Capítulo 27: Bulma
Frost contestó el teléfono celular que vibró en su bolsillo.
—¿Qué? —le espetó a su contacto—. Entonces, ¿has encontrado un lugar para llevarla? ¿Conseguiste la orina para verter sobre ella? —Él escuchó—. Entiendo que pienses que es desagradable, pero sería inútil ocultarla si ellos pueden olfatearla. La orina lo enmascarará. Haz lo que te pido. Sabes el precio que tendrás que pagar si no lo haces. —Golpeó el botón de finalizar y se metió el teléfono en el bolsillo.
Salió de la suite hacia el área contigua que se había establecido como un comedor, y vio cómo dos de sus hembras apareadas preparaban la mesa para la cena que se llevaría a cabo en menos de una hora. Se había asegurado de cada detalle con mucho cuidado, hasta el momento en que le entregaría a Bardock, el Alfa más grande en dos siglos, la bebida fatal.
Frost sonrió para sus adentros al pensar en la forma en que la semana se había desarrollado. El Beta de Bardock estaba encerrado, y todos estaban tan distraídos por la situación con él y la americana que no tenían ni idea de que había un traidor entre ellos.
Se acercó al mini bar y se sirvió una copa. Él la levantó en el aire mientras susurraba en voz baja:
—Por una noche para recordar. —Se bebió el licor de un trago, saboreando el ardor que causó en su garganta.
Un golpe en la puerta se escuchó, sacándolo de su ensimismamiento. Hizo un gesto a una de las hembras para abrirla.
Shapnner y su compañera Ereza entraron.
—Shapneer. —Frost inclinó la cabeza hacia el Alfa de la manada de Hungría, a continuación, se acercó a su compañera—. Ereza. Te ves encantadora, como siempre. —Le tomó la mano y suavemente depositó un beso en ella.
—Gracias, Frost. —Ereza sonrió genuinamente—. Nos sentimos honrados de ser tus invitados y honrados de ser incluidos en este monumental evento. Es hora de que dejemos de pelear entre las manadas y unamos fuerzas para ayudar a nuestra especie a sobrevivir.
—Hablas como una verdadera hembra Alfa.
Continuaron con una pequeña charla a medida que cada Alfa y su compañera llegaban. Bardock y Gine fueron los últimos, ambos caminando con la confianza que viene con el hecho de gobernar desde hace dos siglos. Frost se obligó a sonreír y mostrar efusión con Gine así como lo había hecho con las otras hembras. Se recordó que esta sería la última vez que tendría que ver a la pareja envuelta en su propio poder. Ese pensamiento fue suficiente para provocar una sonrisa sincera cuando él los invitó a todos a sentarse alrededor de la mesa.
Él planeó para ellos una cena tranquila, para dar a Bardock y su compañera una buena última cena antes de que dejen esta vida. Luego él personalmente entregaría a cada pareja una copa de su vino más antiguo y más caro. El veneno comenzaría a inundar el sistema de Bardock en menos de media hora de consumirlo, y todo el infierno se desataría.
°•°•°•°•°•°
—No puedo creer que ese cobarde gallina llorara cuando lo pinché con la punta de mi espada —gruñó Bulma mientras ella y las otras cuatro mejores amigas subían las escaleras para reunirse en su habitación. Habían terminado de cenar hace un par de horas y habían estado sentadas alrededor, dándole a la lengua cuando Milk miró su teléfono y se dio cuenta que faltaban solo cuarenta y cinco minutos para que Bulma, Natasha y Caulifla supuestamente debían encontrarse con los machos en el gimnasio.
—Bulma, cortaste su muñeca. Eso es un poco más que un pinchazo —señaló Pan.
—Se curó en menos de un minuto. Podría entender su lloriqueo si le hubiera cortado la mano, pero en serio.
Natasha y Caulifla se rieron de Bulma a medida que todas se amontonaban en su habitación.
Bulma inmediatamente se dio la vuelta y señaló a Milk y Pan.
