Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 19 - Regreso.


Buenas.

Aquí les dejo el capítulo de esta semana.

Espero que les guste:)

---

Aún tenía esa tonta sonrisa dibujaba en mi rostro, no podía sacar de dentro esa sensación de felicidad. A medida que recorría esos largos pasillos, bajaba en el ascensor y volvía a recorrer los pasillos en dirección a la oficina de mi mejor amiga.

Pensaba en lo que había dejado atrás, en la excedencia que me pedí en el trabajo, un año sabático que necesitaba para aferrarme a lo que quería. Dejar atrás a Alberto no fue fácil. Su primera actitud fue la negación, resguardándose en todas las cosas que él podría mejorar si le daba oportunidad. La segunda fueron los reproches, todo lo que yo hice mal salió a la luz. La tercera las promesas entre sollozos que me hicieron flaquear y pensar en un futuro a su lado. Pero yo ya no podía volver a darle otra oportunidad, no cuando le había dado tantas, no cuando quería ser egoísta y pensar sólo en mí, porque sabía lo que quería, y quedarme en Granada en una vida que ya no me llenaba, intentando llenarla sólo con el trabajo, no era algo sano.

Fue duro dejar a Alberto, pero la esperanza me guiaba hacia lo que quería, porque, aunque me aseguré mil veces que lo hacía por mí, en el fondo sabía que lo hacía por él, porque quería aferrarme a lo que sentía por él.

Quizás si él nunca hubiese aparecido en mi vida jamás me habría dado cuenta de la realidad, no habría pensado que merecía más de lo que tenía, y no hubiese hecho nada por conseguirlo. Necesitaba una calidad de vida mayor, eso era todo.

- ¿Cómo ha ido? – quiso saber mi amiga, sacándome de mis pensamientos. Sonreí, sin decir nada. Aún pensaba en la conversación que tuve con ella antes de abordar el avión hacia Seúl – Me parece una locura – comenzó, mirando de reojo hacia sus compañeros, que no veían con buenos ojos que se pusiese a hablar con una amiga en plena jornada laboral. Los coreanos y su extraña obsesión con el trabajo – Vamos, estos son unos cotillas – agarró mi mano y tiró de mí, recorrimos aquellos largos pasillos y nos subimos en el ascensor. Pulsó la última planta y siguió hablando - ¡Has dejado tu vida en Granada por él! – gritó, como si realmente me hubiese vuelto loca. Rompí a reír, sin poder evitarlo - ¿Y si él sólo quiere una aventura? – aventuró, ensanché la sonrisa y negué con la cabeza - ¿Cómo sabes que va a funcionar?

- No lo sé – contesté – pero quiero intentarlo – ella volvió a negar con la cabeza, dándome por perdida, justo cuando las puertas se abrían y salíamos al pasillo de esas oficinas. Me guio hacia arriba, por las escaleras, y terminamos en la azotea. Era hermoso ese lugar, había bancos, altos árboles, vegetación, merenderos, ... era como un parque. Eso me gustó mucho – Nunca había sentido esto, Olivia – me expliqué, mientras ella se encendía un cigarro. ¿Por qué siempre me rodeaba de fumadores? – Es el primer hombre con el que puedo ser yo misma sin que haya reproches – eso la sorprendió demasiado. Sabía que mi carácter era difícil, que me amoldaba a los hombres con los que estaba, opacando por completo mi forma de ser – suele haber reproches si no soy yo misma – pensé en el pasado, y rompí a reír. Ella seguía flipando.

- Así que ... te has enamorado de mi jefe – bromeó. Sonreí, y pensé en ello un momento. ¿Me había enamorado de él? ¿era eso? Igual lo era, pero ni siquiera quería pararme a pensar en ello, tan sólo quería dejarme llevar, aferrarme a lo que me hacía feliz. Pensar sólo en mí, como él dijo una vez.

Porque la vida es eso, es la vida de uno, y debemos tomar las riendas de la misma antes de que sea demasiado tarde.

- Su carácter es muy difícil, te va a costar mucho convencerle – me dijo, haciéndome salir de mis pensamientos.

- ¿Convencerle de qué? – me quejé.

- De que sea más que sexo – ella ni siquiera era consciente de la situación. Sonreí, divertida.

- Estuvo en España antes de navidad – confesé, aunque ella ya conocía esa información – tenía una reunión en Barcelona, pero se pasó por Granada a verme – eso parecía no conocerlo, y la sorpresa visitó su rostro – se enfadó cuando me vio allí, atrapada en mi propia vida, sin tomar partido y vivirla, sin aferrarme a las cosas que deseaba – sonreí, al pensar en ello – hablamos de muchas cosas, Olivia. Y me dejó claro desde el principio que quería algo más conmigo, pero también me dijo que no quería ser el amante.

- ¡Estoy flipando! – estaba hiperventilando, no había más, y yo no pude evitar reír, ella era demasiado divertida – Ni siquiera imaginaba que mi jefe podía ser así.

- Él me ayudó a darme cuenta de lo que quería – aseguré – las decisiones que he tomado son algo que necesitaba – ella asintió, abrazándome después.

- Me alegro mucho por ti, amiga – había una sombra en ese deseo, como si realmente temiese algo que no me estaba contando, pero por el momento lo dejé estar, no quería enturbiar mi humor en ese momento.

---

Me vestí con lo mejor que había traído, no había querido llevar mucha ropa por el tema del peso de la maleta, pues no había factura una, sólo era equipaje de mano. Tenía pensado comprar más ropa en la ciudad, en caso de necesitarla. Me miré en el espejo. El vestido me quedaba algo estrecho, no lo había usado desde noche vieja de hacía dos años. Era negro y pomposo, tenía hombreras y un corte por la rodilla. No era mi estilo en aquellos días, pero no tenía nada mejor. Me cogí un moño y me coloqué unos pendientes plateados. Mi maquillaje era un ahumado marrón y los labios de un rojo borgoña muy acertado.

Aún no podía creer que estuviese a punto de tener mi primera cita oficial con él. Sólo era una cena, pero hacía que algo revoletease en mi estómago. ¿Serían esas mariposas de las que hablaba todo el mundo, o sólo era deseo por volver a sentirle entre mis piernas?

Sacudí la cabeza, y mis pensamientos se centraron en la despedida. En mamá que no comprendía mi actitud, en papá apoyándome, mis hermanos tampoco me entendían, y mi prima tenía ese brillo en sus ojos.

- Te vas con él ¿no? – preguntó, sin estar ni un poco avergonzada de hacer esa pregunta frente a mis seres queridos. Todos miraron hacia mí – Me alegro por ti, Su – la abracé, en el aeropuerto, con todos los demás allí, uniéndose en un gran abrazo grupal.

- Tienes que contarnos sobre él – comenzó mi hermana pequeña, aún iba al instituto.

- Me alegra que hayas dejado al imbécil de Alberto – dijo mi hermano, yo sólo sonreí. Sabía que ellos no se llevaban bien. Para Juan siempre fue un niño de mamá, que quería que su mujercita lo hiciese todo por él.

- Pensé que eras feliz con Alberto – fueron las palabras de mamá.

- ¿En serio Clarines? – se quejaba papá – Hacía ya tiempo que tu hija había perdido su esencia.

- La convivencia no suele ser fácil en pareja, Cosme – se quejaba mamá.

Mi móvil vibró sobre la mesa, y yo me apresuré a mirarlo. Tenía un mensaje de él. Estaba abajo. Me calcé los tacones, agarré el abrigo y el bolso y corrí hacia la puerta. La abrí, recorrí los pasillos de aquella residencia para empleados, bajé las escaleras, sin siquiera poder esperar al ascensor, estaba tardando demasiado, y me detuve al verle, en la puerta, junto a su impoluto auto, con su traje de chaqueta y un ramo de flores en su regazo.

- Hola – me saludó al verme. Acorté las distancias entre ambos y acepé el ramo de rosas rojas. Las prefería blancas, porque eran mi color favorito, pero siempre he amado el aroma de las rojas, huelen mucho mejor. Una tonta sonrisa se dibujó en mi rostro, porque él era como un príncipe, como un sueño hecho realidad, el hombre perfecto por excelencia.

- Es la primera vez que un hombre me regala flores – le dije, sorprendiéndole. Me sostuvo la puerta para que me subiese al auto, antes de rodearlo y subirse en su lugar. Puso rumbo hacia lo desconocido, y yo me dejé llevar por la sensación que él producía cuando estábamos juntos, la canción que sonaba en la radio era bonita. Hablaba sobre lo difícil que era amar a un hombre frío. Sabía que la mayoría de los coreanos eran fríos, no sentía que él lo fuese en ese momento. El viento acariciaba mi rostro. Era agradable.

- Te regalaré flores cada 14 de febrero – dijo de pronto. Caí en la cuenta entonces, era el día de los enamorados, y ni siquiera me había dado cuenta de ello – no solo porque es el día del amor, también es nuestra fecha especial – miré hacia él, lucía tan ardiente conduciendo. Era guapísimo. No entendía por qué la primera vez no me parecía tan guapo, porque en ese momento si lo hacía.

No podía decir nada, sólo mirarle, mientras él sonreía, parecía haberse dado cuenta de que no le quitaba ojo. Él era tan atento, por un momento sentía que estaba dentro de esos dramas que solía ver cuando era más joven. Ni siquiera sabía hasta qué punto había comenzado nuestra historia, ni lo extensa que sería en ese momento. Pero estaba decidida a poner todo de mi parte, justo como él dijo una vez.

Ni siquiera imaginaba que sería la envidia de muchas otras chicas al llegar al restaurante, lo atento que él sería, fijándose sólo en mí, dándole igual ser fotografiado con una chica extranjera, los cuchicheos de nuestro alrededor. Pidió una botella de vino blanco, porque yo le confesé en alguna ocasión que no me gustaba el tinto. Y me aconsejó sobre la carta, antes de que el camarero llegase para pedir nuestros platos.

