esa palabra, porque, aunque los dos sabíamos que lo éramos, ninguno de los dos lo había admitido todavía – quiero decir...
- Novia está bien – la detuve, en su intento de explicar lo que ella era – Entonces – empecé, volviendo a replantear su teoría - ¿estarías dispuesta, si se diese el caso, a dar tu propia versión sobre esto en una revista?
- ¿Algo así como un reportaje? – quiso saber. Asentí, volviendo a comer, ella no iba a dejarme ir a trabajar con el estómago vacío – No creo que debas hablar mucho aún, seguir con tu vida como ella hizo estaría bien. Pero sí, si necesitas que pose en algunas fotos para desmentir esos odiosos rumores, lo haré – sonreí, y entonces ella dijo algo más – con una condición. No puedes decirles que estás enamorado de mí – Eso me sorprendió demasiado.
- ¿No puedo?
- ¿Qué crees que hará la gente si un tío habla sobre sus sentimientos, así como así, con tanta ligereza? – me encogí de hombros – Sería frío y te mostraría prepotente – asentí, entendiendo su punto de verlo. Ella parecía ser buena leyendo a la gente, entendía mucho mejor como respondía el público – los sentimientos no se dicen, se muestran – sonreí, sin poder dejar de mirarla. Ella disfrutaba realmente comiendo kimchi, parecía ser su comida favorita - ¿Crees que la gente no sabrá lo que sientes por mí cuando vean como me miras?
- ¿Dónde aprendiste tanto? – quise saber. Se encogió de hombros.
- Estrategias de marketing – contestó, sin más, como si tal cosa – Trabajé en una multinacional unos años como encargada. Se me da bien estudiar a las personas. Aunque no demasiado bien cuando me involucro con ellas en el plano sentimental – sabía que estaba hablando de mi amigo.
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