Capítulo 15 - Más que amigos.
Esta semana les traigo un extra :)
Espero que les guste ^.^
Por increíble que parezca él se comportó esa noche, no intentó nada raro, pero las miradas furtivas que nos echábamos lo decían todo, a pesar de que los dos pretendiésemos ser sólo amigos.
Bailar con él me hizo sentir cosas, por lo que comprendí en seguida que no era buena idea seguir haciendo eso. Pero no me moví ni un ápice, su cercanía... la había extrañado tanto, que era incapaz resistirme a ella.
Su mirada me hacía sentir desnuda en ese momento, mi respiración crecía como loca, mientras sus labios se entreabrían y yo mordía el mío, histérica. ¡Dios! Si alguien no detenía aquello, terminaría besándole allí mismo, delante de todos esos testigos. Pero ... lo que él me hacía sentir... no lo había sentido jamás, ni siquiera por Alberto.
- Susana – llamó mi prima, acercándose a nosotros, rompiendo ese mágico momento, cosa que agradecí en seguida. No quería volverme loca y acabar haciendo algo de lo que me arrepentiría más tarde, no allí – vamos a ir a casa de Antonio, os venís ¿no?
- Quizás debería irme ya a casa – sugerí, pues sabía cómo solían acabar las fiestas con mi prima. Hasta el culo de alcohol en casa de alguno de sus amigos, cantando sin parar como locos, haciendo locuras. Y aquella noche no era una buena combinación, no con él tan cerca de mí.
- ¿Qué pasa? – quiso saber él. Ella sonrió, antes de contestar con su improvisado inglés.
- Vamos a seguir la fiesta en casa de uno de nuestros amigos – asesiné a mi prima con la mirada. Eso no era una buena idea, pero ella me ignoró, por completo – Vamos chicos – animó al resto de sus amigos.
Me dejé llevar por la loca de mi prima, y acabamos en casa de Antonio y Lucas, cantando como locos frente a la wii, con más alcohol en mi organismo del que estaba acostumbrada, dejando de ser una completa idiota por un par de horas, pasándomelo bien, sorprendiéndole.
- ¿Quieres probar tú? – sugirió Lucas, cediéndole el mando-micrófono, mientras yo seguía cantando esa bonita canción de Christina Aguilera – Elige ahora un dueto – pidió hacia mí, mientras Kang Hyuk cortaba la canción a la mitad y miraba hacia mí.
- ¿Preparada? – sonrió, de esa forma especial que me hacía temblar, creando en mí miles de mariposas que revoloteaban en mi estómago. Le devolví la sonrisa, y escuché sorprendida los primeros acordes de Monster de Beast - ¿te atreves? – asentí.
Cantar una canción con él en coreano fue especial. Él cantaba realmente bien, tenía una voz realmente bonita al micrófono, y eso sólo llamaba incluso más mi atención.
- ¿Qué hay entre esos dos? – quiso saber Lucas, mientras mi prima se encogía de hombros – Pero ... ¿tu prima no tenía novio? Porque ahora mismo no lo parece.
- También te has dado cuenta ¿no? – él la observó – Le brillan los ojos de una forma especial cuando está con él.
Me disculpé y fui al baño, a pesar de no tener ganas, al escuchar eso. Debía tener más cuidado o todo el mundo se terminaría enterando de que sucedió algo entre nosotros cuando estuve en Seúl. Se suponía que sólo éramos amigos.
¡Dios, Susana! ¡Contrólate! – me ordené a mí misma antes de salir del baño.
Cuando volví estaba bailando con Gala, y no parecía incómodo con ninguno de los comentarios subidos de tono de mi prima. Quizás él iba a tirársela esa noche, ya que no podía conseguirme a mí. Esa idea cruzó mi mente cuando iba por el tercer gin-tonic.