Verle allí, sin su chaqueta, disfrutando del vino, con esa pose ardiente que tanto me gustaba, siendo el centro de todas las miradas, en uno de los restaurantes más caros de la ciudad. Yo no estaba acostumbrada a ese tipo de atenciones y él parecía colmarme de todas ellas.

Pedí un filete de cerdo ibérico con patatas, muy español, pero cuando lo probé, me di cuenta de que estaba delicioso, tenía un toque picante, a la brasa, muy rico.

- Estás muy callada – se quejó, tras dar un par de bocados a su solomillo ibérico - ¿no te ha gustado el plato? Podemos cambiar si quieres – sugirió, levantando el plato en alto. Él era increíble, os lo aseguro. Tan atento.

- Me gusta este – aseguré, volviendo a cortar otro trozo para meterlo luego en mi boca – es sólo que me siento parte de un kdrama en este momento – eso le hizo sonreír. Dio otro sorbo de vino antes de volver a mirarme.

- ¿Esto te asusta? – quiso saber. Negué con la cabeza mientras seguía masticando – Si te sientes abrumada por todo esto puedo bajar el rango – no entendía esa frase. Apoyó los codos en la mesa y acercó su rostro. Sonreí, siguiendo sus pasos, porque parecía que quería hacerme una confidencia - ¿qué tipo de relación quieres conmigo? Ni siquiera hemos hablado sobre ello – sonreí, echándome hacia atrás, volviendo a prestar atención a mi comida, antes de contestar.

- ¿Cómo pretendes bajarla de rango? – sonrió, dando un sorbo a su copa, fijándose en mí después.

- Si te incomoda este tipo de lugares, lo ostentoso, puedo bajar el rango – sonreí, dándome cuenta de que él realmente quería que funcionase, pues estaba dispuesto a salir de su mundo por mí

- No – le detuve, apoyando mi mano sobre la suya, por inercia. Un leve escalofrío nos recorrió a ambos en seguida, el deseo que sentíamos el uno por el otro nos golpeaba, haciendo que fuese difícil resistirnos a no ceder a ese instinto primario. Comportarnos como personas civilizadas, no como animales en celo, estaba resultando un infierno en ese momento – quiero que seas tú mismo – atiné a decirle, retirando rápidamente la mano, luchando por volver a la normalidad.

- Puedo ser yo mismo, aunque baje de rango – contestó, para luego hacer algo loco, se puso en pie y me tendió la mano para que lo agarrase. Sonrió, con calma, yo aún quería seguir cenando. Necesitaba que las cosas no se saliesen de control aquella vez.

- Quiero conocerte a ti, Oppa – aún me sonaba raro llamarle así, pero a él se le iluminaban los ojos cuando lo escuchaba – saberlo todo de este ardiente hombre de negocios – sonrió, agachándose frente a mí, poniéndose a mi altura. Éramos el centro de atención más que nunca, pero a diferencia de cualquier otro momento, no me importaba – no quiero que cambies por mí.

- ¿Dónde has estado toda mi vida? – bromeó, sonreí, divertida, bajando la cabeza un momento. Se percató en seguida de que teníamos público. Carraspeó algo incómodo y miró hacia la comida – probablemente deberíamos terminar de comer – asentí, pero él no se levantó ni un poco – "sranghe" – abrí la boca ligeramente, porque esa palabra es lo último que esperé en un momento cómo eso, a él parecía divertirle mi actitud.

Es demasiado pronto – es lo que pensaba en mi foro interno. Pero las cosquillas que sentía en mi estómago que presionaban las terminaciones nerviosas de mi cuerpo me hacían reconsiderarlo, porque yo sentía exactamente lo mismo por él, a pesar de lo loco que podía sonar todo desde fuera.

Hizo el amago de levantarse, pero entonces le agarré de la camisa, pellizcándola, tirando hasta mí, hasta unir mis labios con los suyos, escandalizando a todas aquellas personas, pues aquello no era algo propio en un lugar cómo aquel. Nosotros éramos demasiado osados. Porque nuestro beso no era uno de esos que suelen darse los enamorados, el nuestro era ardiente y lleno de deseo.

Nos retiramos al escuchar el cuchicheo constante, y presionamos la cabeza sobre la frente del otro, con una tonta sonrisa en nuestros rostros.

- Deberíamos pasar directamente al postre – sugerí, él se separó, divertido, observándome con detenimiento – tengo apetito de otra cosa – Asintió, sin estar ni un poco intimidado. Él era como yo. Y le miraba y me veía a mí misma.

- Vamos a mi apartamento – sugirió, poniéndose en pie, cediéndome la mano para que yo la cogiese, y lo hice, poniéndome en pie, aferrándome a la forma en la que nuestros dedos se entrelazaban. Él me hacía sentir tan bien – pagaré la cuenta ahora – le dijo a la camarera que estaba cerca. La mujer asintió, marchándose, mientras él tiraba de mí hacia la barra.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro