Capítulo 2: Bulma
Una hora y media más tarde...
Goku levantó el trozo de papel que su padre le entregó. Miró a su padre, luego de vuelta al papel en su mano.
—¿Quieres que le diga a mi compañera que esperaste una hora y media para informarme que su mejor amiga se fue para abordar un avión dirigido a los Estados Unidos? —gruñó Goku.
—No esperé. Te llamé al minuto en que se fue. Tú no llegaste por una hora y media —respondió Bardock, completamente imperturbable por el gruñido en la voz de Goku.
—Con el debido respeto, Alfa, podrías haber mencionado la razón por la que querías verme.
—No, no podía. Le dije a Bulma que no diría una palabra —subrayó Bardock.
—¿Bulma no captó ese pequeño indicio? —preguntó Goku, con las cejas levantadas.
—¿No crees que deberías decirle a tu compañera lo que está pasando? No sé cuánto tiempo más Krilin pueda detener el avión antes de que Bulma se dé cuenta de que algo está pasando.
La cabeza de Goku se alzó de golpe con las palabras de su padre.
—¿No se ha ido todavía?
—¿De verdad crees que la dejaría marcharse?
"Luna, necesito hablar contigo. ¿Podrías venir por favor a la oficina de mi padre?" Goku envió a Milk su pregunta a través de su vínculo. Se había vuelto tan fuerte desde su apareamiento que ella era una presencia constante y confortante en su mente.
"¿Por qué escucho preocupación en tu voz, hombre lobo?" le preguntó Milk con suspicacia.
Sin responder a su compañera, miró enojado a su padre.
—Voy a vengarme por esto, Alfa. Solo para advertirte con tiempo.
Bardock guiñó un ojo a su hijo.
—Una pequeña lección de tratar los conflictos con tu compañera va a ser buena para ti.
Goku miró a su Alfa con asombro.
—Padre, te das cuenta de con quién estoy emparejado, ¿verdad?
Bardock se aclaró la garganta.
—Tienes un punto en eso. —Pero aun así no ofreció ninguna disculpa por su despreocupación en el asunto.
La puerta de la oficina se abrió cuando una frustrada Milk irrumpió con una preocupada Pan justo detrás de ella.
—¿Qué está pasando, Goku?
—En primer lugar, no es tan malo como parece —comenzó Goku.
Milk levantó la mano para interrumpir a su compañero.
—Dilo de una vez, bola de pelos.
—Krilin llevó a Bulma al avión de la manada para volar de regreso a Estados Unidos.
—¡QUÉ! —gritaron Milk y Pan al mismo tiempo, haciendo que los dos lobos hicieran muecas de dolor debido a su sensibilidad auditiva.
°•°•°•°•°•°
Bulma se sentaba en el avión, bebiendo la segunda Coca-Cola que Krilin le había traído mientras esperaba a que la pista fuera despejada. Al parecer, Rumania en diciembre se cubría de hielo. Figúrate. En realidad no se preocupaba por la pista o el avión estando libre de hielo, solo sabía que cuanto más tiempo se sentara aquí, no en el aire, sin moverse hacia Norteamérica, más nerviosa se ponía debido a que sería descubierta por sus dos mejores amigas neuróticas que sabía tenían buenas intenciones, pero no entendían por qué tenía que irse.
Cada día Bulma despertaba con la esperanza de que bajaría las escaleras y encontraría a Vegeta; se iba a la cama todas las noches preguntándose por qué se fue. No tenía idea de si él sabía de su sangre de lobo, y estaba al punto de que no quería que le importara. Más fácil decirlo que hacerlo, pensó. ¿Por qué no podía enamorarse de un chico normal, alguien que no fuera peludo a su voluntad? No. Eso sería demasiado apestosamente fácil.
Inclinó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos. Su mente vagó de nuevo a la noche de la ceremonia de unión de Milk y Goku. Su vida cambió para siempre cuando la doctora Gold había explicado que la prueba de sangre que había hecho en Milk después del accidente de auto había resultado anormal. Anormal como en no humano. Bulma recordaba sentir que las paredes de la habitación estaban cerrándose en ella.
—¿Qué quieres decir con "no humano"? —había pedido a Bulla.
—Tienes sangre de hombre lobo. Aunque es una cantidad muy diminuta —había contestado Bulla.
Pan había estado sentada a su lado, y su reacción había sido lo que Bulma quería decir:
—¡CÁLLATE! —gritó Pan, causando que todos a su alrededor se detuvieran y miraran. Bulma no lo había notado realmente. Lo único en que había sido capaz de centrarse era en un cierto lobo a quien había estado echando un vistazo toda la noche.
—¿Qué significa eso exactamente?
—Significa que en alguna parte de tu familia, generaciones atrás, hubo un hombre lobo. —La doctora parecía desconcertada por esto—. Ni siquiera sé cómo es posible a menos que todos sus descendientes se aparearan con humanos y la línea de sangre se diluyera gradualmente.
Bulma y Pan habían escuchado a la doctora explicar que tal vez algo tan traumático como el accidente había activado el mismo gen latente. Tal vez por eso sus heridas habían sanado tan rápidamente. Bulma le preguntó si pensaba que iba a desarrollar cualquier otra característica de hombre lobo. Bulla sintió que dado que Milk no lo había hecho, y ella era medio lobo, Bulma estaba a salvo. Pero realmente no sabía lo que eso significaría para Bulma o su futuro.
—Tú eres el primer latente que he conocido —le dijo a Bulma.
Durante dos meses después de aprender acerca de la sangre de hombre lobo que yacía latente en su sangre, había estado constantemente atenta a cualquier otro atributo de lobo. Lo único que sentía diferente era que podía sentir emociones. Bueno, las emociones fuertes para ser exactos. En realidad, no lo entendía del todo, pero casi podía olerlas y cada emoción olía diferente. Bulma se lo mencionó a Pan y Milk, y las dos habían querido que fuera a la doctora Gold. Nunca lo hizo.
Bulma escuchó una puerta de auto cerrarse de golpe, lo que la trajo de vuelta al presente, al maravilloso hecho de que estaba sentada en un avión, un avión que la llevaría lejos de todas estas cosas de hombres lobo.
Golpeó su pie con impaciencia y tamborileó sus dedos sobre el brazo del asiento.
—¿Qué podría estar tomando tanto maldito tiempo? —dijo al avión vacío. Con un bufido exagerado desabrochó el cinturón de seguridad y se levantó, cansada de esperar. Era el momento de encargarse de las cosas por sus propias manos.
Miró por la ventana y su aliento se congeló en sus pulmones por la vista. Donde solo había estado una Hummer negra, ahora estaban dos. De ninguna manera, pensó. No es él, Bardock tiene, como, un millón de Hummer negras.
Hacía mucho tiempo que había decidido que era una cosa de lobos.
Bulma se apartó de la ventana, tomando algunas respiraciones lentas y profundas. Cerró los ojos y trató de recuperar su orientación. Yo puedo con esto. Finalmente lista, se dirigió a la señal de salida.
A qué, no lo sabía.
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