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Capítulo 29: Bulma

Tras dos horas cenando, Frost estaba finalmente listo para repartir las bebidas. Los asistentes sacaron dos bandejas. Se acercó y empezó a repartirlos. La última copa, se la entregó a Bardock.

Frost levantó la suya.

—Quiero brindar por una nueva era para nuestra especie. Ahora es nuestro momento. Espero que muchos de los miembros de nuestra manada encuentren a sus compañeros y seamos capaces de cargar a los cachorros una vez más. Por cada uno de ustedes.

Una onda de mutuo acuerdo fluyó a través de la sala mientras cada uno de ellos tomaba un trago de sus vasos. Frost vigiló a Bardock para asegurarse de que el Alfa bebiera bastante del vino para que este sea eficaz. Cuando lo vio drenarlo, tuvo que dominar la sonrisa que brilló en su cara.

Bardock miró a su compañera y sonrió.

—Te vez hermosa, Mina.

Gine se ruborizó.

—Todavía encantador, mi Alfa.

—Siemp... —Bardock intentó terminar la frase, pero de repente sintió un gran peso en el pecho y tuvo dificultades para respirar.

—Bardock. —La voz de Gine sonó preocupada mientras levantaba el rostro de su compañero para que la mirara. Ella jadeó cuando vio al lobo observándola de vuelta.

—Veneno —le dijo el lobo, y sus ojos rodaron hacia atrás mientras se derrumbaba.

Gine sólo tuvo un momento para darse cuenta de lo que había pasado antes de que ella misma no pudiera respirar. Era como si algo estuviera aplastando su pecho, tirándola hacia abajo.

Todo se puso oscuro y, también, cayó al piso.

Jadeos y gritos irrumpieron por toda la habitación mientras Número 17 se apresuraba al lado del Alfa caído.

—Hay pulso pero es débil. —Número 17 miró a Frost—. Rápido, encuentra a la doctora que Bardock trajo con su manada.

Frost asintió una vez y se volvió a susurrar al oído del miembro de su manada, que luego corrió fuera de la habitación.

Frost se volvió a donde yacían inmóviles Bardock y Gine. Tuvo que obligarse a sí mismo a actuar como si pareciera importarle. Ayudó a Número 17 y Ox a levantar al Alfa y llevarlo a la habitación contigua. Shapnner recogió la silueta inerte de Gine y suavemente la puso al lado de su compañero.

Ereza y Diana tenían lágrimas recorriéndoles por sus mejillas mientras veían.

El grupo vio cómo las formas de Bardock y Gine comenzaban a convulsionar.

—¡Qué alguien los ayude! —sollozó Ereza.

Shapnner envolvió a su compañera entre sus brazos y le susurró suavemente.

Ox, quien estaba respaldado en la puerta, casi fue derribado cuando Goku, Vegeta, Krilin, Bulla, y un montón de hembras llegaron corriendo a la habitación.

Bulma se detuvo bruscamente cuando vio a Bardock y Gine acostados en la cama grande, sus cuerpos convulsionando. Su mano cubrió su boca cuando sus ojos se llenaron de lágrimas. Pan se alejó de Caulifla rápidamente... una fuerza invisible la jalaba hacia la cama.

Cuando Pan se acercó, Goku se giró y gruñó, pero Bulla lo empujó.

—Déjala pasar —refunfuñó Bulla.

La habitación entera se sumergió en el silencio mientras Pan, en un estado parecido a un trance, se acercó a la cama. Subió al lado de Bardock y colocó su mano en su corazón. El cuerpo de él se calmó inmediatamente.

—¿Qué dem...? —Los murmullos cesaron a través de la habitación mientras que las bocas caían abiertas y las cejas se elevaban.

Pan se inclinó sobre Bardock y colocó su frente contra la de él. Ella cerró sus ojos y su respiración se hizo profunda y lenta, como si hubiera caído en un sueño profundo.

—Supongo que tenemos la confirmación —susurró Bulma en dirección a Bulla.

—¿Qué está haciendo? —gruñó Goku a la doctora mientras miraba a Pan.

—Es una sanadora —dijo Bulla con asombro—. La primera sanadora gitana en más de un siglo. En nuestra manada.

Los que tenían la edad suficiente para entender el significado de sus palabras se hincaron sobre una rodilla.

Bulma tiró de la manga de Vegeta. Sus ojos brillaban y pudo ver el sudor que se había roto en su frente.

—¿Por qué se arrodillan?

—Es un gran honor estar en la presencia de una sanadora. Otras manadas se arrodillarán en señal de respeto.

Después de lo que pareció una eternidad, Pan finalmente se sentó. Ella se volvió a Vegeta.

—Su cuerpo ha sido envenenado con una hierba. Es común en estos lares. Moonseed. —Sus ojos estaban desenfocados mientras hablaba.

—¿Cómo? ¿Quién haría esto? —gruñó Vegeta mientras miraba alrededor de la habitación. Se preguntó si miraba duramente sería capaz de ver la culpabilidad de los demás.

—Eso no importa ahora —continuó Pan en voz baja—. Necesita el antídoto. Se está desvaneciendo rápido, y Gine aún más rápido. Necesita Wolfsbane. Contrarrestará el veneno.

Caulifla dio un paso adelante.

—Sé cómo se ve la Wolfsbane. Puedo ir por algunos, crece en la ladera de la montaña.

Bulma miró a Milk y a Goku, vio el horror y el miedo en sus ojos. Estaba tan harta de que la gente siguiera hiriendo a quienes ella amaba. Vegeta se acercó a la cama mientras Pan bajaba para permitirle acercarse aún más. Mientras estaba distraído, Bulma se deslizó hacia Caulifla.

—Vamos, iré contigo —susurró en su oído.

Caulifla la miró y una pequeña sonrisa apareció.

—Está bien. —Ella asintió y ambas retrocedieron lenta y silenciosamente hacia la puerta. Nadie las miró. Todos los ojos estaban clavados en el Alfa caído y su compañera.

Caulifla y Bulma se apresuraron a través de la mansión.

—Vamos a necesitar una linterna para ti —le dijo Caulifla e hizo un pequeño desvío.

—¿Dónde vamos a encontrar linternas?

—Hay un cobertizo justo fuera de la puerta oeste. Estoy cruzando los dedos para hallar uno allí.

—Bien pensado.

°•°•°•°•°•°

Caulifla seguía echando un vistazo a Bulma por el rabillo del ojo, segura de que ella sería capaz de percatarse de su culpabilidad. Lograron salir por la puerta y dirigirse directamente al cobertizo, el cual tenía una luz brillando en la parte delantera, iluminando la entrada. Ambas se apresuraron y comenzaron a hurgar en los estantes.

—La tengo. —Bulma sonrió, sosteniendo una gran linterna industrial. Ella la encendió y brilló alrededor del lugar.

—Perfecto —concordó Caulifla—. Bien, vámonos antes de que Vegeta se dé cuenta de que te has ido.

Salieron del cobertizo y se dirigieron a la parte frontal de la finca, apresurándose para lograr salir por las puertas y adentrarse en la ladera de la montaña oscura.

Ambas chicas se estremecieron cuando el frío las golpeó, ninguna de las dos había pensado en tomar un abrigo en su apuro. Caulifla sabía que Frost se había asegurado en destruir todo el Wolfsbane cerca de la mansión, por lo que tendrían que caminar un buen rato para encontrarlo.

—¡OIGAN! Esperen.

Las cabezas de Bulma y Caulifla dieron vuelta para encontrar a Pan persiguiéndolas, con su propia linterna en mano. Por supuesto que Pan pensaría en conseguir una linterna, ella siempre estaba preparada.

—¿Pan, qué haces? —preguntó Bulma de prisa.

