CAP 28
El miedo que le invadió cuando el médico les dio parte del estado delicado de Fernando le hizo ver que no era ni tan fuerte, ni tan fría, ni tan insensible como pensaba. Su padre le seguía importando tanto como esa relación que intentaba recuperar a pasos agigantados con su madre, pues muy en el fondo de esa imagen de mujer independiente e invencible, todavía quedaba rastro de la niña necesitada de cariño y atenciones que aprovechaba cada navidad para pedirle a santa una sola cosa: Que sus padres la quieran. Con el paso del tiempo Dulce llegó a convencerse de estar bien así, de haber aprendido a sobrellevar la situación y de no necesitar a nadie más que a ella para vivir; no obstante, solo bastaron unos días para debilitar esa imagen y abrir una grieta que se presumía cerrada.
Podía vivir lejos de ellos sin problema, a fin de cuentas, ya estaba acostumbrada a no tenerlos cerca. Sin embargo, hasta ahora desconocía que si lo hacía sin problema era porque tenía la certeza de que estaban bien. Duró meses sin hacerles una llamada, pero con la seguridad de que no les hacía falta nada.
¿Cómo convertir a Christopher en solo una cicatriz si los desprecios de su madre todavía le golpeaban el pecho?
¿Cómo pretendía hacerse a la idea de haberlo superado, si todavía necesitaba un bezo y un abrazo después de haber creído que no?
–¿En qué piensas, nena? –blanca se paró frente a ella y le ofreció un vaso de café.
–En que ni siquiera estoy segura de ser quien soy. Siento que he basado toda mi vida en una mentira.
Sonrió para disimular el temblor de sus manos. No era posible, no podía ser posible.
–¿Qué dices, muñeca?
–¿Me puedes dar un abrazo? –preguntó en cambio.
Aliviada, Blanca esbozó una sonrisa aún más grande, dejó los vasos de café en una de las mesitas y la envolvió en un abrazo fuerte. Dulce se permitió recargar la cabeza en su hombro, en un intento por tomar fuerzas para hacerle frente al estado crítico de su padre.
–Vamos a hacer hasta lo imposible por conseguir el corazón, tenlo por seguro –le prometió.
–¿Y después? La operación es muy riesgosa, no quiero perderlo.
–Tu papá es un hombre fuerte y está en manos de los mejores médicos. Confiemos.
–¿Cómo pasó? ¿por qué se alteró?
–Muñeca, no es el momento –se armó de paciencia y le volvió a extender un café–. Toma un poco, no has comido nada.
Seguía con el vestido de la boda, los tacones altos que estaban acabando de matarla y el maquillaje, medio corrido por el llanto, pero maquillaje al fin.
–Gracias –le recibió el vaso humeante.
–Cargado y con 4 de azúcar, como te gusta. Pedí unas galletas deliciosas que no deben tardar en llegar.
–Admiro tu tranquilidad, mamá.
–Tengo que... –miró al techo un rato–. Por tu padre, por Claudia, por ti.
–¿Cómo pasó? –volvió a insistir.
–nena, no creo que...
–Mamá, por favor. ¿Cómo pasó?
No durmió toda la noche por darle vueltas a las cosas, su primer impulso fue llamarle a Dulce, pero no se puso a pensar en la explicación que le iba a dar. Blanca tenía claro que no debía arruinar las cosas con su "hija" ahora que iban tan bien, no se podía enterar de la verdad porque entonces, su plan de usarla para lastimar a Alma se iría a la mierda.
Con su peor enemiga tan cerca, su gemela en México y las estupideces que hizo Claudia en un pasado las cosas no parecían estar a su favor, así que, sabiendo de sobra que alguien se podía adelantar, decidió jugar su última carta y Dulce le estaba poniendo todo muy fácil.
–Esto es muy delicado, Dulce.
–¿Fue Alma rey? –sus ojos parecieron nublarse por la furia.
