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¿Que les hice yo a ustedes....?(no estas solo)

La luz del sol entró por la ventana, despertando a Paraguay. Sus ojos se abrieron lentamente, y un dolor punzante recorrió su cabeza. Había llorado toda la noche, sin poder detenerse, dejando que sus emociones fluyeran sin barreras. Ahora, al despertar, sentía el peso de la incomodidad, tanto física como emocionalmente. Las lágrimas no solo habían mojado sus mejillas, sino que también habían dejado una sensación de vacío en su pecho que parecía imposible de llenar.

Paraguay se sentó en el sofa, pasándose una mano por el rostro, tratando de despejarse. Miró su reloj y vio que estaba tarde. Había una reunión importante de la ONU, y debía llegar, aunque su cuerpo le pedía descansar. A pesar de sentirse agotado, se levantó del sofá, se puso el traje y salió corriendo hacia el lugar de la reunión. La vergüenza aún lo acompañaba, pero no podía faltar. No podía dejar que su tristeza lo consumiera por completo, al menos no frente a los demás.

Cuando finalmente llegó a la sala de la ONU, su rostro estaba demacrado, y su paso vacilante delataba el estrés de la noche anterior. Abrió la puerta rápidamente, pero al entrar, todos los ojos se volvieron hacia él. Los murmullos comenzaron, y en ese instante, un frío recorrió su espalda. Miró hacia el frente y vio a Argentina y Chile, quienes lo observaban con una mezcla de desdén y burla.

—Vaya, miren quién llega tarde —dijo Argentina en voz alta, con una sonrisa sardónica.

 —¿Tanta fiesta anoche,Paraguay? ¿O es que te quedaste llorando otra vez de seguro?

Las palabras de Argentina lo golpearon como un martillo. La burla fue clara, y a Paraguay no le quedó más opción que bajar la cabeza, sintiendo el peso de su inseguridad y tristeza de nuevo. Intentó decir algo, pero su garganta estaba seca, como si las palabras se le atascaran.

Chile, al lado de Argentina, no perdió la oportunidad de unirse a la broma.

—Parece que Paraguay no tiene mucho que aportar hoy, ¿eh? —comentó, con una risa burlona que hizo que el resto de la sala se sintiera incómodo, pero pocos intervinieron. Algunos, incluso, miraron hacia otro lado, incómodos ante la situación, pero nadie osó detenerlos.

Paraguay tragó saliva, su rostro se sonrojó por la vergüenza, pero se mantuvo en silencio. Sabía que cualquier intento de defenderse solo les daría más munición. Lo peor llegó cuando el presidente de la ONU levantó la mano, pidiendo atención.

—Paraguay, por llegar tarde, tendrás que recibir una advertencia formal —dijo, con tono serio y desaprobatorio. La mirada del presidente era implacable. —La puntualidad es fundamental en estas reuniones. Ya hemos hablado de esto antes.

Paraguay intentó decir algo, pero su voz se ahogó, quedándose atrapada en su garganta. No solo sentía el desprecio de Argentina y Chile, sino que también cargaba con el reproche de la ONU. En ese momento, las palabras de la reunión parecían lejanas, como si él no formara parte de aquel espacio. Su mente estaba nublada por el peso de la humillación.

Antes de que pudiera reaccionar, Brasil, que se encontraba en la sala, se levantó y habló con firmeza:

—Basta, Argentina, Chile. Esto no es un juego. Paraguay ya está pasando por mucho como para que lo traten así.

Brasil miró a Argentina y Chile con dureza, su tono se volvió más serio, casi como una advertencia.

—Nosotros estamos aquí para trabajar juntos, no para humillar a nadie. Ya basta de burlarse de Paraguay.

Paraguay, aunque agradecido por la intervención de Brasil, se sintió aún más pequeño. Todos los ojos de la sala estaban sobre ellos ahora, y no sabía si sentirse avergonzado por el apoyo o más inseguro por la atención que había atraído. La vergüenza lo envolvía como un manto, y la presión de mantener su fachada de fortaleza parecía más insoportable que nunca.

Argentina, con una mueca, se cruzó de brazos.