—Bien, ustedes dos tienen que encontrarse con Liam y Bulla en —miró su teléfono—, veinte minutos en el consultorio de Bulla. —Se volvió hacia Natasha y Caulifla—. Creo que deberíamos usar trajes de baño bajo la ropa. De esa forma, si la capa superior sale, no estaremos mostrando los calzoncillos.
—Está bien, nos vamos a cambiar y nos encontraremos aquí en quince minutos —le dijo Natasha a medida que ella y Caulifla se iban. Bulma les hizo un gesto en dirección a su armario.
—Está bien, Bulma. Nos vamos —gritó Milk mientras ella y Pan se dirigían a la puerta.
—Espera, aguarda. —Bulma asomó la cabeza alrededor de la puerta del armario—. ¿Qué le dijiste al hombre lobo que estarías haciendo esta noche?
—Que estaría pasando tiempo con Pan. Lo cual no es realmente una mentira.
Bulma sonrió, pero fue triste.
—Lamento que hayas tenido que ocultarle esto a él.
Milk se encogió de hombros.
—Me consuela saber que Vegeta va a patear tu trasero cuando todo termine.
Pan rió.
—Gracias por eso, Milk —se quejó Bulma.
—Es mejor ser realistas. —Milk se despidió cuando ella y Pan se fueron.
Bulma se detuvo en su armario, contemplando cuán enojado iba a estar el Beta.
—No será bonito, eso es seguro —murmuró mientras continuaba la búsqueda de su ropa.
Veinte minutos más tarde, Bulma, Natasha y Caulifla se sentaban en medio del gimnasio con una baraja de cartas, vasos que habían robado en la cena, y un poco de vodka que Liam había adquirido de alguna forma a escondida. Habían puesto las almohadas de sus camas alrededor de un círculo para descansar en ellas, y Bulma había establecido su iPhone para reproducir música de club. Natasha logró averiguar cómo encender solo la mitad de las luces, así que no estaba tan brillante, pero un suave resplandor caía sobre el piso.
—Bien, ahora solo tenemos que... —Antes de que Natasha pudiera terminar su frase, la puerta del gimnasio se abrió y entraron cuatro lobos.
—¿Dónde está el quinto hombre? —preguntó Bulma con un guiño.
—El Alfa tenía un asunto para que él se encargara, así que señoras, tendrán que conformarse con nosotros cuatro —respondió Barry.
—Estoy segura de que nos las arreglaremos de alguna manera —coqueteó Natasha.
Bulma indicó dónde debían sentarse y Caulifla les pasó los vasitos de chupitos.
—Bueno, vamos a empezar esta noche de inmediato. —Bulma levantó su copa llena con suficiente vodka para tomar de un trago—. ¡Por una noche para recordar!
Todos levantaron sus copas y los tintineos llenaron la habitación mientras ellos brindaban conjuntamente y bebían.
Bulma vigiló a los cuatro lobos para ver si había algún indicio que se habían dado cuenta que sus bebidas estaban alteradas. Ella sonrió cuando sostuvieron sus vasos en alto por otro trago. Natasha llenó los chupitos a medida que Bulma comenzaba a barajar.
—Bien, entonces, ¿saben cómo jugar al póker?
—Buscamos los detalles básicos en Internet —le informó Dominic.
Bulma miró a Natasha y Caulifla por el rabillo del ojo.
—Excelente —es lo que salió de sus labios, pero estaba pensando: Como quitarle un dulce a un bebé.
Repartió las cartas.
—Vamos a mantener la sencillez y jugar a cinco cartas. Ahora bien, al igual que en un juego regular, ustedes pueden optar por retirarse, pueden hacer un farol, y pueden pedir. Ya que no estamos jugando por dinero, la manera más fácil de determinar cómo van a quitarse la ropa se basa en las apuestas. Por ejemplo, si apuestan un dólar eso sería igual a un calcetín. Si estuvieran apostando cinco dólares eso sería una camisa, y así sucesivamente. ¿Tiene sentido?