–No, Cariño. Bueno, sí –tomó la mano de la ex pelirroja y la envolvió fuerte.
–Dime que hizo ahora.
–Muñeca, prométeme que lo vas a tomar con calma –Dulce la miró sin saber que decir–. Te conozco muy bien, sé que eres impulsiva y no quiero ningún escándalo.
–¿Tan grabe es?
–Prométemelo, nena. Prométeme que por el momento vas a estar tranquila.
–mamá, es...
–Prométemelo –levantó las cejas y a Dulce se le vino un recuerdo similar cuando era niña y cuando la regañaba.
–Te lo prometo –suspiró.
–No es cierto que le gané una licitación a Alma rey –soltó despacio–, ella salió de la cárcel hace poco, y la conocí hace... 27 años.
–Habla claro por favor. ¿Por qué estuvo en la cárcel?
–Por intentar matarme y abandonar a una bebé.
O. O.
Dulce escupió el sorbo de café por la impresión. Se aclaró la vista, miró a su alrededor, volvió a enfocarse en su madre.
¿Qué clase de novela mal escrita era esto?
–¿Por qué...?
–No es bonito recordar, mi vida –siguió Blanca apretando más fuerte su mano–. Ella trabajaba como empleada en mi casa, la quería muchísimo, pero al parecer se aprovechó de eso porque..., tu padre y Alma fueron amantes.
–Debe ser una broma –Dul entrecerró los ojos–, mi padre no pudo...
–Lo hizo, muñeca. Alma quedó embarazada con el único propósito de amarrar a tu padre y estuvo a nada de conseguirlo. Ella no quería a las bebés, cuando supo que Fernando no se iba a divorciar se tiró de las escaleras para intentar abortar, no lo logró y...
–¿Dónde están esas bebés? –interrumpió, pálida.
¿Era ella una de esas bebés?
–Yo le quería dar el divorcio a tu padre, él no quiso porque decía que Blanca y Claudia estaban muy chiquitas. Como vi que Alma no quería a las criaturas, le ofrecí cuidarlas y se negó, me dijo que quería a Fernando y que ellas no le importaban nada. Le ayudamos a que dé a luz, Fernando quiso a las dos niñas ni bien las vio..., es que eran hermosas, me enamoré de ellas al instante y te juro, estaba dispuesta a hacerme cargo.
–¿Dónde están las niñas?
–A los pocos días, descubrí a Alma queriendo escapar con las niñas, según ella para lastimar a Fernando. Intenté evitarlo y me apuñaló-, quería matarme. Como estaba nerviosa, solo alcanzó a escapar con una de las niñas y dejó a la otra que estaba dormidita. Tu padre llegó y llamó a la policía, me llevaron al hospital...
–¿Qué fue de las niñas, mamá?
–Alma solo se llevó a una para dejarla abandonada en quien sabe dónde, la otra..., la otra se quedó con nosotros.
–Yo soy una de esas niñas –completó Dulce, a nada de explotar en llanto.
Ahora entendía muchas cosas, por eso su madre no la quería, por eso el desprecio, el rencor...
–Sí, muñeca. Cuando salí del hospital yo prometí cuidarte como si fueras mi hija...
–¡Pero no lo hiciste! –se levantó del sofá.
–Déjame terminar, por favor..
–no lo hiciste porque te recodaba a ella ¿verdad? Porque...
–No, muñeca, las cosas no fueron así –se cubrió la cara para evitar llorar–. A Alma no la detuvieron rápido, y me mandó un par de anónimos advirtiendo que te cuidemos, que algún día iba a venir por ti, sabía que así iba a dañar a Fernando. Por eso nos mudamos a la ciudad de México, yo no podía permitir que te lastimara. Eras tan chiquita, tan indefensa... no me importó que fueras su hija, ni que hallas sido producto de un engaño. Yo prometí protegerte de todos, incluso de mí misma.
–¿Cómo? ¿dejándome de lado? ¿ignorándome? ¿sabes cuantas noches esperé por un abrazo? ¿por un beso? ¿por un consejo?
–Hasta el último día de juicio Alma me reiteró que cuando saliera iba a por ti. Y me prometí que nadie te iba a hacer daño. Me prometí hacerte fuerte, independiente, invencible...
–¿Cómo? ¿con tu desprecio? ¡me hiciste daño tú!
–Si no te demostraba todo el cariño que te tenía, ibas a crecer fuerte, segura, sin susceptibilidades. Tenía que prepararte para este momento y aunque lo dudes, lo conseguí –se levantó y fue hacia ella, para abrazarla–. Blanca se desvió hasta el punto de abortar por sentirse sola, Claudia es un desastre y no ha conseguido nada en la vida, está acostumbrada a vivir del dinero de tu padre, tiene que tenerlo todo porque si no se descontrola y tú lo sabes bien..., en cambio tú, tú has conseguido el éxito completo, eres mi mayor creación y lo has demostrado al enfrentarte así a Alma. no sabes lo que hubiese dado por ser tu madre biológica, porque tu madre sí soy y nunca voy a dejar de serlo.
En que le hubiese gustado tenerla como hija no mentía, pues una de las cosas por las que siempre le había odiado era porque sabía que era mejor a sus hijas.
–¿Dónde está la otra bebé?
–La buscamos por mucho tiempo, pero un matrimonio extranjero ya la había adoptado. Yo no sé cómo le contaron la historia, pero está en México y ayer fue a enfrentar a tu padre. Le dijo muchas cosas incoherentes, que lo odiaba y que venía a vengarse por haberla abandonado..., la entiendo, porque no sabe toda la verdad. Pero ese intercambio de palabras...
–¿Cómo se llama? ¿Dónde está?
–Es Roberta pardo, y sí, cariño, son idénticas. Hubiera dado mi vida por criarlas a las dos, por hacerlas felices.
Blanca se sentía estúpida. Nunca se imaginó consolar a una de las hijas de su peor enemiga, ni mucho menos tener que modificar gran parte de la historia para evitar perderlo todo. Siempre se imaginó confesando la verdad delante de las tres, satisfecha por haber logrado separarlas, por haber echo infeliz a Dulce y por haberles robado momentos. Pero resulta que nada sale como se planea, que el mundo da vueltas y puedes pasar de querer ver destruido a alguien a hacer todo para tenerlo como aliado.
Lo innegable era que, sin querer, Blanca Guadalupe con sus desplantes hizo de Dulce una mujer fuerte, segura de sí misma, decidida, capaz, invencible e indomable. Si Claudia hubiese sido la abandonada en el altar, seguramente estaría en un manicomio, sumergida en el alcohol o en el peor de los casos, enterrada; ella, sin embargo, se fue para sanar y volvió convertida en una mujer exitosa.
Se dedicó a abrazarla fuerte mientras lloraba en su pecho, repitiéndole a cada nada cuan orgullosa estaba de ella y que siempre la iba a apoyar. Se tragó el orgullo para pedirle perdón y para prometerle que las cosas serían distintas a partir de ahora.
–Mi madre no me quería –soltó limpiándose las lágrimas–, solo fui para ella un boleto de lotería que nunca pudo cobrar.
Pasó de ser la protagonista de un libro de romance trágico a protagonizar un melodrama mexicano, de esos escandalosos y mal escritos que se venden como pan caliente por las tardes. Si cobrara por estas historias ya tendría el dinero suficiente para poner un circuito de motos en todas las capitales de américa y Europa; lo más increíble era que ella ni siquiera lo había buscado. El destino, aferrado a lastimarla a cualquier precio, se volvía a burlar de ella por enésima vez.