- Tu prima es muy divertida – aseguró, al cabo de un rato, mientras yo miraba por la ventana, pensando en qué quizás era el momento de volver a casa, cuando lo cierto era que me moría de celos - ¿qué pasa? – quiso saber al notar algo distinto en mi mirada. ¿Por qué él podía darse cuenta de que no estaba bien con tan sólo una mirada, cuando de normal solía engañarlos a todos, incluso a Alberto?
- No pasa nada – mentí, dejando la copa vacía sobre la mesa, mirando hacia mi prima, que en ese momento le hacía las mismas bromas a Lucas, importándole bien poco que este fuese de la acera de enfrente. Ese era el problema con ella cuando bebía – es sólo que quizás debería irme a casa, es tarde y mañana... - me agarró del brazo antes de que hubiese podido salir de su radar. Le observé sin comprender.
- Puedes contarme si algo no va bien – comenzó, algo tomado, tenía las pupilas dilatadas y una sonrisa borracha adornando su rostro – soy tu amigo, te conozco, sé que algo no va bien – me reí sin ganas, me solté de su agarre y caminé hacia la puerta. Agarré mi bolso y mi abrigo, despidiéndome después de los demás.
- Eres una rajada – se quejaba mi prima – siempre te vas en el mejor momento... - él se detuvo a observarnos, con extrañeza, sin saber de qué hablábamos. Entonces ella reparó en él, y habló en inglés – te quedas ¿no? – él no contestó, tan sólo me siguió hacia la puerta, yo me sentía como una imbécil, porque él estaba allí, dudando. En realidad, quería quedarse, seguramente acabar la noche con Gala, y sabía también que tendría miedo de perder mi amistad.
- Susana – me llamó, justo cuando yo abría la puerta y salía fuera. Me gire a despedirme. Él era un buen chico, a pesar de todo. Tragué saliva, sin saber qué decir, fijándome en el abrigo que sujetaba en la mano, con la intención de seguirme. Me di cuenta entonces, tenía que dejarle ir, ser justa con aquella situación, porque él y yo jamás seríamos más que amigos.
- Deberías quedarte – le dije. Me observó, con sorpresa, para luego negar con la cabeza – te lo estás pasando bien – añadí, demostrando mi teoría – está bien si incluso quieres pasar la noche con Gala.
- Annya (No) – contestó, con ese deje coreano que tanto me gustaba – Susana, no es así.
- Está bien – prometí, sintiendo como la tristeza me invadía, al echar a ese hombre en los brazos de mi prima – os he visto ahí dentro, sé que te sientes atraído por ella. Y está bien, Kang Hyuk Shi.
- ¿No crees que estás siendo egoísta? – le miré, sin comprender, no entendía en qué punto yo estaba siendo así, al contrario, si le estaba lanzando a los brazos de otra mujer. ¿Qué es lo que estaba haciendo mal? – ¿De verdad quieres que me acueste con ella? – su pregunta me cogió desprevenida, pensé en ello detenidamente antes de contestar, y la respuesta era obvia. No, no quería. Pero eso no era algo que fuese a compartir con él en ese momento. Contestar a la defensiva, eso es lo que haría.
- ¿Quieres tú? – dejó escapar una risotada, como si no pudiese creer que actuase de aquella forma con él, después de todo lo que habíamos vivido en Seúl. Se suponía que eso sólo fue un desliz, una aventura que no se repetiría jamás, una vía de escape que me ayudó a ver que merecía más de lo que tenía en ese momento. Entonces... ¿por qué seguía en la misma relación sin valorarme como al principio? – Lo entiendo – añadí, apretando el bolso, molesta con la maldita situación – Eres un hombre guapo, ardiente y soltero. Y... además, tú y yo solo somos amigos, así que no tengo derecho a enfadarme.
