Capítulo 4: Bulma
Bulma se sentó en el jardín detrás de la mansión, sin quitarse el anorak que se había puesto horas atrás. Era tarde y hacía frío, pero no quería estar en el interior por el momento. No tenía ganas de responder a las preguntas que sabía que sus dos mejores amigas indudablemente le bombardearían. Levantó la cabeza hacia el cielo claro, maravillada por las miles de estrellas que iluminaban la oscuridad.
Una rama se quebró en el suelo a su izquierda. Bulma se volvió en la dirección del sonido para ver a Gine venir hacia ella, envuelta en un abrigo pesado, llevando dos tazas humeantes. No pudo evitar sonreír ante Gine mientras tomaba la taza que le ofrecía. Bulma sintió el calor del vapor de su taza elevarse y acariciar su rostro mientras se la llevaba a los labios.
—Así que, Tweedle Dee y Tweedle Dumb te enviaron, ya veo. —Bulma apuntó al chocolate caliente por el que estaba totalmente agradecida.
Gine dejó escapar una pequeña risa mientras se sentaba en el banco junto a Bulma.
—Culpable de los cargos, me temo.
Bulma se encogió de hombros, aceptando que no había forma que sus dos amigas la dejaran en paz. Sin embargo, se alegró de que fuera Gine quien hubiera venido. Había algo en ella que era tan tranquilo y reconfortante.
—Bulma, ¿eres infeliz aquí? —preguntó Gine con suavidad.
—No —dijo Bulma rápidamente—. No, Gine. Tu hogar es una maravilla y Bardock y tú nos han hecho sentir como en casa.
—Entonces, ¿por qué quieres irte con tanto ahínco?
Bulma miró disimuladamente a Gine por el rabillo del ojo mientras tomaba otro sorbo. Tragó lentamente, saboreando el calor que viajó a través de ella.
—Sin ánimo de ofender, Gine, pero sé que tú sabes sobre la bola de pelos. —Gine se rió ante las insistentes indirectas de Bulma a Vegeta.
—Está bien, culpable. Una vez más. —Gine sonrió, luego ésta se desvaneció lentamente mientras colocaba su mano sobre el brazo de Bulma—. Dale tiempo, Bulma. Si se supone que debe ser, entonces será. —Bulma empezó a interrumpir, pero Gine continuó antes de que pudiera—. Sé que piensas que porque no tienes alguna de las señales de apareamiento no hay esperanza, pero nunca hemos estado cerca de alguien con sangre de hombre lobo tan diluida como la tuya. No se sabe las repercusiones, así que ten paciencia, pequeña. Él vendrá.
Bulma asintió lentamente, a pesar de que en su interior todavía tenía serias dudas.
—Supongo que tengo que ir a ver a Milk y Pan y hacer un poco de control de daños. —Bulma hizo una mueca.
—Eso sería probablemente sabio —le dijo Gine mientras se levantaba y se acercaban de nuevo a la mansión, juntas.
°•°•°•°•°•°
Bulma abrió la puerta de la habitación de Pan para encontrar a sus dos mejores amigas sentadas en el suelo, yendo a través de los deberes que su tutor les había asignado. Ninguna de ellas se detuvo a saludarla y podía admitir que se merecía el desaire.
—Entonces, supongo que tengo que pedir disculpas por ser una completa idiota —les dijo Bulma, el remordimiento escrito en su rostro.
Pan la miró lentamente. Sus ojos reunidos en una mirada fulminante que habría detenido en seco a un hombre adulto.
—Mira, Milk. La lobo prodigio regresa. No es dulce de ella.
Bulma hizo una mueca al oír las palabras de Pan, las cuales estaban enlazadas con sarcasmo y drenando con vehemencia.
Milk dio a Bulma una mirada de pasada como si fuera nada más que un mosquito.
—Eh, así parece —dijo. Y volvió a su tarea.
Mierda, pensó Bulma. Iba a tener que humillarse. Cómo odiaba humillarse.
—Realmente lo siento. Sé que ustedes estaban preocupadas y que están enojadas conmigo por ser egoísta.
Pan se sentó bruscamente.
—Preocupadas, sí. Enojadas, no. Dolidas, definitivamente. Bulma, no has querido hablar con nosotras sobre lo que está pasando. Has estado enfurruñada por ahí durante los últimos dos meses. No has hablado sobre el asunto de la sangre de lobo, no has hablado de Vegeta, y luego armas el berrinche del siglo y comienzas a empacar tus cosas, escupiendo cómo no puedes soportarlo más. Estamos sentadas en la oscuridad, haciendo girar nuestros benditos pulgares. —La voz de Pan había conseguido poco a poco ser más fuerte a medida que su diatriba continuaba—. Cambié de opinión, estamos enojadas. Dolidas, enojadas y preocupadas.
Milk miró a Pan como si le hubiera crecido un tercer ojo, mientras que Bulma estaba buscando un hueco para meterse en él.
—Lo siento, Pan. No sé qué más decir, pero de verdad lo siento. Solo me he sentido tan, mierda, no lo sé. Frustrada, temerosa, sola...
—¿Sola? —interrumpió Milk, obviamente herida.
—No porque ustedes no han estado allí —se apresuró a añadir Bulma—. No puedo describirlo. De acuerdo— Bulma se detuvo y se sentó junto a sus dos mejores amigas—, ustedes quieren que hable, aquí va. Cuando Vegeta se fue después de la ceremonia, sentí como si un agujero hubiera sido cortado dentro de mí. No sé cómo describirlo que no sea absoluta soledad. He estado tan apestosamente frustrada porque no me deprimo jamás por un tipo. Quiero decir, hola, soy Bulma. No necesito a un hombre. —Se pasó las manos por su cabello azul en agitación—. Pero allí estaba yo, suspirando por un hombre lobo y no sé por qué. No entiendo por qué simplemente se fue como si no le importara un comino. —Bulma se secó las lágrimas que ahora surcaban su rostro—. Y maldita sea, estoy harta de llorar.
Milk se sentó y tomó a Bulma entre sus brazos; Pan envolvió el suyo en torno a las dos. Las tres chicas se sentaron en silencio mientras Bulma trataba de poner bajo algún tipo de control sus emociones dispersas.
Finalmente, Pan rompió el silencio.
—Bueno, estás perdonada. Solo deja de ser tan terca y habla con nosotras, ¿de acuerdo?
Bulma asintió mientras se limpiaba la última de sus lágrimas.
—Hablar, lo tengo. Estoy en ello, jefe —bromeó.
—Así que, ¿vas a escupir lo que pasó hoy? Ya sabes, contigo y... —dio a entender Pan.
—¿Entre Colmillo Blanco y yo? Bueno, tengo que admitir que cuando vi a Vegeta me sorprendió. Conmocionada al igual que en: "¿qué diablos quieres decir con una mujer sentada en un inodoro tanto tiempo que se siente ligada a él?"
—Oh, rayos. Me había olvidado de eso. Eso fue malvado. —Milk se encogió.
—Oye. Lucy, Ethel, enfóquense —espetó Pan.
—Oh, está bien. —Bulma negó—. Así que me sorprendió, porque él era el último lobo que esperaba ver. Para colmo, fue muy dulce. Lo que solo me molestó más... —Bulma se fue callando, recordando cómo Vegeta había ido momentáneamente a otro lugar mientras miraba a sus ojos.
—¿Qué? —preguntó Pan.
—Probablemente no sea nada, pero hubo un momento cuando él me miraba que en cierto modo se desvaneció a otra parte. Tuve que decir su nombre varias veces antes de que saliera del trance. Entonces lo sentí empujar de regreso, si eso tiene sentido. Quiero decir emocionalmente. Fue como si pusiera un muro entre nosotros.
—Hmm, suena como que es hora de que investigue —dijo Milk.
—Oh, por todos los santos. Sabemos que tus habilidades detectivescas son legendarias. —Bulma puso los ojos en blanco.
—Oye, solo estoy perfeccionando mis habilidades —dijo Milk indignada.
—Lo que tú digas, Sherlock —bromeó Bulma.
—Muy bien, entonces escupe el resto. ¿Qué más te dijo? —preguntó Pan con impaciencia.
Bulma procedió a decirles, ante su insistencia, palabra por palabra lo que se dijo entre ella y Vegeta. Y fiel a su estilo, Milk y Pan pasaron el resto de la noche diseccionando la conversación. Bulma juró que lo habían llevado a una forma de arte.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro