CAP 09
Después de elegir las invitaciones el día pareció haberse arreglado, lástima que su humor no contase con la misma suerte. Se despidió de los novios sin disimular el cansancio, y es que habían pasado más de 3 horas en la misma tienda, soportando la indecisión de Anahí. Cada que pensaba que por fin era la tarjeta indicada, su amiga la sorprendía diciendo que le faltaba algo.
Definitivamente, organizar bodas era lo más difícil del mundo. Sobre todo, si se trataba del matrimonio de la rubia, quería que todo salga perfecto, no permitiría errores y nada parecía gustarle.
Dulce concluyó en que las novias eran un caso extremo de indecisión, los nervios no les dejaban pensar con claridad. Cegadas con la definición de la perfección, creían que nada era suficiente para el día tan esperado. Hace casi 3 años ella estaba en la misma situación.
¿Acaso habría sido como Anahí en sus preparativos?
¿Habría actuado de la misma manera para elegir una invitación que enmarcara su día esperado?
¿Y si así se comportó ¿de qué había servido?
Si al final, el día que debió ser el más feliz de su vida se convirtió en tragedia, fue una venda para abrirle los ojos que, hasta entonces, permanecían nublados por el constante burbujeo de amor.
–Estaba mejor en los Ángeles –murmuró en cuanto vio que el auto del ingeniero se alejaba–. Dime que al menos ya hicieron la lista.
–Como 2 veces, pero no le convencen los invitados y al final terminamos en lo mismo. Nada –respondió la morena.
–La cabeza me está explotando ¿me invitas a comer?
–Vamos –Maite rebuscó las llaves de su auto y cuando las halló, le señaló el bonito Toyota rojo–. ¿qué te apetece?
–Te diría que unos tacos o quesadillas, pero mejor no –espera a que su amiga desbloquee los seguros para ingresar–. Se me antojaron unas langostas.
–¿Al lugar de siempre?
Solo pudo asentir, percibiendo esa sensación de añoranza mesclada con furia que se apoderó de su estómago. El restaurante al aire libre le traía recuerdos que debió haber dejado en una maleta, porque revivirlos era como darle más razones al corazón para que contradijera a su razón.
Ahí había celebrado todos sus aniversarios de noviazgo.
Ahí le habían pedido matrimonio.
Ahí había sido la cena para ultimar detalles de la boda, elegir quienes serían los padrinos, coordinar donde sería la luna de miel.
Se mantuvieron durante un buen tramo de trayecto en silencio, la ex pelirroja había bajado las ventanas para respirar un poco de aire. Después de recordar los sucesos más importantes de su relación necesitaba despejar la mente, pensar en cualquier otra cosa menos en eso que había sido parte de su falsa historia de amor.
–Si quieres enciende la radio –animó Mai, tras comprobar que se aproximaba un buen rato en el atolladero.
–¿Aún tienes los discos?
–Dejé algunos en mi consultorio, pero creo que tengo un par en la guantera.
Encontró un disco de Maná firmado por el vocalista, de hecho, lo que las unió más fue el mismo gusto por la banda de Roc. Mientras sincronizaba la radio detalló la sonrisa de la ginecóloga, para ser honestos, ella jamás la había visto así.
Tenía un brillo que le irradiaba la mirada, un ápice desconocido que hacía que su sonrisa fuera más grande, un aire de felicidad que opacaba su tristeza.
–¿Cuándo pensabas contarme que estabas en una relación con Christian?
–No es una relación, exactamente. Estamos saliendo –tardó en responder–. Sabes lo que él significa para mí, pero ¿si yo no significo lo mismo?
–Sientes cosas por él incluso mucho antes de que te conozca, no puedo asegurarte que es lo que siente, pero si te hace sentir bien, ahí es.
–Igual prefiero no hacerme ilusiones, sabes cómo es Christian.
–Las personas cambian, si te ama dejará de ser un mujeriego y... ¿te invita a salir?
–Con frecuencia –la sonrisa se le extiende aún más–. Ayer fuimos a almorzar, se fue a la empresa y cenamos juntos. Lo que me preocupa es que esté un poco estresado.
–Es lógico, es accionista de una constructora.
–Sí, pero el que la empresa no esté pasando por un buen momento no ayuda mucho.
–¿Cómo? –pregunta desorientada.
–Creo que ambas sabemos lo disciplinados que son los 3, pero últimamente han ocurrido cosas que les han hecho perder el ritmo. La boda de Poncho, a Christopher se le han juntado muchas cosas y... tienen retraso con una obra para el presidente del congreso.
–Poncho y Christian son personas muy entregadas, ya lo solucionarán.
–La obra está en manos de Christopher, pero con todo esto...
–Que se las arregle como pueda, preferiría que no me hables de él –el nudo en su garganta hizo que su voz saliera un tanto entrecortada.