Ahora podía esperar cualquier cosa de la vida. Además de haberle quitado a su hermana mayor, la entusiasmó con un cuento de hadas y un príncipe azul, se burló de ella en frente de un montón de gente y ahora, resulta que la Dulce que creía ser estaba construida sobre una mentira.
Su verdadera madre era una basura y con justa razón sintió odiarla desde el principio, nunca le importó ni ella, ni esa gemela, culpable directa del estado crítico de su padre. ¿Con qué derecho iba a irrumpir en la tranquilidad de su familia?
Resolvió detestar a Alma con todas sus fuerzas, y en brazos de quien hasta entonces creyó su madre, se juró hacer hasta lo imposible para destruirla. Quería verla sufrir, así como ella había sufrido todos estos años por no tener amor de sus padres, quería verla de rodillas suplicando por un perdón que jamás llegaría.
Levantó la cabeza y miró a blanca, sonriente. Vaya que sí había logrado hacer de ella una mujer fuerte. Del sabor de la verdad no se iba a recuperar rápido, pero tampoco tenía tiempo para llorar y lamentarse como una perdedora. Iba a resurgir de las cenizas tal cual hace dos años y medio, cuando se creyó abatida tras haber leído esa maldita carta de despedida.
"Lo que no te mata te hace fuerte" –se repitió un par de veces mientras miraba su reflejo en la ventana de la sala de espera del hospital.
En efecto, no la mató el engaño de Christopher, ni la indiferencia de sus padres, ni la traición de Claudia. No le iba a matar el haberse enterado de la verdad de su origen, por más cruel y dramática que haya sido.
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–Gracias por estar siempre con ella, lo aprecio mucho.
Algo extraño pasaba aquí. La doctora Perroni observó a la madre de su mejor amiga con sospecha, pues no era normal ni el trato maternal para con dulce, ni la sonrisa cálida, ni su actitud dispuesta y amable. Tras enterarse de la situación crítica de Fernando espinosa, Maite se ofreció a ayudar en lo que fuese necesario. Le trajo un cambio de ropa a Dulce, habló con sus conocidos en el área de cuidados intensivos porque una recomendación nunca estaba de más, hasta se aseguró de poner al padre de Dulce en primer lugar de la lista de espera de donantes.
–La queremos mucho –respondió Ani, mordiéndose la mejilla para no reclamarle por todo.
Por haber alejado a Dulce de su madre, por haber abandonado a su hermana gemela, por haberla tratado mal todos estos años, por...
Blanca Saviñón debía estar tras las rejas por el resto de sus días, y ella se encargaría de eso.
Ani dejó de lado todo el trajín de la futura luna de miel y el cansancio de la boda para apoyar a su amiga. No le importó que este era oficialmente su primer día de casada, y dejó a su esposo con el lío de la mudanza y el traslado de regalos por Dulce. Si la ex pelirroja dejó estancada su vida en los Ángeles solo para acompañarla en su boda, tenía que hacer lo mismo. En eso consistía la amistad, en dar y en recibir; en estar la una para la otra a pesar de todo.
–Y tú más, deberías estar ahora en...
–Lo único que importa ahora es Dulce –cortó la abogada, señalando a la mujer que se acercaba a paso firme.
–¿Más cómoda, cariño?
Maite miró a Anahí con preocupación. ¿desde cuando era tan amorosa con Dulce?
¿por qué, si la odiaba tanto?
–Algo –se sentó frente a sus amigas–, gracias por estar aquí. ¿y la mudanza, Ani?
–mi gatito se está encargando de todo..., bueno, con Chris.
Christopher, ¡maldita seas! ¡Christopher!
Disimuló el repentino cosquilleo en el estómago con una sonrisa. No era posible que, en estos momentos, cuando su padre está luchando por su vida y cuando acababa de descubrir la verdad de su origen, el vívido recuerdo de su última noche juntos le invadiera los pensamientos. Recordó los besos húmedos en su piel, los susurros, sus brazos apretándola fuerte como si tuviera miedo de perderla.
