Capítulo 18 - Su elección.
Practicamente ya es domingo así que .... aquí os dejo el capítulo de esta semana. Espero que les guste :)
Reconozco que Seúl en navidad siempre calienta mi corazón, aunque esté triste. Las luces de colores, el ambiente de navidad, la gente, los villancicos y las reuniones familiares me traen paz. Pero aún estaba algo perturbado, porque sabía que ella no estaría conmigo, ni siquiera lo había mencionado, y evadía el tema cuando se lo preguntaba. Ella aún estaba con ese idiota, y yo no quería ser el otro.
¿Por qué las relaciones tienen que ser tan complicadas? ¡Dios! Estaba a punto de tirar la toalla. La única mujer que me interesaba después de mi matrimonio fallido y tenía que ser de otro.
En ocasiones lo envidiaba, a ese tío. Luego recordaba que él no tenía su corazón, y sólo me molestaba la situación.
Pasar las fiestas rodeado de los míos calentó mi corazón, como os digo, a pesar de que ella no estuvo presente, no pudo tomarse esos días en el trabajo y actuaba distante. Eso me dio que pensar, quizás había decidido quedarse junto a ese tío, quizás lo que sentía por mí no era tan fuerte como yo pensaba. Pero lo era, yo lo había sentido, incluso Gala, su prima, me preguntó si había algo entre nosotros.
Recordé a Gala, en la conversación que tuve con ella en casa de Lucas. Me dio las claves para entender a su prima un poco más.
Susana no era la misma chica alocada, divertida y con ganas de aventuras que solía ser antes de sacarse las oposiciones y echarse novio. Tener un trabajo fijo y un novio hace que te amuermes, fueron las palabras de su prima.
Pero no era cierto, la chica que yo conocí en Seúl era esa alocada, divertida y con ganas de aventuras, que no tenía miedo a coger lo que deseaba. Eso fue lo que me gustó de ella, lo que me tenía tan profundamente enganchado.
A pesar de todo no podía dejar de pensar en la situación. Quizás me había aferrado a humo. Quizás ella ya no era esa mujer y fingió serlo en Seúl para huir de su vida. Eso me aterró. Quizás esa fue la razón por la que yo también me volví tan pasota con ella.
Y así, sin más, pasaron los meses, y nos estancamos en el 14 de febrero. Imaginad San Valentín en Seúl. Era una puta locura. Había globos rojos de corazones por todo el lugar, enamorados por todas partes, y todos lucían felices. Yo estaba jodido.
Estaba enfrascado en el nuevo número de la revista, el blanco iba a dominarlo todo, seguido por varios tonos en gris y negro, justo quería representar la calma. Los modelos habían hecho un gran trabajo, pero por más que hacía pruebas, con los recortes sobre el fondo blanco, no quedaba como yo quería. Para colmo, tuve que mandar a repetir ese fondo con brillo tres veces, porque los muy ineptos de diseño me lo presentaron la primera vez en mate, semi mate y brillo con purpurina.
La puerta se abrió después de un leve golpe en ella y apareció mi secretaria. La miré con cara de pocos amigos, había pedido especialmente no ser molestado.
- Tiene una visita – contestó ella. La mirada asesina que le eché le heló la sangre.
- No estoy esperando a nadie.
- Eso mismo le he dicho yo, pero esa chica no atiende a razones – eso me sorprendió demasiado. ¿Qué chica? – Insiste en que tiene que hablar con usted por un tema relacionado con España.
- ¿Las mascarillas? – pregunté en voz alta. Era raro, porque ese artículo salió hace siglos. Entonces... ¿qué más podía ser? Quizás querían hacer otro anuncio, quizás sacaron un producto nuevo – Está bien, hágala pasar.
Me puse en pie, recogí la mesa, dándole la espalda a la puerta, y metí los recortes en una de las carpetillas que tenía sobre la mesa. La chica entró en mi despacho, nerviosa, podía sentirlo en el ambiente, pero entonces, antes de que me hubiese girado si quiera, su perfume llegó hasta mí, y me hizo comprender la situación de una forma que ni siquiera sabía si podía.
- ¿Susana? – pregunté, mientras me daba la vuelta, observándola allí, delante de mí, con una gran sonrisa en su rostro, vestida con un largo vestido rojo de mangas largas y largas botas negras. Su cabello estaba más corto que la última vez y tenía varios mechones con reflejos castaños.
- Hola – saludó, apretando el bolso que llevaba consigo entre sus manos. Estaba histérica. No había más que verla.
- ¿Qué haces aquí? – pregunté, aún sorprendido con todo aquello. Ella perdió la sonrisa de golpe, y yo me preocupé que pudiese malinterpretar mi pregunta – quiero decir, lo último que supe de ti es que no podías venir en navidad, estabas ocupada con el trabajo y ... - me detuve en cuanto ella volvió a caminar hacia mí, levantó su mano y peinó mi flequillo. Me gustaba cuando hacía eso, una sensación cálida me invadía al pensarla cuidando de mí.
- He tomado un tiempo en el trabajo – eso me sorprendió demasiado. Quizás un tiempo quería decir unas vacaciones, quizás no pudo cogérselas en navidad y se las dieron en febrero. Era eso ¿no? – Me estaba asfixiando allí, Kang Hyuk nah – sonreí, al darme cuenta de que ella se había olvidado del Shi de una vez – Siento haber estado tan distante estos meses, pero necesitaba tiempo para mí – asentí, con calma, tragando saliva. No quería decirle o preguntarle si aún estaba con él, si ese tiempo la había ayudado a olvidarse de mí, sí... - creo que ahora lo tengo todo un poco más claro. Lo que quiero hacer, lo que deseo.
Una nueva interrupción por parte de mi secretaria nos hizo apartarnos a ambos y mirar hacia la puerta. Kyu Jin estaba allí, y no lucía demasiado sorprendido al descubrir a Susana allí.
- Siento interrumpir – se disculpó, aunque se veía a leguas que no era así – vengo a traerte la nueva portada.
- Olivia me la subió hace una hora – contesté. Pero eso no le sorprendió, y tan sólo me hizo pensar que su llegada allí tenía otra razón – estoy ocupado ahora.
- Quizás debería irme – empezó ella. La observé, con atención – ha sido demasiado temerario por mi parte venir aquí sin avisar – hizo el amago de marcharse, pero la detuve, sorprendiendo a mi amigo, entonces miré hacia él.
- Déjanos a solas – ordené, una sola mirada mía bastó para entender que aquello era serio. Asintió, marchándose sin más, y yo me quedé allí, mirándola – quizás este no sea el mejor lugar para hablar, pero quiero que me digas algo – ella asintió, en señal de que lo haría - Todo este tiempo sin mí ¿te ha ayudado a decidirte? – asintió, y eso rompió mi corazón. Ella le había elegido a él, y yo seguía aferrándome a humo, justo como siempre temí – No tenías por qué venir a despedirte, Susana.
- Estaré por la ciudad un tiempo – aseguró, asentí, incapaz de reponerme aún – hablemos esta noche, cuando salgas del trabajo.
- No – mi repuesta la sorprendió demasiado – no quiero que pase nada más entre nosotros.
- ¿Estás con alguien ahora? – lucía aterrada, y eso sólo me hacía enfadarme incluso más. Porque para ella sólo era una aventura, y yo quería mucho más. Me jodía que lo hubiese elegido a él, que estuviese allí para despedirse de mí, quizás un último polvo antes de desaparecer. Asintió, intentando recuperarse, dio un par de pasos hacia atrás y bajó la cabeza – Lo entiendo, ¿sabes? Me aparté sin ninguna explicación, tienes derecho a rehacer tu vida – me reí. Me parecía imposible que ella realmente pudiese creer que tenía a alguien.
- Yo no soy como tú ¿sabes? – levantó la cabeza y me observó, entre abriendo los labios. Lucía tan indefensa en ese momento, que quería ser el cazador que se quedase con la presa, importándome bien poco todo lo demás. Pero no podía, ¿no es cierto? – No podría estar con alguien teniendo sentimientos por otra – ella asintió, iba a retroceder, pero entonces se detuvo y volvió a fijarse en mí.
- Una vez me dijiste que fuese egoísta, que sólo pensase en mí – tragué saliva. Porque joder, tenía razón, fui yo mismo el que la empujó a ese idiota – fue ese consejo el que me ha traído hasta aquí... - levantó la mano, apoyándola en mi espalda, ansiosa, se notaba a leguas que me deseaba, pero eso era lo único que podía albergar de ella, y eso me asustaba, porque yo quería todo de ella – voy a coger lo que quiero y me da igual si hago daño a otros – me besó entonces, haciéndome temblar.
Todo absolutamente todo quedó en segundo plano cuando sentí aquel fuego dentro de mi pecho, presionando mis terminaciones nerviosas, deseando algo prohibido, algo que no era mío, y cuando quise darme cuenta la apretaba contra mí, incapaz de detener ese beso.