—Te vi moverte sigilosamente. Puedo ayudar. Sé qué hacer una vez que encontremos la hierba. Tiene que ser preparado de cierta manera especial.

Caulifla entrecerró los ojos hacia ella.

—¿Qué quieres decir?

—Las pequeñas hojas tienen que ser separadas y empapadas en agua salada caliente para sacar las propiedades curativas. Si sólo aplastas la planta y la mezcla en el agua no valdrá nada.

—Está bien, pero ten cuidado —refunfuñó Bulma.

—Oh, eres la que habla de tener cuidado —chasqueó Pan desde atrás.

Caulifla comenzó a andar más rápidamente y Bulma y Pan tuvieron que alargar sus zancadas para mantenerse a su lado.

—Probablemente vamos a tener que andar lejos. Pienso que si nos separamos entonces vamos probablemente a encontrarlo más rápido.

—Divide y vencerás, suena como un plan.

—Pan, ve al extremo izquierdo —le dijo Caulifla y señaló en la dirección que quiso decir—. Bulma, ve al extremo derecho, yo iré directo. Busquen una planta con hojas verdes oscuras y una flor morada.

—Oscuro y morado. Bien, hagámoslo.

Bulma se dirigió en la dirección que Caulifla había instruido.

Ella iluminó su linterna en el suelo, lado a lado, barriendo a través de los arbustos. Todo el rato murmurando: "morado, morado, oscuro, oscuro," bajo su aliento.

Bulma había caminado durante media hora cuando sintió un escalofrió recorrer su columna. Se detuvo a media zancada y lentamente se dio vuelta en círculo. Mirando hacia los árboles, apuntó la luz hacia el follaje. Alguien la estaba siguiendo. No, alguien la estaba acosando.

—¿Quién está ahí? —Bulma continuó enfocando la luz y entrecerró sus ojos, tratando de penetrar la oscuridad. De repente una forma oscura arremetió contra ella. Se le cayó la linterna al levantar sus manos y proteger su cara. Fue golpeada bruscamente, sacando el aire de sus pulmones. Su cabeza salió despedida hacia atrás y escuchó un crujido cuando su cráneo golpeó algo duro. Lo último que vio antes de que la oscuridad la consumiera fue unos dientes afilados y ojos brillantes.

°•°•°•°•°•°

El lobo que era Caulifla agarró la pierna del pantalón de Bulma y comenzó a tirarla hacia lo más profundo en las montañas.

La arrastró constantemente por varios kilómetros hacia la profunda caverna que había encontrado. La loba puso a Bulma boca arriba justo en el borde de la misma. Luego Caulifla gradualmente volvió a su forma humana; tembló ante la pérdida de su pelaje, pero rápidamente se sacudió y agarró los cubos de orina de lobo que Frost había insistido que tomara, los cuales había escondido el día anterior.

Ella volvió al lado de Bulma mientras ésta comenzaba a gemir y a volver en sí.

—Diablos —gimió Bulma.

—Lo siento, Bulma. Lo siento, pero tengo que hacer esto. —Caulifla empujó las piernas de Bulma sobre el borde de la caverna.

Bulma jadeó y sus brazos se estiraron temblando en busca de algo, cualquier cosa. Caulifla le dio otro empujón y Bulma se deslizó sobre el borde. Su estómago se raspó contra la piedra mientras que su camiseta se subía; sus uñas se rasgaron mientras trataba de agarrar algo para no caerse.

Bulma se deslizó más y más, sus pies empujándose hacia cualquier roca que pudiera darle un punto de apoyo. Finalmente sintió una raíz que sobresalía y la agarró, aferrándose desesperadamente de esa cuerda vital. Ella miró hacia arriba y apenas pudo ver a Caulifla en la oscuridad, inclinándose sobre el borde, con un cubo de algo en la mano.

—¿Por qué haces esto? —preguntó Bulma, su voz apretada del miedo y la tensión de sostenerse.

