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CAP 37

Frustrada.
Así se sentía Dulce desde aquella conversación en su oficina improvisada. Dio un paso pequeñito al confesar como se sintió en los dos años pasados y como intentó olvidar de todas las maneras posibles. Era entonces cuando le tocaba preguntar a Christopher, hacerle un comentario sugerente, decirle "te amo".

Al no hacerlo le dio más motivos a su mente para creer que no le iba a poder perdonar y se obligó a retroceder otra vez. Era una actitud de cobardes que esa Dulce irreverente rechazaba y criticaba con crueldad, pero que tampoco era capaz de corregir, cegada por el miedo y el peso del pasado.

«Aprende de Christopher, que pese a tus constantes rechazos siempre fue perseverante»

Y es que desde ese reencuentro en el departamento de Maite una semana después de haberse conocido, Chris se enfrentó a la actitud cerrada de Dulce. Fue a visitarla muchas veces sin éxito, pues ella siempre veía la manera de escaparse y evitarlo; le cerró la puerta en la cara un par de veces, le tiró las flores y lo dejó plantado en más de tres citas. A él no le importó, pues con un poquito de perseverancia consiguió conquistarla y estuvieron a nada de llegar al altar.

Incluso en el último periodo de tiempo, cuando Dulce llegó para el matrimonio de Anahí. Se expuso a maltratos, palabras hirientes y rechazos constantes, pero no solo logró esa "última noche de despedida", si no también consiguió debilitar ese mecanismo de defensa en el hospital, en el velorio y en el entierro.

Solo era cuestión de ser optimista, perseverante y paciente. Tres cualidades que, en definitiva, Dulce no tenía desarrolladas.

Cosa que se evidenciaba hoy, que mientras escuchaba la reunión semanal del bufete de sus padres golpeaba sus tacones en el suelo como un tictac continuo. En los últimos diez minutos revisó el reloj seis veces, estaba cansada de jugar el juego de habilidad mental que le descargó Roberta y ahora esperaba, desesperada, que Chris le respondiese el mensaje.

«Creo que fue una mala idea venir, estoy aburrida» –mandó con el corazón latiendo a mil.

El chat era súper corto, y mientras releía los mensajes que habían intercambiado en los últimos días sintió una fuerte presión en el pecho. Cuando estaba en la universidad en alguna clase que no le parecía importante, amaba revisar los mensajes desde el primer día, porque de ese modo sentía que revivía su historia de amor. Ahora, con dos años en pausa y un reencuentro difícil, extrañó hacerlo más que nunca.

«Si quieres paso por ti y vamos a comer langosta»

Satisfecha, le sonrió a la pantalla. Creyó estar volviendo a experimentar las emociones de eses primer mes cuando comenzó a teclear rápido, sin que hayan pasado unos minutos.

«y luego a por un helado»
«¿Entregaste los planos ya» –envió los dos mensajes de forma consecutiva, un en contestación y el otro como medio para iniciar plática?

Se sintió estúpida al ver el último, porque no se le ocurrió otro mejor. Pudiendo hablar de mil cosas, resulta que le habla de trabajo.

«Si quieres por unas hamburguesas extra grandes también» «El cliente quedó encantado con el trabajo, te mereces un premio por eso»

«pasa toda la tarde conmigo»

Va a eliminar el mensaje, pero se da un golpe en la frente sin importar que todo mundo la esté viendo cuando le aparece el "Leído". Desactiva la red celular y bloquea el móvil como si hubiese escrito algo muy sugerente.
¡Qué vergüenza!

Pero para su corazón, cansado de los peros que pone su mente, ese es un gran avance y si accede, cree que no lo va a desaprovechar.

–¿Todo está en orden, señorita Espinosa? –el abogado deja de explicar un caso para centrar sus ojos en ella.

–Todo en orden –contesta con una media sonrisa–, continúe.

–Como decía, tenemos que decidir el proceder por votación, solo para recordarles antes que hay que analizar muy bien las desventajas de la compra de la deuda.

Pese a no saber a que hace referencia, asiente al igual que los demás miembros, entre ellos Alma, para su desgracia. La lleva mirando toda la junta y eso la incómoda, se siente expuesta y si le sumamos su aburrimiento, está a nada de explotar.

