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Sólo una noche.

Los pasos lentos era lo único que se escuchaba en toda la casa. No habían risas, charlas animadas ni nadie de quien burlarse por un pequeño error gramatical debido al alcohol. Ni siquiera se escuchaban los pesados y descuidados bostezos de su hombre favorito.

¿Se arrepentía de que esta sea la manera en la que todo acabara?  Probablemente. Su orgullo le gritaba que era la salida menos dolorosa, que no podía doblegarse ante alguien como él... pero sabía que era sólo una excusa porque temía involucrarse más, temía acostumbrarse a la rutina que habían establecido y al calor que lo acompañaba cada noche en el lado derecho de la cama.

- Te extraño. - susurro mientras pasaba su mano de manera delicada en el horroroso sofá azul, sabiendo que nadie lo escucharía ahora. 

Siempre le había parecido gracioso que el mueble no encajase con el resto de la habitación, no hasta que Steve estaba sentado en él. Habían discutido varias veces sobre cómo era una falta de gusto colocarlo en medio de la sala. Pero después de todo, el rubio lo había convencido con sus "tácticas especiales" y, cuando finalmente lo colocaron en la estancia, Tony claramente lo miró con desaprobación, reiterando en alta voz que el azul no combinaba con su nueva decoración plateada y lujosa. Pero lo que nunca le dijo fue que cada que se sentaba con el periódico y la taza de café, todo el lugar se sentía acogedor porque él le daba un brillo especial a toda la estancia.

Soltó una leve carcajada y siguió caminando. Era importante desayunar de manera balanceada, por lo que tomó una botella a medio acabar de whisky de la cocina y dejó que el ardor bajara por su garganta hasta la última gota. Dejó la botella en la pila de latas vacías de cerveza y frituras. 

¿Cuándo comenzó a alimentarse así? Oh, ahora que lo recordaba, era desde hace unas semanas. Se había recluido en la pequeña cabaña que compró con Steve y le ordenó a J.A.R.V.I.S. cerrar todas las puertas y ventanas hasta nuevo aviso. O hasta que Steve estuviese dispuesto a entrar.

Volvió a bajar hasta su taller. El trabajar solía mantenerlo ocupado, manteniendo su mente lejos de los recuerdos. Por lo que  volvió a tomar sus herramientas y dejó que el sistema operativo terminará la programación del nuevo dispositivo seguridad; era fundamental renovar todo ahora que nadie más entraría a su pequeño establecimiento temporal. Sin embargo a veces, sólo a veces, su prodigioso cerebro lo traicionaba y no podía hacer más que lamentarse, sentarse junto a todos sus proyectos abandonados a mitad de camino y apagar todos sus inventos.

Después de unos minutos de llanto giro su rostro al rincón más oscuro de la habitación. Ahí estaba burlándose de él aquel escudo de colores patrióticos, no pensaba que en verdad abandonaría su escudo también, era un amargo recordatorio de que había fallado, pero que el orgullo y la egolatría en su persona siempre serían más grandes que la facilidad de disculparse.

Se levantó tambaleándose, probablemente un efecto secundario de su pésima alimentación, y tomo aquel instrumento defensor entre sus brazos, abrazándolo igual que durante su última pelea. Lo recordaba tan vívidamente que el dolor era inevitable.

- ¿Tienes idea de lo que dicen de ti? - preguntó Steve más molesto que nunca.

- ¿A quién le importa su opinión? - respondió indiferente.

Steve lo había tomado del brazo para que al fin su pareja lo confrontara cara a cara.

- A mí me importa Tony. Me niego a creer que lo hicieras desvergonzadamente con todos ellos.

Un nuevo rumor sobre el hombre más rico de la ciudad había surgido. "Stark es un líder que consigue contratos de cama en cama." La gente no tenía más qué hacer que crear falsos rumores, habían surgido correos personales del trabajo del moreno de manera tragiversada. Sus conversaciones se habían cortado convenientemente para dar a pensar que los contratos se habían conseguido por méritos físicos y no políticos o económicos.

- Sólo quiero que me digas que no es cierto. - la mirada insegura de Steve fue la última gota que derramó el vaso. No sólo estaba dudando de su capacidad, sino también de su fidelidad.