- Pero lo hace ¿no? – bajé la mirada, sin saber qué decirle. Opté por guardar silencio, y tragar saliva como consiguiente, mirando de reojo a mi prima, que parecía interesada en la conversación que manteníamos en ese momento. Quizás ella esperaba pasar la noche entre sus brazos... Yo, por el contrario, tendría que conformarme con los recuerdos, mis propias fantasías, acostándome con otro hombre imaginando que estaba en sus brazos – Tú no eres así, Susana – volví a mirarle entonces – La Susana que conozco no tiene miedo a decir lo que piensa, es atrevida, es sexy y toma todo lo que le apetece sin pedir permiso – me sorprendí demasiado cuando escuché esas palabras, él me había definido muy bien, a pesar de conocerme desde hacía muy poco. Me mordí el labio al recordar los maravillosos días que pasamos juntos en Seúl, me hizo sentir tan bien cuando estuve allí, incluso bromeábamos sobre un futuro juntos, algo totalmente imposible en esa realidad – desde que he llegado me he dado cuenta de algo. No eres tú, en lo absoluto. ¿Por qué eres marioneta en tu propia historia?
- No me conoces – me quejé, dándome la vuelta, con la intención de marcharme, no había hecho más que llegar a la calle cuando él me detuvo, agarrándome del brazo nuevamente. Lucía serio y molesto.
- Hablemos de todo esto en un lugar más íntimo – sugirió, con tanta seguridad, que me hacía querer creer cualquier cosa que dijese. Asentí, mientras él tiraba de mi mano, sin tan siquiera colocarse aún el abrigo, tirando de mí hacia la avenida, parando un taxi, obligándome a montar en él – No quiero que piense que te llevo allí para algo más que una conversación – añadió, después de ordenarle al taxista que nos llevase a su hotel. No dije nada, tan sólo observé el paisaje de aquella hermosa noche estrellada, en la que hacía un frío atroz.
Tardamos menos que de costumbre en atravesar la ciudad, meternos en el casco antiguo, y terminar frente a la puerta del hotel. Agarró mi mano antes de que pudiese haberme arrepentido de aquella decisión y tiró de mí hacia su habitación.
Miré hacia la puerta que se cerró detrás de mí, y luego hacia el interior. Era amplia, el baño estaba junto a la puerta, frente al armario, y al fondo la habitación, junto a grandes ventanales que daban una panorámica perfecta de la ciudad.
- Bien – se detuvo frente a mí, poniéndome realmente nerviosa. ¡Dios! Era aquello lo que había estado intentando evitar desde el principio – nos hemos quedado solos, Susana.
- Quizás deberíamos ordenar una botella de champagne – sugerí, con rapidez, mirando hacia la puerta, haciéndole sonreír, como si mi actitud por no quedarnos a solas le divirtiese.
- Dímelo ahora – pidió, le miré, sin comprender, justo cuando empezó a acercarse más de la cuenta. Retrocedí todo lo que pude, hasta que mi espalda chocó contra la mesa y mis manos se aferraron al borde – dime qué quieres – tragué saliva, estaba demasiado cerca, y eso me ponía nerviosa - ¿quieres que seamos amigos? – se acercó un poco más, mientras yo me dejaba caer en la mesa, echándome cada vez más atrás, con él sonriendo, acercándose más y más a mi boca.
- Dijiste que sólo íbamos a ser amigos – me quejé. Él sonrió, se echó hacia atrás y tiró de mis manos, para que me bajase de la mesa – que sólo íbamos a hablar.
- Se supone que lo que pasó entre nosotros en Seúl sólo fue una aventura para ti – tragué saliva, sin saber qué decir – pero no lo es, ¿verdad, Susana?
- ¿A dónde quieres llegar con todo esto? – acercó su rostro al mío antes de responder, mientras yo apoyaba los codos sobre la mesa.
- Quiero que cojas lo que deseas, como cuando estábamos allí – apoyé las manos en su pecho, con la intención de apartarle, pero entonces sentí su cálida piel irradiándose a través de su camisa, y eso sólo me hizo desearle más – quiero ... liberarte – concluyó, antes de acortar las distancias entre nuestros labios de nuevo.