—Tú siempre eres el protector de Paraguay, Brasil. Pero no siempre va a funcionar. La realidad es que Paraguay no puede seguir actuando como si todo estuviera bien cuando sabemos que no lo está.

Brasil, sin responder directamente, se acercó un poco más a Paraguay, poniendo una mano en su hombro de forma amigable, como para mostrarle que no estaba solo. Paraguay agradeció el gesto, pero la sensación de estar atrapado entre sus propios demonios y el juicio de los demás lo estaba consumiendo.

El presidente de la ONU, viendo que la situación se había salido de control, levantó la mano nuevamente.

—Esto no es el lugar para disputas personales. Paraguay, por favor, siéntate. Necesitamos continuar con la reunión.

Paraguay asintió sin decir una palabra. Caminó hacia su asiento.

La reunión terminó en un ambiente tenso. Paraguay apenas había prestado atención a las discusiones, con su mente aún atrapada en los comentarios de Argentina y Chile, y en la humillación que sentía. Cuando finalmente la sesión concluyó y todos comenzaron a salir, no podía evitar sentirse aliviado de que todo hubiera terminado. Sin embargo, sabía que el tormento aún no acababa.

A medida que salía del edificio de la ONU, se dio cuenta de que Argentina y Chile lo seguían. Su paso se volvió más rápido, pero sus pasos resonaban cerca. Paraguay trató de ignorarlos, pero el sentimiento de ansiedad creció dentro de él. Fue entonces cuando, en un momento de distracción, decidió tomar un atajo por un callejón cercano, esperando que allí se dispersara la multitud. Sin embargo, se dio cuenta demasiado tarde de que había caído en una trampa.

De repente, sintió que alguien lo empujaba contra la pared. Era Argentina, que lo había alcanzado rápidamente junto a Chile. La burla en los rostros de ambos era evidente, pero esta vez sus palabras no fueron solo provocaciones.

—Pensé que te habías olvidado de nosotros, Paraguay —dijo Argentina con una sonrisa cruel. —Pero ya veo que no.

Chile, que estaba a su lado, se acercó peligrosamente.

—Vamos a ver si esta vez aprendes a no meterte donde no te llaman —agregó, mientras ambos lo rodeaban, acercándose más.

Paraguay intentó retroceder, pero no había forma de escapar. Los dos lo tenían acorralado, y la situación se estaba poniendo más peligrosa de lo que había imaginado. Un sudor frío recorrió su frente, y su cuerpo temblaba de miedo.

—¿Qué piensan hacer, chicos? —musitó Paraguay, tratando de mantener la calma, pero su voz temblaba.

Argentina dio un paso más cerca y lo empujó con fuerza contra la pared.

—Lo que tú no entiendes, Paraguay, es que no eres nadie en esta sala. Nunca lo serás. Y si sigues actuando como el niño triste que eres, las cosas solo empeorarán para ti.

Chile se acercó aún más, su rostro reflejaba una expresión cruel. La tensión en el aire era palpable, y Paraguay sentía que algo malo iba a suceder.

Pero justo cuando parecía que la situación se saldría de control, un grito fuerte interrumpió la escena.

—¡Basta! ¡Dejen de tocarlo!

Era Brasil, que había seguido a los dos desde la salida de la ONU, sospechando que algo podría ocurrir. Su voz llena de autoridad resonó en el callejón, y su presencia hizo que Argentina y Chile se detuvieran por un momento, sorprendidos por la intervención.

Brasil avanzó hacia ellos con paso firme, y la mirada en su rostro no dejaba dudas: no iba a permitir que su amigo fuera lastimado más.

—¿Realmente quieren seguir con esto? —dijo Brasil con voz fría, mirando a ambos. —¿Van a ser los matones de la ONU ahora? Si siguen molestando a Paraguay, no duden que no me quedaré callado.

Argentina y Chile intercambiaron miradas, claramente sorprendidos por la firmeza de Brasil. Sin embargo, sabían que no podían ir más allá, al menos no con Brasil tan cerca.

Finalmente, con una mueca de desdén, Argentina empujó a Paraguay una vez más antes de alejarse.

—Esto no ha terminado, Paraguay —murmuró mientras se daba vuelta para irse.