- Puede que lo haya hecho, ya sabes, algunos de esos hombres son tan difíciles de atraer a negocios serios. - la respuesta fue en función de su ira. La prensa insoportable que no lo dejaba respirar y la duda de su novio lo hicieron explotar.

Muy tarde se dió cuenta de que se había equivocado, Steve lo soltó y lo miro horrorizado. Su expresión pronto cambio a confusión y luego a enojo.

- ¡¿Tony cómo se supone que tome esto?! - pregunto pasando su mano por su rubio cabello, casi colapsando, sus ojos temblaban.

"No lo decía enserio, son sólo rumores. No te preocupes Steve porque arreglaré este asunto pronto." eran las palabras que debían salir de su boca, pero su respuesta solo tuvo tres palabras.

- Como tú quieras.

Steve soltó un bufido y empezó a caminar por todo el lugar recogiendo sus pertenencias. Tony lo perseguía por todo el lugar con un rostro que poco a poco se tornaba intranquilo, cuando notó que realmente estaba dispuesto a irse corrió al sótano y se aferró al escudo tan fuerte como le fue físicamente posible.

- Suéltalo Tony, si tan poco te importa mi opinión sobre esto, tampoco te importará que me vaya.

El genio subió la mirada con gruesas lágrimas en los ojos y pudo vislumbrar una leve duda en el Capitán. No duró mucho y el forcejeo con Tony por aquel preciado escudo sólo duró un par de minutos. Luego su amado lo había observado con decepción y se había marchado.

No había corrido atrás de él y desde entonces no había salido, incluso había desconectado todos sus teléfonos para evitar ver cómo avanzaba la controversia y para dejar de pelear con Steve sobre el escudo.

Aún aferrado al frío material susurro "Por favor. Sólo por esta noche, dime que todo estará bien como siempre lo hacías.". Últimamente susurraba tanto porque no se sentía capaz de alzar su voz más allá de ello.

No tomo en cuenta el tiempo que estuvo viendo la pared. Pero cuando notó que había anochecido volvió a subir, sólo para pedirle a su asistente digital que prendiera las luces.

El lugar estaba lleno de recuerdos. Antes de su pelea, este era el lugar predilecto para festejos. Todos amaban a Steve y su dulce forma de alentarlos, además de que era amable incluso con los borrachos más pesados. Durante la última fiesta de cumpleaños fue el Capitán quien llevó a Banner y Bucky a la habitación de invitados porque en medio de su embriaguez querían pelear con el resto. Era divertido ver a ambos hombres intentando atinar golpes a aquel anfitrión.

Por supuesto que todos se pusieron del lado del rubio por aquella discusión, nadie lo dijo directamente, pero antes de aislarse cuando Tony quiso pedir ayuda todos inventaron excusas algo pobres para no verlo. Fue doloroso, pero no los culpaba, él había sido quien los regaño en primer lugar por intentar intervenir en sus peleas de pareja.

Apreciaba que sus conocidos y amigos cercanos respetaran aquella petición incluso en un momento tan difícil. No puso evitar reír por el sarcasmo en aquella frase.

- No sé por qué decidiste estar conmigo. Soy la persona más cruel que puedas conocer Cap. - pasó por la estancia y subió al baño, se recostó en el tibio líquido.

Otro recuerdo llegó a su mente. Steve abría la puerta para ayudarlo a lavarse y mimarlo con bocadillos caseros. Dulce y amable hombre que se fue sin mirar atrás.

La noche fue como Tony esperaba, tranquila y sin visitas. Nunca había tenido un cumpleaños tan deprimente, pero sólo por esta noche. Estaba listo para regresar luego de su etapa de duelo, esta sería la única noche que recordaría con pesar al hombre que más amo.

Es IronMan y el afamado Tony Stark. Es un hombre fuerte que puede hacerle frente a un rompimiento como este, si Steve Rogers no se atrevió a dar la cara ni buscarlo, él tampoco se veía en la necesidad de hacerlo.

- J.A.R.V.I.S. necesito que llames a mi chófer personal mañana temprano. Es tiempo de mandar ese escudo por correo y regresar a trabajar. - una inevitable sonrisa asomó por su rostro al sentir que podía volver a tomar las riendas de su vida.

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