Maite no era quien, para cuestionar a su amiga, así que optó por cambiar radicalmente de tema. Le habló de sus pacientes, dejó que Dulce le contara como iba con sus proyectos, se pusieron al día de sus vidas tanto profesionales como personales.
Christian fue un tema recurrente, es que la morena no podía ocultar su sonrisa al hablarle de lo feliz que estaban siendo estos últimos días.
Llegaron al restaurante y pidieron una mesa cerca al lago, para amenizar la comida solicitaron una copa de vino blanco, el favorito de ambas. Entre Maite y Anahí era con la morena con quien tenía más cosas en común, la comida, las bandas, la ropa.
La morena se levantó al baño un momento, y justo entonces, sonó el celular de la arquitecta. Al ver el número desconocido adornar su pantalla, frunció el ceño.
¿Quién podría ser?
–Dulce espinosa en la línea –usó la voz profesional que tantas cosas le había hecho ganar.
–Buenas tardes, señorita Espinosa. Le hablo desde Von Uckermann Construction.
El corazón se le aceleró, porque una sola persona pasó por su mente al oír el nombre.
La constructora de Poncho y Christian.
La constructora que llevaba el apellido de Christopher.
La constructora para la que había trabajado por más de un año.
La constructora que muchas veces había sido testigo de las declaraciones falsas de amor.
–¿¿¿Por qué? ¿quién? –se vio obligada a controlar sus impulsos de colgar el teléfono.
–Le voy a transferir a mi jefe, por favor, espere un momento.
Se tragó el vino de un sorbo, necesitaba tener valor para controlar a sus nervios. Una parte de su cuerpo quería que sea él.
La otra en cambio, rogaba que fuese cualquier otra persona.
–Arquitecta Dulce Espinosa –algo se le rompió, otra parte se sintió aliviada al escuchar la voz inconfundible del que no era su ex–, ¿por qué no se acuerda de los amigos?
–¡Pollo loco!
Aunque su corazón estuviese decepcionado, por un lado, el otro estaba feliz de escuchar la voz de su cómplice en locuras.
–¡pollita roquera! ¿por qué no me has buscado? Me siento traicionado, olvidado.
–Perdóname, perdóname, perdóname –insistió justo cuando su amiga se sentaba–. Todo fue muy rápido que no me dio tiempo de nada.
–Eso me lo tendrás que recompensar de alguna manera, pero cuéntame ¿cómo estás?
–Feliz de escucharte, feliz de estar aquí. ¿cómo estás tú?
–Estoy extraño, porque las cosas en la constructora no están bien.
–Sí, algo me contó tu novia.
–¿Qué novia? ¿acaso ya quieres casarme?
–Maite, imbécil –la morena se cubrió la cara, nerviosa.
–Ella... ella .... Ella no es mi novia.
¿Christian titubeando?
–Ajá, entonces ¿tu prometida?
–¡no! somos amigos.
–Por lo que me han contado, eso no es solo de amigos –se burla.
–Mejor vamos a lo importante. Hoy teníamos que entregar una obra, pero a Christopher se le olvidó, no hay planos, no hay nada.
–Que irresponsable.
–está aturdido con lo que está pasando. Pero yo sé que puedes ayudarnos.
–¿Cómo?
–Dibujando los planos.
–Mira, Christian. Yo no soy salvadora de nadie, no es mi culpa que tu amigo sea un irresponsable que...
–En parte sí eres culpable –interrumpió.
–¿Qué?
–Mira, en estos momentos no puedo explicártelo porque tengo muchos pendientes todavía. Pero quería pedirte un favor.
–Habla.
–Ayúdanos con los planos.
–No creo que...
–Le pedí un plazo más al cliente, dijo que nos daría hasta el jueves y pensaba que tú podrías...
–Nadie puede terminar unos planos en menos de una semana –se queja.
–Si lo hacemos en equipo, vamos a poder.
–¿Propones que dibujemos tú y yo?
–Propongo que dibujen tú y Christopher.
–¡no, Christian! Eso no.
–Por favor, necesitamos que nos ayudes y...
–Te ayudo a ti, a él no.
–Si lo ayudas a él me estarías ayudando a mí.
Si lo ayudaba estaría corriendo el riesgo de flaquear, y a estas alturas de la historia, no se podía dar ese lujo.
Le pidió con señas a su amiga que le rellenara la copa, que igual que la anterior, terminó por tragarse de un sorbo.
–te propongo algo, pollo. Solo porque te quiero –se arma de valor.
–Te escucho.
–Dibujamos tú y yo, yo sé que podemos.
–Los 3.
–Trato –concede ella sabiendo que después se arrepentirá.
–¡vas a irte al lado del creador, pollita!
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