- Espera – rogué, a tan sólo dos centímetros de sus labios. ¡Dios! Me moría por besarle. Ese hombre me volvía loca. Miré hacia su boca, esa que había añorado durante meses, que deseaba con todo mi ser. El calor, el peligroso calor me invadía, introduciéndose en los recovecos de mi ser, invocando al deseo, incendiándome en llamas, creando en mi esa necesidad que tanto añoraba. Él lucía tan cautivado por mis labios como lo estaba yo por los suyos.
- Si me pides que me detenga quiero que sea por ti – rogó, entre susurros, golpeándome con cada una de sus palabras, que producían el calor de su respiración en mis labios, que se abrieron de par en par, deseoso de sentir los suyos – no me pidas nada si es por él.
- Tengo novio – fue mi respuesta, aferrándome a esa escusa con uñas y dientes para no perderme, sin poder dar un paso más para apartarle, pero aterrada aún a coger aquello que no me pertenecía, que se me ponía tan generosamente en bandeja, frente a mí.
Apoyó las manos en la mesa, sin atreverse a dar un paso más. Tragué saliva, porque joder, me estaba quedando sin ella, tenía la boca seca, me sudaban las manos, mi corazón iba a estallar y me faltaba el aire para respirar. Joder, me estaba ahogando.
- Eso no me detuvo la primera vez, ¿por qué crees que lo hará esta? – me agarró de la cintura y me atrajo hasta él, como reclamo, mientras yo volvía a apoyarme en la mesa, haciendo todo lo posible por no caer en su juego.
- Kan Hyuk... - me quedé sin aliento, tan pronto como él entre abrió la boca y la acercó más a mí, provocándome, parecía estar pensando la mejor forma de atacar, pero sin atreverse a dar el paso aún – no quiero – pedí – pensabas tirarte a mi prima.
- No – contestó. Le miré, sin comprender – sólo pretendía ponerte celosa. Darte a probar... - volvió a echar su aliento sobre mis labios, volviéndome loca - ... de tu propia medicina – tragué saliva, cautivada por esos preciosos labios que se movían de forma majestuosa con cada una de sus palabras, sin atreverme a cogerlos aún. Esos labios no eran míos, yo no podía besarlos - ¿Por qué dudas, Susana? – el maldito calor me provocaba, me estaba llevando al límite, y sabía que no podía seguir resistiéndome mucho más – Coge lo que quieras y piensa en ti – pidió, desesperado, ansioso, resistiéndose a besarme como jamás antes se resistió a nada en el mundo – La gente hoy en día es egoísta, así que ... eres una ilusa si piensas que él miraría por ti si estuviese en tu pellejo – no podía, yo no podía ser egoísta, no podía hacerle aquello a Alberto, no cuando había decidido darle una oportunidad a lo nuestro.
Besó mis labios, atreviéndose a desatar esas sensaciones que nos golpearon a ambos, se hicieron uno y luchaban por salir con cada uno de aquellos besos, con cada muerdo, cada gemido desesperado, la forma arrebatadora en la que él jalaba de mis medias, rasgándolas, su ansiedad al subirme el vestido, sacándomelo por la cabeza.
Le necesitaba, joder, como jamás antes había deseado nada en mi vida. Y parar para arrepentirme, no era una opción, no cuando él había detonado esa bomba de relojería, que estallaría de un momento a otro.
Le quité el polo y acaricié su pecho, deseando algo con ansiedad, desabroché su cinturón, sus pantalones, y dejé que él me quitase las medias y las bragas, dejándolas caer de cualquier manera.
Se subió sobre mí en aquella mesa, sin dejar de besarme, una y otra vez, incapaz de romper ese perfecto momento, entrando en mi interior, desesperado, ansioso, aferrándose a aquello, gimiendo en mi boca a cada tanto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro