Capítulo 3: Vegeta
—¿No crees que deberías llamarlo? —le preguntó Milk a Goku mientras caminaban hacia el auto, moviéndose lentamente, tratando de no resbalar en el suelo cubierto de nieve.
Goku abrió la puerta del copiloto para Milk pero ella no entró. Él se dio cuenta que no se movería hasta que respondiera a todas sus preguntas.
—Mi padre será el que decida si Vegeta debe ser llamado.
—Eso no es lo suficientemente bueno —gruñó Milk—. No cuando es mi amiga la que, posiblemente, esté cometiendo el mayor error de su vida. —Se volvió y, extendiendo sus brazos para mantener el equilibrio sobre el suelo resbaloso, se dirigió de vuelta a la mansión.
Pan estaba parada junto a Goku, con los brazos cruzados alrededor de su cintura en un intento de protegerse del frío. Vio a su amiga irse.
—Va a decirle a tu padre lo que debe hacer, ¿verdad?
—Sigo diciéndole que esto se le va a devolver uno de estos días.
Milk empujó, abriendo la puerta del despacho de Bardock sin llamar. Gine estaba de pie frente al escritorio de Bardock y Milk se detuvo a su lado.
—No se preocupen por mí. Continúen —les dijo Milk cuando ambos dejaron de hablar para mirarla.
—¿El concepto de tocar de alguna manera disminuyó cuando dejaste tu país? —Las cejas de Bardock estaban elevadas.
—Pido disculpas, Alfa, pero es importante —respondió, y estaba orgullosa cuando su voz salió sin vacilar.
Gine pasó un brazo alrededor de los hombros de Milk.
—¿Qué es importante?
—Creo que Bardock debe llamar a Vegeta y decirle que vaya a hablar con Bulma. Creo que Bulma lo escuchará —le explicó Milk.
—¿Qué te hace creer que Bulma escuchará a Vegeta? —preguntó Bardock—. Tenía entendido que él era la razón por la que ella se estaba yendo.
La mandíbula de Milk cayó abierta.
—¿Ella te dijo eso? ¿Realmente te dijo cómo se siente acerca de él?
—Bueno, no con tantas palabras, pero vi cómo lo miraba en tu ceremonia. Solo hay una razón por la que una mujer mira a un hombre así. —Bardock le guiñó un ojo a su compañera.
—Bardock, deja de torturar a tu nuera —lo amonestó Gine—. Sigue y dile.
—¿Decirme qué? —preguntó Milk ansiosamente.
—Llamé a Vegeta justo después de que saliste de mi oficina.
—¿Lo hiciste? —preguntó Milk con el ceño fruncido—. ¿Qué dijo él? ¿Va a ir y buscarla? ¿Siquiera le importa?
—Reduce la velocidad, pequeña. —Gine se rió entre dientes.
Bardock se levantó de su escritorio y caminó alrededor hacia Milk.
—No puedo hablar por los sentimientos de Vegeta. Aunque, el gruñido que soltó cuando le dije que Bulma estaba yéndose lo llevaría a uno a creer que siente algo por ella. Y sí, él va a verla. Esperemos que Krilin pueda seguir deteniendo el avión sin que Bulma empiece a sospechar.
—Mierda —se quejó Milk—. Probablemente ya se ha bajado del avión y decidió nadar hasta Norteamérica. Es de Bulma de quien estamos hablando. Sospecha de todo.
—Aconsejaría que ustedes tres se queden aquí y dejen que Vegeta se encargue de esto por ahora —dijo Bardock sobriamente, dejándole claro a Milk que esto realmente era más que nada una orden.
Milk asintió y salió de la oficina en busca de Goku y Pan. Ellos estaban donde los había dejado, de pie junto al auto.
—¿Y bien? —la apremió Pan.
—Él ya lo había llamado —les dijo Milk.
—Hay una razón por la que él es el Alfa —bromeó Goku.
—Sí, sí. Disfrútalo, hombre lobo —dijo Milk, entrecerrando los ojos hacia su compañero—. Tu padre aconsejó que nos quedemos aquí y dejemos que Vegeta lo maneje.
—Así que, ¿él va a buscarla? —Las cejas de Pan se alzaron en sorpresa.
—Según Bardock.
—Si yo pudiera ser una mosca en ese avión... —dijo Pan, mientras se frotaba las manos.
—Lo sé, ¿verdad? —concordó Milk.
°•°•°•°•°•°
Con su mente resuelta, Bulma aceleró sus pasos hacia la salida del avión. Agarró la manivela, jalándola para abrirla, y caminó hacia una pared sólida.
—Uff —gruñó Bulma, luego se congeló. Conocía ese olor. Genial, pensó, ahí voy con la cosa del olor de nuevo. Pero conocía ese olor: a madera, picante y masculinidad. Un muy, muy enojado olor masculino. Dio un paso atrás y lentamente levantó la barbilla para mirar a la cara del lobo cuyo recuerdo la había perseguido durante los últimos dos meses.
—¿Vas a alguna parte, Bulma? —preguntó Vegeta, los ojos entrecerrados y los labios apretados con fuerza.
Bulma miró en esos brillantes ojos color azul. No podía hablar, no podía moverse y a estas alturas incluso respirar parecía ser demasiado para su cuerpo. El hechizo se rompió cuando oyó a Vegeta gruñir y se dio cuenta que lo estaba mirando fijamente a los ojos. Su lobo vería eso como un desafío. Dio un paso atrás, pero, ya sea un desafío o no, no iba a desviar sus ojos.
Poco a poco, la ira y el dolor que la atormentaban se precipitaron de nuevo, fluyendo a través de su cuerpo entumecido, dándole vida y la capacidad de hablar una vez más.
—A decir verdad, voy a algún lugar. No es que eso sea asunto tuyo. —Bulma levantó una ceja mientras cruzaba los brazos sobre su pecho—. Entonces, si amablemente te fueras, puedo ponerme en marcha. —Bulma no podía creer el dolor que atravesó su corazón mientras le decía a Vegeta que se fuera. Le tomó todo lo que tenía para no estremecerse ante sus propias palabras.
Sin dejarse intimidar por la actitud arrogante de Bulma, Vegeta entró en el avión. Y a menos que Bulma quisiera su pecho presionado contra el de ella, la hizo tomar otro paso atrás.
—Tengo que estar en desacuerdo contigo. Considero esto muy asunto mío cuando se refiere a ti.
Vegeta observó las emociones pasar a través del rostro de Bulma, tan transparente para él.
Esperó a que ella respondiera, sabiendo que sería perspicaz y aguda, una de las muchas cosas que admiraba de ella. No lo defraudó.
—Eso es curioso —comenzó ella—. Si soy tanto tú asunto, ¿dónde has estado durante los últimos dos meses? Si soy tanto tu maldito asunto, entonces debes tener una excusa fenomenal para ni siquiera venir a mi fiesta de cumpleaños dieciocho. —Bulma no pudo ocultar el dolor detrás de sus palabras. Bajó su cabeza, mordiéndose el labio para evitar llorar. No funcionó.
Vegeta dio un paso adelante, atraído hacia ella por razones que todavía no entendía. Todo lo que sabía era que estar allí de pie viendo su dolor era insoportable para él. Puso sus dedos bajo su barbilla y levantó su rostro para mirarla a los ojos llenos de lágrimas. En ese instante estuvo en un lugar y momento diferente. Mirando a un rostro con ojos negros, no azules.
Un rostro con mechones color azabache enmarcándolo en vez de azul. Observó mientras sostenía su frágil cuerpo en sus brazos, su vida agotándose. La sostuvo hasta que su forma estuvo rígida, solo una cáscara dejada para marchitarse en la tierra.
—Vegeta. —El sonido de la voz de Bulma lo trajo de vuelta al presente, pero el recuerdo de aquel cuerpo sin vida le recordó lo que pasaba cuando se preocupaba por alguien, lo que pasaba cuando era incapaz de mantener a esos que amaba a salvo. Dejó caer su mano de su barbilla y dio un paso atrás, sin pasar por alto el dolor que cruzó su rostro.
—Tú eres mi asunto, porque eres la mejor amiga de la compañera de mi príncipe. Como el Beta es mi trabajo mantenerte a salvo —respondió, su comportamiento repentinamente mucho más formal.
—Bueno, estoy relevándote de ese trabajo al irme. Así que no te preocupes, Vegeta. Soy perfectamente capaz de sentarme en un avión por mi cuenta. —Bulma se volvió para regresar pero, no llegó muy lejos antes de que sintiera una mano fuerte cerrarse alrededor de su brazo.
Vegeta la volteó para enfrentarlo y pudo ver las emociones corriendo a través de su hermoso rostro. Por su vida que no sabían cuáles eran.
—No te vas a ir, Bulma. Milk y Pan te necesitan en este momento. Por alguna razón pensé que no eras el tipo de amiga que abandona a aquellos que dependen de ti. —Vegeta imaginó que la forma más fácil de conseguir que Bulma cooperara sería hacerla enojar y enfrentarla con un desafío.
Bulma sacudió con fuerza su brazo del agarre de Vegeta. Empujó sus hombros hacia atrás y se paró tan recta como pudo. Luego dio un paso adelante y podía jurar que había vapor saliendo de su piel. Ella estampó su dedo en el pecho de Vegeta mientras lo miraba enojada.
—En primer lugar, no sabes ni una jodida cosa acerca de mí así que no te atrevas a decirme qué clase de amiga crees que soy. Segundo, nunca, jamás abandonaría a uno de mis amigos. A diferencia de un perro peludo que conozco, no me desaparezco sin lidiar con lo que sea mis amigos necesitan. Milk sabe que necesito volver a los Estados Unidos. Ella tiene a Goku y a Pan.
—¿Es así? —le desafío Vegeta.
—Sí, Cujo. Así es. —La mandíbula de Bulma sobresalió hacia adelante mientras apretaba los dientes.
—Si Milk es tan comprensiva, entonces, ¿por qué fue hasta Bardock para hacerlo llamarme para que viniera a llevarte de regreso? —La expresión en el rostro de Vegeta cuando terminó de hablar era la de un gato que acababa de atrapar a un pajarito. Vio que la mandíbula de Bulma cayó abierta ante sus palabras. Se quedó en silencio y dejó que la información calara. Por último, ella lo miró a los ojos otra vez, a la única otra persona a excepción de su Alfa a quien le permitía salirse con la suya, y frotó su mano sobre su frente.
—¿Es por eso que viniste, porque Bardock te envió?
Vegeta pudo notar que su respuesta tenía la habilidad de aplastarla y posiblemente apartarla para siempre, haciéndole más fácil mantener sus distancias.
Miró fijamente sus ojos azules, ojos que le rogaban por la verdad, ya fuera dolorosa o no.
—Bardock me llamó. —El rostro de Bulma decayó, así que Vegeta continuó rápidamente—. Pero no me ordenó que viniera a buscarte.
Su cabeza se levantó al oír sus palabras, sus ojos buscaron en su rosto por cualquier atisbo de una mentira. Vegeta estaba seguro de que preguntaría por qué vino, pero en lugar de eso respiró hondo. De repente parecía cansada, derrotada.
—Bien, me quedaré. Pero no porque tú digas que tengo que hacerlo. Me quedaré por Milk. —Bulma se encaminó a rodear a Vegeta y dirigirse a la salida del avión. Mientras empujaba la puerta para abrirla y sentía el aire frío de diciembre y el sol en su cara, se volvió de nuevo hacia el lobo que la observaba en silencio—. Me quedaré, pero necesitas asegurarte de permanecer fuera de mi camino. No quiero que pienses que necesito a un hermano mayor para vigilarme y decirme qué hacer, así que no lo hagas. —Salió del avión y el aire fresco y helado quemó sus pulmones. Krilin estaba de pie junto al auto con la puerta del acompañante mantenida abierta para ella.
Vegeta se quedó mirando el espacio vacío en donde había estado Bulma. Cerró los ojos y tomó una respiración profunda por la nariz, saboreando su esencia.
Sacudiendo la cabeza, abrió los ojos.
—Bulma —susurró su nombre con reverencia al avión vacío—. Definitivamente no te veo como una hermana, y no creo que pueda permanecer fuera de tu camino, incluso si quisiera.
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