CAP 36
En una conversación normal podía sacar a relucir todas sus facetas. La que sabe que ha matado a su padre y no va a descansar hasta ver a las gemelas destrozadas, la niña del pasado que cree que está encerrada por culpa de su hermana, la mujer que no se acuerda de nada y solo llora. El médico le cuenta que ha habido veces en las que creía estar casada con dos niñas idénticas y concluye dando el diagnóstico final.
Tiene un trastorno mental.
O muchos, quizá.
Dulce se niega a creerlo, está cien por ciento segura de que se trata de una estrategia de Claudia para no ir a la cárcel. Los manicomios son más fáciles de burlar y con un poquito de suerte puede escaparse, para seguir haciendo de las suyas.
Y lo ha logrado, pues la defensa, de la mano del médico de turno, emite un documento explicando la situación con los análisis de prueba adjuntos.
Dulce le pide al colega de Anahí que envíe otro médico a evaluar la salud de mental de su hermana, y mientras espera los resultados, hace cientos de oraciones para que las cosas salgan a su favor.
En lo que para ella serían días muertos en lo que a la investigación respecta, se leería el testamento de su padre que solo tenía a tres herederas. Ni más ni menos. Dulce, su madre y Claudia, que no podría estar presente por su situación. La fortuna ya no era tan grande, no obstante, aún quedaban casas, joyas, una hacienda y un rancho pequeño, además del 15 por ciento de acciones en el bufete, claro.
A Roberta poco o nada le importó no haber entrado en el grupo de los herederos, pero tuvo que resignarse a la promesa de Dulce. Le daría la mitad de todo lo que le correspondía.
–La casa está hipotecada, supongo que mi padre no tenía idea de esto ¿cómo procede?
–Primero déjeme leer el testamento y luego lo evaluamos de acuerdo a quien le tocó.
La enfermera de Blanca entró en ese momento trayendo una sopa licuada que colocó frente a la mujer. Dul vio cómo disolvía una vitamina en un baso de agua y suspiró, más afectada de lo que le gustaría.
–¿Cuánto tiempo va a seguir comiendo así?
–Si la lesión cerebral se recupera con éxito, por poco. Pero si no de por vida.
Miró a su madre un par de minutos antes de volver la vista al notario y abogado de su padre, para que le diese lectura al testamento de una buena vez.
"Yo, Fernando espinosa rojas, hallándome en pleno uso de mis facultades mentales, manifiesto mi voluntad de otorgar el presente testamento, que escribo de mi puño y letra, siendo consciente de que se leerá en los días siguientes a mi fallecimiento.
Manifiesto que se leer, escribir y firmar por mí este documento, y dispongo lo siguiente, para que sea de aplicación tras su lectura.
Lego a Mi cónyuge, Blanca Guadalupe Saviñón de Espinosa, la cuenta bancaria de ahorros durante el matrimonio, la casa donde habita y el auto Mazda blanca de placa 0a1n2.
Para mi hija Claudia Espinosa, la cuenta bancaria del banco nacional, el departamento de la Condesa y la casa de playa de la Riviera Maya.
Para Dulce Espinosa, mi hija menor, le otorgo el manejo de mis cuentas restantes, la pensión vitalicia, la hacienda de ensenada y el rancho de Tuzla. Así mismo, los departamentos situados en los ángeles, donde reside actualmente, el de Madrid y el de Bogotá. Además de la cabaña de Cuernavaca.
Del mismo modo, hago extensiva mi voluntad de que se repartan en partes iguales para mis hijas las acciones del Bufete Espinosa que tenga al momento de mi fallecimiento. Aunque Dulce no se haga cargo del negocio familiar, le suplico expresamente que tome el porcentaje que le corresponde y que, si es decisión suya después de un año, las ponga en venta.
Y para que así conste lo firmo en los lugares y fecha indicada"
Blanca arruga la frente, pues en esa cuenta bancaria no hay casi nada de dinero disponible, y la única propiedad que le dejó ahora mismo le pertenece al banco. El préstamo que se hizo Claudia asciende al millón de dólares y no se ha pagado ni una sola cuota ¿qué iba a hacer?
–En casos como este, yo propondría vender todas las propiedades de Claudia alegando que usted, señora Blanca es su tutora legal por su estado de salud, para que pueda pagar la deuda de esta casa.
–Y si ella..., y si ella..., si ella sale –se frustra con su poca fluidez.
–Claudia no va a salir, mamá. Si no la internan en un manicomio, la van a llevar a la cárcel.
De eso se intenta convencer Dulce, pero en estos momentos le tiene colgando de un hilo ese supuesto juego de su hermana.
–Tome en cuenta que no tiene otra alternativa. Por lo que me cuenta su hija, el banco le ha dado dos semanas para liquidar la deuda. De lo contrario, embargará la propiedad.
–¿Y cuanto va a tardar el proceso notarial y vender las propiedades luego?
–Ese también es el problema. Si comenzamos hoy a lo mejor...
–¿Ya, y si no?
–Lo vamos a lograr, pero si iniciamos hoy –concedió el notario tras revisar algo en el móvil.
Blanca asintió dudosa, aún no se hacía a la idea de que esto estuviese pasando. Su peor enemiga sí que estaba disfrutando de su desgracia.
–Comience cuanto antes –concluyó Dulce.
–Ahora, por favor. Necesito que me firmen unos documentos.
Blanca ni siquiera tenía precisión para firmar. El notario tuvo que hacer una excepción y permitir que pusiera solo la huella digital, luego sustentaría su decisión con el diagnóstico médico. Dulce no puso objeción en ningún momento, tenía la imperiosa necesidad de acabar de una vez y luego vender todas las propiedades que dejaron a su nombre.
Se quedó con su madre un rato más, sin hablar, sin mirarla, solo preguntándole cosas puntuales a la amable enfermera. La situación de por sí ya era extraña, esa vocecita que le repetía a cada Nada que Blanca la había alejado de su hermana le atormentaba, sin embargo, el sentimiento de familiaridad y cariño por tantos años intentaba acallarla de todas las maneras posibles.
«ella no es tu madre y todos los días se encargó de hacerte infeliz»
«Tu verdadera madre está sufriendo por tu rechazo»
Podía pasar por alto la primera frase, pero la segunda no. Dulce rodó los ojos de forma imperceptible ante el intento de persuasión que solo se quedaría en un simple intento, porque no estaba dispuesta a cambiar de opinión en lo que a su verdadera madre se trataba.
En efecto, pudo haber sufrido todos estos años al tenerlas lejos, ahora también, quizá. Pero ella también le hizo daño en uno de sus momentos más vulnerables, fue a interrumpir el velorio de su padre, por su culpa la prensa le persigue y para acabarla, en el origen de la historia también tiene culpa. Alma es tan egoísta, que se alegraba por la boda fallida para poder verla vestida de blanco después.
¿Y su sufrimiento qué?
¿Y dónde quedaban todas las noches sin consuelo, los días grises y los recuerdos amargos?
Pensaba en ella, mas no pensaba en lo difícil que fue para Dulce enfrentar la situación, en lo difícil que está siendo reponerse después de la verdad y el escándalo reciente.
Y debido a ello no podía quererla. Le guardaba resentimiento, muchísimo, tan inexplicable que no se podía ni comparar con el odio que sentía por Claudia.
Los hijos pagaban el karma de los padres. Alma arruinó una relación, y a Dulce más tarde le arruinaron la suya. El matrimonio fallido es la respuesta a esa familia destrozada por culpa de una infidelidad.
Sí, Alma sufrió mucho, le hicieron algo que no le desearía ni a su peor enemigo, pero fue la amante de un hombre casado. Y no tiene justificación ni ella, ni mucho menos su padre, que fue el primero en faltarle el respeto a su esposa.