La votación inicia, y ella tiene que votar antes que Alma por orden jerárquico de acuerdo a la cantidad de acciones

–Voto por comprar la deuda –no sabe a que se refiere y todos la miran, incrédulos.

El voto de Dulce valía por tres, y esa decisión fue pensaba con el propósito de incomodar a alma, pues los tres miembros de la junta directiva restante habían votado en contra de comprar la deuda. Con su voto, la situación estaba pareja y era la mujer que le dio la vida la encargada de decidir.

Alma suspiró al borde del llanto, claro que le dio mucho gusto ver a su hija en la junta, pero también supo, cuando le regaló esa mirada retadora antes de emitir su voto, que la estaba provocando.

Sabe que lo mejor para el bufete es no comprar la deuda, se arriesgaría mucho dinero por algo que quizá a la larga no se pueda solucionar. Está en la disyuntiva de hacer lo mejor para la empresa y apoyar a sus socios, o darle gusto a su hija para intentar ganarse su cariño.

Esa mirada retadora le recuerda a la suya, pero con un brillo que se parece mucho al de "ganas de guerra" que le lanzaba Blanca en un pasado. Con dolor, entendió al ver la sonrisa provocadora de Dulce, que ella le había dado la vida y su peor enemiga la había convertido en lo que es hoy en día.

–Vamos a comprar la deuda.

Socios y abogados presentes en la mesa de juntas se le van encima con preguntas y reclamos, muchos ponen en tela de juicio la capacidad que tiene como abogada y Dulce vuelve a sonreír, triunfante.

Como si nada pasara vuelve su atención al móvil, lo desbloquea, reactiva la red celular y cree que todo le está saliendo bien hoy.

«Lo que quieras, Muñeca»
«Podemos ir a dar un paseo, al cine...»

«Sé un buen niño y llévame a correr en tu auto» –le escribe y acompaña el mensaje con muchas caritas de súplica.

Enojados, los miembros del consejo abandonan la sala de juntas sin haber terminado de revisar la agenda de la semana. No resulta fácil ver cómo la presidenta y accionista mayoritaria toma una decisión que sabe, les puede perjudicar gravemente en un futuro cercano. Ni siquiera entienden porqué la hija menor de los Espinosa se ha hecho presente, ya que de temas legales no sabe nada. Si en toda su vida profesional no había mostrado interés en el bufete, no ven el motivo para que se aparezca de la noche a la mañana. Son conscientes del embrollo de su familia, pero eso no justifica el problema en que les ha metido.

El rumor de que es hija biológica de alma rey corre en el momento en que se juntan en grupitos pequeños a cuchichear sobre lo ocurrido, no es difícil deducir que quiere darle gusto en todo y que por eso se arriesga tanto.

–Lo hice para que veas que estoy dispuesta a todo por ti –Alma le toma el brazo cuando se dispone a salir.

–¿A sí? Yo no te lo he pedido, fíjate –se quita bruscamente.

–No es momento, pero quiero pedirte perdón por todo lo que pasó. Yo no quería lastimarte y...

–Tú y tus disculpas se pueden ir a la mierda –mira su reloj.

–me lastimaron mucho y lo único que quiero es que paguen por haberme quitado la oportunidad de verlas crecer.

–Tú me lastimaste a mí. Mi padre acababa de morir y no viste cosa más bonita que ir a arruinar el funeral, me pusiste en boca de todos y tengo que lidiar con malas miradas en la calle. Mi madre sufrió una contusión cerebral y... Para qué te cuento todo esto si el daño ya está hecho ¿no?

–Quería lastimarlos a ellos y no vi cuanto daño te podía hacer en el proceso. Perdóname, mi amor.

–Lastimándolos a ellos me lastimabas a mí. Son mis padres ¡maldita sea!

Miró hacia arriba para tragarse las lágrimas agolpadas en sus ojos, no iba a llorar.

–Ella no es tu madre, Dul –Alma se cubrió la boca, impotente.

–Para mí siempre lo ha sido y las cosas no van a cambiar de la noche a la mañana.

