Capítulo 1 - Llegada a Seúl.
Siento la tardanza, pero estuve super ocupada este fin de semana y ni si quiera tuve tiempo para coger el ordenador.
Espero que les guste :D
Caminaba por el aeropuerto arrastrando las maletas, observando a todas aquellas personas allí, sin fijarme en nadie en particular, evitando pensar en lo que dejaba atrás, no quería pensar en nada, tan sólo centrarme en mis vacaciones, en lo bien que iba a pasármelo en ese país que de joven tanto me enamoraba, pero del que me había olvidado un poco con el paso de los años.
Supongo que la gente cambia, ya no era esa chica tímida que se teñía el pelo de colores pretendiendo ser más atrevida de lo que en realidad era, que adoraba el pop rock y el kpop, que podía escaparse a Londres con el dinero que había ahorrado para la universidad para asistir al concierto de su grupo favorito. Esa chica alocada sin responsabilidades ya no era yo. Me había vuelto una aburrida desde que me eché novio, apenas salía de casa o socializaba con amigos, no practicaba idiomas ni hacía más que ir a trabajar, gastándome todo el dinero en caprichos intentando llenar un vacío que seguía haciéndose más grande con el paso de los días.
Sacudí la cabeza, dejando esa mierda fuera de mi sistema, y me propuse atreverme a ser yo misma en ese país donde nadie me conocía, ser esa loca sin responsabilidades que era en mi adolescencia.
- ¡Susana! – oí la voz gritona de Olivia. Sonreí como una idiota en cuanto la ví, estaba guapísima con el cabello decolorado de rojo, maquillada con un ahumado marrón, y un vestido fucsia que le quedaba de miedo.
Nuestro abrazo no se hizo esperar, allí como dos locas, pegando grititos, riendo sin parar, felices de volver a encontrarnos.
Olivia. Esa era la única razón de mi viaje allí, si no fuese por ella me habría gastado el dinero en tonterías, justo como siempre, y habría pasado de viajar. Pero ella insistió demasiado el año pasado, en que este, en mis vacaciones de verano tenía que venir a verla.
Era una buena amiga, nos conocimos en un concierto de DBSK cuando era joven, tampoco era muy mayor, no tenía más de 33, pero me refiero a mi adolescencia cuando hablo del pasado. Tendría 23 cuando la fiebre del mundo coreano llegó a mi vida.
Olivia vivía en Murcia, mientras que yo lo hacía en Granada, en aquella época. A pesar de eso, mi acento jamás diría que era andaluza, soy bastante camaleónica con los acentos, se me pegan con bastante facilidad, por eso era buena en pronunciar distintos idiomas, como el turco, que estudiaba en aquellos días.
En aquel, mi amiga trabajaba en Seúl para una importante empresa de marketing.
- Te va a encantar Seul – aseguraba ella, agarrándome de la cintura, tirando de mí hacia la salida, ayudándome con las maletas. Rompí a reír.
- Yo ya estuve aquí, ¿recuerdas? – me quejé, ella sonrió.
- Han pasado más de diez años desde viniste – me dijo, asentí, era cierto – las cosas han cambiado demasiado, los coreanos se han vuelto más atrevidos – rompí a reír, sin poder evitarlo.
- Quizás esa sea tu percepción – contesté, divertida – quizás alguno intentó lucir atrevido frente a ti para llamar tu atención – ella rio, mientras ambas salíamos a la calle y ella señalaba hacia su auto blanco, era muy bonito, por supuesto le iba bien en la empresa, no había más.
- ¿Cómo van las cosas con Alberto? – me crucé de brazos y le miré con cara de malas pulgas cuando subíamos mis maletas al coche, haciéndola reír - ¿tan mal van?
- El día menos pensado cojo la maleta y me largo – contesté, ambas nos miramos, rompiendo a reír. Sin lugar a dudas estar con ella me hacía sentir bien, siempre me contagiaba con su buen humor y sus ganas de todo.
La casa de Olivia estaba en el barrio de Itaewon, era un quinto sin ascensor, con una terraza muy mona techada donde tender la ropa, un amplio salón comunicado con la cocina y una habitación con baño.
El sofá en el que me quedaría era cómodo y la mesa también, al menos eso pensaba mientras me tiraba sobre ella y la observaba, a mi mejor amiga, hablando por el teléfono móvil con el pesado de su jefe que quería que enviase el borrador del último proyecto antes de irnos de fiesta.
Se suponía que estaba muerta por el jet lag, y debía quedarme a dormir, pero necesitaba salir a la noche de Seúl, recordar el pasado, mis días en esa bonita ciudad que tan buenos recuerdos me traían, y, sobre todo, evitar pensar en cierto idiota.