—Así que, ¿cuanto mayor sea la apuesta, más íntima será la ropa que se retire? —preguntó Barry.
—Exactamente. —Bulma sonrió.
—Realmente has pensado en esto, ¿cierto? —preguntó Fuwa.
—Nosotros los occidentales nos tomamos nuestro póker muy en serio, sin importar el método de pago. —Repartió las cartas en la mesa y recogió las suyas. Todo el mundo hizo lo mismo y miraron a sus manos—. Bueno. Entonces, que empiece el jugador a mi izquierda... Natasha, has tus apuestas. —Bulma la miró expectante.
Más temprano, Bulma les había dicho que se quedaran en el juego solo cuando la apuesta fuera menos de cinco dólares, y doblaran en cualquier otro momento. A ella no le gustaba presumir, pero sabía de póker. Tendría a estos chicos en sus calzoncillos en cualquier momento. Haría las grandes apuestas para atraerlos, y sin importar el hecho de que fueran lobos, ellos eran hombres y ella era solo una chica. Ellos no querrían doblar las apuestas... ya sea que eso los hiciera parecer inseguros y débiles.
Bulma le había sonreído a Natasha y Caulifla entonces, y las hizo reír cuando puso a reproducir "The Gambler" de Kenny Rogers. Caulifla tuvo que preguntar:
—¿Es que ustedes los norteamericanos tienen una canción para todo?
Su respuesta había sido:
—Deberías ver nuestra televisión real.
Natasha plantó su apuesta.
Y así comienza, pensó Bulma.
°•°•°•°•°•°
—Está bien, vamos. —Liam se frotó las manos con nerviosismo.
—¿Estás bien Liam? —preguntó Pan—. Pareces un poco nervioso.
Liam la miró y sonrió.
—Pregúntame después que sobreviva a esto con mi virilidad intacta.
Pan se sonrojó y rápidamente siguió a Milk.
Llegaron a la parte inferior de la escalera en el lado este de la mansión. Las habitaciones de la manada de Serbia estaban cerca.
—Está bien. —Señaló Liam—. Iré con ustedes y me aseguraré que las habitaciones están vacías. Entonces Bulla y yo iremos a esperar debajo de las ventanas para que ustedes comiencen a arrojar las mercancías.
Milk asintió. Pan se estremeció.
—Creo que voy a vomitar.
Milk la agarró por los hombros.
—Resiste, Pan. Conseguiremos esto, ¿de acuerdo?
—Conseguiremos esto —repitió Pan, sonando de todo menos confiada.
Liam probó el pomo de la puerta de la primera habitación que él sabía que era de Barry y Dominic. Se abrió suavemente en un interior oscuro. Sonrió.
—Está despejado, señoritas. —Él les hizo señas dentro—. Voy a ver las otras dos y seguiré mi camino. Ustedes dos dense prisa, ¿de acuerdo?
Pan y Milk asintieron a medida que empezaban a entrar en el cuarto oscuro.
Milk se fue en línea recta hacia el armario, mientras que Pan comenzó a quitar las sábanas de las camas.
—Realmente creo que deberíamos estar usando guantes para esto. —Pan se estremeció cuando tiró las sábanas y las enrolló en una bola.
—Oye, deja una de esas sábanas desenrolladas. Podemos poner toda la ropa en una pila en la sábana y arrojar todo junto —gritó Milk desde el armario.
—Buena idea.
Milk salió del armario, con los brazos llenos de ropa.
—Hagamos esto.
Pan rió. Se acercó a la ventana y la abrió. Luego dio un codazo a la pantalla mosquitera y esta cayó tres pisos más abajo, donde estaban Bulla y Liam.
Liam las saludó y les hizo señas para que ella comenzara a arrojar las cosas hasta abajo. Pan sonrió y le dio un pulgar en alto. Ella agarró el primer conjunto de sábanas y las arrojó fuera. Miró hacia abajo y vio a Bulla recogerlas y ponerlas en una carretilla.
De ahí en adelante trabajaron como una máquina bien engrasada. Milk corrió alrededor agarrando todo lo que posiblemente pudiera cubrir una parte del cuerpo, Pan lo tiró por la ventana, y Liam y Bulla lo agruparon en una carretilla.
Cinco minutos más tarde, se movían a la habitación de al lado.
Pan empezó a tirar las sábanas de las camas de nuevo mientras Milk destrozaba una versión susurrada de "Heartless". Pan se unió a ella mientras trabajaban.
En el tercer y último cuarto, Pan se asomó por la ventana mientras dejaba caer el último artículo de ropa.
—¿Cómo se está viendo la hoguera? —susurró tan fuerte como pudo.
Liam sonrió.
—¡Va a ser épico!
Ella se rió mientras Milk la jalaba de vuelta.
—Vamos, Pan. No tenemos tiempo para coquetear.
La boca de Pan cayó abierta.
—Definitivamente no estaba coqueteando.
—Solo sigue diciéndote eso, cariño. Tal vez cuando Bulma se convierta en una monja será verdad. —Se echó a reír mientras tiraba de Pan fuera de la habitación y bajaban las escaleras. Se apresuraron en dirección al gimnasio.
—Me pregunto, ¿qué tan lejos han llegado en el juego? —preguntó Pan.
—No debería tomar mucho tiempo. Bulma dijo que estaban jugando a cinco cartas con descarte. Eso es un juego bastante rápido de póker. —Milk aceleró el paso mientras pensaba en cómo Bulma podría estar sentada allí, tratando de mantener a los hombres lobo desnudos ocupados.
Lograron llegar al gimnasio y miraron por las ventanas de las puertas. Milk se asomó silenciosamente y casi se muere de la risa.
—¿Qué? ¿Qué está pasando? —Pan dio un tirón en la manga de Milk.
Sacudiéndose con risitas silenciosas, señaló a la ventana.
Pan silenciosamente miró por el borde de la ventana y rápidamente se cubrió la boca por lo que vio.
Natasha y Caulifla se sentaban, viéndose bastante incómodas, en sus trajes de baño. Frente a ellas, cuatro hombres disgustados sentados con nada más que calcetines. Habían tomado las almohadas y las colocaron sobre sus regazos. Bulma no se veía mucho más feliz cuando ella tiró de su camisa sobre su cabeza. Aunque, todavía tenía sus pantalones.
Milk sacó su teléfono y envió un mensaje a Liam para hacer que trajera su trasero hasta aquí y ayudara a ir de puerta en puerta para anunciar la fiesta.
Pan y Milk se fueron rápidamente y casi chocaron con dicho lobo.
—¡Whoa! Entonces, ¿estamos bien? —Él sostenía los volantes en sus manos y le entregó a cada chica una pila.
Milk asintió.
—Démonos prisa. ¿Has visto alguna señal de Vegeta?
Liam negó con la cabeza.
—No, así que será mejor mover nuestros traseros.
Todos despegaron a la carrera, dirigidos a las escaleras. Llegaron a la segunda planta y de inmediato comenzaron a llamar a las puertas. Al abrirse las puertas sonrieron y empujaron volantes en las manos de los ocupantes.
Cuando llegaron al final de la segunda planta y estaban en camino a la tercera, Milk envió a Bulma un texto, haciéndole saber que los animales estaban en movimiento. Los hombres y mujeres lobo ya estaban dirigiéndose hacia el gimnasio. Luego rápidamente escribió un mensaje de texto a Bulla que decía: "nena, enciende mi fuego", y se rió disimuladamente mientras golpeaba enviar.
Milk y Pan se habían adelantado a Liam, tratando de repartir tantos volantes como fuera posible antes de que lo inevitable pasara.
Liam finalmente las alcanzó y tomó el resto de los volantes.
—Ustedes dos adelántense y salgan de aquí. Tengo un mal presentimiento.
Milk se veía alarmada.
—¿Qué pasa?
Él las empujó.
—Solo váyanse. Y dense prisa.
Las chicas no le preguntaron de nuevo, sino que se unieron a la multitud de Canis Lupis caminando por las escaleras.
Liam entregó el último volante y se fue. Había bajado el último escalón de la escalera, cuando de repente una mano agarró su cuello.
—¿Por qué hay un incendio en el jardín delantero?
—Oh. Hola, Beta. —Liam rió nerviosamente—. Te dejaron salir. ¿Fue por tu buen comportamiento, o...?
Vegeta dio un paso hacia él y gruñó.
—Responde a la pregunta, Liam.
—El fuego... está bien, bueno. Verás, lo que sucedió... lo que pasa... mierda. —Él gimió y decidió que sería mejor simplemente ceder—. Bulma está quemando la ropa, las sábanas, y todas las cosas de los machos sin pareja de la manada de Serbia —escupió Liam finalmente.
Vegeta lo miró como si le hubiera crecido una segunda cabeza.
—¿En dónde está mi compañera ahora? —La voz de Vegeta fue tranquila, demasiado tranquila.
—Um, obteniendo el resto de su ropa.
—¿De dónde?
—De, uh, los, um, machos. —Liam estaba tratando de detenerlo tanto tiempo como podía, esperando que Bulma ya estuviera fuera de la habitación.
—¿Cómo está consiguiendo la ropa de ellos, Liam? —Los ojos de Vegeta estaban brillando y sus colmillos descendieron.
—Es algo así como una historia divertida, en realidad. Verás, Bulma, Pan, Natasha, Caulifla y Milk...
—¿¡CÓMO!? —gruñó Vegeta.
—Están jugando strip póker. —Liam dio varios pasos hacia atrás mientras su Beta luchaba por controlar a su lobo—. Si te hace sentir mejor, Bulma está ganando. Creo. —En retrospectiva, decidió que tal vez esa última parte no era realmente de ayuda.
Vegeta extendió la mano y lo agarró por el pescuezo y lo empujó hacia adelante.
—Llévame a ella.
°•°•°•°•°•°
Bulma escuchó que su teléfono dejó escapar un pequeño pitido. Ella colocó su actual mano de cartas boca abajo en el suelo delante de ella, y comenzó a estirarse, levantando sus brazos por encima de su cabeza.
—Chicos, necesito un descanso solo por un segundo. ¿Qué tal otro trago?
Los lobos enfrente de ella tenían los ojos pegados a su figura mientras se arqueaba y se estiraba. Todos asintieron al unísono, pero no hablaron. Bulma sonrió a Natasha, quien simplemente se rió entre dientes mientras servía otra ronda de tragos.
Mientras Bulma siguió estirándose, se inclinó hacia Caulifla. Ella se acercó a su oído y susurró:
—La caballería está en camino.
Caulifla hizo un leve movimiento de cabeza y sonrió a los hombres mientras tomaban sus tragos.
Bulma miró a su cuerpo medio vestido. Hombre, eso estuvo cerca, pensó.
Cuando la puerta del gimnasio se abrió de golpe y sus oídos se encontraron con el ominoso silencio, supo que había hablado demasiado pronto.
°•°•°•°•°•°
Vegeta y Liam llegaron a la puerta del gimnasio y Vegeta tuvo una sensación de déjà vù.
—Si mi compañera está en el otro lado de esa puerta... —murmuró la amenaza sin terminar.
Varios lobos se habían reunido y estaban mirando por la ventana. Hubo un murmullo a través de la multitud de: "¿Están desnudos?" junto con risitas y carcajadas.
El Beta gruñó y la multitud de abrió como el mar rojo. Vegeta caminó lentamente hacia adelante, y cuando llegó a la ventana, tuvo que clavar sus garras en las palmas de sus manos para evitar entrar en fase por lo que vio. Todos los lobos a su alrededor cayeron de rodillas mientras su poder se vertía sobre ellos.
Se volvió hacia la multitud.
—Todos vuelvan a sus habitaciones. Ahora. —Su tono tranquilo no ocultaba la rabia dentro de él. Sin decir una palabra, los lobos se levantaron y salieron rápidamente.
Vegeta miró a Liam, quien seguía de rodillas.
—Levántate —le dijo con voz ronca—. ¿Sabías que ella iba a hacer esto? ¿Sabías cómo me sentiría al respecto y le permitiste hacerlo de todos modos? —Sus ojos brillaban y estaba luchando con cada respiración para evitar que su lobo golpeara al cachorro delante a él.
—Asumo toda la responsabilidad —le dijo Liam con firmeza.
—Voy a tratar contigo cuando haya terminado con ella. —Vegeta lo despidió.
Él casi tiró la puerta del gimnasio al abrirla y caminó dentro. El olor del miedo golpeó su nariz mientras los cuatro hombres desnudos se dieron la vuelta y encontraron sus ojos brillantes.
—Incó-modo —canturreó Bulma mientras observaba a Vegeta entrar enfurecido. Ella se puso de pie, dejando el círculo de hombres desnudos y mujeres semidesnudas.
Vegeta miró a Bulma lo suficiente para ver que ella estaba usando pequeños trozos de tela que apenas cubrían sus partes esenciales.
Luego tuvo que apartar la mirada. Él se sacudió y luchó por el control, pero casi lo perdió cuando se dio cuenta que sus compañeras de manada no llevaban mucho más. Para el momento en que sus ojos se posaron en los machos una vez más, estaba seguro de que había un charco de sangre en el suelo de sus garras clavándose en sus manos.
Vegeta estaba viendo rojo en este punto.
—¡Cambien a sus lobos! —le gruñó a ellos.
Esperó y cuando no pasó nada, tomó largos pasos amenazadores hacia adelante.
—¿Se atreven a desafiarme mientras se sientan desnudos en una habitación con mi compañera?
Barry gruñó, pero bajó los ojos.
—No podemos entrar en fase. Lo hemos intentado.
Los ojos de Vegeta se dispararon a Bulma.
Ella se encogió de hombros inocentemente, mordiéndose el labio inferior.
—Uups.
Ahora de pie, Caulifla y Natasha retrocedieron lentamente mientras Vegeta avanzaba hacia Bulma.
—¿Qué hiciste? —le preguntó.
Ella miró a los hombres Serbios, luego otra vez a Vegeta.
—¿Tenemos que hacer esto aquí, en frente de ellos?
—Liam —llamó Vegeta.
—¿Sí, Beta?
—Por favor, asegúrate que estos hombres regresen a sus habitaciones de forma segura. Tan pronto como se vistan Natasha y Caulifla, llévalas a sus habitaciones también.
Natasha y Caulifla tenían sus ropas puestas antes de que terminara de hablar.
Vegeta se giró de nuevo a Barry.
—Si pones una mano sobre mi compañera de manada, voy a desgarrarte miembro a miembro. Espero que esta experiencia te haya enseñado a no meterte con nuestras mujeres.
Bulma sonrió, pero rápidamente se desapareció cuando Vegeta la fulminó con la mirada.
—Tienes mi palabra de que no vamos a tomar represalias —gruñó Barry.
Vegeta asintió una vez e hizo un gesto a Liam para llevar al grupo fuera. Él dejó escapar un lento suspiro. Cuando Bulma empezó a hablar, levantó una mano para detenerla.
—Vístete, por favor. —Su voz era tensa, sus ojos estaban entrecerrados.
Bulma tomó su camisa y la deslizó por su cabeza, luego se deslizó en sus zapatos.
—Vamos —le dijo él. Con suavidad, pero con firmeza, la tomó de la mano.
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