Chile, igualmente frustrado, caminó detrás de él.

Brasil se acercó rápidamente a Paraguay, quien estaba de pie, temblando ligeramente. Sin decir nada, Brasil puso una mano en su hombro, dándole un leve apretón para tranquilizarlo.

—Vamos, amigo. Estás bien, ¿de acuerdo? Ya se acabó. No dejes que ellos te hagan sentir menos. Nadie puede hacerte eso.

Paraguay asintió débilmente, aún procesando lo que acababa de ocurrir. Aunque la amenaza había pasado, el miedo seguía en su pecho, pero, al menos, Brasil estaba allí, como una barrera de apoyo. Sin palabras adicionales, los dos caminaron juntos hacia la salida del callejón, sabiendo que el camino para sanar aún sería largo, pero que no estaba solo.

Después del tenso encuentro en el callejón, Paraguay sentía que sus piernas ya no lo sostenían. La ansiedad y el miedo se mantenían en su pecho como un peso insostenible. No sabía si había sido más humillante la burla de Argentina y Chile o el hecho de que, incluso después de todo, aún se sentía incapaz de defenderse a sí mismo. Pero Brasil, como siempre, estaba a su lado.

—Vamos, te invito a mi casa. Necesitas descansar y pensar un poco —dijo Brasil, mirando a Paraguay con preocupación. A pesar de la tensión en el aire, Brasil no perdió su calma, y su voz suave era un consuelo inesperado para Paraguay.

—No sé si quiero ser una carga más para ti, Brasil —respondió Paraguay, mirando al suelo. Aún le costaba aceptar la ayuda, a pesar de la calidez de su amigo. La sensación de ser un problema, de ser visto como débil, lo invadía.

Brasil sonrió amablemente, deteniéndose y colocando una mano sobre su hombro.

—No es una carga, Paraguay. Eres mi amigo, y eso es lo que importa. Nadie debe enfrentarse a todo esto solo. Además, quiero asegurarme de que estés bien. Así que ven, vamos a mi casa, descansar un poco y hablar. Tal vez te ayude a despejarte un poco.

Paraguay, aunque aún dudando, asintió lentamente. Algo en la calidez de Brasil lo hizo sentir un pequeño respiro, una chispa de esperanza en medio de la tormenta de pensamientos que lo atormentaban. Caminó junto a él por las calles, en un silencio que no era incómodo, sino más bien reconfortante. Sabía que Brasil se preocupaba por él, pero también sentía que no merecía esa amabilidad, no después de lo que había pasado.

Mientras avanzaban, en el camino hacia la casa de Brasil, se encontraron con Bolivia, quien, al verlos caminar juntos, se acercó rápidamente.

—¡Brasil, Paraguay! —exclamó Bolivia, con su típica energía y simpatía, aunque su rostro se oscureció al notar la expresión de Paraguay. —¿Cómo están? Parecen preocupados.

Paraguay levantó la vista, forzando una sonrisa para no mostrar lo mal que se sentía.

—Todo bien, Bolivia —respondió con una voz más apagada de lo que hubiera querido, intentando ocultar el dolor tras las palabras.

Pero Bolivia, que siempre había sido observador, notó algo en los ojos de Paraguay. Su mirada era la de alguien que cargaba con un peso mucho mayor del que debería soportar.

—¿Estás seguro? —preguntó Bolivia con una preocupación genuina en su voz. —Te noto extraño, como si algo no estuviera bien. ¿Pasó algo?

Brasil, que había estado caminando a su lado, intervino antes de que Paraguay pudiera responder.

—Ha sido una mañana difícil, para Paraguay, pero tu también Paraguay no tienes que cargar con una sonrisa todo el rato.

Bolivia observó a Paraguay con preocupación. Aunque Paraguay intentaba mantener su usual fachada de fortaleza, sus ojos traicionaban la tristeza que llevaba dentro. Bolivia, que siempre había sido sensible a los sentimientos de sus amigos, no pudo evitar notar lo que sucedía.

—Brasil tiene razón, Paraguay —dijo Bolivia con suavidad. —No tienes que cargar todo esto solo. Si te sientes mal, estoy aquí, también. Puedo acompañarlos a la casa de Brasil.

Paraguay dudó por un momento. No quería ser una carga, no quería que su dolor afectara a más personas, pero la oferta de Bolivia lo tocó profundamente. Había algo en la forma en que Bolivia lo miraba, algo que le decía que su amigo realmente se preocupaba por él. En ese momento, sintió que tal vez no todo estaba perdido.

—No quiero incomodarlos —dijo Paraguay, pero su voz sonó mucho más suave y vulnerable que antes.

Brasil, al ver la tensión en Paraguay, le dio un pequeño apretón en el hombro.

—No estamos aquí para que te sientas incómodo, amigo —dijo con firmeza. —Queremos que estés bien. Además, Bolivia tiene razón, no estás solo en esto.

Finalmente, Paraguay asintió, y los tres comenzaron a caminar juntos hacia la casa de Brasil. A pesar de todo lo que había sucedido, la presencia de sus amigos le brindaba algo de consuelo. Aunque su corazón seguía pesado, caminaba con ellos, sabiendo que por fin podía dejar de cargar solo con el peso de sus pensamientos. La caminata hacia la casa de Brasil fue tranquila, sin grandes palabras, pero con una sensación de compañía que hacía que, por un momento, Paraguay se sintiera menos solo en su lucha interna.

Al llegar a la casa de Brasil, este los invitó a entrar, haciendo un gesto amplio con la mano.

—Hagan como en casa —dijo Brasil con una sonrisa cálida, a pesar de la preocupación que se reflejaba en su rostro.

Paraguay se sentó en el sofá, y Bolivia, con su característico entusiasmo, fue rápidamente a la cocina a preparar algo de tomar.

—Voy a hacer algo de té para todos —dijo Bolivia, intentando aliviar el ambiente con su energía. A pesar de ser una persona más extrovertida, también sabía cuándo ser un buen oyente y estaba dispuesto a ser un apoyo para su amigo.

Brasil se sentó junto a Paraguay, sin presionarlo a hablar, pero con una presencia tranquila que lo hacía sentir más seguro.

—Sé que no es fácil, Paraguay —comenzó Brasil, rompiendo el silencio con voz suave—. A veces, sentimos que todo se nos viene encima y que no podemos pedir ayuda. Pero aquí estamos, no para juzgarte, sino para apoyarte. Eres nuestro amigo y eso es lo que importa.

Paraguay levantó la mirada hacia Brasil, sus ojos reflejando una mezcla de gratitud y tristeza. La vulnerabilidad de su ser se estaba haciendo más evidente, y con cada palabra de Brasil, algo en su interior comenzaba a relajarse. Era la primera vez en mucho tiempo que sentía que podía soltar un poco el peso que cargaba. Miró a Brasil a los ojos, viendo la sinceridad y el apoyo que había en su rostro.

—Gracias... —dijo con voz temblorosa, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con escapar. —A veces siento que no soy suficiente, como si todo lo que hago nunca fuera suficiente para los demás.

Brasil asintió, entendiendo completamente. No era la primera vez que veía a Paraguay luchando con sus emociones, pero siempre había sido una persona tan reservada que le costaba mucho abrirse.

—No tienes que ser "suficiente" para nadie, Paraguay. No te estamos pidiendo que seas perfecto. Lo que queremos es que seas tú mismo. Y cuando te sientas mal, no tienes que enfrentarlo solo. Hay gente que se preocupa por ti. Yo me preocupo por ti.

Bolivia, con el té ya listo, regresó a la sala y se sentó junto a ellos. Miró a Paraguay con una sonrisa reconfortante.

—Yo también, amigo —dijo con un tono más tranquilo que su habitual entusiasmo. —No tienes que cargar todo el peso solo. Los tres hemos estado en momentos difíciles, y no hay nada de malo en pedir ayuda cuando la necesitas.

Paraguay miró a sus amigos, un nudo se le formó en la garganta, pero por primera vez en mucho tiempo, algo dentro de él se aflojó. La tristeza seguía ahí, pero ahora sentía que, al menos, ya no estaba completamente solo.

—Gracias... a los dos —dijo finalmente, con los ojos brillando por las lágrimas contenidas. —Nunca supe cómo manejar las cosas.

La tarde pasó en una atmósfera tranquila. Paraguay, con los nervios aún agitados, sentía que el peso de todo lo sucedido comenzaba a disiparse lentamente en la calidez de la casa de Brasil. Después de un rato, las tres figuras en la sala se relajaron. Bolivia, siempre atento, notaba cómo Paraguay ya no mantenía esa distancia fría que había tenido al principio, y por un momento, todo parecía calmarse.

La noche llegó y, como es habitual en las reuniones que se alargan entre amigos cercanos, Brasil sugirió que se quedaran a dormir. Había espacio para todos, y la idea de descansar parecía lo mejor para aliviar la tensión acumulada durante el día.

Paraguay, aunque aún inquieto por todo lo que había sucedido, aceptó la oferta. Después de todo, no quería regresar a su hogar, donde se sentía aún más solo y rodeado por sus pensamientos oscuros.

Brasil se preparó para dormir en el sofá, mientras que Bolivia, viendo la expresión cansada de Paraguay, le ofreció el sofá en el que él había estado.

—Si quieres, puedes dormir aquí —dijo Bolivia con amabilidad, notando que Paraguay estaba luchando por encontrar un lugar cómodo donde relajarse. —Te aseguro que está bien, tranquilo.

Paraguay dudó, un poco incómodo, pero finalmente se dejó llevar por la amabilidad de Bolivia. Al final, se tumbó en el sofá, pero en un impulso instintivo, sin pensarlo demasiado, se acercó a Bolivia, buscando consuelo en la cercanía de un amigo. Era un gesto que no tenía segundas intenciones, solo una necesidad de sentirse menos vulnerable en ese momento.

Bolivia, un poco sorprendido al ver a Paraguay acercarse de esa manera, no dijo nada de inmediato. En lugar de eso, se quedó allí, observando a su amigo con una expresión de comprensión. Bolivia sabía que Paraguay había estado luchando con su propio peso emocional durante tanto tiempo, y quizás este gesto era simplemente su manera de buscar algo de consuelo, de sentirse un poco más seguro.

Sin embargo, en lugar de apartarse o sentirse incómodo, Bolivia decidió ser el apoyo que su amigo necesitaba. Con una sonrisa suave, colocó una mano en el hombro de Paraguay, de manera amistosa, pero con la intención de que se sintiera acompañado y protegido.

—Está bien, amigo. Tranquilo —dijo Bolivia, con tono suave. —Aquí estás a salvo. Si necesitas descansar, hazlo.

A medida que pasaron los minutos, Paraguay se fue relajando poco a poco. Bolivia, notando que su amigo había comenzado a quedarse dormido, no pudo evitar sonreír ante la imagen de Paraguay, buscando inconscientemente algo de consuelo en su cercanía. Bolivia, consciente de la situación, comenzó a acariciar suavemente los cabellos rojizos de Paraguay, no como un gesto romántico, sino como una manera de tranquilizarlo, de mostrarle que no estaba solo en ese momento de vulnerabilidad.

El gesto, aunque inesperado para Paraguay, resultó ser exactamente lo que necesitaba. En ese contacto tan sencillo, Paraguay sintió por fin un pequeño alivio. La sensación de la mano de Bolivia acariciando su cabello fue como un recordatorio de que, aunque estuviera luchando, no tenía que hacerlo todo solo. Había alguien que se preocupaba por él, alguien que estaba dispuesto a acompañarlo en sus momentos más oscuros.

Finalmente, Paraguay cerró los ojos, permitiendo que el cansancio lo llevara al sueño. Bolivia, por su parte, permaneció allí un rato más, asegurándose de que su amigo estuviera cómodo y tranquilo, antes de acomodarse él mismo en su lugar, Brasil miro con una sonrisa dulce aquella imagen tierna de sus amigos, estaba feliz que paraguay se halla abierto mas con ellos eso lo tranquilizaba.

La noche pasó en silencio,y tranquila para un paraguayito.


AWWWWW!!!,que tierno el gesto de Bolivia! Bueno ¡CAMBIO Y FUERA!

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