- Lo siento, Kyu Jin quiere que lo envié ya – contestó, asentí, calmada - ¿sabes lo que haremos? – seguí observándola, sin ganas de más – Avisaré a los chicos para que vengan a recogerte, así os podréis adelantar mientras yo termino esto – me elevé y la observé, negando después con la cabeza.
- Ni siquiera puedo hablar inglés con fluidez – me quejé, pues era cierto, a pesar de tener un B2 que conseguí después de acabar la carrera, lo había olvidado de no practicarlo, con el paso de los años – y del coreano ni hablamos.
- Pon algo de tu parte, Susana – se quejó. Asentí, levantándome, mirándome al espejo de la entrada. Estaba guapa con aquel vestido blanco – no tardaré, lo prometo – besé su mejilla.
- Dame la dirección y voy directamente – sugerí, no quería que sus amigos tuviesen que cambiar sus planes por mí – te esperaré allí.
En cualquier otra circunstancia me hubiese rehusado a ir sola a una discoteca, en aquel momento no, debía tener muy presente la promesa que me hice a mí misma, sobre atreverme más y vivir la vida. Estamos aquí de paso, solía decir a menudo mi madre.
Me tomé más chupitos de tekila de los que me gustaría admitir, y me dejé llevar por aquella música americana muy comercial, que se entremezclaba de vez en cuando con alguna coreana de CL, a la que debo admitir que adoraba de mi juventud, aunque en aquella época ella era una integrante del famoso grupo 2ne1.
Decir que bailar se me daba bien era quedarse corto, si incluso solía inventar mis propios pasos de baile en el pasado, frecuentaba demasiado las discotecas, y era de liarme con chicos, y no volver a llamarles jamás. Sonreí, divertida al pensar en ello. Ni siquiera recordaba la última vez que hice ese tipo de locuras... ¿y la última vez que bailé? Eso tampoco.
Hacía un calor del demonio en aquella discoteca, el alcohol se me subió realmente rápido, culpa mía por no haber apenas cenado, bailar no ayudó en lo absoluto, y que se me acercasen todos aquellos chicos guapos aún menos. Pero yo no estaba interesada en ninguno de esos extranjeros que se me acercaban, ni siquiera en los coreanos, no quería pensar en chicos, hacía mucho que uno no me hacía temblar, que no me enamoraba a primera vista, o que me apeteciese si quiera fingir que me interesaba lo que me contaba.
Con el paso de los años, había aprendido a odiar al sexo opuesto. Sólo fingen interés hacia tu persona hasta que se meten entre tus piernas, luego pierden las ganas, incluso yo las había perdido.
Era plenamente consciente de que era el centro de atención de muchos chicos, y que las chicas debían estar odiándome en ese momento, pero estaba demasiado ebria como para que eso pudiese importarme.
- Te mueves bien – dijo un tipo detrás de mí, en un acento muy marcado, con un inglés plenamente entendible, lo que era difícil en los coreanos, he de admitir. Siempre he pensado que los coreanos y los españoles tienen eso en común, hablan inglés muy mal. Me giré, despreocupada, dejándome llevar por sus pasos, él también sabía bailar muy bien, me atreví a fijarme en su persona.
Era alto, más que cualquier otro coreano que hubiese conocido con anterioridad, delgado, pero no demasiado, tenía un tono moreno que le quedaba de miedo, y sus manos eran bonitas. Me atreví a subir un poco más, y me quedé sorprendida al verle allí, tan guapo. Tenía flequillo, como todo buen coreano, nariz grande y labios voluminosos. Iba trajeado, parecía un alto ejecutivo o algo por el estilo.
Me mordí el labio, divertida, al darme cuenta de que estaba interesado en mí. Quizás era el hecho de que no estuviese acostumbrada a ligar, no desde que no salía mucho, quizás fuese su perfume amaderado, el calor del momento, lo sexy que me parecía o la palpable atracción física que había entre ambos, pero me moría por besarle.
- ¿No tienes calor? – me atreví a decirle cuando me sujetó de la cintura. Sonrió, como si mi pregunta le hiciese gracia.
- Te invito a una copa – me dijo. Sonreí, poderosa, con ganas de ser atrevida, lo más posible, jactarme de ser alguien que no era, sólo por haber despertado el interés de ese tipo - ¿qué bebes? – quiso saber, cuando llegamos hasta la barra.
- Tekila – contesté, haciéndole sonreír. Dejé que el camarero me sirviese un chupito y me lo bebí de un sorbo, ante su atenta mirada.
Se veía a leguas que él era un chico malo, no había más que verlo, seguramente tendría novia e iba a engañarla aquella noche conmigo, quizás era tan malo como lo era yo. Pero cuando sugirió hacer travesuras en el asiento trasero de su coche, no pude decir que no.
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