–Te hizo daño, nunca te quiso. Te convirtió en...

–me hizo una mujer fuerte –cortó, tajante–, y en vez de culpar a todos por lo que pasó, cúlpate a ti. Te metiste con un hombre casado...

–Me enamoré.

–El "amor" no justifica que hallas arruinado una familia. Sí, Blanca nos separó y todo lo que quieras, pero nada de eso hubiese pasado si tendrías un poquito de sentido común.

–Talvez tengas razón –concluye afectada–, pero yo no puedo más con tu indiferencia, con tus reproches. Dime ¿qué quieres que haga para que me perdones?

–No te metas en mi vida. No me busques, ni siquiera intentes preguntar por mí.

–no me pidas eso, mi amor.

–¿Quieres que te perdone, ¿verdad? –Alma movió la cabeza–, eso es lo que tienes que hacer, entonces.

–Nos vamos a seguir viendo en el bufete y...

–No te preocupes por eso, es la última vez que vengo por aquí.

–¿Venderás tus acciones?

–No sabes cuanto me encantaría, pero tengo que cumplir la voluntad de mi padre. Cuando pueda, lo haré.

Alma quiere acercarse, ella se aleja. Alma la mira con ternura e impotencia, ella, con parsimonia, sin ningún sentimiento bueno a la vista.

–no busques tampoco a mi madre, que ya está sufriendo lo que tiene que sufrir.

–Roberta...

–Con Roberta haz lo que quieras, ya es suficientemente adulta para que tome sus propias decisiones. Si ella quiere darte una oportunidad, adelante. Yo no..., por el momento –susurra lo último.

–Te quiero, Dulce –le dice antes de que abra la puerta.

–Bien por ti. yo no.

Si de sentimientos hablamos, era la primera vez en mucho tiempo que admitía la verdad. Cuando solía repetirle a Chris que era "solo una cicatriz", mentía; cuando le decía que ya no lo amaba, mentía; cuando le aseguró que era feliz con alguien más, mentía. Pero ahora no, por más cruel que sonara, Dulce no quería a su madre biológica.
porque no se puede querer de la noche a la mañana.
porque no le ha nacido ese vínculo fuerte que le impide separarse de ella.
porque su vida no era un cuento rosa. Todavía le quedaba mucho por sanar, mucho por asimilar y mucho por olvidar. Era una cuestión de tiempo, de valentía, de sentimientos y no iba a forzar nada.
no, porque ya había entendido que forzar sentimientos solo le hacía daño.

Le escribió un mensaje a Chris para decirle que se encontrarían en su parque especial, pues la junta fue corta y caminar le iba a hacer bien. pasó por una vieja panadería en donde solía comer con sus hermanas cada que venían a ver a sus padres y pidió dos cremas volteadas junto a un par de tajadas de pastel de acelga que tanto le gustaba.

El recuerdo lejano de haber llorado en su pecho hacía ya ocho años le golpeó al cruzar la última pista para llegar al parque. Sonriente, tomó una fuerte bocanada de aire que fue expulsando poco a poco, a medida que se iba acercando al hombre de traje y lentes de sol sentado en una banca a pocos metros del árbol. Las cosas habían cambiado desde ese primer encuentro, pero ese vacío en el estómago parecía ser el mismo y esa sonrisa, que le cortaba el aire, mantenía el toque familiar hasta ahora.

Se dio un golpe mental al recordar que hacía no mucho vino, con el único propósito de ponerle punto final a una historia de romance trágico. Ese día, manifestó sus ganas de que su ex novio mirase los cambios, para hacerle entender, de una vez por todas, que ya lo había olvidado porque todo cambia. No obstante, mientras caminaban al tiempo por los al rededores, se dio cuenta de la terrible falla.

Todo había cambiado, incluso su aspecto físico, menos las sensaciones y los sentimientos que afloraban al tenerle cerca.

