Capítulo 28: Bulma
Vegeta abrió la puerta de la habitación de Bulma y le hizo señas para que entrara. Él no había hablado desde el gimnasio. No confiaba en sí mismo. Sin mencionar que su lobo le hacía morderse la lengua, ya que, a pesar de que estaba enfadado, no permitiría que Vegeta hiriera a Bulma con sus palabras.
Una vez dentro, ella se acercó a la cama y se dejó caer. Rodó sus hombros en derrota. Odiaba verla de esa manera, pero no pudo librarse de la imagen de ella apenas vestida delante de esos hombres desnudos.
—¿Por qué? —le preguntó, con voz ronca, mientras trataba de mantener a su lobo bajo control.
Bulma lo miró, sin lágrimas en los ojos, solo simple determinación.
—Tenían que aprender a no meterse conmigo y con los míos.
Vegeta gruñó.
—Es mi trabajo protegerte y defender tu virtud.
—¡Y un demonio que lo es! —gruñó ella—. Es mi virtud, Vegeta. ¡La palabra clave es MÍ! No me voy a sentar como una pequeña compañera obediente cuando alguien intenta algo contra mí. O contra ti, para el caso.
Vegeta gruñó.
Bulma se puso de pie y caminó hacia él, pero él se dio la vuelta. Estaba demasiado enojado para su tacto. Su espalda no la detuvo.
—Siento haberme guardado esto de ti —le dijo mientras lo envolvía entre sus brazos desde atrás—. Siento haberte lastimado. Lamento haberte preocupado. Si te sirve de consuelo, ésta será probablemente la última vez que me quite la ropa en público.
El pecho de Vegeta retumbó.
—¿Probablemente? —gruñó.
Ella sonrió mientras frotaba la cara contra su espalda.
—Bueno, no voy a poner mi sueño de ser una chica de espectáculo de Las Vegas en un segundo plano por el momento.
Bulma esperó mientras el lobo de Vegeta lentamente se calmaba a medida que ella lo abrazaba. Finalmente, él se volvió hacia ella. Puso sus manos a cada lado de su rostro, empujando mechones de cabello azul fuera del camino. Pasó el pulgar suavemente por su labio inferior y Bulma sintió que se quedaba sin aliento.
—Te he necesitado, y te eché de menos —susurró Vegeta.
Bulma no habló. No podía mientras la sostenía hipnotizada por sus brillantes ojos negros. Él se inclinó hacia adelante e inhaló profundamente. Sus ojos se cerraron mientras su pecho retumbaba a medida que gruñía.
Luego, sus labios estaban sobre los suyos. Suaves al principio, pero luego deslizó la lengua por sus labios y Bulma se quedó sin aliento ante el contacto. Vegeta comenzó a retroceder hasta que Bulma sintió la cama contra la parte posterior de sus piernas. Él la puso de espalda sobre la cama, cubriendo su cuerpo con el suyo, nunca rompiendo el beso. Las manos de Bulma subieron por su propia voluntad y pasó los dedos por su cabello, suspirando ante la suavidad.
Vegeta la apretó con más firmeza en el colchón y ella sintió su mano en su pantorrilla. Poco a poco pasó la mano a la parte posterior de su muslo, tirando de su cuerpo más cerca hasta que su mano ahuecó su trasero.
Bulma gimió al sentir su mano sobre ella, no es que ella nunca hubiera tenido a un hombre poniendo su mano en su trasero, pero esto era diferente. Muchísimo más íntimo y posesivo. Vegeta dejó rastros de besos por sus mejillas, su cuello, hasta su clavícula mientras Bulma trataba de recuperar el aliento.
Cuando él le mordisqueó, ella jadeó. El sonido se abrió paso entre la niebla de deseo que había nublado la mente de Vegeta. Se echó hacia atrás y la miró a los ojos, acariciando suavemente su rostro con las yemas de los dedos.
—Deberíamos parar —susurró mientras trazaba sus labios rojos y húmedos en un estado de trance.
—Ajá —murmuró Bulma.
—Bulma —gruñó Vegeta—. Dime que me detenga.
Bulma cerró los ojos con el fin de escapar de su abrasadora mirada negra. Respiró hondo y soltó el aire lentamente. Aclarando su garganta, por fin pudo hablar.
—Vegeta, quiero que te detengas. —Ella abrió un ojo para echar un vistazo hacia él—. ¿Cómo estuvo eso?
Una sonrisa amenazaba con cruzar sus facciones.
—Casi convincente.
Un pensamiento golpeó en la mente de Bulma mientras consideraba lo que él le estaba pidiendo que dejara de hacer.
—¿Eres virgen?
Vegeta sacudió la cabeza y se echó a reír.
—Eres muy contundente, ¿no es así?
Bulma arqueó una ceja.
—Bulma, tengo 125 años de edad —le dijo, como si eso lo explicara todo.
—Eso no es una respuesta —gruñó ella. Entonces otro pensamiento la golpeó—. ¿Debería espantarme que seas tan viejo?
—Si quieres que lo explique detalladamente como una ciencia, realmente un Canis Lupis envejece un año por cada seis de un humano. Tengo más como veinte en "tus años", en un sentido. Si alguien debería espantarse ese debería ser Milk. Goku tiene solo tres.
Eso hizo reír a Bulma.
—Oh, esto es demasiado divertido. Definitivamente voy a tener que meter eso en su cabeza. —Luego se tornó seria—. Bien, entonces veinte los puedo manejar. Ahora, Capitán Evasor, responde a la primera pregunta.
—No.
Bulma parecío desconcertada.
—No. ¿Te niegas a responder?
Vegeta gruñó.
—No, la respuesta a la pregunta es no.
Bulma se limitó a mirarlo, no muy segura de cómo responder. Sabía que no debía escandalizarse, pero no pudo evitar sentir el dolor que cruzó su corazón por su respuesta.
—¿Estás bien? —preguntó Vegeta con suavidad.
—¿Cuándo fue la última vez? —le preguntó en voz baja, y Vegeta gimió.
—¿Realmente quieres hacer esto?
—¿Cuándo, Vegeta?
Él inclinó su cabeza de vuelta para que lo mirara cuando ella trató de rehuir.
—Ya han pasado cinco años.
La boca de Bulma se abrió.
—Oh. —Sus ojos se movieron hacia el techo.
Vegeta le acarició la mejilla con suavidad.
—¿Estás bien?
Después de un momento, ella inhaló a través de sus dientes apretados.
—Bueno, yo nunca pensé que saldría con un perdedor... ¿Cinco años? —Sus ojos se encontraron con los suyos ahora, formándosele una sonrisa burlona—. Realmente sobrestimé tu sensualidad.
Él rodó alejándose de ella y pasó su brazo sobre su cara.
—Eres exasperante, mujer.
—Eso es lo que te gusta de mí. —Vegeta gruñó sin comprometerse—. Así que... ¿significa eso que ya no estás enojado conmigo? —preguntó Bulma esperanzada.
Él levantó el labio en una mueca, y ella pudo ver sus colmillos todavía desplegados.
—Voy a tomar eso como un "Cuando se congele el infierno". Es bueno saber.
Luego, aleatoriamente:
—¿Acaso Matty —gruñó Vegeta el nombre—, te tocó?
Ella se echó a reír.
—¿De verdad aún estás perturbado por eso? —Cuando él no respondió, ella resopló y puso sus ojos en blanco—. Nos besamos, pero eso es todo. Y solo lo hice para mantenerlo ocupado de modo que Pan pudiera escaparse de allí.
Vegeta la tomó por sorpresa cuando estuvo sobre ella una vez más, su boca cubriendo la suya.
De repente, la puerta de la habitación de Bulma se abrió de golpe, y Vegeta rodó lejos de Bulma con un aullido de dolor y rabia.
Bulma se incorporó y vio a un muy asustado Liam en su puerta. Sintió un tirón en su interior, casi como un ligamiento siendo estirado, pero no estaba ni de cerca dolorida como Liam y Vegeta obviamente estaban.
Vegeta gruñó mientras se forzaba a ponerse de pie.
—¿Qué le ha pasado? —apretó sus dientes.
Liam negó con la cabeza, visiblemente luchando a través de su propio dolor.
—Se desplomó en la cena que estaba teniendo con los otros Alfas. Gine cayó a su lado. —Los ojos del lobo lucían cada vez más salvajes cuanto más hablaba.
Vegeta agarró la mano de Bulma y se dirigió hacia Liam.
—¿Dónde está Goku?
—Él está de camino con Milk a la suite... —jadeó—... donde es la cena —explicó Liam mientras se dirigían hacia las escaleras.
Bulma se detuvo cuando dos puertas se abrieron y Natasha, Caulifla, y Pan salieron al pasillo.
Natasha y Caulifla estaban dobladas de dolor.
Vegeta gruñó de nuevo, apoyándose a sí mismo en la barandilla de la escalera. Bulma le soltó la mano y corrió a ayudar a las chicas.
—¿Qué ha pasado? —Natasha se estremeció.
—Bardock ha caído —les dijo Vegeta, todavía luchando por el dolor—. Bulma, tú y las otras hembras métanse en una habitación y cierren la puerta.
Bulma lo miró a los ojos.
—No, yo voy contigo. Todas vamos contigo. —Cuando él empezó a interrumpir, ella lo cortó—. Pan podría ser capaz de ayudar.
Vegeta entrecerró los ojos.
—¿Cómo?
—Ella es una sanadora gitana. Puede curar a los hombres lobo.
Tanto la cabeza de Liam como la de Vegeta giraron para mirar a Pan, con sus bocas abiertas. Pan parecía como si quisiera meterse en un agujero.
—¿Cómo sabes eso? —preguntó Vegeta.
Pan comenzó con:
—No ha sido confi... —pero Bulma habló sobre ella.
—Ella identificó la hierba que evita que los lobos cambien sin siquiera buscarla. Ella simplemente lo supo. Bulla dijo que eso es solo un don que las sanadoras gitanas tienen y que no ha habido una en una manada en más de un siglo.
Vegeta no podía creer lo que estaba oyendo. ¿Cuáles eran las probabilidades de que una mestiza, una latente, y una sanadora gitana terminaran siendo las mejores amigas y todo en la misma manada? El destino realmente tenía sus manos en la Manada Rumana.
—Está bien, vamos —reconoció—. Pero no te quiero fuera de mi vista.
Bulma asintió una vez, y luego comenzó a ayudar a Natasha a caminar. Pan y Caulifla las siguieron mientras Liam abría la marcha.
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