Concluyó, mirando por el viejo balcón de la azotea, que en su historia nadie era ni tan bueno ni tan villano. Alma no era la protagonista sufrida, ni Blanca la antagonista total. Era un medio en donde todos se habían echo daño, todos habían sufrido de distintas formas y tarde o más temprano estaban pagando el peso de sus culpas. Incluso ella, que después de haberse alucinado a sí misma como la mujer destrozada y abandonada, se convirtió en una desconsiderada e incapaz de pedir disculpas.
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Dulce pasa a ser la segunda dueña del bufete de abogados en ausencia de su hermana, su madre le cede el poder en la mesa directiva por causa mayor y se debate en asistir a la reunión semanal. El no saber nada ni de leyes, ni de procesos jurídicos ni de audiencias lo complica todo. No quiere estar sentada en la mesa de adorno, si va debería participar en la toma de decisiones o en la corrección de casos tal cual hacían sus padres en un pasado. Los abogados no eran estúpidos, si ella asentía como un robot a todo se darían cuenta del punto débil en el juego y no lo iba a permitir.
Ya tiene una idea clara. Va a nombrar a Anahí como su representante en la toma de decisiones de la empresa, pero se necesita de una serie de documentos que pondrá en marcha al regreso de su amiga, y para eso aún faltan un par de semanas. Mientras tanto sus acciones están a la deriva.
–Te tengo noticias.
Deja de lado sus pensamientos para volver su atención al hombre de traje que toma asiento en la silla de enfrente mientras mira divertido el reguero de papeles del escritorio. Quiere decir que a la constructora le hacía falta un poco de desorden como este, pero se centra en señalar al lápiz que Dulce sostiene en la mano, con la punta arriba.
–No sabía que así también se podía dibujar –frunce los labios.
–Estoy analizando mis opciones. No sé si es mejor el jacuzzi de este lado o del otro –señala el plano.
–de este –observa él–, los tubos de agua vienen así.
Hace un trazo extraño en la hoja y ella se frustra, la ha descubierto. ¿No se le podía ocurrir algo mejor?
–¿Qué noticia me tienes, dices?
–¿Vas a contarme en qué estás pensando ahora?
–Yo pregunté primero –se odia por bajar los ojos al plano en vez de mirarle.
No le mira porque el sentimiento de culpa emerge con fuerza cuando lo hace, lo pone a temblar y su mente parece desconectarse del resto de su cuerpo.
No le mira porque lo quiere y no quiere perderse en el miel de su mirada.
–Bermúdez ya me envió las pruebas que le hicieron a Claudia –le extiende una carpeta, resignado.
La ojea por fuera en medio de un suspiro largo, luego, abre pacientemente el folio y lo lee a detalle. No lo puede creer, pero debe hacerlo.
Las pruebas se hicieron con un médico confiable, y los resultados siguen siendo los mismos. Claudia Espinosa sufre un trastorno de personalidades múltiples, y según la hoja con palabras simples que encuentra al principio, es como cual cortocircuito, pero de vivencias e imaginación producido al momento de esforzar a la mente para que olvide un suceso fuerte, traumático o que la persona se niega a aceptar.
La muerte de su padre, como candidato más probable por el tiempo y las circunstancias. Ella lo mató, pero al intentar olvidar lo que había hecho, su mente se sobre esforzó y todo colapsó.
–O sea se va a un manicomio.
–Podemos pedir que su tratamiento sea en un área especializada dentro del penal –la consuela Chris, poniendo su mano sobre la suya.
–Esto está cambiando el proceso. Su abogado puede alegar que todo lo ha hecho bajo estas circunstancias, la condena puede bajar y yo no lo puedo permitir.
–Muñeca, ya hay pruebas que la inculpan con el homicidio del jefe de gobierno y hace tres años estaba bien, supongo. Además, nada justifica un homicidio y va a estar encerrada al fin.
–Pero con comodidades, sin delincuentes de verdad.
–No va a poder hacerte más daño, te lo prometo.
Siente esa promesa extraña, le pesa el alma y no sabe por qué. Hace muchos años prometió cuidarla también, lo hizo, pero terminó fallando a la promesa de estar siempre a su lado. Si algo le aterra es la idea de hacer todo para que ella esté bien y lastimarla de otras maneras.