La necesitaba, esos meses sin besarla fueron un infierno, pero a pesar de eso no podía ser el otro, no quería eso para mí. Intenté echarme hacia atrás, romper ese beso, pero ella no me lo permitió.
Aquello sólo era deseo, placer, una aventura con un coreano, algo que buscar sólo de vez en cuando, no era real, sólo un maldito juego.
Estaba tentado a dejar mis pensamientos fuera de todo aquello, evadirme de la realidad, y centrarme en lo que sentía por ella sólo un poco más, una dulce despedida antes de dejar que se marchase con ese idiota. Pero entonces su boca se llenó de un sabor amargo, y sus lágrimas emborronaron la escena.
La observé y limpié sus lágrimas, me estaba matando verla tan destruida.
- ¿La amas? – esa pregunta me cogió totalmente desprevenido. Tardé un momento en atar cabos, en comprender a quién se estaba refiriendo. Y entonces lo comprendí. Ella realmente pensaba que yo tenía a alguien más. Sonreí, en respuesta, la agarré de la mano y la conduje a la zona de los sofás, sentándola junto a mí, volviendo a limpiar las últimas lágrimas que había derramado.
- No hay nadie más que tú, tonta – su rostro lo dijo todo, lucía tan confundida. Sus labios temblaron, mientras yo presionaba mi mano sobre su cabeza, intentando calmarla – para mí sólo estás tú – sonrió entonces, una sonrisa tan plena que me hizo recuperar la fe en nosotros por un momento – para ti siempre será él ¿no?
- Lo he dejado – eso me sorprendió demasiado, me quedé observándola, hasta que ella se puso en pie - ¿por qué estamos malinterpretando todo de esta manera? – se quejó. Me detuve junto a ella – No es así cómo había imaginado que fuesen las cosas, Kang... - su mente se marchó lejos antes de decir algo más - ... Oppa – rompí a reír, como un idiota. Mientras sujetaba sus manos entre las mías – He pensado mucho en esto, en ti, en mí, en lo que quiero. Y sinceramente, una vida en Granada, un trabajo que me gusta y me hace sentir a salvo era lo que quería. Compartir mi vida con un hombre al que no amaba, se estaba convirtiendo en una carga.
- ¿Cuántos días te han dado en el trabajo?
- Un año – mi sorpresa creció considerablemente – necesitaba el tiempo suficiente para hacer que esto funcione, porque lo que quiero es quedarme aquí, empezar una relación contigo – seguía flipando, quizás porque ella era demasiado directa, algo que no era en lo absoluto mi día a día – Te estoy asustado con todo esto ¿no es así?
- No – contesté – Es sólo que no imaginé que me eligieras a mí.
- ¿No lo imaginaste? – empezó a asustarse, quizás ella pensaba algo que no era, y yo estaba dispuesto a calmar todos sus miedos.
- La situación era complicada porque tu adorabas tu trabajo, tenías tu vida en Granada, al igual que yo tengo la mía en Seúl. Parecías tan convencida la primera vez que hablamos sobre ello, que... me asustaste, Susana. Realmente pensé que era tu última opción.
- Me gustas – confesó, aferrándose a mi camisa, pellizcándola – me gustas mucho, Oppa – ensanché la sonrisa, porque me encantaba escucharla llamarme de esa manera. Su pronunciación era de diez, debo admitir – tenía que arriesgarme por ti, por esto.
- ¿Vas a quedarte con Olivia? – quise saber. Ella sonrió, asintiendo después – Puedo hablar con recursos humanos si necesitas trabajar.
- No quiero favoritismos por ser la chica que se acuesta con el jefe – se quejó. Sonreí, porque sabía que ella era justo de esa manera.
- No te contrataría por eso – contesté – probablemente seas la única persona en esta empresa que no tiene miedo a decirme lo que piensa, Susana – sonrió, entendiendo mi punto de verlo – además, yo no actuaría distinto contigo. Kyu Jin es mi mejor amigo y lo trato como a todos los demás.
- Me lo pensaré si me presentas una propuesta formal – rompí a reír, sin lugar a dudas esa mujer era única en su especie. Asentí, sonriendo después – debería irme, tienes que trabajar ¿no?
- Vayamos a cenar esta noche, después del trabajo – asintió, despacio, para luego besar mis labios levemente, darse la vuelta y desaparecer.
Rompí a reír, en el silencio de mi despacho, al darme cuenta de que al final había resultado vencedor en aquella batalla. Yo era el único dueño de esa chica. Su elección final. Y eso me alegraba el alma.
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