—No entenderías. —Caulifla tenía lágrimas por sus mejillas—. Tienes a tu compañero. ¿Cómo podrías entender?

—Pruébame —gruñó Bulma.

Caulifla limpió sus lágrimas.

—Estuve enamorada. Él era humano.

La boca de Bulma cayó abierta.

—¿Y tu compañero?

—¿Qué pasa con él? —escupió Caulifla—. No lo veo por aquí. ¿Y tú, Bulma? Quién sabe cuánto tiempo tarde hasta encontrarlo. Podría tardar siglos, sin embargo, Bardock espera que viva sola, vacía.

—Él sabe que sólo tu compañero hará que el vacío desaparezca, Caulifla —dijo suavemente Bulma, tratando de razonar con la loba enfurecida.

—Era feliz con Cabbe. Me hacía reír. —Los ojos de Caulifla se nublaron mientras que los recuerdos llenaban su mente. Luego su rostro se oscureció—. Bardock lo descubrió e hizo enviar a Cabbe a los Estados Unidos. Me prohibieron verlo, o a cualquier otro ser humano. Ya no estar más bajo el mando de Bardock es la única manera en que puedo estar con Cabbe.

—¿Lo envenenaste? —Los ojos de Bulma se ampliaron mientras su respiración se aceleraba.

—No. Frost lo hizo. Frost accedió a dejarme unir a su manada, y si no encuentro a mi compañero entre ellos, accedió a dejarme ir a Estados Unidos para encontrarme con Cabbe. Me dijo que tenía que deshacerme de ti. Piensa que al deshacerse de ti se estará encargando también del Beta. Vegeta se matará por pelear contra la manada de Frost o morirá buscando tu cuerpo. También tiene planes para Goku... se implementarán con el tiempo también.

Bulma no podía creer lo que estaba oyendo. Sus brazos estaban cansándose y empezaban a temblar. Tenía que intentar que Caulifla cambiara de alguna manera su opinión.

—Caulifla, no tienes que hacer esto. Podrías dejarme ir y solo marcharte. No se lo diré a nadie.

Caulifla se rió.

—Frost me mataría si no terminara la tarea que me ha dado. Lo siento, Bulma. De verdad me agradas, pero amo a Cabbe, y no voy a desperdiciar mi vida esperando por un compañero que nunca podría encontrar.

Empezó a inclinar el cubo de líquido y Bulma sintió nauseas mientras el hedor golpeaba su nariz un segundo antes de que el frío fluido la empapara. Bulma escupió y tosió, tratando de que no entrara en su boca.

—Lamento la orina, pero Frost insistió —le dijo Caulifla mientras recogía otro cubo y lo vertía—. Dijo que cubriría tu aroma y que les llevaría más tiempo encontrarte.

Las manos de Bulma comenzaron a deslizarse mientras que la raíz en la cual se sostenía empezaba a deslizarse por la orina. Ella trató de ahogar el grito que salió cuando se resbaló, ganando solo su alcance en el último segundo.

—Harías cualquier cosa para estar con Vegeta, Bulma. Eso es lo que tengo que hacer para estar con Cabbe.

—Vegeta es mi compañero, Caulifla. No es lo mismo. No estarás satisfecha con el humano. —Bulma intentó otra vez, pero sabía que era inútil mientras Caulifla se paraba.

—Me tengo que ir, no quiero que ellos vengan a buscarme. Ruego para que tu muerte sea rápida y así no sufras. —Y luego ella se había ido.

Bulma miró arriba hacia la oscuridad, comprendió justo antes de que sus manos se deslizaran que ella iba a morir. Una lágrima se deslizó por su mejilla mientras que su agarre se aflojaba en contra de su voluntad.

Gritó roncamente mientras caía. No fue tan profundo como pensó, la caída no duró mucho, pero no suavizó el aterrizaje. Ella golpeó el duro suelo y una vez más, la oscuridad asumió el control.

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