No quiere alejarse, ni dejar de verla, ni no saber nada de ella porque es una tortura. Ya ha perdido mucho en estos dos años, pues Dulce ya no lo ama y de las pocas cosas que puede sentir por él ahora mismo destaca el agradecimiento.
Tampoco le gusta el resultado de las pruebas psicológicas, ni el posible veredicto del juez en la audiencia cuando le presenten todos los documentos. Claudia no se merece ni un poquito de piedad puesto no la tuvo ni con él, ni con Roberta, ni con su padre y ni mucho menos con Dulce.
–Mira que tenía que conformarme con verla en la cárcel y ahora voy a tener que hacerme a la idea de verla solo en un manicomio. Sea cual sea el lugar donde la encierren, nadie va a poder devolverme el tiempo para borrar todo lo que pasó.
Dulce trata de ignorar la pregunta, pues su alma, culpable hasta más no poder, siente que no merece nada de Christopher.
–Ningún castigo va a ser suficiente, pero si hay algo que rescato de todo esto es tu capacidad para seguir así, con ganas de luchar.
–Aunque no me creas, en estos dos años ha habido veces en las que he querido tirar la toalla. A veces el dolor es tan fuerte, las traiciones pesan tanto y no solo culpas a esa persona, te culpas a ti. No tienes una idea de cuantas veces me he preguntado si hice algo mal, si no soy suficiente, si tengo algún defecto para que todos los que quiero no me quieran y se alejen. Mis padres, Blanca..., tú.
Al arquitecto saberlo le duele y por un momento vuelve a sentirse el hombre más infeliz de la tierra. No puede ni imaginarse lo mucho que ha sufrido Dulce en estos dos años, porque el escucharla ya le ha vuelto a destrozar el alma. Quiere contrarrestar el impacto repitiendo que lo hizo para protegerla, mas no puede.
Si bien, evitó que la mataran o que la llevaran a un prostíbulo, le arruinó la vida, abrió heridas del pasado y le faltó a la confianza que ella le dio desde un principio.
Sea cual sea el motivo, nunca se va a perdonar la traición y a estas alturas tampoco le puede pedir que lo perdone, ni que vuelvan a ser la pareja de antes pese a que su corazón se lo pida a gritos.
–Tú no has hecho nada mal –consuela, aunque sabe que ya es demasiado tarde–. Y todos los que te han dejado ir se arrepienten, porque han perdido a una persona increíble.
Nadie sabe lo que tiene hasta que al final lo pierde, dicen por allí, y el arquitecto lo sabe bien.
–Ahora lo dices, y te creo. Pero en esos momentos no piensas con claridad, y sí, hace falta un pecho en donde llorar, una voz que te haga ver las cosas..., un simple abrazo.
Tarde, pero ese simple abrazo cargado de culpa llega a revolverle todo. Es el recordatorio de los momentos que perdieron, de esas noches que soñó abrazarlo, de esas mañanas que despertaba y lo perdía otra vez.
Nunca se lo va a perdonar a Claudia así se esté muriendo, así halla perdido la razón por completo, así se arrodille para suplicarle.
No lo hará porque el daño ya está hecho, porque los momentos ya se han perdido. Porque sus ojos ya han llorado hasta lo inimaginable.
–Te propones odiar a esa persona, pero como ves que no lo estás logrando te vas a la segura. Fingir. No te gusta, pero captas la atención de la gente diciendo que ya olvidaste, que no te duele, que estás mejor que nunca, porque guardas la esperanza de que, si te creen otros, te lo creas tú.
Es una confesión esperanzadora, que busca a fuerzas quitar ese cargo de consciencia para poder hablar con el corazón. Pero Chris, agobiado y sintiéndose más culpable que nunca, no sabe que decir.
***
Y mientras nos acercamos al final, quiero volver a invitarles a que se pasen por "Decirte Adiós" mi nueva historia, inspirada también en Dulce y Christopher. Por si quieren darle una oportunidad.
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