Irónico sabiendo que ya la había perdido hacía dos años, cuando tomó la terrible decisión de dejarla por alguien más.
–todavía lo quieres –afirmó blanca al verla suspirar.
–¿Qué?
–A Christopher –dulce se echó a reír fuerte, como si le hubiesen contado el mejor de los chistes–, no te engañes. Por él todavía sientes muchas cosas.
–Evidentemente, mamá. Odio, desprecio, rencor..., me humilló delante de todos y...
–Pero todavía lo quieres.
–¿cómo voy a querer a alguien que me traicionó? Es como si de la nada quisiera a Alma –murmuró lo último, suficientemente claro como para que su madre escuche y sonría.
Suficientemente claro para que sus amigas la miraran incrédulas. ¿Qué sabía de Alma?
–Cariño, son cosas totalmente diferentes.
–mamá, es la misma cosa, al fin y al cabo. Ella me lastimó, él me lastimó. Si la odio a ella por joderme desde que nací, ¿por qué no puedo odiarlo a él que me jodió delante de todos? –miró el rostro pálido de Ani–. Perdón, hadita. Pero creo que ya sabes que nunca voy a poder perdonar a tu hermano.
–¿Alma...? –preguntó la rubia, medio en trance.
–Niñas, hay muchas cosas que ustedes todavía no saben. Quizá en otro momento...
Por la forma en que Dulce miraba a Blanca, Maite entendió que no sabía la verdad. De lo contrario, no estuviese tan tranquila a su lado, y su "madre" no le estuviese tratando tan bien.
Le había dicho algo, pero... ¿qué? ¿por qué?
Ani miró de reojo la pantalla de su móvil, se disculpó diciendo que era una llamada de un cliente y se alejó, ante la mirada reprobadora de Maite, el desconcierto de Dulce y la duda de Blanca.
–Dulce ya conoce a Alma rey –fue su saludo.
–ha comprado las acciones de los espinosa en el bufete y... –no la podía ver, pero movió la cabeza de un lado hacia el otro.
–No me estás entendiendo, Christopher. Algo le ha tenido que decir Blanca sobre Alma, porque..., cada que dulce habla de ella, es como si la odiara..., dijo que le había jodido la vida.
–¿Qué?
–Más raro aún es la forma en que la señora está tratando a Dulce, no sé, más..., ¿maternal?
–Algo de eso me contó Roberta –susurró el arquitecto del otro lado de la línea.
–¿Roberta? ¿Se encontró Roberta con...?
–Roberta estuvo ayer en la casa de los espinosa, la confundieron con Dulce y ella les dijo toda la verdad. Por eso Fernando está ahora en el hospital, se alteró tanto que...
–¿Qué? ¿Roberta es la causante de que Fernando esté entre la vida y la muerte? ¿desde cuándo está en México? ¿por qué lo hizo? ¿Qué quiere lograr?
–Te llamo precisamente por eso. No me contesta las llamadas, salió del departamento hace un rato y ni siquiera su novio sabe a dónde fue.
–¿yo que tengo que ver?
–Escuchó cuando me dijiste el nombre del hospital.
O. O.
–¿Crees que...?
–No creo, estoy seguro –Ani palideció–, estoy terminando de subir tus maletas a los camiones de mudanza, hasta que llegue, por favor, tienes que impedir que Roberta hable con dulce.
–¿No sería lo mejor?
–¡Ahora no! su padre está en el hospital, si se ha quedado en México es porque realmente le importa y...
–¿Cómo quieres que lo impida?
–¡No lo sé! espérala en la puerta, quizá todavía no halla llegado. Roberta es muy impulsiva y Dulce no se puede enterar de todo así.
***
¡Lindo Día!
A las que están volviendo a leer, Gracias ♥
A las que vienen llegando, gracias♥
Voten y comenten mucho:)
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