Capítulo 2 - En un mundo imperfecto.
Buenas tardes.
Aquí os traigo el capítulo de esta semana. Espero que os guste :D
Leía las noticias en mi ipad, como cada mañana, volvíamos a ser portada en todos los periódicos del país, lo que era bueno para la compañía, sabía que mi padre estaría orgulloso. Tres años antes, cuando me nombraron CEO nadie se imaginó que llegaría tan alto, más después del escándalo que produjo mi divorcio y de que todo Seúl me pusiese en el punto de mira. Reducir los escándalos en la prensa ayudó mucho, centrarme en el trabajo fue algo que necesité para recuperarme de lo que esa zorra me quitó, aún lo estaba pagando muy duro, enamorarme de una remilgada en la cama, con clase y adicta a las compras. Gracias al cielo me mantuve firme en mi negativa de tener hijos, si no... seguro que me hubiese sacado mucho más en la separación, la arpía.
Sacudí la cabeza, no quería pensar en toda esa mierda, no cuando había tenido una noche que rememorar, la mejor en mucho tiempo. Aún podía sentir sus besos en mis labios, por lo que tuve que acariciármelos, y dejar escapar una risotada, justo cuando mi secretaria entraba en el despacho.
- Buenos días señor Lee – recuperé la compostura y seguí pasando páginas del noticiero, mientras la señorita Park dejaba el nuevo proyecto sobre mi escritorio – lo hemos recibido esta mañana, lo imprimirán en cuanto usted de la orden – dejé el ipad sobre la mesa y alargué la mano para abrir la carpetilla, lo observé durante un momento. No estaba mal, el color había quedado bien, y las prendas no se veían mal del todo, pero el color del fondo me disgustaba en exceso.
- Mira esto – lo dejé sobre la mesa y señalé hacia él. Ella se asomó y lo observó - ¿qué color es?
- Azul – contestó ella. Sonreí, molesto, y ella lo notó en seguida, iba a estallar una bomba.
- Es azul almirante – ella se echó hacia atrás, mientras yo me ponía en pie antes de decir algo más – y exigí explícitamente que fuese cobalto – sé que a ella le parecería una tontería, pero la perfección es algo que busco en cada uno de los encargos, y no se sentía como algo que llevase nuestra firma si lo dejaba estar – llama al señor Choi – ordené, observando como ella se marchaba con rapidez. Me toqué el tabique nasal, cansado de que nadie supiese hacer bien su trabajo, ni siquiera podían darme un maldito respiro.
La puerta se abrió y apareció mi mejor amigo, lucía algo nervioso con todo aquello y cuando me vio junto a la ventana con la carpetilla en la mano se puso incluso más rígido. Caminó hasta mí, y cuando carraspeó la garganta para indicarme que estaba allí, dejé caer el proyecto sobre la mesa.
- Míralo – lo agarró entre sus manos, abrió la carpeta y lo observó. Sabía perfectamente que no estaba encontrando la diferencia con los colores que yo mismo ordené – dime ¿de qué color es el fondo? – tragó saliva antes de contestar.
- Azul cobalto – contestó. Levanté la vista y le observé, con solo una mirada y ya le tenía allí, temblando, ese era el tipo de respeto que impartía en mis empleados, sin favoritismos, sin tratos especiales, ni siquiera por ser mi amigo.
- ¿Estás seguro? – lamió sus labios antes de contestar, se revolvió en el sitio, y volvió a fijarse en el prototipo. Negó con la cabeza – repítelo.
- Pero... Kang Hyuk... - se detuvo en cuanto le miré, se trató sus propias palabras y miró al suelo, antes de volver a hablar – señor Lee... debemos sacarlo en una hora – le ignoré, volví a sentarme y me coloqué las gafas, agarrando una de las tantas carpetillas que debía revisar para los próximos números de la revista. Él cerró la boca, sin atreverse si quiera a respirar, y entonces levanté la vista, mirándole por encima de las gafas.
- ¿Qué haces aún ahí? – apretó los labios, se puso incluso pálido – El cartel tiene que estar en la red en una hora, date prisa en terminarlo – asintió, marchándose justo después, mientras yo volvía a centrarme en el trabajo, ni siquiera podía pensar en la chica de anoche, no cuando tenía a tantos ineptos rodeándome.
Tuve una mañana ajetreada, reuniones por Skype con los clientes americanos, con mi padre para hablar sobre el nuevo número de la revista, y con el señor Kim, que volvía a tener la primicia del nuevo diseño de PRADA. Estaba más que tentado a escucharlo, pero me detuve a beber agua, y al limpiar mis labios volví a recordar esos besos, esos gemidos, a la chica de anoche.
Jamás me arrepentiría tanto de algo, como de no conseguir su número, necesitaba volver a ver a esa chica. Volver a ser yo mismo, como jamás antes había podido serlo con una mujer sin que terminase asustada con la forma tan ruda que tenía de tomarla en la intimidad.
El lápiz perdió su punta al ser apretado violentamente contra el papel y el señor Kim requirió mi presencia de nuevo en aquella conversación que manteníamos.
- Envíame las fotos por email, quiero la primicia para nuestra revista – le aseguré, para luego cerrar el laptop, sin tan siquiera despedirme. Necesitaba un café helado antes de poder concentrarme de lleno en los negocios. Presioné el contestador de mi teléfono para llamar a la señorita Park – tráigame un café solo con hielo por favor, y avise al señor Choi de que no bajaré a comer.
- ¿Quiere que le suba también el almuerzo?
- Sí, por favor.
El día continuó sin altibajos, más reuniones presenciales en mi despacho, seguir trabajando en el correcto orden de la revista y rebanarme los sesos sobre los colores de la portada, iba a decantarme por el blanco y el verde, pero luego pensé que el verde y el naranja combinaban mejor, me estrujé el cerebro, y al terminar aquel día estaba deseando llegar a casa. Tanto que ni siquiera me fijé en la salida de los empleados, ni le eché cuenta a mi mejor amigo cuando me sugería irnos de putas, ni siquiera iba a darle bola a mi chófer con el nuevo chiste del payaso cojo. Tan sólo hubo una sola cosa que me hizo perder el aliento, pegarme al cristal de la ventanilla como si fuese un espejismo, y quedarme idiotizado durante un par de segundos. Ella. La chica con la que pasé la noche estaba allí, abrazando a otra, mientras mi auto se alejaba.
- ¡Para el coche! – grité, haciendo que mi chófer se asustase - ¡Joder, para el maldito coche! – insistí, pero era demasiado peligroso, ya habíamos entrado en la avenida - ¡Maldita sea!
Paró de cualquier manera junto al arcén en cuanto fue seguro, abrí el auto y me bajé. Corrí con todas mis fuerzas hacia el edificio de la empresa, pero ya era demasiado tarde, no había ni rastro de esa chica misteriosa por ninguna parte, y eso sólo me cabreó más, dejé escapar mi frustración, haciendo que varios empleados me observasen, sin comprender que era lo que me ocurría.
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