Recordó que visitaron juntos ese parque en la noche de despedida de Anahí, prometiéndose en secreto que sería la última vez, y eso también fue falso, pues aquí estaban, comprando unas bolsitas de algodón de azúcar blanco para compartirlo después sentados en el auto

Comieron langosta en el restaurante favorito de Dulce, donde hace poco más de tres años le pidieron matrimonio y volvió a ser ella después de mucho. Fueron a por ese helado de tres bolas con sombrillitas de chocolate, que recibió como cual niña pequeña en una salida en familia. Después de mucho volvieron a ser, a medias, una de las tantas parejas que caminaban por la avenida riendo de cosas triviales o discutiendo por el mejor sabor de caramelos.

Pese a guardarles recelo a las carreras de autos por lo peligrosas e ilegales, Christopher accedió a ser el copiloto de la castaña en todos los enfrentamientos. Ganaron dinero, como siempre que ella corría, y aunque el bonito auto deportivo sufrió un par de golpes, poco o nada importaba. Habían demostrado complicidad, se habían relajado y por un momento ambos olvidaron el alto nivel de estrés al que estaban sometidos. Ella, después de enterarse de que su vida era una mentira; él, con más de un proyecto retrasado a causa de los últimos acontecimientos.

La emoción por haberse coronado como los "ganadores de la tarde" en un circuito lleno hasta la bandera fue tanta, que, embriagada por el momento, se puso de puntillas para quedar a su altura. Él la rodeó de inmediato con uno de sus brazos, y el otro actuó por instinto cuando acarició su cuello despacio, guiándolo, de manera inconsciente, a quedar a pocos centímetros de su boca.

Cerraron los ojos al tiempo, antes de terminar de acortar la distancia para unir a sus labios. Primero fue una caricia sutil, que elevó sus latidos a niveles estratosféricos.
Luego, sin embargo, el contacto se volvió más vehemente, más urgente, más demandante y acalorado.

Dulce sintió que ya no pisaba el suelo, se enfrascó tanto en esa burbuja imaginaria que dejó de oír los gritos de la gente y los motores de los autos. No se atrevía a hablar porque era cobarde, pero rogaba en silencio que Chris lo entendiera todo con ese beso.

Se separaron por falta de aire. Ella le miró sonriente y él, con una mezcla de culpa e impotencia.
No le podía hacer eso. No ahora, que ya lo había olvidado y necesitaba poner en orden su vida.

–Lo siento, Dul. No debí..., lo siento –le miró a los ojos y sintió que algo se rompió.

Él la amaba, pero ella ya le había dejado claro que no sentía nada por él. Nada al margen de un profundo agradecimiento. Y no era justo para ninguno de los dos.

No era justo para ella porque la confundía, porque alteraba más a su vida. No quería que aceptara estar con él solo por presión, o por creer tener una deuda después de todos sus sacrificios.
no se lo perdonaría, pues quería verla feliz.

No era justo para él porque con ese beso se hacía ilusiones con un futuro a su lado, un futuro que después de dos años y medio era imposible. ese beso hacía que su corazón latiera más fuerte, pero el dolor que le producía el sonido a su alma desgastada era ensordecedor.

–Si ambos quisimos esto no veo cual es el problema –musitó, desesperada.

–El problema es que no es justo para ti, porque no quiero que tengas la presión de volver conmigo solo por agradecimiento o por compromiso. Ya nos ha quedado claro a los dos que tú no me amas, que me has olvidado y que toda nuestra historia es "solo una cicatriz"

–Eso no es...

–El otro día me dijiste que conmigo nunca habías sido tan feliz –ella quiso refutar, pero él la frenó–. Me duele, es cierto, pero más me va a doler saber que quieres mentirte por agradecimiento. Y tampoco es justo para mí porque no quiero hacerme ilusiones, tengo que aprender a vivir sin ti, a vivir solo con recuerdos y a verte feliz con alguien más.

No le importa donde están parados. Dulce llora de impotencia, se odia por no ser capaz de abrir la boca y desmentir todo.

–Si no te tengo como novia, quiero tenerte como amiga. Pero sé que para llegar hasta ese punto las cosas tienen que enfriarse. Yo tengo que asimilar los cambios, y tú tienes que dejar de tener esa presión encima.

–Te quiero, Chris –le dice después de un rato.

–Yo también te quiero, Dul y por eso lo mejor va a ser poner distancia, al menos por un tiempo.

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